Expulsado de la comunidad judía por defender su pensamiento libertario, Baruch Spinoza, humillado y réprobo, fracturó el pensamiento religioso anquilosado del siglo XVII para marcar el inicio del racionalismo junto con Descartes y Leibniz y señalar e iluminar el sendero estimulante de la razón y la libertad de pensamiento, para toda la humanidad, en los siglos venideros.
No puedes convencer a un creyente de nada, porque sus creencias no están basadas en evidencias, están basadas en una enraizada necesidad de creer. Carl Sagan, 1934-1996 (1)
Jamás se imaginaron Leucipo de Mileto y Demócrito de Abdera, en los lejanos años 450 a.C., que su teoría sobre la mínima partícula de un cuerpo físico, que denominaron átomo, sería modificada muchos siglos después, en 1897, cuando “J. J.” Thompson (2) descubrió que ese elemento ‒que se suponía que era el mínimo corpúsculo existente‒ estaba formado por una partícula aún más pequeña (subatómica), bautizada con el nombre de electrón. Este conocimiento lo expandió uno de sus alumnos, Ernest Rutherford (3), quien en 1918 descubrió el protón o carga positiva del átomo y luego lo amplió James Chadwick (4), alumno de Rutherford, quien hacia 1932 descubrió el neutrón.
La ciencia atómica se desarrolló con posteriores hallazgos y fue revolucionada años más tarde al descubrirse la existencia de partículas todavía más pequeñas, los quarks (5), que son “fermiones elementales masivos que interactúan fuertemente formando la materia nuclear y ciertos tipos de partículas llamadas hadrones. Junto con los leptones, son los constituyentes fundamentales de la materia bariónica”. Esta materia es la que conforma toda la naturaleza que podemos ver, incluidos nosotros, los seres humanos. Taylor, Kendall y Friedmann descubrieron los quarks en los años 60. Así se confirmó que estos originan, es decir, forman o crean las partículas subatómicas que componen el átomo.
Las sorpresas o hallazgos continuaron. Los quarks están constituidos por microscópicos filamentos en forma de lazos o cuerdas, que son “estados vibracionales” que dan origen a los quarks, según la propuesta de J. Scherk y J. H. Schwarz en 1974 (6), que a su vez originan las partículas subatómicas, los átomos y, en últimas, crean todos los cuerpos materiales del universo. En síntesis, estos estados vibracionales son los que inician la vida. Ese es el poder de la energía de la materia inmersa en los átomos.
De acuerdo con estas realidades la especie humana, también compuesta de átomos, comparte con todos los seres de la naturaleza las propiedades intrínsecas de su origen físico, es decir, somos uno con la naturaleza, somos parte de ese todo y estamos insertados en todo el sistema de energía de la materia sideral.
Ahora bien, es célebre la expresión de Baruch Spinoza (1632-1667) cuando afirmaba que su dios era “Deus sive natura” (Dios, es decir, la naturaleza) porque consideraba que esos dos elementos, uno conceptual y otro real, eran una misma entidad. Esto, según lo propuesto, y al formar nosotros parte de la naturaleza, nos acerca a la “divinidad”, concepto revolucionario, que provocó un cherem (juicio) en su contra, por lo que fue expulsado del judaísmo.
Es necesario aclarar que el Dios de Spinoza no tiene nada que ver con el Dios de la religión judeocristiana. Su Dios, su “divinidad”, es la Naturaleza. Einstein adhería a esta propuesta cuando le preguntaban si era ateo: “Yo creo en el Dios de Spinoza”, respondía.
Realizando una corta digresión para poner a prueba la propuesta de Spinoza acerca del concepto ”Dios”, si se comparan las características y cualidades que se asignan a ese Ser conceptual de las religiones monoteístas, Dios o divinidad ‒ser supremo, omnipotente, omnipresente, ser creador, principio y fin de todas las cosas, omnisciente, inmanente y eterno, hacedor del universo, sustentador de la vida, etc., por señalar solo algunas características‒ con las propiedades de la energía intrínseca de la materia, es decir de la naturaleza y según la teoría de cuerdas, puede comprobarse que las esencias atribuidas a ese concepto de Dios encajan perfectamente en las cualidades atribuidas a la materia, más exactamente, a la energía de la materia, porque la naturaleza es principio y fin de todas las cosas, es inmanente y eterna, omnipotente, omnipresente y omnisciente, lo abarca todo y ha estado ahí desde siempre.
Al respecto, Joan Solé (2015) confirma esta propuesta, pues según Spinoza,
“Dios, o la realidad última (también llamado sustancia o Naturaleza), es infinito y contiene todo lo existente, a través de lo cual se expresa”.
Esta afirmación podemos corroborarla en la historia si iniciamos una aventura disruptiva desde los relatos bíblicos, para acercarnos a los postulados de Demócrito, pasar al pensamiento de Spinoza y arribar al de varios científicos para asombrarnos con los últimos descubrimientos cuánticos y la teoría de cuerdas. Estas, en últimas, son las que impulsan la vida, las que producen la materia animada y la inerte, las que originan planetas y constelaciones y las que están presentes en las estructuras celulares de los seres vivos en un movimiento permanente y eterno, hasta llegar a los diagramas neuronales y crear la conciencia por medio de la biofísica.
La Naturaleza, es decir, la energía de la materia, ha estado ahí desde siempre, puesto que el Dios de Spinoza no está más allá del mundo material, sino que subyace en él, realizando una creación continua y eterna de vida por medio de esa energía que vivifica la materia.
Con el objeto de analizar principios científicos que lleven a desafiar las tesis de Spinoza, para comprobar si están de acuerdo con descubrimientos recientes de la ciencia cuántica, se prescinde de ideologías religiosas que en el fondo han sido, históricamente, supuestos subjetivos de profetas, filósofos o teólogos empeñados en demostrar por medio de visiones, premoniciones o silogismos, para crear mitos, lo que no ha sido posible demostrar en forma científica y categórica: la existencia de ese personaje antropomórfico, ese dios padre protector que creó la naturaleza y que tendría el poder de perdonar nuestros pecados.
Solé (2015) subraya la esencia del pensamiento de Spinoza:
“El Dios de Spinoza es la estructura subyacente de la realidad, el orden compuesto por inflexibles leyes universales que determinan la forma de todo. (…) Dios está en el mundo, o mejor dicho, el mundo está en Él(…). No hay separación alguna entre el mundo material y la divinidad inmaterial (…) puesto que se identifica con las leyes universales de la Naturaleza”.
Otro científico, David Bohm, descubridor del efecto Bohm-Aharonov, compañero de Einstein en Princeton y experto en teoría cuántica, citado por Béjar (2007), coincide, asombrosamente, con la tesis propuesta por Spinoza y ambos con la teoría de cuerdas, al afirmar que existe una unidad múltiplemente conexa de la realidad, en el fondo, la energía intrínseca de la materia:
“El mundo físico posee una estructura dinámica que produce la enorme diversidad de seres y fenómenos que constatamos con los sentidos. Es un sistema plural en continuo cambio que, sin embargo, goza de un substrato interno que lo sustenta, rige y unifica”.
Bohm denomina “el orden explicado” a esa “enorme diversidad de seres y fenómenos que constatamos con los sentidos” y añade:
“Por tanto, el orden explicado está constituido por el conjunto de sucesos susceptibles de comprobación experimental por alguna disciplina científica”.
Para sustentar este orden explicado, Bohm propone el “orden implicado” como fundamento ontológico de ese orden fenomenológico explicado:
“Más allá de las leyes físicas mecanicistas propias del orden sensible existe una totalidad primaria, indivisible y atemporal que unifica, ordena y causa el orden explicado”.
Es ese mismo “substrato interno que lo sustenta, rige y unifica”. Aquí nos preguntamos: ¿estará mencionando, tácitamente, la energía intrínseca de la materia?
El científico colombiano Antonio José Gómez, antropólogo y catedrático de la universidad Alvar Aalto y de la Escuela Superior Sueca de Economía y Ciencias Empresariales de Helsinki hace esta aclaración, que corrobora la tesis de Bohm:
Pues bien, ese substrato interno que lo sustenta, rige y unifica, en palabras de David Carse (2009) en su fantástico libro Perfecta Brillante Quietud, lo llama El Ser, La Conciencia Cósmica, el Uno, el Absoluto, al que no escapa Nada, pues aparte del Ser y sus manifestaciones, no existe nada.
Pero, además, no puede ser mera coincidencia que el planteamiento de Bohm sea, con otras palabras, la tesis de Spinoza como lo explica Solé (2015):
Por un lado, Dios es la realidad creadora, el conjunto de las leyes fundamentales de la naturaleza, de los principios más generales de orden, que configura y genera la realidad y la hace inteligible, aspecto que en el latín spinoziano se denomina “natura naturans” (naturaleza activa o generadora); por otro, es todo lo particular o individual, aspecto denominado “natura naturata” (naturaleza pasiva o generada).
En el fondo y coincidentes, ese orden implicado de Bohm y esa natura naturans de Spinoza no son otra cosa que el poder primario de la energía de la materia que compartimos los seres humanos con el resto de la existencia total del universo y que explica el origen y causa de lo que en las religiones monoteístas se ha llamado “la creación”, mito bíblico que equivale al orden explicado y a la natura naturata.
Pero en estos planteamientos sobre la Naturaleza de Spinoza y los órdenes explicado-implicados de Bohm, ¿dónde se ubican los fenómenos psíquicos del pensamiento y de la conciencia? ¿Todo se reduce a la simple materia? Bohm aclara este enigma con un planteamiento sugerente:
En síntesis, toda la realidad explicado-implicada es la existencia promovida por un fondo de energía en incesante actividad, un holomovimiento causal que todo lo genera y lo sustenta. Este movimiento holístico incluye también una dimensión psíquica de la materia. Es un todo dialéctico de energía y mente que causa el orden explicado físico y psíquico”.
Béjar narra el encuentro que tuvo Bohm con Jiddu Krishnamurti en 1961, del cual resultó la ampliación de la teoría de Bohm con un complemento metafísico para evidenciar la explicación científica de la conciencia. Al contrastarla con el pensamiento propuso sus diferencias:
El pensamiento es la facultad mental adquirida y consolidada que rutinariamente nos permite actuar adecuadamente en un medio. Lo constituyen, tanto el conjunto de destrezas físicas como psíquicas. Es el modus operandi ordinario. La conciencia es el modo complementario del funcionamiento psíquico. Es capaz de percibir sin la habituación cultural propia del pensamiento. La conciencia, en definitiva, es la capacidad de la mente para percibir directamente. Es la dimensión psíquica que nos abre a lo nuevo y, por tanto, es fuente de creatividad. La originalidad propia del modo consciente del psiquismo permite romper con la superficialidad del pensamiento y sumergirse en las profundidades ontológicas de la realidad.
Bohm introduce los conceptos de mente individual y mente cósmica como un corolario natural de toda su teoría que encuentra correlación, igualmente, con la teoría de Spinoza cuando menciona la Naturaleza y la “divinidad”:
El origen causal de la conciencia lo sitúa Bohm unido a la causa primordial del ser: una mente-energía cósmica que todo lo fundamenta. De la mente cósmica emerge todo el orden explicado psicobiofísico. Es el origen del ser, material y psíquico, que posibilita el pensamiento consciente. El hombre es una mente individual. Es un ser material individualizado con capacidad para percibir conscientemente la realidad última. Sin embargo, el hombre como mente individual, ligada al cosmos, está llamado a un comportamiento consciente superior. La mente cósmica es una presencia agente constante. La mente individual es susceptible siempre de ser activada conscientemente y salir del modo pensamiento. La conexión entre la mente cósmica y la mente individual produce, según Bohm, la experiencia de la percepción directa consciente.
Es interesante constatar, en este punto, la existencia de pensadores que coinciden tanto con Spinoza como con Bohm. Un lugar destacado lo ocupa el investigador jesuita Jorge Julio Mejía (1999), discípulo de Dürckheim (1992), quien en su tratado Recuperar la conciencia de sujeto menciona varios conceptos interesantes sobre la apertura de la conciencia del ser humano, entre ellos, el “Yo existencial” y el “Yo esencial”, cuyas definiciones corroboran en parte las propuestas de Bohm sobre el orden explicado y el orden implicado referidos al pensamiento y a la conciencia, a la mente individual y a la mente cósmica. Mejía asegura que:
Para vivir en el mundo necesitamos una forma apropiada a ese mundo y a nosotros mismos. Tenemos necesidad de relacionarnos y adaptarnos al ambiente en que vivimos. Esa parte de nuestro propio yo que realiza tal adaptación es el “yo existencial”.
Esta propuesta coincide con el concepto de “pensamiento” de Bohm para adecuar el comportamiento y vida del ser humano al mundo que lo rodea, al orden explicado, es la mente individual. Pero como esto no pareciera suficiente y con el fin de ascender a otra dimensión, Mejía complementa:
El “Yo esencial” es el nivel de la conciencia en el que se encuentra el núcleo del sujeto. Ese núcleo lo vamos a llamar “sí mismo”, es como el germen de la semilla del árbol. (…) Pues bien, el proyecto único de sujeto que es cada ser humano se encuentra en el “sí mismo”, especie de germen en el que está todo su potencial del tipo de humano que está llamado a ser. Allí están las características únicas, originales de ese sujeto. De ahí brota su autenticidad. Es la raíz del “Yo esencial”. Allí somos seres incondicionados que existimos más allá del tiempo y del espacio.
Este “yo esencial” o núcleo del sujeto hace referencia a la conciencia de la que habla Bohm y es la que le permite al ser humano trascender su vida diaria desde los aconteceres, avatares y el caos vital hacia una unión ascendente con la mente cósmica.
Mejía coincide con Bohm en su propuesta de las dos facetas del psiquismo del ser humano: una, que le permite adecuarse al mundo físico que lo rodea, a ese orden explicado material y visible y del cual forma parte, para vivir adecuadamente en él; y otra, para trascender hacia una mente cósmica, para conectarse con el orden implicado trascendente y proyectar creativamente la apertura de su conciencia.
Finalmente, Béjar realiza una concordancia sutil, a lo mejor no intencional, de la propuesta de Bohm con la filosofía de Spinoza como hemos planteado al inicio de estas reflexiones:
En el futuro, como ya pasa en la actualidad, la teoría física de la mente abrirá nuevas posibilidades de diálogo entre ciencia y religión. Las propuestas especulativas de Bohm representan un hito en la historia, ya clásico, de este diálogo de la física con la metafísica hacia una dimensión física fundante donde muchos atisbarán, aunque no necesariamente, la presencia de la Divinidad.
Este concepto de “divinidad” adquiere significados particulares a la luz de los últimos descubrimientos científicos y de las teorías expresadas por los autores citados, que nos inducen a aceptar la simbiosis conceptual existente entre “divinidad” y energía intrínseca de la materia, que propició la “creación” de todo lo existente, aclarando que esa energía ha estado ahí desde siempre.
Stephen Hawking (7) hablaba con frecuencia del concepto Dios para afirmar sus teorías sobre las leyes físicas. En una de las frases más célebres y que concuerda con las tesis aquí expuestas, expresaba:
No digo que Dios no exista. Dios es el nombre que la gente le da a la razón por la que estamos aquí. Pero creo que esta razón son las leyes de la física y no alguien con quien podamos tener una relación personal.
Finalmente, y con el fin de refrendar los descubrimientos científicos, desde los átomos hasta los estados vibracionales de la teoría de cuerdas, las propuestas de Spinoza, Mejía, Bohm y otros científicos en relación con la naturaleza, el pensamiento y la conciencia, puede citarse la frase que Hawking dejó como legado poco antes de morir. Es una afirmación explícita que confirma nuestros orígenes moleculares y nuestra unión con la Naturaleza y el ascenso a la mente cósmica:
“El hecho de que los humanos ‒que no somos más que simples conjuntos de partículas fundamentales de la naturaleza‒ nos hayamos acercado tanto a la comprensión de las leyes que nos rigen a nosotros y a nuestro universo, es un triunfo”.
Es el triunfo de la evolución del ser humano que ascendió desde partículas elementales, hasta desentrañar los secretos de la naturaleza y de la vida, en unión con la conciencia cósmica. ¿Sería este el Punto Omega al que se refería Teilhard de Chardin?
Esto sería, a lo mejor, lo que pudo inspirar a Carl Sagan (8) para exclamar, en algún momento de su vida, inspirado por su “yo esencial” o conciencia cósmica, mientras observaba la majestuosidad e inmensidad del universo:
“La ciencia no es solamente compatible con la espiritualidad, sino que es una profunda fuente de espiritualidad”.
Bibliografía
Béjar, M. (2007). La biofísica de la conciencia, explicada desde la teoría cuántica de David Bohm. Artículo para la cátedra CTR. Madrid: Universidad Pontificia de Comillas.
Bronowski, J. (1973). El ascenso del hombre. Bogotá: Fondo Educativo Interamericano.
Carse, D. (2009). Perfecta brillante quietud. Más allá del yo individual. Madrid: Gaia. Colección Espiritualidad Advaita.
Dürckheim, K. G. (1992). Le centre de l´être. Paris: Albin Michel.
Mejía, J. J. (1999) Recuperar la conciencia de sujeto. La interioridad, dimensión olvidada. Bogotá: Cinep, 2ª edición.
Solé, J. (2015). Spinoza, la filosofía al modo geométrico. Barcelona: Bonalletra Alcompas.
Wikipedia:
- https://www.vix.com/es/btg/curiosidades/6403/25-grandes-frases-de-carl-sagan-para-reflexionar
- https://es.wikipedia.org/wiki/Electrón
- https://es.wikipedia.org/wiki/Protón
- https://es.wikipedia.org/wiki/Neutrón
- https://es.wikipedia.org/wiki/quarks
- https://es.wikipedia.org/wiki/Teoriadecuerdas
- https://www.muyinteresante.es/cultura/arte-cultura/articulo/8-frases-de-stephen-hawking
- https://psicologiaymente.com/reflexiones/frases-carl-sagan
John Arbeláez Ochoa
Febrero, 2021
9 Comentarios
John, excelente resumen del pensar cientifico sobre la realidad de la materia en su mas intima constitución. Dicha sintesis demuestra tu familiaridad con el lenguaje y conceptos de todos los pensadores-cientificos que has citado; que dista mucho de lo que conocemos quien no estamos inmersos en ese mundo de las ideas matrices que buscan esclarecer nuestro intimo ser y devenir. Quiero rescatar la ultima frase que citas de Carl Sagan: “La ciencia no es solamente compatible con la espiritualidad, sino que es una profunda fuente de espiritualidad”. Esta es una excelente forma de traducir el principio de la Fe Baha’i que afirma que no hay contradicion entre ciencia y religion. Religion sin ciencia se convierte en fanatismo irracional. Ciencia sin religion (espiritualidad) se convierte en un craso materialismo que se agota en si mismo.
John. Qué maravilla de artículo y de reflexión. Si bien partes de Spinoza y Bohm, y lo complementas con Hawking, lo que más me impresiona y alegra es el acercamiento a Jorge Julio Mejía, de quien guardo tantos recuerdos, como compañeros que fuimos. Gracias por ese aporte tan valioso. Yo lo complemento con la idea que la experiencia de Dios es en el fondo la experiencia de la propia individualidad, la cual no es ajena a la existencia universal y por lo tanto a la naturaleza. Un cordial saludo. Hernando
John, tu artículo, claro, conciso, documentado es una invitación a la reflexión acerca de lo fundamental. Coincido en gran medida con con las relaciones conceptuales que haces entre puntos de vista científicos y filosóficos; sin embargo, después de la magnífica introducción que Guillermo Sáenz nos hizo desde su práctica, veo que es necesario asumir que el cuerpo humano puede y debe ser tenido en cuenta como un laboratorio donde lo teórico también pueda ser verificado. Yo he hecho de mi cuerpo un campo de experimentación como Guillermo y otros meditadores. Y puedo afirmar, que si la energía se manifiesta en forma de luz y sonido. Esa energía es visible y audible dentro de nosotros, si practicamos el ir adentro diario.. Y como afirmó Guillermo Sáenz, es compartible con otros seres humanos. Felicidades John.
Leo tardíamente tu enjundioso articulo. Impresionante paseo por la ciencia y la reflexión filosófica con un conocimiento, una claridad y una precisión admirables. Muchas gracias. Me sorprendió encontrar a mi compañero y amigo Jorge Julio entre los científicos más destacados.
John, acabo de encontrarme con esta perla que escribiste a principios de este 2021! Lo que puedo añadir, si así se puede hablar, es mi experiencia de 45 anos practicando la conciencia del ser en cada acto respiratorio que es el aporte o “opus humanum” que podemos experimentar y/o practicar y que, a mi modo de ver, es el súmmum. Lo decía Kabir un sabio del siglo XII: “Dios es el aliento de todo lo que respira”
“Donde ofrecen puente donde no hay río”
Espectacular tu reflexión, mi querido Juan. Un verdadero estimulante (un aguijón) al pensamiento, de la mano de científicos y filósofos. Mira la hora en que me lo encuentro (año y medio después de que lo escribiste). Lo tomaré como “puntos” para las reflexiones a las que felizmente estoy dedicado. Leyéndote no podía espantar la pregunta clave de Platón en el Fedón que, aplicada a tu texto, se podría formular así: ¿qué hace que las leyes (que lo explican todo en la dimensión de la ciencia) funcionen como funcionan?; o en tu texto: ¿qué hace que la energía funcione, opere, como lo hace? Y se me ocurría que esa pregunta (fundamentalmente ontológica) es un puente entre lo óntico finito (no en sentido temporal) y lo óntico infinito que le da explicación satisfactoria.
Mil gracias mi querido Juan y un gran abrazo,
Extraordinario ensayo. Felicitaciones.
Excelente artículo John. Me preguntaste por correo qué opino. Se me ocurrió, como una paráfrasis del título, este otro: “Natura ut Deus” (La naturaleza semejante a Dios). Todo somos uno, pero hay Otro. De acuerdo con César. No me sorprenden los pensamientos expresados en el artículo porque, no sólo al hombre, sino a todo lo demás lo crea Dios “a su imagen y semejanza”. No me alargo aquí. Un abrazo.