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Luis Alberto Restrepo

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A mí, la vida me parece rara, muy rara. “La vida es un ratico”, como nos canta Juan Esteban Aristizábal, “Juanes” por más señas.

Y mi ratico lo lleno, entre otras ocupaciones, leyendo, escribiendo, viendo noticieros, películas de Netflix, barriendo el apartamento, y -¿cómo no?- comiendo y durmiendo, para no mencionar otras actividades más personales e intransferibles. Aunque, sin darme cuenta, llegué a cucho (que no a chuchumeco), no me puedo quejar. Estoy bien. Soy flaco, más flaco que un palillo, pero aguanto, salgo a caminar por la mañana y repito por la tarde con mi mujer, que no perdona su caminadita.

Sin embargo, con frecuencia me pregunto: ¿qué o quién nos puso aquí? ¿para qué? Por lo que recuerdo, al comienzo de la Ciencia de la Lógica, Hegel parte del Ser (“Das Sein”). El Ser -tomado así, en general- es algo indeterminado, vago, imposible de comprender. Es todo y es nada al mismo tiempo. Por eso, en un segundo paso, el Ser se autolimita y se define como el Ser-ahí (“Da-sein”). 

No se preocupen por entender. Lo que quiero decir es que en esa expresión, libremente interpretada, encuentro una muy ajustada descripción de mi experiencia. Un “ser-ahí” es alguien arrojado, tirado a las sinuosas y misteriosas calles de la vida, que en ocasiones se convierten en oscuros callejones sin salida o en bosques y selvas impenetrables, y a veces se muestran como las aguas transparentes y azul-verdosas de un mar Caribe en calma. Por mi parte, no me puedo quejar. Por donde se le mire, soy afortunado, o al menos así me siento. 

Pero volvamos al “Ser-ahí”, tirado al surco de unas fuerzas arrasadoras que van destruyendo el mundo a su paso. Y si no, pensemos en los terribles fenómenos que está produciendo el cambio climático, tanto en Quetame como en Japón, China, España, Grecia y en el occidente de Estados Unidos, por no mencionar otros municipios. Los incendios y el calor nos abruman. 

Parece que el mundo nos quiere ahogar en barro y lodo o cocinar a fuego vivo de más de 40 grados Celsius. Con esa guerra climática, ¡qué Putin ni qué carajos! Aunque es una guerra injusta, terrible y cruel, vista en el contexto global del clima y sus desastres, podría uno decir que esa es una guerra con totes y papeletas, frente al Armagedón arrasador del clima que por lo visto, está a un paso de llegar al punto de no retorno, si no es que ya estamos en él. ¿Y si no hay regreso, qué podrá pasar? No me lo imagino ni he encontrado a nadie que me lo explique. Quién sabe si los alienígenas se estén preparando para invadirnos. Espero la sesión del Congreso de los Estados Unidos para que nos digan de una vez si tenemos unos vecinos extraños o no… Aunque lo extraño es que en China no afirmen también que han visto OVNIS. ¿O será que los OVNIS y los tales alienígenas son unos chinos malcriados que andan pasiándose por los cielos y echando ojo a Washington, al Pentágono y sus alrededores?

En fin, no me hagan caso. Mi principal virtud no es el optimismo, pero estoy de acuerdo que el pesimista es un optimista bien informado. Yo no es que esté muy al tanto de lo que acontece pero, entre gallos y media noche, algo me pillo.

¿Quién me puso aquí? ¿para qué? Este podría ser el estribillo de la canción de la vida, de la mía y de la tuya, querida-o amiga-o y enemiga-o, correligionarios, agnósticos, ateos (militantes anticlericales) o indiferentes, de izquierda o de derecha, santos o criminales, puros y castos o lo contrario, sexi-adictos, libidinosos, lúbricos y desenfrenados, para no mencionar a los esclavos de la cocaína y el terrible fentanilo. Ni hablar de los que trafican drogas, condenan y echan al surco miles y millones de vidas ajenas totalmente enajenadas. Me parece difícil que se acomoden en la paz total.

Y, por hoy, dejemos aquí este canto al desconcierto y a la simple expectativa. Así, pues, que con tantos temas y problemas globales tan graves, dejemos quieto a Petro, al menos por hoy.

Luis Alberto Restrepo

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En las sociedades humanas nada existe por fuera del discurso, sea del texto escrito o de la palabra hablada. Y lo que oímos o leemos es siempre poderoso.

El discurso del ser humano es potente, crea y anula realidades.

Es por esto que las palabras se cruzan y entrecruzan de una a otra persona en una continua alianza o guerra de información. Aquel que no escribe y sólo habla en casa o con sus amigos, sólo existe para ellos. Para los demás, desaparece como si nunca hubiese existido o ya hubiese fallecido. Y así acontece con sus ideas y opiniones.

La comunicación moviliza a los seres humanos y condiciona la marcha política del mundo. Hemos pasado del tam-tam en la selva a los bloques de arcilla marcados con símbolos y signos, a los juncos y los palimpsestos, a los periódicos impresos gracias a Gutemberg, y hoy, gracias a Steve Jobs, Bill Gates, Mark Zuckerberg o Elon Musk, se cruzan a través del planeta miles de millones de mensajes por segundo, gracias al celular, la televisión, twitter, Facebook, Instagram, chats, whatsapps, etc. 

Las salas de cine con sus gigantescas pantallas son muy avasalladoras, pero en las condiciones actuales de seguridad no resultan muy aconsejables ya que suponen un traslado fuera de casa. 

Por eso yo, que ya estoy cucho, prefiero la radio y la televisión. Yo tengo para mí que la TV es y seguirá siendo la reina del mundo comunicativo, al menos para los mayores. 

En la TV, no se trata sólo de leer millares de twits, sino de ver y oír, muchas veces en tiempo real, lo que acontece en el país y en el mundo. Es la película siempre nueva de felicidad y alegría, de abrazos y besos, así sean solo digitales o de horror y crimen. Los actores son reales y la representación de la mayoría es totalmente improvisada. 

Comprendo que para algunos, sobre todo para los jóvenes, tener el mundo en la palma de la mano se ha convertido en una droga que los esclaviza. Allí se comunican de un lado a otro del mundo, y hasta ven el cine y la TV en pequeño. 

Sin embargo, yo no cambio por nada la pantalla de la TV, las noticias y la elección de la película que quiero ver. No le hago publicidad a ninguna firma aunque creo que la mayoría está pensando en una que yo me sé. ¿Cuál? ¡Dígamelo usted!

En todo caso, los medios de comunicación son el apoyo o el terror de los gobernantes, en especial el temor. Por eso todos se quejan de los medios, porque sienten que los borran de la opinión y que debilitan su poder. Antes que los misiles y las bombas, el poder político (y militar) existe porque es transmitido por los medios de comunicación.

Luis Alberto Restrepo

Agosto, 2023

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Petro ha emprendido el camino del CAMBIO. Conduce al país por vías jamás exploradas en Colombia. Ni siquiera el gobierno reformista de Alfonso López Pumarejo había intentado una transformación semejante.

López era miembro de una de las más exquisitas y poderosas familias. Hijo de banquero, y él mismo, nacido, criado y radicado en la capital. Las raíces Petro son totalmente distintas: nació en una familia costeña de clase media, más exactamente en Ciénaga de Oro, pueblo distante unos 35 km de Montería, capital del departamento de Córdoba. El cambio que quiere Petro corresponde a su experiencia de vida, a la de sus familiares, amigos, conocidos y al de todo el entorno social. Es la situación que experimenta más de 50% de los colombianos, y de ese 50%, la mayor parte son pobres de solemnidad, lo que desde luego, no es el caso de Petro ni de Verónica Alcocer, su esposa.

Desde sus orígenes, Petro intenta realizar un cambio ‘popular’, no en el sentido de famoso, sino derivado de la población más sencilla y de su entorno precario. A la novedad del actual camino, hay que añadirle la fuerza envolvente del verbo de Petro. Tal vez nunca, desde Jorge Eliécer Gaitán, Colombia había escuchado intervenciones tan elocuentes como las de Petro, aunque con frecuencia sean erradas o contradictorias. Lo que no sabe se lo inventa. Se non è vero, è ben trovato”, y con frecuencia, ni siquiera ben trovato”. Además, su arrogancia no agrada.

Quiero hacer una observación que puede no ser tan pertinente, pero creo que la mayor parte de la izquierda colombiana está integrada por personas que nunca han tenido la experiencia de construir y desarrollar una empresa, y que, en consecuencia, tienden a concebir a los empresarios como ladrones. Petro es un buen ejemplo de lo que digo. También es notable el hambre de comodidad y lujo de muchas de ellas, una vez que llegan al gobierno. Y aquí sobran los ejemplos.

Pero las cosas no son tan simples. Retomo y quizá deformo, algunas ideas de un buen analista y de algunos académicos a quienes tuve la oportunidad de escuchar. Enuncio aquí algunos éxitos que ni siquiera el mismo gobierno se ha ocupado en destacar. Su dispositivo de información no cumple su papel. Para la oposición, por supuesto, si hay un éxito, es producto de circunstancias internacionales; en cambio, si hay un fracaso, es todo producto del mal gobierno de Petro. 

  1. El 17 de noviembre de 2022, el Congreso de la República concluyó la aprobación de la reforma tributaria, que en alguna medida favorece a los más necesitados. Esto es un logro del exministro José A. Ocampo, secundado ahora por su sucesor, el ministro Ricardo Bonilla. Lo mismo puede decirse respecto de todo lo referido a la economía. 
  2. El más reciente informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) explica cuáles son algunas de las perspectivas macroeconómicas para Colombia durante 2022 y 2023. Una buena información se encuentra en la revista Portafolio. La omito aquí por brevedad y por consideración a quienes no entienden mucho de economía. (https://www.portafolio.co/…/colombia-cumplira-sus-metas…). Véase también (https://www.imf.org/…/colombia-staff-concluding…). 
  3. El presidente restableció rápidamente las relaciones con Venezuela. Para Iván Duque y sus seguidores esto significa la legitimación de la dictadura. Según Petro, no se trata de ninguna legitimación, sino del reconocimiento fáctico que quien manda en Venezuela es Maduro y es con él con quien hay que entenderse. 

En realidad, los candidatos de las diferentes corrientes políticas a la presidencia de Colombia habían anunciado que establecerían contactos con Caracas, con el fin de reiniciar el comercio y la representación diplomática, al menos la consular. Esta era una necesidad sentida, especial pero no únicamente, en los departamentos colombianos y en los estados venezolanos fronterizos. 

Ahora parece que hay tropiezos con el nuevo embajador que reemplazaría a Benedetti. El nuevo Embajador de Colombia ante el Gobierno de Venezuela, Milton Rengifo Hernández, es politólogo de la Universidad Nacional de Colombia. Rengifo había criticado fuertemente a Maduro, y por eso, aún está pendiente su confirmación. 

A su vez, Maduro nombró como su embajador en Bogotá, al general retirado Carlos Eduardo Martínez del Ejército Bolivariano. Además, el general Martínez es actualmente representante de Venezuela en la mesa de diálogo que se adelanta para llegar a un acuerdo de paz con la guerrilla del ELN. Al mismo tiempo, Petro nombró a Maduro garante de las negociaciones con el ELN. Lo mismo hizo Juan Manuel. Santos en las conversaciones con las FARC.  

  • Otra política de cambio muy importante es la inclusión de las minorías. Al conjuro de Petro, ahí están en la TV, los negros con sus trajes, gorros y turbantes de colores. La ministra de Educación Aurora Vergara, el embajador en Washington, Luis Gilberto Murillo, la embajadora en la ONU, Leonor Zalabata, líder arahuaca, Patricia Tobón, abogada emberá, directora de la Unidad de Víctimas. Los indígenas, con toda su cultura y sus vestimentas, se desempeñan como embajadores. 
  • Freno a la violencia oficial, no a la autoridad de la fuerza pública. El jueves 2 de marzo de 2023, 79 policías fueron secuestrados y ninguno usó su arma. Los despojaron de sus armas y los humillaron. Un policía murió y no han devuelto su cadáver. Para la oposición esto fue un triunfo de la impunidad. Para el punto vista de algún destacado académico, esto es un triunfo del respeto a la vida pregonado por Petro. Esperemos que así sea.
  • Restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela (9 de septiembre de 2022). Después de cuatro años de ruptura total, Colombia y Venezuela restablecen sus relaciones diplomáticas bilaterales. (Algunos extractos y resumen – https://coordenadas-mundiales.uexternado.edu.co/el…/). Tras la llegada de Gustavo Petro a la presidencia, las relaciones con Venezuela -sin duda el vecino más importante para Colombia- comenzaron a dar un giro radical. De la ruptura de las relaciones diplomáticas entre los dos gobiernos, pasamos a un acercamiento acelerado en varios niveles. El 12 de agosto, Bogotá y Caracas anunciaron a Armando Benedetti y a Félix Plasencia como sus respectivos embajadores ante el otro gobierno. Es decir, un restablecimiento pleno de las relaciones diplomáticas, aunque no han comenzado a definir su indispensable reconstrucción. 

Gustavo Petro, y Nicolás Maduro se reunieron el sábado 7 de enero de 2023 en Caracas, durante un encuentro bilateral extraordinario. La reunión en el Palacio de Miraflores, en Caracas, estuvo marcada por la paz, las inversiones, la integración fronteriza y la infraestructura. Una vez terminada, los mandatarios emitieron un comunicado conjunto en el que señalaron que “Venezuela, como país garante de las negociaciones de paz con el ELN, apoyará al Gobierno de Colombia en su objetivo por mantener el cese bilateral y la paz total”.

Luis Alberto Restrepo

Julio, 2023

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La única droga en el mundo no es la cocaína. Ni siquiera cuenta entre los principales alucinógenos o entre otros productos que le hacen un daño mucho mayor a la sociedad.

Veamos algunas drogas, sus productores y consumidores:

  1. El Fetanilo

Es un fuerte opioide sintético, similar a la morfina, pero entre 50 y 100 veces más potente. Fue fabricado por primera vez por Paul Janssen en 1960 y aprobado para uso médico en los Estados Unidos en 1968.

Canadá y Estados Unidos son dos de los únicos países consumidores con epidemias de fentanilo, motivadas por la prescripción indiscriminada de opioides[1].

Los precursores químicos del fentanilo provienen de China (incluida Hong Kong) y Singapur, y también, cada vez más, de la India; se introducen ocultos en carga legal, por los puertos del Pacífico mexicano: Manzanillo, Colima y Lázaro Cárdenas, Michoacán.

Si bien China colocó todas las drogas de tipo fentanilo y dos precursores claves bajo un régimen regulatorio controlado en mayo del 2019, sigue siendo la fuente principal (si bien indirecta) de fentanilo de los EE. UU. (…) En lugar de enviar el fentanilo terminado directamente a los Estados Unidos, la mayor parte del contrabando ahora se realiza a través de México (…).

La cooperación operativa de China con respecto a la aplicación de la ley, tiende a ser altamente selectiva, interesada, limitada y subordinada a sus intereses geopolíticos. (…) Los grupos delictivos chinos cultivan capital político con las autoridades chinas y con los funcionarios del Gobierno en el extranjero, al promover también los intereses políticos, estratégicos y económicos del país.

En China actualmente guardan prisión al menos 95 colombianos, el 81% de ellos acusados de tráfico de estupefacientes. Y el número de los condenados a muerte podría cambiar en los próximos días. Se espera que en la provincia de Guangzhou se les dicte sentencia a nueve de ellos –seis por narcotráfico y tres por explotación sexual– y, en la misma audiencia, también se decidirá sobre el posible perdón de uno de los colombianos ya condenados a la pena capital[2].

2. El Tusi

Esa droga, hoy tan popular en Medellín y en toda Colombia, sobre todo entre los jóvenes, fue inicialmente creada y promovida por el químico Alexander Shulgin en 1974 (Berkeley, California, 1925-2014)​[3]. La sustancia original del Tusi es un químico que mezcla la psicodelia del LSD y la euforia causada por el éxtasis. Cuando llegó a Colombia, se cambió la mezcla original por ketamina,  con elementos como benzodiacepina y opiáceos. 

El antioqueño Alejandro Montoya, más conocido en el bajo mundo y en las rumbas de la clase alta como “Alejo TUSIbí”[4], viajó a Europa donde conoció a dos jóvenes químicos que tenían la receta de una droga que causaba furor en buena parte de Europa, llamada 2CB. Este narcótico, conocido como la droga de las élites, se extendía rápidamente (2002 y 2005) en países como Alemania. Es una droga de diseño a partir de la mezcalina que suele encontrarse mezclada con anfetamina.

Tusibí trajo la receta de Europa y creó la versión criolla. En Medellín vio la oportunidad de hacer negocio. Le dejó el nombre 2CB y comenzó a vender. En el 2004 se expandió el rumor: un joven apodado “Alejo Tusi” vendía cocaína rosada. Hasta logró la atención de la banda criminal “La Oficina”. Ahora, un gramo (un punto) puede valer entre 120.000 y 150.000 pesos. Debido a problemas con las bandas, Alejo migró primero a Cali y luego a Bogotá. 

Trabajaba solo y les vendía a todos. Cuando surgían problemas se amparaba en ‘Maquinita’, hijo de un caballista antioqueño conocido como “la Máquina”, que murió asesinado. Su hijo, considerado por Riaño como uno “de los más peligrosos de la última generación de narcos”, se apoderó del negocio en Antioquia, Valle del Cauca, Córdoba, Atlántico y en algunos sectores del Eje Cafetero, con el apoyo del Clan del Golfo. En Bogotá, “Maquinita” se hizo cargo de una empresa de seguridad. Ahí conoció a Alejo y lo apadrinó en Bogotá, hasta que fue capturado en 2012 en una lujosa finca en Tibacuy, Cundinamarca.

Hoy no se sabe con certeza dónde se encuentra Alejo. Podría estar en México. Tiene 34 años, le sigue gustando la rumba electrónica, las fincas, las fiestas privadas y las prepagos. No es un tipo violento y tampoco es amante de las grandes propiedades o lujos. No tiene circular roja de Interpol, ni procesos de extradición, pues hasta el momento no se le ha comprobado su ingreso al mercado norteamericano; sin embargo, en Colombia tiene varias investigaciones en curso. 

“Alejo Tusibí’ es el Pablo Escobar de las anfetaminas en Colombia. Es la cabeza visible del negocio, en especial del 2CB. Es el químico que creó la fórmula criolla de este tipo de droga, y no hay otro en Colombia. Está claro que no es un tipo que mande a matar personas. Solo le gusta divertirse y mantenerse en las fiestas más grandes. 

3. Vale la pena añadir a todo esto que el alcohol, además de ser la droga más perjudicial en términos generales, es casi tres veces más dañina que la cocaína y el tabaco (revista médica The Lancet[5]). Según el estudio, las drogas más dañinas para el individuo son la heroína, el crack y la metanfetamina. Mientras que aquellas que causan más daños sociales son el alcohol, la heroína y el crack.

NOTA: No se entiende con qué autoridad moral Estados Unidos, Europa y China pretenden seguir imponiéndole a Colombia la inútil guerra contra el tráfico de drogas. Tarea costosísima en términos económicos, militares, políticos y sobre todo, en vidas y en derechos humanos. Sin contar con la erosión de la democracia en Colombia y en el resto de América Latina. Ya es hora de decir ¡basta!, ¡no más! Las drogas son un problema de salud pública, no de guerra ni de seguridad. 


[1] https://www.google.com/search?q=Fentanilo&rlz=1C5CHFA_en&ei=DqAhZL_HPMiXwt0P-tyt2Ak&ved=0ahUKEwi_hrOkofz9AhXIi7AFHXpuC5sQ4dUDCA8&uact=5&oq=Fentanilo&gs_lcp=Cgxnd3Mtd2l6LXNlcnAQAzINCAAQigUQsQMQgwEQQzIKCAAQgAQQsQMQCjINCAAQgAQQsQMQgwEQCjINCAAQgAQQsQMQgwEQCjIKCAAQgAQQsQMQCjIHCAAQgAQQCjIHCAAQgAQQCjIHCAAQgAQQCjINCAAQgAQQsQMQgwEQCjIHCAAQgAQQCjoKCAAQRxDWBBCwAzoNCAAQjwEQ6gIQtAIYAToNCC4QjwEQ6gIQtAIYAToRCC4QgAQQsQMQgwEQxwEQ0QM6CwgAEIAEELEDEIMBOggIABCABBCxAzoFCAAQgAQ6CAguEIAEENQCOgcIABCKBRBDOgsILhCABBCxAxDUAjoLCC4QgAQQxwEQ0QM6CAguEIAEELEDOgsIABCKBRCxAxCDAToKCAAQigUQsQMQQzoLCC4QigUQsQMQgwFKBAhBGABQpAhYx0Vgrk1oAnABeAGAAdcBiAGWO5IBBjAuNDcuMZgBAKABAbABCsgBCMABAdoBBAgBGAo&sclient=gws-wiz-serp.

[2] https://www.bbc.com/mundo/noticias/2013/08/130826_america_latina_colombia_narcomulas_china_pena_muerte_aw

[3] https://www.google.com/search?q=el+tusi+en+Colombia&rlz=1C5CHFA_en&ei=oKMhZKipIrqCwbkPgv6zsAM&ved=0ahUKEwio-YLYpPz9AhU6QTABHQL_DDYQ4dUDCA8&uact=5&oq=el+tusi+en+Colombia&gs_lcp=Cgxnd3Mtd2l6LXNlcnAQAzoICAAQgAQQsAM6CQgAEAcQHhCwAzoHCAAQigUQQzoFCAAQgAQ6BggAEBYQHkoECEEYAVDeB1iLKmDnPGgBcAB4AIABrAGIAd8OkgEEMC4xMpgBAKABAcgBCsABAQ&sclient=gws-wiz-serp.

[4] Extractos de https://www.eluniversal.com.co/colombia/la-historia-de-alejo-tusibi-el-pablo-escobar-de-las-drogas-sinteticas-192930-KCEU292686

[5] https://www.bbc.com/mundo/noticias/2010/11/101101_alcohol_drogas_men

Luis Alberto Restrepo

Abril, 2023

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Hoy amanecí pensando que todos en la vida nacemos con una dotación original y personal. Un ‘kit’.

Unos nacen con fuerte carácter, mientras otros son serenos y pacíficos; los de allá nacen alegres y optimistas, seguros de obtener lo que quieren, los de acullá traen caras largas y tristes como si estuvieran a punto de caer en la olla pitadora. Los hay inteligentes y también existen los corticos de mente, fuera de los dementes que hoy tienden a ser mayoría. 

Ricos, pobres, bonitos y feos, mujeres y hombres de todos los colores y culturas caminamos por la corta pasarela de la vida exhibiendo nuestras galas o tapando con las dos manos nuestras miserias como Adán cuando, por bobo, se dejó engañar y lo botaron de la finca. Así podríamos continuar la lista de rasgos de carácter o temperamento -dotación específica en la que cada uno viene empacado-. 

Lo interesante es que buena parte de la historia personal viene ya prefigurada y en borrador desde el nacimiento. Este el ‘hardware’ sobre el cual nos esforzamos después por montar nuestro ‘software’ -plataformas y programas personales que nos permitan ajustar un poco la infraestructura a los propósitos de nuestra superestructura moral- al revés de lo que pensaba Marx o al menos volviéndolo patasarriba,como lo hizo el loco Althusser que ahorcó a su mujer.

En fin, todos nacemos con un equipo de tendencias y sentimientos más o menos profundos, unos hacia el bien y otros al revés. La tendencia al bien nos inclina a respetarnos a nosotros mismos, y nos induce a comportarnos bien con los demás: a ser amables, generosos, siempre dispuestos a perdonar y a socorrer a quienes lo necesiten, a pensar bien de quienes nos rodean y de aquellos con quienes nos topamos en el camino. Si somos bondadosos, tratamos de no criticarlos verbal ni mentalmente. 

A esos fundamentos de la personalidad se les añaden otros más: la cultura de la época, familiar, nacional y mundial. Todos estamos condicionados a tender hacia una cosa o la otra, sucesiva o simultáneamente, y casi siempre actuamos en conformidad. Hasta cierto punto, buenos o malos, todos somos títeres de la corriente general. Y si no creen, miren ustedes a su alrededor las diferencias entre naciones y regiones. La cultura las arrastra.

No es nada fácil. La mente es un tribunal infatigable. Policía de tránsito que pita sin cesar y reparte comparendos a diestra y siniestra. Cada segundo la mente está valorando y emitiendo juicios sobre lo divino y lo humano. Ojalá la Fiscalía, las Cortes y los jueces fueran así de diligentes. 

Hay personas admirables que parecen no juzgar a nadie ni para bien ni para mal. Simplemente, meten sus juicios al congelador. Es una minoría a la que admiran los que no han arruinado su capacidad de sorprenderse. Porque también abundan los escépticos que se niegan a creer en nada ni en nadie.

Hay un terreno neutral y resbaladizo entre bien y mal. El reconocimiento. Nos gusta ser reconocidos, por más que nos esforcemos en restarle importancia. Somos sensibles a la aprobación o la crítica, al qué dirán (uy! qué vergüenza!). El deseo de reconocimiento es justo e importante. Es un acicate decisivo para esforzarse por ser alguien en la vida, bueno o malo, brillante y útil o apenas medio-medio… Aquél que no le importa el reconocimiento ajeno, tiene algo de cínico. Les confieso que a mí -cosa rara- ser el centro de la atención o recibir mucho reconocimiento, me abruma. No sé qué hacer.

Por el contrario, también hay algunos que se enorgullecen tanto de ser lo que son, que se vuelven soberbios y necios. Más necios que las 1.000 (vírgenes?). Menosprecian a los más pequeños. Buena parte de los políticos y grandes empresarios sacan pecho y dan muestras de que les importa un c…omino lo que piensen de ellos los de más abajo. Si acaso los aguantan cuando no queda di’otra.

También tenemos tendencias más o menos profundas al mal, a lo que rebaja nuestra propia condición humana y termina reflejándose en daño que nos hacemos a nosotros mismos o que les deseamos e infligimos a los demás. Y ahí caben desde los chismosos y calumniadores hasta los peores criminales. Que los hay los hay, y terribles. Tan perversos que uno ni se los alcanza a imaginar. Casos espantosos me vienen a la mente, pero es mejor ‘no meneallo’. Dejémoslo así. 

El gran interrogante que surge de todo esto es cuando nos preguntamos si somos realmente libres. Si gozamos en verdad de lo que llaman libre arbitrio -es decir, de la capacidad de imaginar, desear, decir o hacer lo que nos parece bien o porque nos da la pura gana-, o si también todos nuestros pensamientos, deseos y actos son parte de ese ‘kit’ misterioso que, a punta de complicados algoritmos, nos ha programado desde el principio en un sentido o en el otro. Espero que no sea así, pero no lo excluyo. 

Cada uno conoce y reconoce parcialmente sus profundos condicionamientos físicos, intelectuales, culturales y morales. Es el caso, por ejemplo, de las líneas rojas. En la dotación inicial de la vida todos cargamos con alguna o algunas líneas rojas. Se trata de reacciones instintivas e irrefrenables aunque las pongamos bajo el ojo crítico de la razón. Están incrustadas en eso que llamamos el ‘alma’, así se encuentre en el cerebro, el corazón o el hígado, o en todo el cuerpo y sus laberintos interiores. Son líneas resabiadas que nunca se dejan domeñar del todo. Cuando más, las podemos acomodar y ajustar a circunstancias hostiles dejando a veces la piel en las alambradas. 

Si esas líneas chocan con las contrarias de aquél o aquella a quien amas, la cosa es dura y difícil. Para ninguno de los dos es fácil (y no hablo de los tres, cuatro o más que hoy se entrelazan hoy como víboras en serpentario). En todo caso, el choque de líneas rojas liquida la convivencia en muchos matrimonios. Ese tipo de conflicto requiere una profunda madurez y una relación muy fuerte para poder hacerle frente negociando cada vez lo que haremos, cediendo el uno o el otro, aunque en esas concesiones mutuas no haya nunca un total equilibrio. Todos ponen como decía Mockus, pero unos terminan poniendo más que otros. El más rico de alma suele terminar haciendo el gasto mayor. Lo que en este caso hay que evitar a toda costa es que uno de los dos le mienta al otro y actúe a sus espaldas.

Exceptuando este hecho innegable, todos nos sentimos autores de la propia travesía por los complicados vericuetos de la vida. Estamos convencidos de que somos libres. Lo que hemos hecho o dejado de hacer, bueno o malo, lo hemos llevado a cabo bajo nuestra propia responsabilidad. Esa convicción es universal. Allí se basa el juicio que se forja la sociedad sobre sus miembros, en eso se funda la pretensión de justicia del grupo, la sociedad y el Estado, y ni qué decir de todas las religiones que, si no existieran el bien y el mal, quedarían sin oficio. 

Finalmente, perdonen esta loca disquisición que no tiene nada qué ver con la seriedad y gravedad de lo que continúa aconteciendo en Ucrania.

Luis Alberto Restrepo

Marzo, 2023

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La palabra más acertada para describir la situación actual de Colombia y del mundo, quizá sea “Incertidumbre”. 

Más que hechos, en los debates y peleas se confrontan expectativas, esperanzas y temores sobre lo que podría o debería llegar a suceder. Cierto, se aducen casos, errores crasos de los gobernantes o de la misma gente, pero se pierde de vista el gran contexto nacional y mundial. 

Así avanzamos a ciegas, bordeando precipicios. Y cuando el futuro es incierto, surgen los mesías que prometen salvación y cambio y, con frecuencia, conducen al desastre, no sólo por sus propios errores sino, asimismo, por la cerrera resistencia que le ofrecen los que temen perder lo que han conquistado bien sea trabajando con tesón e inteligencia… o con malicia a veces criminal. 

Occidente asegura que mantiene firme su mano en la gobernabilidad del mundo y que los derechos humanos individuales, la democracia y la libertad, están asegurados, mientras Rusia garantiza que muy pronto, cuando se imponga sobre Ucrania y su democracia liberal, se extenderá el régimen autoritario de Putin y sus socios. 

Igualmente, dentro de diez o veinte años, cuando China termine de asentar su predominio mundial, los derechos humanos dejarán de ser individuales para convertirse en colectivos. El individuo quedará sometido a la colectividad y subordinado a los intereses generales. El árbitro que definirá y controlará el cumplimiento de los nuevos derechos colectivos será el Estado. O mejor digamos, la Nomenklatura. El conjunto abigarrado de burócratas ineptos, de un partido instalado en el poder y sometido a la férula de un dictador. ¿Xi o no?.

En realidad, no hacen falta ni China ni Rusia, para sumergirnos en esa nueva época. El mismo Occidente y sus potencias han despilfarrado y siguen destruyendo la tan preciada libertad individual. Su neoliberalismo, la liberación de toda norma, se expresa tanto en la economía como en las costumbres. Hay una moral neoliberal que ha optado por llamar posmodernismo a esta época, a falta de un nombre capaz de especificar la situación de forma positiva. Decir que algo es simplemente pos –lo que viene después del mundo que conocíamos- sugiere la confusión general en la que andamos.

Entre otras cosas, vale la pena señalar que la partida que se juega hoy en Ucrania es la confrontación sangrienta, cruel y destructiva entre, por una parte, los derechos humanos del individuo, la libertad personal y la democracia liberal, y por la otra, los derechos colectivos que pretende imponer un Estado autoritario, cuando no dictatorial. 

Pero en el planeta hay otras situaciones, si se quiere más dramáticas y amenazantes que la misma guerra. A ojos vistas, es manifiesto que estamos destruyendo el planeta a velocidad de crucero. 

No sabemos si renunciar a la forma de vida que hemos conocido… o cerrar los ojos y seguir hacia delante, creciendo y corriendo a ciegas, hacia el precipicio planetario. Parece que no pudiéramos parar. A punta de asfalto y cemento, de espléndidos centros comerciales, espectaculares edificios de 100 y más pisos, apartamentos de miles de millones pesos, fuentes artificiales, surtidores, piscinas, duchas y lavamanos en los que derrochamos el agua, rápida tala de árboles que han tardado siglos en crecer y madurar para extraerles la madera, extender la ganadería, apropiarse de las tierras deforestadas y luego venderlas valorizadas a punta de carreteras. En fin, los Estados continúan en la lucha por el incremento del PIB. Cuando la tierra se sacuda de tanto desastre no habrá escondederos ni  a billones de dólares. 

¿Y cuál es la solución? Ahorrar. Ahorrar agua, aire, tierras, bosques. Optar decididamente por una vida sencilla. ¿Será posible? Hasta ahora no parece. Entretanto, remamos en el mar de la Incertidumbre.

Luis Alberto Restrepo

Marzo, 2023

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Luis Alberto Restrepo, escritor de sesudos artículos, cambia hoy de tercio y nos presenta un simpático y breve divertimento.

Este carro fue el premio que me cayó en una rifa pa’ la que nunca compré boleta y ni siquiera se me habría ocurrido hacerlo. No sé quién me haría el beneficio. 

Nuevecito lo saqué del concesionario y rodaba como una seda. Mejor dicho, no rodaba, se deslizaba sin ruido como un esquí sobre la nieve. Sin embargo, de tarde en tarde le daban berrinches y tocaba llevarlo a revisión. La dueña del concesionario le daba unos golpecitos y… ¡ya, listo de nuevo pa’ seguir rodando! 

Tras 10 o 15 años de uso, empezó a poner problemas. Se volvió difícil. Pero, ¡claro! armábamos paseos con los vecinos y nos íbamos de rumba. El bendito carro se descarrilaba, equivocaba el camino, se metía en contravía, hasta que un policía le puso una multa y decidió llevarla a los patios. Ahí lo tuvieron retenido hasta que pagara. 

Por supuesto, pasados como 15 años en la calle, tocó guardarlo y meterlo en el garaje. Allí, en silencio, el carrito se sintió revivir. Pudo dormir tranquilo. Por esos lares se mantuvo abrigado bastantes años, pero desde que salió, cada día provocaba nuevos accidentes cada vez más graves. Se chocaba a diestra y siniestra. 

De camino, arrolló algunas damas y se las llevó de calle. Generó alboroto. ¡Qué carrito tan complicado! Si yo hubiera sabido, a lo mejor ni lo recibo… ¡Paja! De todos modos, este carro ha sido mi fiel compañero y todavía lo tengo muy bien cuidao. 

Les cuento que la chiva me hizo pasar las verdes, las maduras y las pintonas. Me puso a sudar parejo. Pero al fin, como si le hubiera dado el Covid, quedó mansito y por ahí rueda y rueda. Seguro que me va llevar hasta la curva final. Entretanto, el carrito ha visto y sigue viendo pasar a sus amigos en grandes y lujosos carros último modelo con choferes y pasajeros, todos con guantes. Pues, bueno, ¡no importa! Cada quién se las arregla como mejor puede. 

Por lo demás, ¡sigan, señores! ¡Sigan adelante! Aquí los que ganan, pierden. Es la cosa más charra: tarde o temprano todos se volverán chatarra.

Luis Alberto Restrepo M.

Febrero, 2023

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Así va el gobierno, a troche y moche avanza y avanza. No a pasitos cortos, sino a grandes zancadas. La reapertura de relaciones con Venezuela, el encuentro de Petro con Maduro, la reapertura de los puentes y el restablecimiento del comercio, el nombramiento del mandatario vecino como garante de las negociaciones con el ELN… 

Desde luego, en el gobierno de Petro todo no es para mañana. Las relaciones y los puentes hay que reconstruirlos, lo que llevará tiempo y dinero de dos naciones en quiebra. Todo eso estremece al presidente eterno y a su hijo ilegítimo, que la embarró de pe a pa. Pero las movidas de Petro tienen mucho sentido, son audaces y sobre todo astutas, así ya estén trinando las antiguas urracas que enseguida vuelan a la nube. Que protesten los venezolanos que tuvieron que huir del país, es comprensible, aunque es posible que con el tiempo la evolución de las relaciones los favorezca. Pero que las urracas colombianas armen semejante alboroto, no tienen perdón. Por fortuna, los twitter de don Elon, el genio multimillonario multipolar, dejarán de ser gratis y si se empeñan en seguir twitteando, la cuenta mensual les resultará costosa. 

La ayuda de Venezuela en anteriores negociaciones y procesos de paz ha sido decisiva. En ese punto no hay novedad. Sin embargo, como es sabido, el ELN ha invadido a Venezuela. Está presente en 8 de los 23 Estados donde extorsiona y asesina y, por supuesto, que su presencia ya es molesta para el régimen. Esa organización rebelde es una desgracia no solo para Colombia, sino también para Venezuela. Es cierto que allá, en el arco minero del Orinoco (llamado también ‘el cañón del diablo’), los elenos expulsan a los ‘pranes’ (bandidos que se roban los minerales), vigilan la extracción del oro y las ‘tierras raras’ tan apetecidas y tan costosas en los mercados internacionales. Los réditos van para el gobierno y una buena parte resbala a los bolsillos de los rebeldes. 

Unidos y coordinados, los dos gobiernos pueden impulsar en forma decisiva las negociaciones con los griegos (¡y no se despisten!). Además, ambos Ejércitos nacionales, bien coordinados, pueden adelantar la lucha contra las mafias que controlan las fronteras y las innumerables trochas que se abren de un día para otro en cualquier lugar (y no se cierran por orden de Petro). 

Hace años mi mujer y yo estuvimos del lado venezolano mirando el río que separa a las dos naciones; es un río manso y pandito, que en muchos lugares se puede cruzar casi caminando. En ambas orillas, los pasos están controlados por el ELN y por los narcos, que se reparten los beneficios de la movida. De la ribera venezolana se transporta a Colombia el petróleo. Lo empacan en bidones que montan en barcas estrechas. Del lado colombiano venía la coca. Y junto a ambos tráficos debía de haber muchos otros, más escondidos como el tráfico de armas, de especies animales, etc. Del lado venezolano se encontraban unos veinte muchachos ‒la mayoría montados en camiones‒, que nos miraban con cara de pocos amigos. Finalmente, uno se acercó y nos gritó con gesto amenazante: ¡lárguense! Por supuesto, fuimos saliendo tranquilamente hacia nuestro carro. 

La lucha contra esas mafias puede durar años o muy probablemente deba ser permanente. Hasta allá no alcanzará el abrazo de la paz total. 

La reapertura de la raya fronteriza y de los puentes ilusiona a muchos empresarios y comerciantes. Algunos, sobre todo de Cúcuta, ya comienzan a inquietarse y a protestar, talvez porque pensaron que esas lentas reconstrucciones de los vínculos binacionales era cuestión de un abracadabra. 

Pero no se impacienten que, a troche y moche, a todos los despacho.

Luis Alberto Restrepo Moreno

Enero, 2023

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El presidente Petro se equivocó al afirmar, el 31 de diciembre pasado, que el ELN habría aceptado el cese al fuego bilateral sin que previamente lo hubiese acordado con esa organización.

Frente a esta situación, la actitud altanera y desafiante asumida por ‘Antonio García’ no se compadece con la situación real del ELN. Los medios se centran en el error de Petro, pero pasan por alto los motivos que muy probablemente, en uno o dos años, impulsarán a los elenos a buscar la paz.

1) En primer lugar, el COCE (Comando Central) ha estado desconectado de sus bases desde hace cinco años, y si la organización ha sido siempre descentralizada, ahora tiende a desarticularse por completo. Cada grupo local lucha con las demás organizaciones ilegales por el control de las mejores rutas para exportar la droga. Y en esa guerra de nunca acabar, se van convirtiendo totalmente en grupos simplemente criminales.

2) En segundo término, deben saber que si no toman este tren, ningún otro volverá a parar en la estación donde se encuentren. Es ahora o nunca.

3) Tercero, a Nicolás Maduro, su actual anfitrión (porque en el pasado hubo muchos otros, como el mismo presidente Rafael Caldera), no le conviene en modo alguno seguir alojando y auspiciando a los elenos. Para el régimen, la relación con Colombia tiene un valor estratégico y, como país garante de las negociaciones con el ELN, queda doblemente obligado a colaborar en ese acuerdo.

4) De no hacerlo, además de entorpecer el acercamiento con Colombia, le dará nuevas razones a Estados Unidos para aumentar las sanciones.

Y dejo este texto aquí, recordando que la política es móvil y que nunca se puede decir ¡basta!, ni ¡hasta aquí llegamos!

Luis Alberto Restrepo

Enero, 2023

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En su novela autobiográfica Libro de un hombre solo, el Nobel chino del año 2000, Gao Xingjian, se refiere a sí mismo en su propia infancia y juventud como a ‘él’, en tercera persona. Otro tanto hace Günther Grass en Pelando la cebolla, aunque el Nobel alemán oscila con frecuencia entre la tercera y la primera persona del singular. 

Los recursos literarios de Gao Xingjian y Günther Grass, al referirse a sí mismos en sus obras, reflejan lo problemática que resulta nuestra identidad. Cuando un escritor mira hacia atrás, deja de ser el actor de la escena para convertirse en espectador de un destino que le resulta parcialmente ajeno. ¿Es acaso el mismo que era hace veinte o treinta años, o incluso en tiempos más recientes, ya no solo en su apariencia física –lo que, obviamente, no es el caso–, sino en cuanto a sus sentimientos, modos de pensar, inclinaciones y gustos? Si volviera a nacer, ¿haría y dejaría de hacer las mismas cosas? Hay quienes aseguran que sí. Probablemente, esta declaración sea quizás un acto de autoafirmación un tanto presuntuoso; más bien, parece un esfuerzo por ocultar sentimientos de disgusto, de culpa o de vergüenza sobre el propio pasado. 

Sin duda, es posible que algunos rasgos de la personalidad sobrevivan a la devastadora voracidad del tiempo, pero con frecuencia son tan débiles que no resulta fácil reconocerlos o tan generales que no imprimen el sello inconfundible de una verdadera identidad. Hasta las fotografías y los videos de hoy, con los que se intenta congelar el tiempo, resultan inútiles. Constituyen más bien una constancia visual del paso implacable de los días, que confirma la evidencia de que ya nadie es el mismo. 

El único hilo conductor de toda existencia radica más bien en una deshilvanada sucesión de hechos con frecuencia inacabados, luego mal confiados a una memoria caprichosa, interesada y fuertemente selectiva, de acuerdo con emociones cambiantes y criterios difíciles de establecer, condimentados por la imaginación e interpretados por una mente que se empeña en reducir todo a la unidad. El Yo no termina por ser otra cosa que un rompecabezas armado con trozos de recuerdos y reacomodado sin cesar conforme a nuevos intereses. Es entonces, en larga medida, un cuento, una ficción, una novela armada a partir de los recuerdos y vista desde hoy. En un relato de esta naturaleza se entremezclan reflexiones de todo orden y simples observaciones o anécdotas curiosas o divertidas, eventos trascendentales para la vida, sean del autor, del país o del mundo, todo ello sin otro principio que el de seguir las huellas de la memoria. “Se hace camino al andar”. 

A juicio de este autor, en una novela no parece bien recurrir a la tercera persona como hacen Xingjian y Grass, porque resulta poco natural. Es preferible acoger esa imagen tan manida y a la vez tan preciada de lo que llamamos el Yo, así se trate de una ilusión y aunque esto no signifique que el escritor deba sentirse siempre solidario con su pasado. El narrador quiere contarse a sí mismo a través de sus personajes, recapitularse, para intentar descubrir quién ha llegado a ser a lo largo de los años como la única manera de llegar a saber quién es. En realidad, nadie tiene una identidad fija e inmutable; esta la vamos construyendo y reconstruyendo día a día. “La esencia (del ser) es lo que (este) ha llegado ser”, dice Hegel. En cada nuevo paso de la vida se recapitulan y condensan, transformados, todos los pasos anteriores. Y nada obsta para que aquel que ha llegado a ser pueda mirar con alguna distancia crítica o con cierta indiferencia al que era en otros tiempos, a esa tercera persona a la que recurren los Nobel ya citados.

Un par de motivos inducen a escribir una novela, o mejor, la serie de historietas que, mal zurcidas, conforman una vida. Por una parte, consciente o inconscientemente, a todo autor lo mueve la sorda pasión que lo habita por algo inasible, que talvez podríamos llamar La Verdad. No por la verdad del ser en abstracto, metafísica y universal, sino por la Verdad de la Vida. Ante todo, de la existencia misma del escritor, pero también de la ajena. Pasión por descubrir lo que se esconde (¿o se manifiesta?) detrás de las apariencias en este gran baile de disfraces al que todos estamos invitados. A través de las páginas de su ficción, el autor irá despojando a sus personajes de sus ocasionales máscaras y explorando su verdadero rostro, si es que este existe. Ese esfuerzo y sus resultados son, en últimas, la esencia y la única verdad del literato. 

No es el novelista quien posee esta pasión por la verdad. Es más bien ella la que lo posee. Con sus diminutos colmillos roedores va penetrando y royendo las propias apariencias, convicciones y costumbres, a la par con las de su entorno. Avanza lentamente en su tarea, pero lo hace sin tregua, con obstinación y en silencio, como las termitas, hasta que un bloque entero del edificio personal se desmorona sin ruido para dar lugar a nuevas construcciones igualmente transitorias. ¿De dónde proviene esta pulsión? Sin duda, obedece en gran medida a una intensa curiosidad natural. Cualquier misterio se convierte para el verdadero escritor en un reto, en un desafío. Y quizás un segundo motivo lo impulse en la tarea. 

Como le sucede a todo el mundo, su vida ha discurrido por muy diversas experiencias y reflexiones que no tendrían cabida en serios textos analíticos. Y son esas elaboraciones muy personales lo que reviste para un escritor el mayor interés y quizá lo único con lo que puede identificarse realmente. Un buen autor no le encuentra gusto a un trabajo que no provenga de la vida misma y que no vuelva a ella. Sus especulaciones, aun las más abstractas, han de tener casi siempre un referente vivencial concreto, así no sea manifiesto. 

Este incipiente esbozo de novelista un poco novelero siempre ha necesitado escribir sus experiencias y reflexiones para tener alguna idea de quién es y para dónde va. Es de esperar que sus relatos le puedan servir al lector, bien sea meramente para satisfacer el ‘voyeurismo’ que nos inclina a escudriñar vidas ajenas, bien como fuente de experiencias y reflexiones que le resulten iluminadoras o al menos como estímulo para reflexionar sobre sí mismo y conocerse mejor. Algunos podrían sentirse quizás menos solos y hasta menos avergonzados de sus incongruencias y contradicciones al descubrir que no son los únicos en incurrir en ellas. Para otros, podría ser una invitación a la sinceridad y la verdad de sus vidas. 

La propia existencia de un escritor, así como la de cada colombiano, hace parte y refleja algunos de los muchos aspectos que conforman esta hermosa y atormentada porción convencional del planeta llamado Colombia. Representa un microscópico fragmento del inmenso espejo colectivo en el que se proyecta la imagen del país. Por eso, este relato intentará rehacer el curso de una vida siguiendo la clave de Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias”. O como diría Hegel mucho más claramente: “la identidad es la identidad de la identidad y la no identidad” (!?), porque el Yo solo llega a ser cada día lo que es, al ir devorando, asimilando e incorporando en sí mismo todo lo que, en primera instancia, le aparece como distinto de sí y no idéntico consigo: sus circunstancias. Llega a ser él mismo creando su propia fábula a partir de retazos ajenos y diferentes, de los que se apropia transformándolos. 

Lo más interesante del Yo es precisamente ese entorno en el que se moldea, mínima fracción de otro cuento mucho más amplio: la historia local y hasta, si se quiere, la historia nacional, tal como se condensa en un lugar y una época determinada del mundo. Y una nación solo existe como el conjunto articulado de lo que sus pobladores viven, sienten, perciben, piensan, sueñan y hacen de él. Entre todos la diseñan emocional, imaginativa e intelectualmente antes de recrearla o destruirla en la práctica.

Dicho esto, todo novelista se lanza a escribir una historia como si se zambullera en el mar con la esperanza de no naufragar en él.

Luis Alberto Restrepo M.

Enero, 2023

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Bajo el impacto de poderosos narcotraficantes, paramilitares, guerrillas y bandas criminales, la tradicional estructura de poder político y social en el país está sufriendo una revolución silenciosa. El poder viene siendo desde hace buen tiempo controlado cada día más por la mafia.

La nueva estructura de poder en gestación

El embate del narcotráfico al ejecutivo central se inició por la financiación de varias campañas presidenciales (no solo la de Ernesto Samper), tarea que, en los años noventa, sufrió un duro golpe gracias al proceso 8000. Sin embargo, poco a poco, narcotráfico, paramilitares y bandas criminales han ido recuperando su influencia a partir del poder ejecutivo local de muchos alcaldes y algunos gobernadores.

El Congreso fue la primera instancia del Estado en la que, desde fines del siglo pasado, logró instalarse el poder criminal. Hasta julio de 2008, se sindicaba a 68 congresistas ‒la gran mayoría pertenecientes a la coalición de gobierno de Álvaro Uribe‒ por sus vínculos con el paramilitarismo, incluidos tres expresidentes del Congreso. Inicialmente, las investigaciones implicaron a políticos de la Costa Atlántica, más tarde involucraron también a congresistas de Antioquia, Tolima y Norte de Santander, y terminaron extendiéndose por buena parte de los 32 departamentos del país. A fines de 2013, se encontraban ya condenados por la justicia seis senadores y nueve Representantes a la Cámara pertenecientes a Cambio Radical; del Partido Liberal y el Conservador, tres senadores y cinco representantes respectivamente. 

Como se recordará, a mediados del 2004, el Congreso invitó a intervenir en el “templo de la democracia” a tres jefes paramilitares: Salvatore Mancuso, Ernesto Báez y Ramón Isaza. Los tres fueron ovacionados por casi todos los cerca de 60 congresistas presentes y, luego, el presidente Uribe justificó su participación como una “pruebita de democracia”. Según declaración de Salvatore Mancuso en 2005, el 35 % del Congreso era favorable y cercano a los paramilitares. 

Finalmente, en 2014 y 2015, se hizo evidente la penetración de las redes criminales en las altas cortes y en la justicia. Así lo demuestra, entre otros, el caso del entonces presidente de la Corte Constitucional, Jorge I. Pretelt Chaljub, quien fue acusado por la comisión de acusaciones de la Cámara de Representantes. 

En relación con los ‘partidos’ políticos hay que decir que, exceptuando quizás a los partidos de izquierda, estos se convirtieron en tiendas de avales para todo tipo de los más diversos empresarios electorales, fuesen legales, ilegales o criminales. Esto es así porque, como lo expresó cínicamente el exsenador Juan Carlos Martínez Sinisterra, entonces en prisión por vínculos con paramilitares y narcotráfico, “la política es más rentable que el mismo tráfico de drogas”. 

Las elecciones regionales y locales se convirtieron en la demostración desvergonzada del nuevo país. Casi ningún partido había vacilado hasta ahora en repartir avales entre personas sospechosas o sindicadas de distintos delitos, ateniéndose al eslogan que mientras no hayan sido condenadas, “hay que respetar el principio de inocencia”. No había principios éticos, ideologías ni programas. Solo importaban los votos. El único interés era conquistar y retener el poder.

El clientelismo ha existido desde comienzos de la república, pero con el tiempo ha ido modificando su contenido. Hasta mediados de los años cincuenta, la transacción intercambiaba votos por puestos, de acuerdo con lealtades partidarias basadas en odios heredados. Durante el Frente Nacional el sistema fue transformando su contenido en otro más comercial: intercambio de votos por transferencias y contratos del Estado. Y, como se fue revelando luego, ese comercio fue adquiriendo carácter transnacional: ha ido incluyendo multinacionales, que sobornan funcionarios y financian campañas a cambio de contratos. 

Es el caso de la firma brasileña Odebrecht. Algunos países como Venezuela, Cuba e incluso México se han negado de tajo a investigar sus escándalos. Otros, donde el poder ha cambiado de manos de manera drástica recientemente, como Brasil, Ecuador, Argentina, Bolivia y Chile, están investigando personajes de los gobiernos anteriores, pero no a quienes están hoy en el poder. Y hay otros más, donde hay investigaciones abiertas con algunas condenas, como en Colombia, Panamá, Guatemala y República Dominicana. Solo en Perú el escándalo ha tocado y tumbado a personajes de lado y lado, pero no necesariamente porque la investigación sea más independiente, sino porque unos grupos poderosos han podido utilizarla en contra de otros.

Penetración en la sociedad

La penetración de los grupos al margen de la ley y las bandas criminales no se limita a los partidos y al Estado. Han penetrado también, profundamente, en la economía legal. Están presentes en el sector financiero, la Bolsa, grandes centros comerciales, el entretenimiento, la hotelería, el turismo y la construcción, entre otros. No es posible demostrar esta realidad porque se trata justamente de autores clandestinos. Sin embargo, tampoco es posible ignorar que, aun en medio de dificultades económicas, estas inversiones sigan prosperando, pues no se ven muchos más que puedan financiarlas.

Cada día se hace más difusa la frontera entre la economía legal, la ilegal y la abiertamente criminal. Las líneas de separación son grises, desteñidas. Es difícil saber hoy quién es quién y quién hace qué. El engendro resultante es, justamente, lo que llamamos el Estado y la sociedad mafiosos.

Como expresión visible de todo el proceso, las costumbres y los estándares culturales del país han venido cambiando. De ser una sociedad ciertamente muy desigual, pero sencilla y respetuosa, en Colombia se han extendido ahora el lujo, la ostentación, la vulgaridad y la violencia. En ciudades como Medellín o Cali predominan los automóviles de alta gama o las poderosas 4 x 4. Las fiestas derivan con frecuencia en bacanales. Se ha impuesto un modelo plástico de mujer y para alcanzarlo se recurre a todo tipo de cirugías e implantes, que hoy ponen de manifiesto sus males. Entre las mujeres se extendió el lenguaje vulgar. 

Una muestra de la vulgaridad y ramplonería generales, del menosprecio de la legalidad y de la violencia propias de un Estado mafioso se dio en los dos gobiernos de Álvaro Uribe. Su estilo quedó bien resumido en esa frase que le dirigió por el teléfono a un interlocutor: “Le doy en la cara, marica”. Durante varios años lo imitaban sus seguidores en los comentarios on line a las columnas de opinión. Las manifestaciones de una cultura traqueta de nuevos ricos en su más burda expresión se han tomado el país. Nada queda de la otrora “Atenas suramericana”.

Luis Alberto Restrepo Moreno

Diciembre, 2022

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Según lo programado, el pasado 30 de noviembre debían haberse encendido las turbinas 1 y 2 de la represa Hidroituango, aunque hubo que prolongar el plazo para garantizar que las poblaciones de Puerto Valdivia y Tarazá pudieran desalojar sus casas oportunamente, mientras se comprobaba si todo funcionaba de acuerdo a lo esperado. 

En Hidroituango, lo que no está claro es si la Comisión de Regulación de Energía y Gas (CREG) le ampliará el plazo a EPM para que pueda aplazar el encendido sin que le cobre la multa de US$190 millones. A las volandas, a la medianoche del pasado miércoles, EPM Hidroituango le habría demostrado a la CREG que estaba lista para generar energía, y con esto espera haberse ahorrado la multa. A la verdad, más parecía una tragicomedia…

Según el diario El Tiempo del pasado sábado 19 de noviembre, Javier Pava, director de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) declaró en el Congreso que “en mi concepto de especialista de este sistema, ese proyecto (Hidroituango) nunca va a ser estable porque hay alteraciones muy graves al macizo rocoso” (…). Y añadió: “no podría uno pensar que esta población viva todo el tiempo en esta incertidumbre”. Con estas afirmaciones, decido publicar un artículo que venía preparando desde hace largo tiempo.

Con todo respeto me atrevo a afirmar que, a quienes idearon, iniciaron y echaron a andar el proyecto de Hidroituango les faltó sindéresis: prudencia, buen juicio, sentido común, una justa evaluación de los enormes riesgos de una represa en ese profundo cañón del Cauca, ponderación de los peligros para la vida de millones de colombianos (10 millones, según se dice ahora), y para la economía de Antioquia y de Colombia entera. 

¿Quién puede asegurar que a largo de los supuestos 60 años de vida útil de la presa, los tremendos sacudones que ya nos está dando el cambio climático no generen de repente una incontenible creciente del río? ¿O que el macizo no comience a derrumbarse y genere un sismo que reviente la presa? ¿Cómo es posible que se pongan a funcionar las turbinas 1 y 2, en medio de serias objeciones de expertos y de polémicas y discusiones entre contratistas y políticos? ¿Acaso se quiere echar a cara y sello la suerte del país y de millones de habitantes? 

Concuerdo plenamente con el justo comentario de algún residente de un pueblo aguas abajo, que decía algo así: “tendremos que vivir por lo menos 60 años con un temor permanente de que el monstruo se nos venga encima; ese miedo continuo ya nos tiene enfermos de incertidumbre y temor, y esto sin contar con que perdimos la mayor parte de la pesca, el recurso que nos permitía vivir”.

Hasta donde he podido averiguar ‒y aquí transcribo literalmente lo que informa El Mundo.com “Hidroituango”, única fuente que pude encontrar sobre los orígenes de la presa‒ “uno de los antecedentes más importantes de Hidroituango es un trabajo en el que participó el ingeniero Lucio Chiquito, titulado: ‘Riqueza hidráulica de Antioquia 1898-2011’ ( https://www.elmundo.com/…/Hidroituango-mas-de…/371331 ). El ingeniero civil Lucio Chiquito Caicedo es “Uno de los personajes más influyentes de la ingeniería en el país durante el siglo XX (…), es socio fundador de Empresas Públicas de Medellín (EPM) y otras firmas, como Integral, Sedic, Camacol y la Escuela de Ingeniería de Antioquia”. “Chiquito nació en Cali, en 1916, y egresó con honores del programa de Ingeniería Civil de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional, sede Medellín” (…) y “pudo acceder a una beca en Inglaterra”.

Lucio Chiquito ‒quien con 106 años aún vive y conserva una perfecta memoria‒ (El Tiempo, 19 de noviembre de 2022) cuenta que “siendo miembro de la firma consultora Integral, de la cual también había sido uno de los fundadores, participó en una reunión de la Sociedad Antioqueña de Ingenieros y Arquitectos (SAI) en el año 1962, en la que se le planteó al entonces gerente de EPM, Luis Echavarría Villegas, un bosquejo preliminar de una central en el río Cauca, que tendría una potencia de 4000 megavatios y una altura de presa de 350 metros.

“No fue sino hasta junio de 1998 que (sic) fue creada la Sociedad Promotora de la Hidroeléctrica Pescadero Ituango, que (sic) se actualizarían los estudios de factibilidad del proyecto y se le diera el empujón inicial para hacerlo realidad”. (Ver: Más de medio siglo tras una idea revolucionaria, por Yenifer Yepes, 20 mayo de 2018, en  https://www.elmundo.com/…/Hidroituango-mas-de…/371331

A continuación, El Mundo.com incurre en lo que parece una contradicción: según el texto “Hidroituango estuvo inicialmente en la cabeza del ingeniero José Tejada Sáenz (¿ya no en la de Lucio Chiquito?), cuando a mediados de 1969 se ideó un plan para construir una serie de centrales hidroeléctricas escalonadas en el Cauca Medio, desde La Virginia hasta Caucasia. (No entiendo esa especie de competencia entre la Escuela de Ingeniería de Antioquia, hoy Universidad EIA, que promueve al caleño Chiquito, y Eafit, que exalta al paisa Tejada). “Para Tejada, este proyecto representaba la ‘fuente potencial de energía hidroeléctrica más importante para el país’, como lo consignan archivos del periódico El Mundo, escritos por el historiador José María Bravo Betancourth.

No puedo dejar de pensar que hubo en los iniciadores e impulsores del proyecto mucha vanidad, deseo desmedido de prestigio, reconocimiento y poder, y desde luego, mucha ambición de dinero ‒sí, en primer lugar, para la empresa, el departamento y la nación‒, pero, de paso, ¿también para sus bolsillos? 

El debate está que arde. Según la ONG Ríos Vivos y su vocera, la senadora del Pacto Histórico, Isabel Zuleta ( https://riosvivoscolombia.org/…/lo-que-debes-saber…/ ) ,“Los principales accionistas de Hidroituango son la Gobernación de Antioquia y Empresas Públicas de Medellín (EPM), que a su vez es ejecutora. EPM durante los últimos años se ha convertido en un grupo empresarial, Grupo EPM, (…) con presencia en distintos países de Latinoamérica y Europa, que al actuar bajo la lógica del lucro (…) ha incurrido en la violación de derechos como resultado de sus emprendimientos empresariales; en Colombia estas violaciones e irregularidades no son evidentes dada la connivencia de las instituciones del Estado y los vacíos de la legislación colombiana en materia de derechos y de la falta de garantías de no repetición para las víctimas del conflicto armado frente a los megaproyectos hidroeléctricos”. ( https://www.senado.gov.co/…/4215-continua-incertidumbre… ). 

A su vez, ante el Congreso (…) “el Gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria Correa, resaltó la importancia de hacer efectivo los seguros del Proyecto hidroeléctrico: Debemos trabajar todos en dos direcciones: 1) El cobro de los seguros de Hidroituango; para eso uno contrata unos seguros, para cobrarlos cuando se produzca un siniestro, y lo que pasó en la represa fue un siniestro. 2) Pongamos a funcionar Hidroituango; la mejor manera de disminuir riesgo es poner en funcionamiento la hidroeléctrica. El mayor riesgo que hay es tener el vertedero al 100 %, sin posibilidad de revisarlo o hacerle mantenimiento”.  

Así, pues, teniendo en cuenta lo afirmado por Pava, director de la UNGRD, me atrevo a afirmar enfáticamente lo que ya han dicho otras personas: más vale DESMONTAR LA REPRESA DE HIDROITUANGO. Hacerlo representará una pérdida gigantesca del dinero invertido: $18,3 billones de pesos, según datos del 14 de julio de 2021 (La República, 19 de noviembre del 2022: https://www.larepublica.co/…/la-inversion-total-del… ) . A esta suma habría que sumarle otra muchísimo mayor: el costo del desmonte, la extracción y adecuada disposición de las turbinas, la destrucción cuidadosa y progresiva de la misma presa, el vertedero, los canales, etc. En fin, el trabajo requerido no sería menor al que fue necesario para construir la presa.

Sin embargo, el costo sería muchísimo menor del que tendría una posible y aterradora hecatombe que devastaría al país. La mera posibilidad de un fracaso tan monumental me disuade de que se enciendan las turbinas 1 y 2. 

Sin duda alguna, una propuesta de desmonte exigiría un debate muy serio entre expertos. Pero incluso, si por un imposible hubiese conceptos favorables y compartidos entre los conocedores, yo conservaría todas mis reservas sobre la viabilidad de la empresa. In dubio, libertas, ante la duda, la libertad (de opciones), dice un adagio latino. En este caso, pienso lo contrario: In dubio, securitas, frente a la duda, es obligatorio optar por lo más seguro.

Desde luego que este artículo no tiene la menor influencia en las decisiones que se están tomando, pero al menos quiero dejar la impotente constancia de mi desacuerdo, y soy muy consciente de la distancia que media entre la libre opinión de un colombiano cualquiera y el alto costo político y moral de la decisión que debe adoptar un gobernante de cualquier nivel. Lo lamento por el presidente Petro, y no descarto que sus frecuentes problemas digestivos y respiratorios sean la expresión corporal de una latente ansiedad ante problemas tan serios como el de Hidroituango, que en días pasados lo retuvo en Medellín durante dos días.

Luis Alberto Restrepo M.

Diciembre, 2022

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Guerrillas y narcotráfico son autónomos respecto a los poderes establecidos: no les deben su poder ni al Estado ni a los partidos nacionales, ni a los terratenientes, comerciantes, urbanizadores piratas, policías o militares locales. Bajo múltiples rostros, estas dos fuerzas heterogéneas llegaron a convertirse en los grandes árbitros del poder nacional y en los puentes que unen –o separan– sus extremos. 

La ruptura del esquema tradicional del poder

Como he dicho, desde mediados de los años setenta, las guerrillas comenzaron a amenazar las estructuras de poder local. En reacción a su asedio, las fuerzas tradicionales de terratenientes, comerciantes y políticos, apoyados por altos sectores de la fuerza pública (como los generales Velandia y Faruk Janine Díaz), se aliaron contra ellas y crearon sus propias organizaciones armadas. En 1981, los Ochoa y otros capos del narcotráfico crearon el MAS (Muerte a Secuestradores), en reacción contra el M-19 por el secuestro de Martha Nieves Ochoa, hermana de los Ochoa. Este sería el germen del moderno paramilitarismo en Colombia. 

El modelo del MAS se aplicaría pronto en la región del Magdalena Medio, donde nació la Acdegam (Asociación campesina de ganaderos y agricultores del Magdalena Medio), una fuerza de autodefensa legal dirigida por el líder liberal Pablo Emilio Guarín y por Henry de Jesús Pérez, encargada de combatir la guerrilla en la zona con apoyo del Ejército. Estos grupos funcionaron, primero, como asociaciones armadas de carácter meramente defensivo (autodefensas) y luego se convirtieron en grupos paramilitares antisubversivos. A su vez, poderosos narcotraficantes ‒sobre todo Gonzalo Rodríguez Gacha, transformado además en terrateniente‒, aprovecharon la circunstancia para darle a esa alianza todo su apoyo financiero y el refuerzo criminal de sus propios grupos armados, buscando así impunidad para sí mismos y complicidad con su negocio. De esta coalición surgió una nueva y poderosa estructura de poder nacional con fuertes implantes en las regiones: el narco-paramilitarismo*

Por decisión de Rodríguez Gacha, en 1986 su ejército paramilitar comenzó a liquidar a los dirigentes y militantes de la Unión Patriótica (UP), grupo político oficialmente creado en 1985 por las FARC durante las negociaciones de paz adelantadas por Belisario Betancur. Por esas mismas fechas, terratenientes y narcotraficantes, casi siempre apoyados por el Ejército o la Policía, fueron extendiendo sus ejércitos privados o ‘paramilitares’ por el Magdalena Medio, el norte de Antioquia, Córdoba y los Santanderes, de donde barrieron al ELN, masacrando y desplazando de paso a numerosas poblaciones campesinas de la región y apoderándose de sus tierras. Más tarde se extendieron también por la Costa Caribe. En abril de 1997, las ‘Autodefensas Campesinas’ de Córdoba y Urabá, las del Magdalena Medio y las de los Llanos Orientales se unieron para conformar las ‘Autodefensas Unidas de Colombia’ (AUC). Como AUC, los grupos paramilitares federados pasaron de una estrategia meramente defensiva a otra de contraguerrilla y, un poco más tarde, de la lucha antisubversiva a otra predominantemente criminal. 

Con el pretexto de la lucha contra las guerrillas, los paramilitares se dedicaron a desplazar poblaciones campesinas y a adueñarse de sus tierras. El nudo mafioso con los paramilitares se extendió entonces a políticos, empresarios y comerciantes. Con el apoyo de las AUC y de amplios sectores de las fuerzas de seguridad del Estado, numerosos jefes políticos, sobre todo del norte del país (parlamentarios, exparlamentarios, gobernadores y alcaldes de la Costa Caribe, Córdoba, Antioquia y los Santanderes), comenzaron a plantearse el propósito estratégico de ‘refundar la nación’. El Pacto fue firmado en Ralito en el año 2001 en un encuentro entre el ‘Estado Mayor de las Autodefensas’ y siete representantes a la Cámara, cuatro senadores, dos gobernadores y cinco alcaldes.

A través de las agrupaciones ‘Convivir’ aprobadas por ley, los paramilitares contaron en sus inicios con la tolerancia o el respaldo de Álvaro Uribe como gobernador de Antioquia (1995-1997) y, luego, más decisivamente como presidente de la república, sobre todo en su primer periodo (2002-2006). Pero desde fines del siglo 20, la concentración de buena parte de los grupos paramilitares en el narcotráfico en desmedro de la lucha antisubversiva comenzó a inducir profundas fracturas en las AUC, que llevaron a pugnas internas y asesinatos de sus líderes por sus compañeros de armas. En estas condiciones, no estuvieron ya en capacidad de hacerle frente a las FARC en el sur del país. De hecho, sufrieron allí sucesivas derrotas. Prefirieron entonces iniciar negociaciones de paz con el presidente Uribe. En 2003, cuando comenzaron a desmovilizarse, contaban con cerca de 40.000 hombres en todo el territorio colombiano. El proceso culminó, después de numerosos incidentes, en el encarcelamiento y la extradición de la mayor parte de sus antiguos jefes a Estados Unidos por el mismo Uribe. Desde ese país ha sido difícil obtener su colaboración con la justicia colombiana para esclarecer lo acontecido en Colombia.

Ese arreglo no puso fin a las bandas paramilitares ligadas al narcotráfico. Antiguos mandos medios y tropas de las AUC siguieron operando por todo el país, se concentraron sobre todo en la actividad criminal, por lo que fueron denominadas desde entonces ‘bandas criminales’ (Bacrim), y fueron diversificando sus movimientos en negocios como el microtráfico de drogas, la trata de personas, la prostitución, el robo de autos y celulares, el contrabando de gasolina, el saqueo del erario, etc. Desde la primera década de los años 2000, extendieron su acción a los cultivos legales de palma de aceite y a la minería ilegal. En 2015 contaban al parecer con más de 3000 empresas de minería ilegal, que les producían rendimientos mayores que el mismo narcotráfico. En su accionar practican el fraude, la estafa, el robo, el soborno, la intimidación, las violaciones y la violencia en general. De paso, le dieron continuidad selectiva al paramilitarismo, amenazando y asesinando a los líderes sociales de sus víctimas en las regiones donde operan.

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*Ronderos, María Teresa. (2014). Guerras recicladas. Una historia periodística del paramilitarismo en Colombia. Bogotá: Aguilar.

Luis Alberto Restrepo M.

Diciembre, 2022

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El lugar central que ha venido ocupando la mafia en el país se comprende mejor si damos una mirada histórica a la estructura del poder en Colombia. Estado y partidos, por un lado, y ‘clases populares’, por otro, son extremos sociales y políticos con muy escasos vínculos recíprocos.

La estructura del poder en Colombia

Entre el poder del Estado central y los partidos políticos, de una parte, y los electores del campo, por otra, existió desde comienzos de la república hasta hoy una brecha casi insalvable. Algo similar puede decirse de la relación del poder con los barrios populares de las grandes ciudades, donde hoy los electores son mucho más numerosos que en el agro. Por una parte, Estado y partidos y, por otra, las ‘clases populares’ ‒ese nombre genérico que recubre sectores sociales muy diferentes‒ son extremos sociales y políticos con muy escasos vínculos recíprocos.

El Estado central y los partidos desconocen casi por completo las poblaciones de la periferia y sus condiciones reales de vida. Tienen de ellas noticias librescas o en el mejor de los casos percepciones de turista o de candidato en campaña. Sus miembros carecen de todo vínculo económico, social o cultural con las bases sociales del país. Viven en un mundo aparte y conocen mejor a Estados Unidos o Europa que a la periferia nacional.

A su vez, las gentes de la periferia apenas si conocen y reconocen a los partidos y sus dirigentes, al Estado y sus normas. Conforman la masa de los No sabe/No responde. Ven a los jefes políticos con ocasión de las campañas electorales. En cuanto a las normas estatales, los pobladores de cada localidad establecen en la práctica las suyas propias. La ley es un cuento. Para ellos, solo existe para su manipulación por abogados y tribunales. No es fácil entender cómo, desde la Independencia (o desde mediados del siglo 20 en lo que toca a los barrios), unos y otros puedan conformar una sola nación. 

Para salvar esa distancia y unir ambos extremos se ha desarrollado desde la Independencia una estructura intermedia: la de los jefes políticos locales. Estos jefes mantienen una doble negociación permanente: por una parte, hacia el centro, con los dirigentes políticos nacionales y sus partidos, y con el gobierno de turno; por otra, en su entorno inmediato, con la población local. A los partidos y los jefes políticos del centro del país les interesan los votos que los políticos locales controlan; de esos votos extraen su precaria legitimidad jurídica y política. A cambio, los jefes políticos regionales y locales reciben puestos y administran transferencias y contratos del Estado. Es decir, poder y riqueza. En esa transacción estructural cada uno aporta lo que el otro desea o necesita. El sistema político que resulta de esa transacción es lo que se denomina clientelismo. 

Hay que añadir que, en cada municipio, el poder de los jefes políticos descansa sobre otros poderes de la localidad, sobre todo económicos. Desde el siglo 19 hasta los años setenta del siglo 20, su poder estuvo ligado casi exclusivamente a los mayores terratenientes, ganaderos y comerciantes del lugar. Recibían de estos apoyo económico y político a cambio de la protección y defensa de sus intereses ante el poder central. Esa alianza contaba además con el respaldo del equipo de gobierno y las elites locales ‒de los alcaldes, los jueces y abogados del pueblo, de los comerciantes, la policía y en muchos casos del mismo ejército‒ en desmedro de los campesinos y los pobladores pobres. 

Se debe tener en cuenta que, hasta fines de los años sesenta del siglo 20, el 70 % de la población colombiana residía en el campo. Desde entonces, la proporción se ha ido modificando rápidamente. Según el último censo realizado por el DANE, en 2018, Colombia tenía 48’258.494 habitantes, de los cuales poco más de 11 millones vivían en las zonas rurales. 

La mayor parte de la nueva población urbana se agolpa ahora en los barrios de invasión o subnormales, donde se generó muy pronto una nueva capa intermediaria de poder: los urbanizadores piratas, apoyados por juntas de acción comunal, y líderes sociales y políticos locales, que obtienen votos a cambio de la legalización de los predios y la instalación de los servicios públicos, mientras ellos mismos reciben contratos y prebendas del poder central. Sin embargo, de estos dos grupos, los intereses de los grandes propietarios de la tierra rural y de los ganaderos siguen siendo predominantes en el Estado central. 

Tales amarres políticos del disparatado andamiaje institucional del país estuvieron tranquilamente vigentes y, bien que mal, aseguraron la marcha del Estado colombiano desde el siglo 19 hasta comienzos de los años ochenta del siglo 20. Estos han lubricado la democracia nacional, tan elogiada e invocada en el país, pero a partir de los años setenta, estos empalmes se vieron desafiados e interferidos por dos nuevos poderes de alcance nacional: las guerrillas y, sobre todo, el narcotráfico. 

Luis Alberto Restrepo M.

Diciembre, 2022

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Hacia 2015, Colombia se había convertido ya en una sociedad y un Estado mafiosos. Aun hoy, mafias de distinto cuño se han infiltrado en todas las formas del poder político y social y tratan por todos los medios de controlarlas y adueñarse de ellas. El proceso es inestable pero cada día se hace más incontrolable. Veremos cómo evoluciona ahora con el gobierno de Gustavo Petro.

Calificar a una sociedad y a un Estado de mafiosos no significa que todos sus ciudadanos o funcionarios estén directamente vinculados a mafias. Ni siquiera significa que lo esté una mayoría. Probablemente, las mafias como tales solo constituyan en Colombia, ahora y en el futuro, una minoría; poderosa sí, pero minoría. Sin embargo, no se puede desconocer que algunas organizaciones mafiosas han adquirido en el país un enorme poder y una creciente capacidad de articulación y conducción de los demás poderes sociales, económicos y políticos, a los que les imprime hoy buena parte de su sentido, dirección y ritmo. 

El poder mafioso, al ser ilegal, es inestable. Existen y existirán siempre en Colombia fuerzas sanas y también poderosas que resisten a su lógica. Aunque no lo veamos, ante nuestros ojos se desarrolla diariamente un continuo forcejeo político y social, con avances y retrocesos de ambas partes. En bastantes casos, una u otra organización mafiosa se ve todavía obligada a replegarse, aunque en algunas circunstancias solo lo haga en apariencia. Pero aun sus relativas derrotas suelen ser aprovechadas para mimetizarse y mimetizar mejor al país bajo trazas de legalidad, mientras continúan con su insidiosa labor de zapa. Sin prisa, pero sin pausa, avanzan en su proyecto de fondo: “refundar la patria”.

Mafia

Surge entonces una primera pregunta. ¿Qué entiendo aquí por mafia? En Sicilia ‒donde nació el término‒ la mafia era una confederación de clanes familiares dedicada inicialmente a la protección de una población mal amparada por el Estado y a la aplicación de la ley por su propia cuenta; más adelante, derivó también hacia el narcotráfico y el crimen organizado. 

Hoy, el término mafia se ha globalizado y se emplea para denominar a grandes grupos dedicados al crimen organizado u otras actividades ilegales mal conocidas, pero su acción no se limita a las actividades ilegales. Característica decisiva de la mafia es que combina sus movimientos turbios con los legales y así va penetrando y apoderándose de distintos ámbitos de una sociedad y de su Estado. 

En Sicilia los miembros de esos grupos se calificaban a sí mismos de ‘mafiosos’, es decir, de ‘hombres de honor’, y entre sus ‘códigos de honor’ el más conocido era la omertà o ley del silencio, basada en la lealtad de las familias. En Colombia las mafias no están integradas por clanes familiares, sino por bandas de delincuentes individuales dedicados ante todo (aunque no solo) al delito y el crimen. La cohesión interna y recíproca de estas bandas no proviene entonces de lealtad alguna o de un código de honor que exija el silencio; se deriva de la ambición de cada individuo, de su deseo de permanecer en la banda para beneficiarse de ella, de aprender y ascender en su escalafón, así como del temor, respeto y disciplina que sea capaz de infundir el jefe a todos sus integrantes. Es, por lo tanto, una cohesión forzada, violenta y quebradiza, muy distinta a la de la mafia siciliana. 

Denomino aquí mafia, en singular, a las diversas mafias que operan en Colombia, por cuanto todas ellas confluyen en la ilegalidad formando así una especie de para-Estado y de para-sociedad. 

Luis Alberto Restrepo M.

Noviembre, 2022

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