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¿En qué creo hoy?

Hace poco, en varias tertulias virtuales de exjesuitas, fuimos testigos de la enorme riqueza y diversidad vivencial de dar testimonio de lo que creemos, sobre lo que para algunos es la espiritualidad. Si fue tan rico y diverso entre 35 personas, abrimos el blog para recibir de usted sus vivencias.

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Voy a contarles una anécdota que puede parecer insignificante pero que, para mí, tiene un profundo sentido.

Mi esposa y yo, estábamos acompañando a mi hijo a comprar una corbata que quería estrenar para su matrimonio. El llevó el vestido que se iba a poner, para escoger mejor la corbata que le combinara; nos dimos cuenta de que el vestido tenía unas arrugas en la parte delantera.

Había expuesta una colección, ordenada por tonos de color. Atendían un par de chicas y una de ellas mostraba, opinaba, traía otras corbatas y comentaba sobre el nuevo diseñador y las colecciones anteriores, según la época… Explicaba de una, que tenía unas golondrinas, y la describía con cariño, fue por ella y nos la mostró. Cuando yo la observé, les comenté que esa era la apropiada para la ocasión, porque se veían las parejas de golondrinas como  dándose un pico con los picos.  

No recuerdo si fue la misma chica u otra presente, que ofreció llevar el vestido adentro para que aplancharan las arrugas que tenía. Pudo ser un gesto de “venta” pero lo hizo con amabilidad. Curioseé yo el precio de una de las corbatas y vi $ 125.000; me pareció bueno por la calidad que tenían. Al acercarnos a la caja, le dije a mi hijo que yo se la regalaba. Me dijo que no, y comentó él que se iba a casar; las chicas sonrieron y le desearon felicidades. Mi sorpresa fue grande cuando me di cuenta de que el precio era mayor que el observado antes por mí. La cajera comentó de broma que yo tenía suerte, ¡menos mal que no me la habían dejado pagar!

La chica que nos había atendido nos estaba despidiendo en la puerta del almacén; tenía unos 22 años, bajita, más bien gordita, sonriente, con gafas y cara simpática. Comenzó a decirnos ¡qué lindo! ¡es que se nota en muchos detalles! … y de pronto nos dice ¡yo no tengo papá!

Quedamos mudos. Imagínense una persona, que sin habernos conocido antes, nos comunica semejante sentimiento. Mi reacción fue preguntarle si no había buscado “reemplazarlo”. Tanto ella como mi hijo pusieron una cara de sorpresa… seguí yo preguntándole si era soltera. Entonces, a la chica le dio como pena, pero a la vez risa, y dijo ¡ah, ya entendí! 

Todo esto me impresionó mucho, pero no quise comentarlo. Más tarde, mi señora dijo que era simpática la niña que nos atendió; le comentamos que nos había dicho que no tenía papá; ambos expresaron que la joven estaba conmovida y, a la reacción de la mamá, mi hijo añadió que esto es más frecuente de lo que pensamos.

Recuerdo los mensajes por T.V. del Bienestar Familiar, mostrando a niños y niñas buscando a sus padres o abuelos: “me conoces aquí estoy”. Es un drama más de nuestra sociedad colombiana.  

Pensé primero en los que tuvimos padres excelentes, y en nuestros hijos que nos tienen a sus padres. Además de la gratitud, brota la solidaridad -al menos afectiva- con quienes carecen de esta bendición, como la chica de la que hablé antes.  

Dije que esta anécdota tiene para mí, un profundo significado. Veamos por qué. 

Cuando escribí “La enfermera colombiana” (publicada en este blog anteriormente), pensaba en la bondad, la belleza humana, la amabilidad, la simpatía, la calidez de la mujer colombiana en general. 

He sentido esas cualidades también en las chicas que atienden y prestan su servicio en almacenes y otros establecimientos o en llamadas telefónicas. Esto es lo que experimenté una vez más en la situación a la que me acabo de referir al narrar la anécdota de las corbatas. Cuando pienso en la mujer colombiana, experimento confianza y esperanza en el futuro del país.

Bernard Lonergan S.I. distingue entre el mundo de la inmediatez (propio de los niños) y el mundo mediado por la significación. La significación se encarna en la intersubjetividad humana (un encuentro, una sonrisa, los gestos, la voz, la expresión corporal, una conversación…) la significación se capta también en el arte, los símbolos, el lenguaje y en la significación personificada: lo que significa una persona, en su forma de vida, sus palabras, sus hechos. Sin darnos cuenta, lo que somos, y la forma como actuamos, tiene una significación determinada para los demás. Seguro que, para la chica que “no tiene papá”, yo signifiqué algo y desperté sus sentimientos, debido a su situación personal y al ver nuestra relación positiva de padre e hijo.

Otro significado más profundo aún -inspirado en la falta de papá de la joven- se vino a mi memoria al recordar un relato que hace el Papa Benedicto XVI en la Encíclica “Spe Salvi” (En esperanza fuimos salvados). 

Se trata de una esclava africana -de Sudán- que después de padecer terribles torturas de sus “dueños” o “patrones” conoció por primera vez al Señor, tan diferente a los señores que la habían esclavizado. 

Algo semejante es deseable que experimenten los niños, jóvenes y adultos que fueron abandonados o son huérfanos, al sentir la compañía de Dios, Padre amoroso de todos nosotros: de ellos, lo mismo que de los que tenemos familia. 

Vicente Alcala Colacios

Noviembre, 2023

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El 16 de enero de 2021 escribí en este blog, el artículo “Preguntas a las breves respuestas a las grandes preguntas” (2.500 vistas a la fecha). Hoy comparto varias reflexiones, a propósito de la tertulia del 28 de septiembre de 2023 sobre Astronomía: “La formación de agujeros negros” y del diálogo que le siguió.

“Conocer la mente de Dios es conocer las leyes de la naturaleza. Mi predicción es que conoceremos la mente de Dios para el final de este siglo… Las leyes de la ciencia pueden, o no, haber sido decretadas por Dios, pero este no puede intervenir para transgredirlas, o no serían leyes” [1]

¿Qué noción de Dios y de las leyes manifiestan estas afirmaciones? 

Los números y las leyes son elaboraciones mentales humanas y no son “creados” por Dios. Los números y las leyes no son “creados” por el ser humano, sino que son descubiertos por la mente, como expresión intelectual de realidades concretas; en la naturaleza encontramos, por ejemplo, árboles y los “contamos”: uno, dos, tres, cuatro… los árboles están ahí, pero los números no están escritos en los árboles, los números fueron inventados para significar cantidades y las cantidades son nociones descubiertas por la mente, en las realidades cuantificables. 

Algo semejante ocurre con las leyes de la ciencia: las leyes son formulaciones descubiertas y expresadas para entender regularidades que se dan en la realidad del universo. Las leyes son comprensiones que describen y explican fenómenos naturales, pero las leyes son elaboraciones mentales fundamentadas en el comportamiento de los objetos reales y sus relaciones. 

Decir que Dios creó las leyes de la naturaleza es semejante a decir que Dios creó la música que “crean” los grandes compositores. No, la música no es creación directa de Dios, sino “creación” directa de los músicos. ¿Cómo pueden los músicos crear música? es otra cuestión.

Confesamos, según nuestra fe, que Dios creó el universo. Conocemos lo creado, pero no podemos comprender la creación como acto creador de Dios. La ciencia busca comprender y conocer cómo evolucionó el universo y cómo funciona el universo; la ciencia describe y descubre cómo está compuesto o conformado el universo y descubre y formula leyes que explican las regularidades comprobadas experimentalmente, pero la ciencia no puede comprender y conocer el acto de la creación ni la naturaleza de Dios. 

Si las leyes de la naturaleza son elaboraciones o formulaciones creadas por la mente humana, no es adecuado decir que “conocer la mente de Dios es conocer las leyes de la naturaleza”. Aunque llegáramos a conocer y elaborar todas las leyes que expliquen las relaciones y la acción de la naturaleza… no sería adecuado decir que “conoceremos la mente de Dios para el final de este siglo”. 

Stephen Hawking puede conocer profundamente las leyes de la naturaleza, pero ¿entendió que las leyes son descubrimientos y formulaciones de la mente humana y no “decretadas” por la mente de Dios?

Dios creó las realidades físicas que actúan con regularidad, expresada en leyes; pero las leyes son descubiertas y elaboradas por la mente humana que investiga y descubre cómo funciona la naturaleza. Dios creó las realidades cuantificables, pero los números que cuantifican esas realidades son “creación” o elaboración de la mente humana. 

Decir que “Dios no puede transgredir las leyes de la ciencia o no serían leyes” sería confundir las leyes de la ciencia con la naturaleza que esas leyes tratan de explicar. Además, sería no comprender que las leyes de la ciencia se aplican a la naturaleza creada, pero no se aplican al Dios Creador de esta naturaleza, si Dios está “por encima” de la naturaleza. 

Así como tiempo no se aplica a Dios, espacio no se aplica a Dios, origen no se aplica a Dios, comienzo no se aplica a Dios, creado no se aplica a Dios, causa-efecto no se aplica a Dios… las leyes de la ciencia no se aplican a Dios. Dios no está sujeto a esas leyes. 

¿Qué consecuencias se siguen de estas reflexiones y afirmaciones? ¿Para qué sirven estas aclaraciones? 

En primer lugar, ayudan a diferenciar los ámbitos o dimensiones de la ciencia, de la filosofía y de la fe (y de la teología que estudia esta fe). La ciencia puede ser verdadera, la filosofía puede ser verdadera y la fe puede ser verdadera: pero las tres verdades pertenecen a dimensiones (o acercamientos) diferentes de la misma realidad. Los tres abordamientos de la realidad se pueden y se deben complementar, pero sus ámbitos no se pueden confundir ni invadir. Es necesario el “diálogo” entre los tres campos, pero no se pueden reemplazar mutuamente: la ciencia no reemplaza la fe, la fe no interfiere en la ciencia, la filosofía es fundamento intelectual de la ciencia y de la no-irracionalidad de la fe.

En segundo lugar, la distinción entre ciencia, filosofía, fe (y teología), invita al estudio, formación y profundización en cada una de las tres dimensiones humanas distinguidas. 

La negación del título “Dios no crea los números ni las leyes” busca aclarar la diferencia entre la fe en Dios, la ciencia y la reflexión filosófica; diferencia que no significa contradicción, sino más bien complementación mutua entre las tres.


[1] Stephen Hawking, Breves respuestas a las grandes preguntas, pp.41 y 42.

Vicente Alcalá Colacios

Noviembre, 2023

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Esta madrugada, mi subconsciente me despertó temprano, rumiando las experiencias de nuestra tertulia pasada, entre las cuales sobresalió, en varias conversaciones, el tema del título, que surgió de repetidas afirmaciones escritas por Y. N. Harari en varias de sus obras.

Comencemos afirmando que la ficción es una realidad. La ficción es un hecho, es una realidad, existe. La obra de Gabriel García Márquez es ficción, pero ¿acaso no es una realidad? ¿no la escribió, no la editaron, no se lee? Más aún, se dice que en “Macondo” la ficción supera la realidad. 

Si dejamos las cosas así, este artículo pierde “su gracia”, no tiene chiste y se le acaba el “suspenso” que puede suscitar el título.

“Sólo los sapiens pueden hablar acerca de tipos enteros de entidades que nunca han visto, ni tocado, ni oído”. “No hay dioses en el universo, no hay naciones, no hay dinero, ni derechos humanos, ni leyes, ni justicia, fuera de la imaginación común de los seres humanos… ninguna de estas cosas existe fuera de los relatos que la gente se inventa y se cuentan unos a otros” (En “De animales a dioses”).

Harari escribe sobre la figura de hace unos 32 000 años, encontrada en la cueva de Stadel, en Alemania: “Este es uno de los primeros ejemplos indiscutibles de arte, y probablemente de religión, así como de la capacidad de la mente humana de imaginar cosas que no existen realmente”. 

Pero no sólo los primitivos cimentan su orden social mediante creencias en fantasmas y espíritus… “nuestras instituciones modernas funcionan exactamente sobre la misma base”. “Peugeot es una invención de nuestra imaginación colectiva. Los abogados llaman a eso ‘ficción legal’. No puede ser señalada, no es un objeto físico. Pero existe como entidad legal”.

El autor ha vendido más de 23 millones de copias de sus libros en todo el mundo, eso es realidad; sin embargo, algunos de sus críticos científicos, entre otras cosas, dicen:

“Es un talentoso narrador y orador popular, pero sacrifica la ciencia por el sensacionalismo, y su trabajo está plagado de errores”. “En muchos aspectos es un fraude, sobre todo en ciencia… es un ‘populista de la ciencia’… Entiende la seducción de una historia bien contada, buscando expandir su audiencia, sin importar que la ciencia subyacente esté distorsionada en busca de fama e influencia… La narración de Harari es vívida y cautivadora, pero carece de ciencia… No solo describe nuestro pasado; está pronosticando el futuro mismo de la humanidad. Todos tienen el derecho de especular sobre nuestro futuro… pero las proyecciones falsas tienen consecuencias reales”.

Afirmar que “Cualquier cooperación humana a gran escala (ya sea un Estado moderno, una iglesia medieval, una ciudad antigua o una tribu arcaica) está establecida sobre mitos comunes que solo existen en la imaginación colectiva de la gente” es una generalización que no es tanto una verdad, sino una interpretación, una opinión personal.

Pienso que quizás este artículo mío, sin proponérselo, aumente la curiosidad por Harari en algunas personas. Pero dejemos ya al autor con sus verdades y falsedades o interpretaciones erróneas. 

La realidad (de alguien) crea ficciones y las ficciones (de un literato, por ejemplo) crea realidades. 

Ahora es necesario “filosofar” un poco, con el postulado de que todos somos implícitamente filósofos.

¿Qué es la realidad? ¿Qué es la ficción? ¿Qué es la verdad? ¿Qué es la objetividad y la subjetividad? ¿Qué es la sinceridad y la buena intención o buena voluntad? ¿Qué es la certeza? ¿Qué es conocer? ¿Qué es interpretar? ¿Qué es imaginar? …

Son demasiadas preguntas, y algunas de ellas han sido tratadas antes en este blog: “Mitos, significaciones, interpretaciones, explicaciones” “Racionalidad, sus beneficios” “Caminos a la certeza” “Inteligencia natural” y “Mucho más que inteligencia”.

Concentrémonos hoy en los dos términos del artículo: Ficción y Realidad.

Ficción puede tener unos sinónimos: algo imaginado, algo inventado, algo simulado, cuento, quimera, fábula, novela… hoy día puede ser película. 

Realidad (o real) puede igualmente tener unos sinónimos: algo cierto, verdadero, auténtico, verídico, innegable, algo que tiene existencia objetiva… De manera más especializada: realidad tiene su origen etimológico en el latín res=cosa, ente, ser. Y también lo subjetivo, lo interpretado, lo imaginado, lo inventado en literatura y arte… cobra realidad. 

La realidad, el ser, lo existente, podríamos decir que tiene grados o niveles; no es lo mismo la realidad de un árbol que la realidad de un poema o una melodía, pero ambos son reales, a su manera o en su medida. Es real el aire, la palabra, el amor…

Un concepto, una abstracción -decían los escolásticos- es algo mental, una creación intelectual, pero con fundamento en la realidad. Lo mismo puede ocurrir con una ficción: es algo intelectual, imaginado, creado por la mente, pero con fundamento en la realidad. 

Toda ficción es una realidad, pero no toda realidad es una ficción. Y no toda realidad elaborada por la mente es ficción. Hay conceptos, ideas, interpretaciones, doctrinas, formulaciones, expresiones, confesiones, declaraciones, leyes…  que son producidas por la mente, pero que son comprendidas, fundamentadas, comprobadas, razonadas… con base en realidades verdaderas, auténticas, ciertas, confiables; como -por ejemplo- la fe cristiana.

Vicente Alcalá Colacios

Noviembre, 2023

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En nuestra tertulia de los jueves número 166, quisimos acercarnos al tema de la muerte. Algunos nos ofrecen por escrito sus percepciones…

Seguramente mis compañeros tratarán este tema desde un punto de vista más intelectual. Yo comparto el mío de una manera más realista y evidente.

Todo el que nace, muere.

Es algo tan evidente que no pensamos en ello. O puede ser una forma de rechazar esa última realidad. Mucho mejor es pensar en disfrutar de la vida que aceptar que ésta se nos terminará un día. Por eso es un tema que no afrontamos desde un punto de vista personal, y tampoco familiar o social. 

Sin embargo, si es algo ineluctable, ¿para qué ponerle tanto misterio? Pienso que, si se les explica a los niños desde pequeños, por ejemplo, cuando se muere un abuelo, y más tarde en el colegio, podrían evitarse traumas o angustias emocionales el día que les toque vivirlo. 

Como decían los estoicos en la antigua Grecia, un problema o tiene solución, o no la tiene y, por lo tanto, no hay problema. La muerte de un ser querido no tiene solución, luego hay que aceptarla lo más pronto posible para seguir viviendo por nosotros mismos y los demás. 

Aceptar no quiere decir que la tristeza o la ausencia de esa persona no nos acompañe durante un cierto tiempo. Por eso, no entiendo cómo muchas personas se autodestruyen cuando dicen que no dejan el duelo hasta que el asesino -en el caso de un homicidio- no les diga por qué mató, o que no lo harán hasta que no encuentren el cuerpo que estaba en el avión desaparecido. Ese «por qué murió» nunca tendrá respuesta.

De la teoría a la práctica.

Con mis papás hablamos en la sobremesa sobre qué nos gustaría que hicieran con nuestro cuerpo y qué tipo de entierro querríamos. Estábamos de acuerdo con donar todos los órganos que pudieran servir y también con la incineración. Con el tiempo a mami le descubrieron un tumor en el cerebro. La operaron y le dieron tres meses de vida. Con papi rezamos para que un milagro le permitiera una recuperación total o que se muriera lo más pronto posible sin sufrir. Al tercer mes falleció. Esa noche estaba inconsolable, pero me pregunté: ¿todo lo que he dicho sobre la vida y la muerte era puro cuento o voy a ponerlo en práctica? ¿Voy a vivir preguntándome por qué murió a los 60 años? Decidí ser consecuente y al día siguiente amanecí triste, pero en paz.

El otro ejemplo fue con papi. Él pasó los tres últimos años de su vida en Popayán, pues decía «quiero hacer como los elefantes que van a morir donde nacieron». La última vez que lo visité, lo encontré de una flacura extrema y totalmente desanimado. Me dijo: «mijito, ya quiero morirme, pues esto no es vida», a lo cual le respondí: «tienes toda la razón, vamos a rezar para que así sea, pero mientras tanto, trata de animarte». El médico me dijo que en ese estado podía durar días, meses o años. 

Hice las vueltas necesarias y le pedí a una prima que se encargara de todo cuando llegara el momento. Al despedirme de él, me dijo: «creo que es la última vez que nos vemos». Yo le contesté: «creo que así será, pero puedes morirte tranquilo pues viviste la vida que querías durante 85 años y tus hijos estamos bien organizados. Por eso, puedes morir tranquilo». Regresé a París el 13 y el 23 falleció. Esta vez, probablemente a causa de su estado y edad, me fue más fácil aceptarlo.

Pensar en los que quedan.

Como nunca pensamos que vamos a morir, no hacemos nada para cuando llegue el día. No le dejemos a la familia que tiene que afrontar la pérdida de un ser querido, una serie de problemas administrativos, económicos y de otro tipo. 

Les comparto lo que yo he hecho: Un testamento que deje todo muy claro sobre lo que tengo y cómo debe repartirse. Añadí que autorizo a mi esposa, a dos amigos y al médico que me esté tratando, que no acepto ningún tipo de vida artificial. Entonces, que no me mantengan sobreviviendo (pues eso no es vida) conectado a una máquina o gracias a medicamentos. Además, indico que dono mis órganos y que me incineren. También que no dejo ninguna deuda. 

El primer testamento lo hice a los 50 años y he ido actualizándolo. En esa época, cuando le decía a mis amigos o familiares si ellos lo tenían listo, me respondían aterrados: «¿acaso voy a morirme?». No sé si con el paso de los años hayan cambiado de parecer.

¿Otra vida?

Como creo en Dios y en Jesucristo, también creo en su palabra cuando nos habla que hay vida después de la muerte. Frente a la aprensión ante lo desconocido, prefiero ver el lado positivo de que volveré a encontrarme con mis padres, familiares y amigos. Prefiero pensar que se nace para morir y que se muere para vivir y no, como los que no creen, que venimos de la nada para volver a la nada.

Personalmente me gustaría morir con buena salud y no enfermo. Si estoy en forma, podría ser entre los 85 y los 90 años. Y si fuera posible, saber que me quedan por lo menos seis meses de vida para poder despedirme y dejar todo listo por mí mismo. Soñar no cuesta nada.

Como en mis otros escritos, si alguno de mis comentarios les sirve para vivir y morir en paz valió la pena haberlo hecho. Y si no fue así, por lo menos reforzaron sus propias teorías.

Eduardo Pardo

Noviembre, 2023

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En nuestra tertulia de los jueves número 166, quisimos acercarnos al tema de la muerte. Algunos quisimos escribir nuestras percepciones… Presentamos el video y la copia de esta presentación.

Exjesuitas en tertulia- 26 de Octubre, 2023

Me ha costado comenzar a escribir esta carta. No sabía cómo dirigirme a ti. “Querida muerte”, tenía algo de falso. Tampoco es que te desee. No te convoco aún. “Hola muerte”, me sonaba a una mentirosa familiaridad que creo todavía no tener contigo…

Así que opté, más bien, por algo más sentido y ceñido a mi realidad: “Cercana muerte”, lo que también me ha permitido tutearte. Y es que, desde la temprana partida de mi hermana, menor que yo hace 7 años, y de la derrota por el Covid, de mi hermano, mayor que yo hace 2 años, he notado que la cuenta del tiempo para mí ha comenzado a ser inexorablemente regresiva. Se trata de “los años que me quedan por vivir”, como canta Gloria Stefan.

Y entonces, al sentirte cercana, se han iluminado partes de mi vida, antes en la sombra por el ritmo desaforado del trabajo y de la subsistencia, del crédito hipotecario, de las universidades y los colegios por pagar… 

Esa cercanía me ha dado un inapreciable regalo: ser dueño de mi tiempo es una novedosa dimensión de mi vida. Cada día nuevo día es una sorpresa que me permite desde disfrutar de los pájaros en los parques, gozar del viaje en bus por dos soles viendo a la gente en sus correteos tratando de vivir dignamente, hasta compartir con mi ser querido un colorido atardecer a la orilla del mar. Desde leer el libro que me acaricia, hasta volver a escuchar –y bailar– la música que siempre me ha alegrado…en una palabra: degustar plácidamente las pequeñas cosas a las que cantaban Mercedes y Chabela.

Y es que la salud, a estas alturas, es también esa condición que te permite el sosiego que muchos no tienen y no dejo de admirarlos por tener la fuerza para luchar cotidianamente, buscando domar dolores, conseguir medicinas para lograr acumular días, con la incertidumbre de lo que vendrá mañana. Si algo quisiera, cercana muerte, es encontrarte como ahora, con sosiego, con calma, para despedirme de todos…como apagándome.

Decirles gracias a cada uno de mis 10 nietos (entre los 3 y los 21 años) es la prioridad que me dicta el ahora. Gracias, sí, porque son diez ventanitas distintas por donde puedo entrever este adolorido mundo, con colores distintos, a diferentes alturas, con muchos relieves y matices, esperanzas para la supervivencia humana.

Y cuando, a la entrada de la casa pasen por el jardín perfumado por el jazmín, sepan que está allí porque el abuelo, como abono, contribuye a hacer posible semejante hazaña.

Jorge Luis Puerta

Lima, Noviembre de 2023

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En un ambiente de profundo respeto y gratitud entre nosotros por poder compartir creencias, pensamientos y hasta cartas sobre la muerte, nuestro grupo escuchó las contribuciones de 14 de nosotros, todas desde ángulos diferentes, sobre esta realidad inexorable que todos enfrentamos. Compartimos con nuestros lectores este vídeo para enriquecer y aprender mutuamente. Bienvenidos los comentarios.

Participaciones de : 1-Luis Gmo Arango (Min.3:00 a 7:22); 2-Juan Laureano Gomez (Min.8:20 a 11:36); 3-Vicente Alcala (Min.12:20 a 17:50); 4-Juan Gregorio Velez (Min.18:26 a 23:42);5-Jorge Luis Puerta (Min.24:00 a 27:50); 6-Reynaldo Pareja (Min.28:06 a 46:20); 7- Rigoberto Reyes (Min.47:08 a 49:28); 8- Alberto Echeverri (Min.50:00 a 52:55); 9-Luis Arturo Vahos (Min.53:00 a 56:20); 10- Hernando Bernal (Min.56:35 a 59:57; 11-John Arbelaez (Min.1:00:34 a 1:03:00); 12- Enrique Sanchez (Min.1:03:29 a 1:10:50); 13- Dario Gamboa (Min.1:11:21 a 1:15:10); 14- Jaime Heredia(Min.1:15:30 a 1:19:06) – 15- Resumen y aprendizajes de todos (min.1:19:10 a 1:40:07)

Exjesuitas en tertulia. 27 de Octubre, 2023
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En nuestra tertulia del pasado jueves 26 de octubre, quisimos tratar el tema de la muerte, desde la experiencia vital de cada uno de nosotros. Con este aporte de Vicente, comenzamos a publicar los testimonios escritos.

Para esta tertulia pensé que no escribiría nada, pues ya había publicado en el blog una respuesta a la pregunta ¿Cómo asumimos la muerte? (20-02-2021). Pero enseguida reflexioné que algo tan definitivo y trascendental como la muerte, no se agota en tres páginas.

Ratifico lo que dije entonces; sólo faltaría decir algo adicional desde otra perspectiva. Hablé del momento de la muerte sin poder decir de antemano qué sentiré; hablé de la vida después de la muerte con fe y esperanza cristianas. Hoy quiero hablar del tiempo antes de la muerte.

Recuerdo una pregunta poderosa: ¿Cuál es el mejor uso de mi tiempo ahora? Entonces, antes de mi muerte lo mejor que puedo hacer es estrechar los lazos con los míos, entre otras cosas importantes.

Siento que todavía no es la hora de mi muerte. No sé cuánto se demorará, pero, sin saber por qué, creo que aún falta un tiempo. Siento tranquilidad ante ella, no siento miedo, ni inquietud, ni preocupación.

Debería más bien ocuparme. Tuvimos una bella y útil tertulia el 25 de marzo del 2021 “Actitud personal frente a la muerte” con la presentación de la Dra. Elsa Arango, autora del libro: ”Legado de amor, y uno de los temas fue sobre cómo organizar las cosas para dejarles los menores problemas a los más cercanos. Pienso en los míos y sé que sufrirán mucho con mi muerte y me echarán de menos dolorosamente.

Entonces, trabajaré para dejarles organizadas las cosas, los recursos, el patrimonio; para evitar al máximo cualquier desavenencia entre ellos. Y también para que no se lleve el “fisco” demasiado de lo que pueda dejar.

Más que un testamento de bienes o de patrimonio económico, me gustaría dejarles un mensaje escrito además del legado vivo de los buenos recuerdos, los buenos momentos, las buenas fotos, los buenos sentimientos y las buenas acciones, los buenos ejemplos… 

No puedo trasladarles mi temperamento, mis actitudes y mis significados. Quizás sobre estos últimos, sí puedo insistir en el sentido que la muerte tiene para mí -a modo de un testimonio; como una confesión de fe y esperanza-. La imagen del grano de trigo que se entierra es una realidad significativa: con la muerte se nos entierra para brotar a una nueva vida, redimida por Jesucristo, resucitada, gloriosa. Entonces, la muerte será una transformación, un tránsito, un viaje hacia un destino inimaginable, pero mejor que cualquiera de los que hallamos soñado. ¡Tenemos que recibir la muerte con amor!

………………

Había escrito hasta aquí, cuando enseguida vimos unos bellísimos videos tomados por mi hijo de la Costa Caribe,junto al parque Tayrona, al otro lado del río Piedras.

Los colores verde selva, el azul del mar y del cielo, las olas, el río, las montañas, la explosión de vida… muestran una belleza y una majestuosidad sobrecogedoras. Desde el suelo no puede uno apreciar este paisaje completo, pero elevándonos con el dron, admiramos toda esa hermosuradesplegada. Al acompañar esos videos con música inmortal, la experiencia es inenarrable. 

Enseguida tuve un insight: si ya en esta vida gozamos de algo así, aunque no podamos verlo todo… elevándonos tras la muerte, disfrutaremos una VIDA, un gozo, una belleza, una plenitud y majestuosidad indecibles, pues “ni ojo vio, ni oído oyó” lo que el Señor nos tiene preparado. 


Jesús fue elevado en la cruz y desde allí fue elevado a la Gloria del Padre. El Espíritu nos eleva, en nuestra muerte, junto con el Hijo a la Gloria del Padre. Al elevarnos “veremos” la plenitud de la realidad y de la nueva realidad.

Vicente Alcala Colacios

Noviembre, 2023

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Normalmente me hago al pensamiento de que soy católico. Pero posiblemente, considerando las formas tradicionales que heredé de mis padres y de mi familia, en general siento que tengo que calificar esta afirmación y reconocer que solo soy cristiano.

Mantengo la fe en los sacramentos como medios provistos por la fe para la remisión de los pecados y para el logro de la comunicación con Dios, tanto en esta vida como en una esperanzadora vida más allá de la muerte. Pero no los practico con constancia y con regularidad. Tampoco me opongo a que otros lo hagan y los respeto y admiro por su adherencia a los caminos de la fe. 

Leo con frecuencia los evangelios y encuentro de enorme ayuda algunos libros sobre espiritualidad, especialmente en el marco de la tradición de la Compañía de Jesús. Escucho con intensidad y devoción la misa dominical, que seguimos conjuntamente con mi mujer, ahora en esta época avanzada de nuestras vidas, en forma virtual a través de los medios.

Rezamos con frecuencia el rosario, sin sentirnos culpables cuando pasan días en que no lo podamos hacer, así sea en los meses que propicia la predicación litúrgica para hacerlo. Considero la liturgia como la concreción del arte y la praxis religiosa y me ufano de tener como hobby personal el culto y la audición de la música sacra, donde los clásicos, especialmente de origen protestante, dejaron oratorios extraordinarios sobre los textos, figuras y eventos de la sagrada escritura. 

Con mi mujer además, tenemos dudas sobre asuntos relacionados con el aborto y la eutanasia, con la prohibición de los anticonceptivos, con el no-matrimonio de los clérigos, y no consideramos importantes muchas devociones que practicaron nuestros padres en relación con novenarios, horas santas, precesiones, trisagios, ayunos y abstinencias, vigilias de adviento, cuaresma y semana santa, según el calendario litúrgico, y que en alguna oportunidad de mis escritos califiqué como catolicidad a rajatabla.

No niego tampoco mi escepticismo sobre algunos asuntos referentes a la interpretación de los dogmas, tales como la devoción exagerada a las miles de formas que se le dan a María y al culto de los santos, las interpretaciones teológicas de la construcción de los sacramentos con bases escriturísticas, el profundo significado dado al pecado original como elemento fundante de la debilidad y de las limitaciones humanas, la construcción institucional de la Iglesia como cuerpo místico de Cristo según la interpretación paulina, la interpretación mística asignada a la castidad y su imposición sobre los llamados a la consagración sacerdotal y religiosa; la negación dogmática de la ordenación de personas pertenecientes al género femenino, la infalibilidad papal y la autoridad de solo los obispos como sucesores directos de los apóstoles en la interpretación de los evangelios; la catolicidad solo aceptada en su dependencia al primado de Roma con sus exigencias e imposiciones en asuntos tales como la negación de la comunión para los divorciados, la indisolubilidad del matrimonio y las posiciones relacionadas con los miembros de las comunidades LGTBI. 

Posiblemente por estas razones aprecio tanto la presencia y la figura del Papa Francisco, por quien siento no solo un gran cariño y respeto sino también une profunda afinidad por nuestra condición generacional –nos llevamos poquitos meses de edad– por nuestra formación en la Compañía, y por la forma como quiere conducir la Iglesia. Muestra un profundo sentido de la misericordia divina con la humanidad, con una enorme humildad, y con una decisión de abrir las puertas de una iglesia compasiva a todos los seres humanos, independientemente de su posición social, económica y religiosa, pero con preferencia por los más desfavorecidos. Esos a los que ahora damos múltiples adjetivos: discapacitados, “vulnerables”, marginados, diferentes, y que, según el evangelio solo son “los pobres”, quienes siempre están entre nosotros. 

Y con esto llego al meollo de esta segunda entrega de las bobadas mías, pues me preocupa intensamente la profunda reacción en contra del Sínodo de la Sinodalidad que se ha convocado en Roma durante este mes de Octubre de 2023. Reacción no generalizada, pero sí muy radical, por parte de los sectores más tradicionales de la Iglesia Católica. No se ha publicado mucho en los medios y se han querido crear cortinas de humo sobre el sentido y los problemas surgidos alrededor de este acontecimiento.

La palabra sínodo significa caminar en conjunto. Y la sinodalidad -un neologismo- se refiere, según el Papa, a aquellos efectos esperados cuando la comunidad camina en conjunto, define posiciones y diseña cambios concertados que se deben hacer visibles en esa proyección hacia adelante que es la meta de todo buen camino.

El Papa espera que la Iglesia tenga no solo un bello ropaje, sencillo y actualizado según los requerimientos de los tiempos actuales, sino que actualice en sus creencias y valores el mensaje prístino del evangelio para hacerlo más asequible y aceptable por toda la humanidad, en relación con temas como el matrimonio sacerdotal, la ordenación de las mujeres, la bendición (que no sacramento) de parejas del mismo sexo y el perdón colectivo de los pecados, no solo a través de la confesión individual.  

De ser así, se estaría afectando, según los cinco cardenales opositores procedentes de Alemania, USA, México, China y Africa, el “depósito de la fe” que es inmodificable y cuya conservación e interpretación es la tarea única del Papa como pastor universal, representante de Cristo y cabeza única de la Iglesia. 

Por lo tanto el Papa Francisco –dicen los cardenales que suscriben el documento sobre asuntos dudosos– debe formular con anticipación a toda discusión un pronunciamiento doctrinal y dogmático sobre estos cinco temas, los cuales pudieran ser materia de estudio y análisis, pero no materia de definición. Tanto más cuanto en el sínodo no solo participan los Obispos, quienes como sucesores de los apóstoles tienen la única potestad de formular la doctrina, sino otros fieles del pueblo de Dios –inclusive laicos– a quienes no cobija el ejercicio de dicha autoridad.

Así pues, el dilema para el Papa Francisco es o defender la sinodalidad tal como él la entiende y considera necesaria para la transformación de la estructura piramidal de la Iglesia, o aceptar la visión tradicional y confirmar la verticalidad a ultranza como única fuente de preservación del “tesoro de la fe”. 

Si el Espíritu Santo lo ilumina para confirmar los beneficios de la sinodalidad, entraríamos en una situación real de cambio, en la cual podrían definirse apropiadamente muchos de los problemas y dilemas mencionados anteriormente. Sería realmente un cambio de época histórica en la Iglesia.

Posiblemente son solo “bobadas mías” y por lo tanto, personalmente tenga que seguir en la situación ambivalente de ser solo cristiano o de confesarme católico sin serlo realmente. Alternativa que me atrevo a creer sería predominante en una porción muy considerable del pueblo de Dios, según sea la fuerza con la cual la voluntad humana permita actuar al Espíritu Santo, tal como ocurrió en el instante mismo de la encarnación.

Hernando Bernal Alarcón

Octubre, 2023

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Con este título aparece el volumen III, en el plan de las obras completas de Joseph Ratzinger editadas por la B.A.C. En el volumen IV “Introducción al cristianismo”, se puede leer el capítulo III de la parte I, con el mismo título y tres secciones: 1. La opción de la Iglesia primitiva por la filosofía. 2. La transformación del Dios de los filósofos. 3. El reflejo de la cuestión en el texto del credo. 

En ese breve capítulo es apasionante el recorrido que hace J. Ratzinger por la historia, la filosofía, el Evangelio y la formulación del Credo en la Iglesia. Invito a su lectura. 

Voy a decir primero, algo sobre Dios desde la filosofía y luego, algo sobre Dios desde el Evangelio. No son dos dioses distintos, pero sí son dos formas distintas y complementarias de acercarnos al único Dios verdadero.

No podemos explicarnos por nosotros mismos, así como no puede explicarse el universo por sí mismo. La humanidad descubrió el principio de causa-efecto entre otros: los seres finitos y limitados requieren del SER infinito, eterno y sobrenatural; los demás seres son efecto y el SER es la causa. Sólo un SER sin espacio, sin tiempo, sin comienzo, sin origen, sin causa, sin limitaciones… da razón y explicación de los demás seres. Este SER es al que llamamos Dios. Este principio, causa-efecto, se descubrió en la naturaleza creada, pero no se puede aplicar al Creador de la naturaleza; por eso no hay que pensar en una causa para Dios. Desde la filosofía, Dios ES, mientras que los demás seres son. Participación del ser, es una manera de decir que somos, porque Dios ES y nos participa el ser que somos.

Pero el Dios de la fe, de la fe cristiana, de la fe del Evangelio, de la fe de Jesucristo, es Alguien “mucho más” que el Dios de los filósofos.

Jesús de Nazareth dijo “Quien me ve a mí, ve al Padre” y podría haber dicho también Quien me oye a mí, oye al Padre.

Y eso es lo primero que dijo Jesús de Dios: “Abba, Padre”. Y lo repitió en la oración que nos enseñó: “Padre nuestro”. Y lo repitió otras veces; cuando le pidieron los discípulos a Jesús que les enseñara a orar “Jesús les contestó: cuando oren, digan Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino; el pan nuestro de cada día danos hoy”. 

“Miren las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni recogen en graneros, y sin embargo, el Padre del cielo los alimenta. ¿No valen ustedes más que ellas?” “Miren cómo crecen los lirios… pues si a la hierba del campo Dios la viste así, ¡cuánto más a ustedes!” “Si ustedes saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más dará el Padre del cielo cosas buenas a los que se las pidan!”

Jesús, antes de nacer no podía hablar del Espíritu Santo, por eso, un ángel habló de éste: “María…quedó embarazada por obra del Espíritu Santo” y “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el consagrado que nazca llevará el título de Hijo de Dios”. 

Tenemos ya una primera presentación del Dios de la fe: Dios Padre, Hijo, Espíritu Santo. No es un Dios impersonal, no es un Dios solitario e inactivo, es un Dios comunitario, relacional en el amor, dador y sustentador de vida. 

“En aquella ocasión, con el júbilo del Espíritu Santo, dijo: Te alabo Padre, Señor de cielo y tierra… nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre, y quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo decida revelárselo”. Y en otra ocasión dijo: “Yo pediré al Padre que les envíe otro Defensor que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad… El Defensor, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre les enseñará todo”.

Por eso, cuando Jesús fue resucitado por el Padre, dijo a sus discípulos “La paz esté con ustedes… Reciban el Espíritu Santo” “Como el Padre me envió, así yo los envío a ustedes”. “Me han concedido plena autoridad en cielo y tierra. Vayan y hagan discípulos entre todos los pueblos, bautícenlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo”.

Este es el Dios de nuestra fe: Dios Padre, Hijo, Espíritu Santo.

Lucas, uno de los cuatro evangelistas, escribió también el llamado “Hechos de los Apóstoles” y al comienzo del libro dice: “(Jesús) Después de su pasión, se les había presentado vivo durante cuarenta días… hablando del reino de Dios… les encargó que no se alejaran de Jerusalén, sino que esperaran lo prometido por el Padre: la promesa que yo les he anunciado… ustedes serán bautizados dentro de poco con el Espíritu Santo”. 

En el mismo libro de los Hechos, se narra tres veces la acción de Dios en la primera comunidad cristiana: “Permanecían íntimamente unidos en la oración” “Se reunían frecuentemente para escuchar la enseñanza de los apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y las oraciones… los creyentes estaban todos unidos y poseían todo en común; vendían bienes y posesiones y las repartían según la necesidad de cada uno” “El pueblo los estimaba mucho; se les iba agregando un número creciente de creyentes en el Señor, hombres y mujeres”.

Unidad en la comunidad; Jesús en medio de ellos por siempre; el Espíritu de Dios que une.

Acabamos de oír, no ya solamente lo que es Dios en sí mismo, sino la acción de Dios en la comunidad creyente. Si regresamos a los Evangelios, oiremos lo que Jesús dijo de Dios, a través de sus enseñanzas, sus parábolas y también de sus obras y sus gestos.

“Si uno de ustedes tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va a buscar la extraviada hasta encontrarla? Al encontrarla, se la echa a los hombros contento… de la misma manera habrá más fiesta en el cielo por un pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no necesiten arrepentirse”. Lo mismo expresa con la parábola conocida como del hijo pródigo: “Celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado”.

Dios nos dice, por boca de Jesús, que está presente y actuante en nuestra vida; se alegra con nosotros, se “preocupa” por nosotros, nos cuida… no es indiferente con nosotros… y nos pide que “seamos perfectos” como Él es perfecto. 

Jesús nos muestra cómo es Dios y cómo quiere que seamos nosotros. Así es el Dios de la fe.

Este escrito queda muy corto al hablar del Dios de la fe; la manera de completarlo es acudiendo directamente a la palabra y a la persona de Jesús, Dios hecho hombre, para que lleguemos a conocer y unirnos al Dios uno y trino de nuestra fe.(La presente reflexión sobre la relación en Dios: Padre-Hijo-Espíritu Santo se manifiesta también en la relación de Dios con nosotros: ver en este blog el artículo “Creación, Encarnación, Resurrección“).

Vicente Alcalá Colacios

Octubre, 2023

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Antes que nada, es indispensable vivir hoy con fe, esperanza y total confianza en que todo en la vida humana es parte del Plan de Dios para nosotros, gracias al Padre Creador, al Hijo Redentor y Resucitado y a la acción permanente del Espíritu Santo.

Un texto que nos enviaron en estos días lo expresa maravillosamente: “La historia no va hacia el caos y la destrucción, porque Dios no abandona a los seres humanos a pesar de sus pecados y errores. Él siempre está actuando bajo la superficie de la historia, pero esta es una realidad que solo se percibe mediante la Fe: en cada época Dios esconde su Providencia pero la realiza en forma ineluctable, porque el Mal ya fue vencido por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, en el tiempo y en la eternidad”.

Dentro de ese Plan de Dios los creyentes de todas las religiones, y en el caso nuestro, en la Iglesia Católica,jugamos un papel fundamental a través de medios tan poderosos como los sacramentos y la oración.

En primer lugar, queremos aclarar aquí el concepto de Iglesia, pues generalmente se habla como si esta fuera constituida solo por obispos, sacerdotes, religiosos/as, diáconos, que es la Iglesia jerárquica. No obstante, en realidad, la Iglesia somos todos los bautizados, los que nos consideramos católicos y vivimos comprometidos con nuestra fe, el Cuerpo Místico de Cristo. En este sentido nosotros somos Iglesia, yo soy Iglesia, ustedes son Iglesia…

Por consiguiente, cuando alguien dice: ¿Qué está haciendo la Iglesia por la paz en Colombia y en el mundo? Indudablemente es mucho lo que hacemos como Iglesia; podríamos seguramente hacer mucho más, pero no podemos negar que como Iglesia, en gran medida estamos cumpliendo la tarea, cada cual a su manera, y muchos/as en un compromiso activo y visible dentro de la sociedad.

Y si alguien pregunta: ¿Qué podemos hacer por la paz en Colombia? nosotros creemos que uno de los caminos fundamentales es la oración, y también pensamos que debemos practicarla en mucha mayor medida, pues ella, sin duda, nos ayudará a construir un futuro mejor para nuestro país y para la humanidad.

Sobre la oración se ha escrito, hablado y enseñado siempre; uno de los mejores libros de oración que hemos estudiado nosotros es “Contacto con Dios” de Tony de Melo y extraemos de él algunas ideas que consideramos esenciales al hacer oración; él dice que entre las formas de oración hay tres que son claves cuando estamos en diálogo con el Señor: la oración de alabanza, la oración de agradecimiento y la oración de petición.

Todas son vitales en nuestra vida y relación con Dios, y nos llamó la atención que insista en que nuestra petición debe ser constante, sin desfallecer, como la de la viuda frente al juez inicuo en el Evangelio, la cual no paró en sus ruegos hasta recibir respuesta.

No queremos extendernos mucho aquí, pero repetimos que uno de los caminos indispensables hacia la paz en Colombia y el mundo es la oración: la plegaria personal, la plegaria en familia que es la Iglesia doméstica, la plegaria en comunidad, todas son necesarias.

Para terminar, queremos enfatizar en que todos los seres humanos -del pasado, del presente y del futuro- somos una sola unidad, de tal modo que el cambio en una de las partes genera transformaciones en el resto; esto significa que lo que ocurra con uno de los miembros del conjunto, positiva o negativamente, da lugar a consecuencias positivas o negativas en los demás y en el todo, a través del tiempo y el espacio.

Por lo tanto, es crucial orar por nosotros mismos, por nuestras familias, por nuestros países y por el mundo entero, pues esto ejerce una fuerza infinita y potente que llena de luz todos los ámbitos, y cambia las realidades dañinas y oscuras que existen en el universo.

Otro consejo en esta misma línea es el que se refiere a orar para buscar sanación: tanto la humanidad como cada uno de nosotros cargamos heridas que deben curarse con la ayuda de Dios; de ahí que recomendemos orar para pedir la sanación de nuestro inconsciente personal, de nuestro inconsciente familiar y de nuestro inconsciente colectivo, siempre y en todo lugar.

La oración es una de las soluciones vitales para todo, en especial con el fin de contribuir a obtener “la Paz que solo Dios puede darnos”, como expresó Jesús después de su Resurrección.

Julio y Maria Cristina Hidalgo

Octubre, 2023

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Animado por la invitación a esta tertulia, busqué enseguida el Thesaurus spritualis Societatis Iesu que comienza con el texto autógrafo de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola.

Y encontré, de paso, un tesoro personal inadvertido, “enterrado” por 65 años. Se trata de un folder guardado en un archivador, que contiene cuadernitos y escritos entre 1958 y 1963.

Vi la firma inconfundible del P. Joaquín Ruiz de Castro, un jesuita con figura ascética, muy alto, delgado, serio pero amable, Maestro de Novicios en el Puerto de Santa María, en Andalucía.  

Digo experiencia esculpida, porque el mes de los Ejercicios Espirituales, realizado a los 17 años, marcó con un sello indeleble el subconsciente y en el consciente de mi vida.

Los cuadernitos que conservo contienen los “puntos” para las 4 meditaciones diarias de las 4 semanas de los Ejercicios. Además, hay un sobre con el membrete del “Colegio-Noviciado de San Luis Gonzaga” que contiene 7, 10, 6 y 4 hojas, con cuatro resúmenes diarios de las reflexiones personales, durante las meditaciones y contemplaciones. 

En el mismo folder hay, entre otros escritos, unos comentarios de los Grupos de Evangelios sobre los cuales escribí en el artículo “Un libro leído en grupo” del blog Exjesuitas en tertulia.

Me emocioné hojeando unos poemas y escritos de compañeros que nos despedían y deseaban lo mejor para nosotros en nuestra próxima vida en Colombia. Me extrañé porque entre ellos, hay una página escrita por Oscar Jaramillo; más tarde me di cuenta de que se trataba de un recibimiento a Paco Luque y a mí, en 1962. 

Esa tercera experiencia, del traslado a Colombia, sin saberlo,también marcó mi vida con 9 años en la Compañía, entre Santa Rosa, Chapinero, Bucaramanga y de nuevo Chapinero, con un breve paréntesis en la parroquia de Gamarra, a orillasdel Magdalena. Los años de Filosofía también me marcaron, no solamente ya en la Compañía, sino para toda la vida.

Mi regreso a la Teología, ya retirado de jesuita, ha completado por 15 años el alimento espiritual con que la Compañía de Jesús ha nutrido mi vida personal, familiar y social.

Vicente Alcalá Colacios

Octubre, 2023

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Haber sido estudiante jesuita durante once años ha sido la experiencia más importante de mi vida. Tratar de compendiar en pocas líneas cuál ha sido o cuáles han sido los aprendizajes más importantes que esa experiencia dejó en mi vida, es un trabajo parecido al de seleccionar las piedras más preciosas de un tesoro que se guarda con amor. Es posible que se me queden en el cofre algunas muy valiosas. Aquí presento, definitivamente, las que más resaltan.

Una profunda alegría por haber estado allí, por haber pasado en la Compañía de Jesús once felices años y por haberme retirado jurídicamente de ella a tiempo. Un agradecimiento profundo y muy especial a mis formadores y profesores, que me abrieron la mente y me dieron conocimientos, criterios y herramientas para la vida, para poder formar una familia, para ser un profesional decente, honesto y fiel a mis principios, para ser un hombre de confianza y leal. Un agradecimiento muy especial a Javier Osuna, acompañante bondadoso, exigente y guía en mi discernimiento en el momento crucial para cambiar mi estado de vida. Su especial indicación al retirarme de la Compañía para que buscara a Myriam, mi compañera de camino y para formar con ella el hogar que hoy tenemos. Un hogar sereno, alegre, refugio de paz y tranquilidad.

El sentido del deber y de hacer las cosas lo mejor posible. Cumplo con mis responsabilidades sin necesidad de que me lo digan, aconsejen o impongan. Hago las cosas porque las debo hacer, porque esa es mi responsabilidad, porque las puedo hacer y las quiero hacer. Este sentido del deber me ha dado excelentes réditos, liderazgo práctico, ser querido por quienes han sido mis colaboradores, que me han visto dando ejemplo; medito en la brega con ellos, como uno de ellos, sin aspavientos ni ínfulas de grandeza. Siempre sentí urgencia para actuar, para no “echar carreta” y para hacer las cosas bien. Eso me hizo una persona de confianza.

Los mejores amigos de mi vida. Son las personas con quienes hoy comparto estas notas. Me siento miembro de este grupo en el que soy partícipe, integrante, solidario y aceptado con mis cualidades y defectos, que todos conocen.En cualquier momento nos reunimos y volvemos a experimentar la alegría de ser amigos, hermanos, compañeros de camino y de destino. Es el sentido de la amistad mejor expresado y vivido. Los amigos en el Señor.

La fe en Jesucristo, Creador, Redentor, amigo. Es una fe serena, profunda, confiada. Sin necesidad de argumentos para creer ni para convencer a nadie. El Señor Jesús, es el del Evangelio, el de las bienaventuranzas, el del pesebre, la misión, la predicación y los apóstoles, el de cruz y la resurrección. El que se me reveló en los Ejercicios Espirituales para toda la vida. Es el dueño de mi vida. Es mi Dios, hecho hombre en mis hermanos más necesitados y el sentido profundo de mi vida. Con mis defectos y pecados, lo busco cada día y siento que me acoge y me guía. Y a cada uno de todos los que amo. Es terriblemente exigente, pues pide amar a los enemigos y hacer el bien a los que nos aborrecen. Y hay que amarlos hasta la cruz. Pero también hasta la gloria de la resurrección. Y es fiel. No entiendo mi vida sin la presencia del Señor en ella. No tengo preguntas sobre Él, sobre su existencia, su paraíso, su creación y manifestaciones. Creo que la experiencia de su amor hizo que se me acabaran las preguntas. 

La conciencia de estar siempre en la presencia amorosa de Dios. No es un Dios melcochudo ni tirano, ni amenazante. Es un Dios amor ante quien estoy en todo momento, en donde yo esté y me encuentre. Es el Dios que llenó de alegría mi niñez, mi juventud, mi vida adulta y hoy, mis años de madurez y, ojalá, mi ancianidad.

El discernimiento. En dos o tres momentos cruciales, decisivos y definitivos de mi vida, he seguido este procedimiento y he dejado que mi espíritu hable y escuche. Qué debo hacer, con qué consecuencias. Aun en momentos muy difíciles, precisamente en ellos, he podido aplicar este método, con excelentes resultados. Y he podido ayudar a otros, acompañando su proceso de toma de decisiones.

El examen de conciencia. Lo hago todos los días, al terminar la jornada. Y pido al Señor su gracia para continuar junto a Él por este camino, corrigiendo lo que debo corregir y haciendo lo que debo hacer. Y duermo en paz y me despierto listo para una nueva jornada, con ilusión y alegría. 

La libertad de conciencia. Creo que soy yo el responsable de mi destino y de mis actuaciones. Nadie me obliga. Por eso obro de acuerdo con mi conciencia y en presencia de Dios. Creo actuar de acuerdo con lo que debo hacer. Y eso me da un gran sentido de libertad, de liberación. Actuar sin amarras es condición de la plenitud y de la serenidad interiores.

Bernardo Nieto Sotomayor

Septiembre, 2023

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Continuamos con el tema propuesto por nuestro compañero Silvio Zuluaga para nuestra Tertulia de los jueves no. 160. Aquí, el testimonio de Goyo.

Madrugar a meditar. Lo sigo haciendo aunque hayan variado las técnicas. Las lecturas de la misa del día han sido una constante previa a la meditación y muchos días me sirven de puntos para la misma. Recordar a los seres queridos en ambiente de meditación también constituye una fuente de entusiasmo para vivir el día de manera optimista. 

Desde la perspectiva quántica, hoy comprendo el valor de unir los hemisferios racional y emocional del cerebro o lo que para otros es la unión de mente y corazón, para que se produzca el milagro de la creación de una nueva realidad. Todo en un ambiente de ojos cerrados, de respiración lenta, pausada y profunda, habiendo tomado previamente agua y prendido una vela. (La pirámide en la cabeza y en las rodillas es algo más reciente).

Son muchas las ideas y proyectos que han nacido en ese ambiente de meditación. También muchas actitudes que me acompañan al momento de vivir y actuar. Soluciones de problemas. Creación de nuevos objetos útiles en la vida ordinaria. Envío de energía positiva y a veces sanadora para los seres queridos y aún para otros. 

Servir de relator: El Padre Fernando Barón me llevó de secretario a una de sus reuniones. Le entregué un acta de dos páginas que me devolvió con un sinnúmero de correcciones en rojo. Las hice y le devolví el documento. Pocos meses después me llamó para otra reunión de más alto nivel. La corrección de mi acta fue con muchísimos menos errores que la primera. 

Finalmente, el Padre Gerardo Arango me llamó para hacer de secretario de una reunión, toda una semana en San Claver, de Provinciales de América Latina, con el Padre Arrupe, general de la Compañía en aquella época. Ahí, con la ayuda de Juan Vicente Córdoba y de dos monjitas, produjimos 44 páginas tamaño oficio con el acta de la reunión, que los participantes se llevaron, al salir para sus países, después del almuerzo del sábado. 

Este entrenamiento me ha permitido prestar infinidad de servicios en muchas entidades. En los 20 años de trabajo en Ecopetrol fui el secretario oficial de muchísimas reuniones de administradores y con el mismo Sindicato de la Unión Sindical Obrera (USO). Esa competencia me ha permitido tener buenos archivos de mucha documentación útil y rescatable. 

Cuando me jubilé, entregué a mi jefe un CD llamado “Memorias de un filósofo petrolero” en donde consigné muchísimos de mis manuales de referencia de procesos, memorias de reuniones y talleres y síntesis de aprendizajes útiles. 

Por todo ello doy gracias a la Compañía de Jesús. Que todo ello sea para la “Mayor Gloria de Dios”.

Juan Gregorio Vélez

Septiembre, 2023

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Comenzamos esta serie de testimonios personales sobre el legado que nos dejaron los años en la Compañía, en la vida de cada uno, que fue el tema de nuestra tertulia 160. Abre la serie el proponente de la idea, Silvio Zuluaga.

Cuando ahora de viejo me preguntan por qué entré a la Compañía de Jesús, no puedo menos que devanarme los sesos para encontrar la respuesta adecuada. 

Eso hace ya 67 años; fue en 1957, cuando 44 de los 52 millones de los colombianos actuales no habían nacido. Las calles de mi pueblo natal no estaban asfaltadas, sino que eran todavía de piedra. La luz eléctrica llegaba porque la familia Trujillo había instalado una generadora de luz, una Pelton, en una quebrada cercana al pueblo, y yo era un párvulo de doce. 

Como he comentado en varias oportunidades, yo no sentí el llamado de Dios, ni una fuerza imperativa de ayudar a los demás. Estaba muy chiquito para esas elucubraciones tan trascendentales. Y enfatizo la parte de la trascendenciaporque, incluso diez años después de haber entrado a la Compañía de Jesús, un día el Padre Rodolfo Eduardo de Roux me dice: “Hermano Zuluaga, usted es muy buena persona, gran colaborador y servicial, pero usted no transciende”. Y tenía mucha razón, no transciendo, sea lo que sea lo que ese vocablo signifique y represente para muchos.  


Y de tanto forcejear en mi mente,creo que encontré una teoría satisfactoria: entré a la Compañía de Jesús debido a la sofisticada maquinaria de mercadeo de los Jesuitas, teoría confirmada por varios hechos: 

1. Los jesuitas habían identificado y se habían focalizado en un nicho de mercado muy definido y propicio para encontrar seguidores a su causa: familias católicas, practicantes y respetables. Este nicho estaba ubicado en los colegios de los jesuitas y en algunas organizaciones juveniles como los Gonzagas, con multitud de candidatos para escoger. 

2. Dentro de ese nicho, habían definido el perfil de los posibles elegidos, como muy bien lo expresaba Ignacio de Loyola: buscaban niños buenos estudiantes, de modales excelentes y por supuesto, como escribió el fundador de los jesuitas, que no fueran “ni bizcos ni cazcorvos” 

3. Estrategia propagandística intensa, al estilo que se pude lograr hoy con las redes sociales y la Inteligencia Artificial, personalizada y en mi caso dirigida adecuadamente a un niño de diez años a quien el Padre Gonzalo Ortiz le hablaba constantemente de una finca muy bonita donde se pasaban vacaciones agradables llamada Patasía y que era parte del Seminario Menor de los jesuitas en Zipaquirá, en donde se jugaba mucho fútbol. 

Nunca se mencionó la salvación del mundo del pecado, ni la ayuda a la humanidad; las motivaciones correspondían a mis quereres de entonces: fútbol y finca. Jugaba mucho fútbol y mis papás tenía una finca a la que íbamos frecuentemente y estaba llena de animales: gallos y gallinas; patos, un par de cabras Margarita, pavos reales,patos gallinetos gansos y además, tenía un trapiche para moler caña y un beneficiadero de café y guaduales. Allí aprendí a montar a caballo. Era ensoñador para nosotros ir a la finca.  

4.  Los jesuitas, audazmente, supieron aprovechar muy bien además, el prestigio histórico, subyacente en la sociedad, asociado con tener un hijo sacerdote, y más aún jesuita, reavivando el noble imaginario de servir a Dios en una sociedad clerical colombiana, a mediados del siglo pasado. 

En resumen, un nicho de mercado claramente definido;  con un perfil del candidato preciso, una propaganda personalizada, persuasiva e insistente, y finalmente, una sutil estrategia de potenciar el imaginario sublime de tener un hijo sacerdote, me llevaron al Seminario Menor. 

Y así, se alinearon las estrellas para unirme a la Compañía de Jesús, a pesar de que mi papá no me quería dejar ir porque no tenía dinero para pagar la matrícula de $120 mensuales, impase superado por mi abuelita, más rezandera que mis papás, a quien cuando le puse la queja de que mi papá no me quería dejar ir al seminario porque no tenía plata, ella me dijo: “Mijito, dígale a su papá que yo le pago la matrícula.” Y colorín colorado al Seminario Menor del Mortiño fui a dar con una felicidad increíble y volando!!! 

Y digo volando, porque nos fuimos en un avión DC3, moderno para nosotros, pero rezago de la II Guerra Mundial, el cual despegaba una vez a la semana del antiguo aeropuerto Santágueda de Manizales a Bogotá. Para tomar el avión mi papá se tomó unos cuantos brandys de antemano, para superar el miedo que le daba ese novedoso y asustador medio de transporte.

Tanto en el Seminario Menor como luego en el Noviciado, éramos un grupo selecto de personas que iríamos a salvar el mundo. Definitivamente se trataba de un empeño noble, energizante en la lucha mortal contra Satanás, con lo que me sentía muy a gusto. Éramos los buenos y nuestra misión sería la de ayudar a la gente a vivir en el mundo, que era un Valle de Lágrimas.

Mis papás orgullosos de tener un hijo jesuita y yo feliz y pleno.

Ibamos a alejar a las almas del mal – el pecado- para que luego todos, el día del Juicio Final, en compañía del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y de la Virgen María, en medio de la escolta de los siete círculos concéntricos de guardianes del ser supremo: Ángeles, Arcángeles, Principados, Potestades, Virtudes, Dominaciones, Tronos, Querubines y por último los Serafines, quienes se ubicaban en el círculo más cercano a Dios y quienes ardían en el fuego del amor divino y todo en medio de música celestial, disfrutáramos del Cielo, por los siglos de los siglos, Amén.

Silvio Zuluaga

Septiembre, 2023

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