Cuando viajamos, salimos de nuestra zona de confort. Encontramos nuevas gentes, espacios que nos revelan cosas insospechadas, situaciones que nos interpelan. Nunca somos los mismos después de un viaje vivido a fondo. Exjesuitas en Tertulia quiere convertirse en ese álbum hecho por muchas manos y recibir de usted lo que ha aprendido, lo que lo hizo cambiar.
Encima de las nubes siempre brilla el sol. Hace falta “un punto de vista superior” para entender verdaderamente la realidad. Desde la altura se aprecia un conjunto con más amplitud que a nivel del suelo… y al pico montañoso más alto puede accederse gracias al ingenio humano. Estos y otros pensamientos surgen en este viaje, acompañado de unas fotografías envidiables.
Apenas se eleva el avión a la velocidad de crucero, se evidencia al pie de la letra el dicho de que “por encima de las nubes siempre brilla el sol”. Es majestuosa la vista de las nubes con el brillo, sin obstáculos, del sol desde lo alto. Pero esa visión hace pensar en el simbolismo de la frase, pues en las vicisitudes difíciles u oscuras de los días complicados de la vida hay que tener fe y pensar que “mañana será otro día”.
Aterrizando en Ginebra, Suiza, sobresale enseguida el famoso chorro de agua (Jet d’Eau) en el extremo sur de su lago, y subiendo los incontables escalones de la torre de la catedral gótica sorprende la vista sobre la ciudad y el lago. El chorro de agua, iluminado y coloreado con un sol brillante, se asemeja a una bandera ondulante o a una vela arco iris, más grande que las de los veleros que pasean un poco más lejos.

Cerca de Ginebra, leí con desconcierto “Chamonix, Francia”. Acaso ¿no estábamos en Suiza? Una elemental geografía o un Google map podían aclararme que al sur del lago Leman o de Ginebra se encuentra territorio francés, y en él el famoso Mont Blanc (a 4807 m.s.n.m), el pico más alto de los Alpes franceses.
Es impresionante sentirse tan cerca de estos nevados tan altos, gracias al ingenio de la ingeniería humana que construyó una infraestructura accesible y un teleférico que nos sube a esas alturas. Desde allí se aprecia, hacia abajo, la población diminuta por la distancia.

En Zurich, subimos a la cima de un cerro cercano, que tiene una torrecita-mirador, desde la que se divisa la ciudad en su esplendor y el rio Limago que atraviesa la población y corre por el valle.

Nos encontramos en Friburgo (Alemania) para celebrar el cumpleaños de mi hija y, ya que estábamos cerca, visitamos Estrasburgo ‒de nuevo en Francia‒ tras atravesar la frontera entre los dos países. Desde cierta altura se disfruta una vista del Rin que se abre entre cuatro torrecitas y deja ver la catedral en el fondo. Volviendo a subir los escalones de su torre se tiene un panorama espléndido de la bella ciudad.

El viaje continuó hacia Almería (España), donde celebramos con 54 familiares el cumpleaños número 80 del suscrito, por invitación insistente de mis dos hijos y mi esposa. En las cercanas ciudades de Málaga y Alicante fuimos recibidos y atendidos ‒a cuerpo de reyes‒ por nuestros amigos exjesuitas y sus queridas esposas. Desde las alcazabas y los castillos de Málaga y Alicante volvimos a gozar, desde la altura, la vista de dichas ciudades y el mar Mediterráneo.
No podía faltar en Almería la subida a pie hasta el cerro de San Cristóbal, cercano a la casa natal y al lugar de hospedaje en estos días. Desde la imagen del Cristo se contempla parte del puerto y la bahía, de tan gratos recuerdos personales y familiares.

Sería muy extenso describir las sensaciones de bienestar y felicidad de este viaje, con el encuentro de los hermanos y sobrinos, con el repaso de lugares y fotografías familiares.
Como el artículo se titula Un viaje con altura, me he concentrado en las fotos desde arriba, pero desde la altura de 80 años de vida se pretende “un punto de vista superior”, aunque proyectado hacia el futuro de las nuevas generaciones.
Vicente Alcalá Colacios
Enero, 2023