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Autor

Jaime Escobar Fernandez

Jaime Escobar Fernandez

    Cultura

    El lago del padre Emilio

    Por: Jaime Escobar Fernandez 10 marzo, 2023
    Escrito por: Jaime Escobar Fernandez

    (Testimonio de primera mano)

    Composición de lugar

    “La Quinta de los Padres” o “Colegio Noviciado del Sagrado Corazón”, casa de la primera formación de los jesuitas en Colombia, en Santa Rosa de Viterbo, Boyacá, Colombia.

    Corría el año de 1956, quizás 1957. El P. Emilio Arango Arango, S.J. Provincial en ese entonces, solía visitar con frecuencia la casa de formación por gajes del oficio o por un poco de descanso en medio del duro trajín de dirigir en ese entonces a una muy populosa comunidad de jesuitas. El P. Emilio sería protagonista de aquello que podríamos llamar “El lago del P. Emilio”.

    Nota previa 

    La extracción de material arcilloso para producir ladrillos destinados a levantar la Casa de Formación de la Compañía, dejó enorme hueco al comienzo de la ladera, en la pequeña montaña detrás de la edificación; había pues, profundidad y espacio suficiente para imaginar un pequeño lago donde se bañaran la luna y las estrellas de un cielo limpio y luminoso a campo abierto..

    ¿De quién fue la iniciativa? ¿Del P. Arango, el Provincial? ¿De los novicios? Me parece recordar que fue Jorge Augusto Salazar uno de los entusiastas; no importa pero lo cierto es que nos dedicamos con pasión los novicios de ese entonces, a dar forma al sueño del pequeño lago a los pies de la colina donde nacía “El cerro del Aguila”, pocas cuadras atrás del enorme edificio y relativamente cerca del “chircal” o fábrica de adobes de arcilla.

    Se empezó el trabajo con todo el entusiasmo del caso, sacrificando los cortos descansos entre semana y cualquier espacio disponible para remover tierra, transportarla hasta la “boca” de aquello que sería “el lecho” del lago y elevar allí un muro de contención o “tambre” según el lenguaje local. Poco acostumbrados los “obreros-novicios”, en ambos sentidos y más acostumbrados a las faenas espirituales que a trabajos pesados como la extracción y el movimiento de tierra en carretillas, actividad que produjo además de ampollas en las manos, dolores musculares y fatigas, generó cierto “desmayo” en el entusiasmo original.

    El P. Arango, en sus visitas regulares, verificaba el avance de los trabajos y daba aliento a los ánimos decaídos con un lema rayano en “bullying”: “¡Juventud de mantequilla!” Alguna vez, él mismo puso manos a la obra por un rato y pudo constatar por experiencia propia, la causa del lento avance de las obras. La disculpa de los Novicios no se hizo esperar: “trabajo demasiado duro”; a medio camino entre ironía y motivación todos recibimos el remoquete ominoso de “juventud de mantequilla” que dio origen a melodía familiar que cantábamos con cierto “regusto”.

    La ironía picante del P. Manuel Briceño Jáuregui, S.J., no tardó en inspirarle una “trova” a la que el Hermano Guido Arteaga Sarasti, le puso música con “aire de vals”. Así que en una “merienda afuera”, en honor de tan ilustre visitante, como lo era el Provincial, todos cantamos en alegre desquite: 

    El Padre Emilio

    tiene el halago

    Al pie del monte

    de hacer un lago;

    la cosa es fácil

    y muy sencilla

    si algún buldozer

    mueve la arcilla.

    Coro:

    ¡Viva el Provincial! ¡Viva!

    ¡Que viva el Rector! ¡Viva!

    Y esta juventud de mantequilla 

    (se repite el coro).

    “Que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son”

    Por allá en los lejanos años de 1635 Don Pedro Calderón de la Barca escribía:

    ¿Qué es la vida? Un frenesí.
    ¿Qué es la vida? Una ilusión,
    una sombra, una ficción,
    y el mayor bien es pequeño:
    que toda la vida es sueño,
    y los sueños, sueños son.

    Poco más de 320 años después, soñamos con un lago sin saber de dónde vendría el agua que lo mantuviera en su nivel óptimo y que lo renovara permanentemente; el “frenesí” de aquella “ilusión”, “sombra”, “ficción”, nos llenó de fervor, pero no de sentido común que al decir de los mayores “es el menos común de los sentidos”. El “llenado” de aquel primitivo “embalse” quedó a merced de las lluvias que fueron elevando su nivel “sin prisa pero sin pausa”. Sentíamos gozo indescriptible cada vez que verificábamos la profundidad que se iba alcanzando.

    Las consecuencias que no vislumbramos

    Un mes de octubre, si mal no recuerdo, el mes históricamente más lluvioso del año, por obra de diluvial aguacero, el agua superó la altura del tambre y aquello fue Troya. De madrugada a muchos nos despertó estruendo inusitado pero pronto, quienes lo escuchamos, nos dimos vuelta en la cama y volvimos a conciliar el sueño hasta que las primeras luces del día nos dejaron ver la magnitud de aquel desastre: se desbordó “el lago” y un raudal de tierra, piedra y lodo bajó llevándose por delante todo cuanto encontró a su paso y llegó hasta las goteras mismas del pueblo. 

    Por fortuna, la avalancha dio un rodeo y Santa Rosa se salvó, mientras nosotros dábamos gracias al Altísimo porque nos “libró de todo mal”. Nunca supimos si hubo reclamos de las autoridades municipales y si los hubo, tampoco supimos cómo se disculparon “los superiores”.

    Jaime Escobar Fernández

    Marzo, 2023

    10 marzo, 2023 7 Comentarios
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  • Actualidad

    IN MEMORIAM

    Por: Jaime Escobar Fernandez 29 septiembre, 2022
    Por: Jaime Escobar Fernandez 29 septiembre, 2022

    ¡“Dios mío, qué solos se quedan los muertos”!

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Sobre Nosotros.

Somos un grupo de exjesuitas colombianos de varias generaciones, dispersos por el mundo. Nos llamamos “amigos de toda la vida”, pues si bien andamos caminos diferentes, nos reconocemos en la formación, en los valores humanos recibidos y en los que hemos ido sembrando y recogiendo por la ruta, desde hace más de 50 años

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