New York, New York

Por: Pilar Balcázar
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Llegó el día. Iba para Nueva York con Anamaría, mi ahijada de 16 años. Lo planeamos desde muchos meses, años atrás y, como todo, se dio en el momento que tenía que ser. Hicimos un estudio de lo que queríamos ver y hacer, y diseñamos nuestros días dejándolos fluir con nuestra energía física y “álmica”.  

Nos encontramos con un cielo pintado de azul, un clima ideal, un aire fresco y una actitud neoyorquina que se nos contagió hasta la médula, dándonos ese sabor de enamoramiento y alegría permanente. 

La vivencia de caminar con una persona local hace una gran diferencia. Observamos desde diferentes puntos la grandiosa Manhattan, sus rascacielos y el sol que se escabullía entre líneas, dejándonos como rayos de fuego sagrado, donde mi corazón palpitó acelerado y agradecido. Llené mi alma de naturaleza y de amor infinito. Las conversaciones profundas reinaron acostados mirando hacia cielo, apoyados en las barrigas unos con otros. 

Fuimos a los parques en Brooklyn, como el Socrates Sculpture Park, para encontrarnos con un “sólo sé que nada sé”, porque no había más que una hermosa vista a la isla Roosevelt Island, situada en el lado del East River ‒la rama oriental del rio Hudson‒, y a parques como Rayner Park y Gantry Plaza State Park, que abrieron los brazos para recibirnos y darnos su verdor, su frescura, su olor, su gente y su música que ondeaba al son de la tarde, disfrutando su estilo. Aquí está un letrero de Pepsi-Cola para que los turistas nos tomemos la foto. Nuestro primer día había cumplido su objetivo. El mejor abrebocas para pensar que “quieres vivir en NY cuando tengas 20 años”. 

Las caminatas de más de 15.000 pasos diarios nos permitieron un baño de conocimiento de lo esencial de Nueva York. Tomamos el tren “J” en la estación de Halsey, camino a Little Island, un parque relativamente nuevo, donde se unen la naturaleza y el arte con caminos curvos y ondulantes, y escaleras que te llevan a la cima para apreciar la hermosa ciudad sobre el río Hudson. Muchas plantas y verdor y una programación muy variada: teatro y música para todo tipo de gente. Realmente mucha creatividad humana. Seguimos caminando por el high line desde la calle 13 hasta la 36, para observar allí otra locura arquitectónica: The Vessel, una escultura en forma de escalera que de lejos ‒para mí era otro edificio más‒, que se sumaba a todo lo que mi ojo pudo admirar viendo cada rascacielos mientras disfrutábamos el high line.

Dentro de nuestra agenda estaba planeado ir a almorzar a Chinatown. Allí disfrutamos sabores diferentes y muy placenteros al paladar; caminamos y sentimos el pueblo y la cultura asiática. Terminamos la tarde en Soho, agradecidas y cansadas. 

Dispuestas a empezar de nuevo, caminando por las calles hacia Williamsburg, tomamos el tren hacia el Museo Metropolitano, donde pude ver el interés de Anamaría por entrar en una sala u otra, pues lo había estudiado en clase de Historia o de Arte y era importante corroborar lo aprendido. ¡Qué alegría! Mi alma continuaba llenándose.

Tomamos un bus por toda la quinta avenida. La idea era recorrer los puntos importantes después de ojear el Central Park, el Rockefeller CenterTime Square, entrar a la Biblioteca Pública, conocer las tiendas famosas de ropa de segunda, merodear por lo hippie chick y terminar el día en un festival de la India en Washington Park, mirando otra vez al cielo acompañadas de música que me llevó al pasado. 

Nos esperaba otro parque: Brooklyn Bridge Park y mucho por caminar. Este ofrece vistas exuberantes y una caída del sol con la Estatua de la Libertad de sombra. Pudimos observar el majestuoso puente de Brooklyn y el Manhattan Bridge. Tomamos las fotos en el punto perfecto y ¡a disfrutar el domingo a nuestras anchas! Después de almorzar caminamos hacia el Parque Domino para explorarlo y disfrutarlo. Cerramos la noche en un restaurante japonés donde enmarcamos la conversación. Este New York me supo a puro amor. 

¿Y saben por qué se llama New York? Pues un día esta tierra fue del rey Carlos II de Inglaterra, quien se la regaló a su hermano, el duque de York. ¡Y este la bautizó Nueva York!

Pilar Balcázar

Julio, 2022

10 Comentarios
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10 Comentarios

Adriana Bayona 26 julio, 2022 - 7:24 am

Disfruté mucho leyendo este relato que transporta no solo con los ojos sino además con emociones! Que ganas de recorrer estos
Lugares! Muy bonito escrito!!

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Arturo Arango 26 julio, 2022 - 10:23 am

Pilar:
El verdadero nombre de la llamada “envidia de la buena” es “admiración por la felicidad del otro”.

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Hernando+Bernal+A. 26 julio, 2022 - 10:53 am

Pilar: qué crónica tan maravillosa. Muchas Gracias.

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Reynaldo Pareja 26 julio, 2022 - 11:10 am

Pilar, con razón afirman los que te leen que parecen estar llevados de la mano mientras admira un paisaje que no conoce fisicamente pero que en la mente puede ir haciendo el bosquejo de lo que estas mirando y sentir que si no se puede verlo personalemente ya se tiene una imagen viva que suple la ausencia fisica. No pares de deleirtarnos con tus descripciones que son manjar para la imaginacion….

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Jose E Baute 26 julio, 2022 - 9:57 pm

Aplicas el realismo magico en todas tus cronicas relatos Macondianos en diferentes lugares del mundo muy bueno como siempre

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Patricia Maya 27 julio, 2022 - 1:52 am

Pily, tus escritos me llevan de la mano…solo gratitud…gracias a la vida que me regalo el privilegio de conocerte!

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Aren figueroa 27 julio, 2022 - 8:23 am

Cada foto que ya había visto en Instagram, tomó vida, fue como estar ahí, Gracias pily por compartir ?

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VICTORIA 27 julio, 2022 - 1:45 pm

Vivir de nuevo New York con tus palabras es descubrir lo que al caminarla no vimos, tú ves con los ojos del alma, gracias Pilita

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Milly Lazo 29 julio, 2022 - 6:20 am

Pilita! Que bello recorrer New York de esta manera; con la imaginación a todo lo que da gracias a la emoción y amor de tu descripción. Hermoso!!

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Luz Gonzalez 14 agosto, 2022 - 9:02 pm

Pilly es fascinante leer todos tus escritos, estoy conociendo y aprendiendo de todas tus experiencias y vivencias de viaje. Gracias Pily por compartir.

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