En esta entrega final de su conferencia en el Boston College, Pacho subraya el reto que significó enfrentar y descubrir la verdad de cara a las diferentes esferas del poder y hace un llamado a seguir adelante.
¿Cómo te atreves?
Esta es la pregunta que muchos buscadores de la verdad en muchos lugares se han hecho. ¿Cómo te atreves a considerarte humano, gozando de seguridad y comodidad, sin importarte que junto a ti, millones de niños, mujeres y hombres, sean destruidos por la violencia y la guerra? Esta es la pregunta que nos hacemos en este planeta totalmente interconectado donde todos somos vecinos, ¿cómo nos atrevemos a llamarnos humanos?
No es una pregunta sobre la verdad. La verdad ya se sabe. Lo que se pregunta es cómo, sabiendo la verdad, todavía nos comportamos como lo hacemos. Es la pregunta más incómoda. Se puede expresar o realizar de varias maneras.
¿Cómo se atreven a seguir produciendo armas atómicas capaces de destruir miles de millones de seres humanos? Y el jesuita Daniel Berrigan, y su hermano Philip y sus compañeros, fueron enviados a la cárcel. ¿Cómo se atreven ustedes, líderes de las naciones ricas, a seguir destruyendo el planeta con la contaminación de sus industrias? Y los poderosos medios de comunicación atacaron la valentía de Greta Thunberg como radical y psicológicamente enferma. ¿Cómo se atreven ustedes, soldados colombianos, a asesinar a nuestros niños y presentar sus cuerpos como terroristas muertos en combate, cuando sabían que nunca participaron en la guerra? Y las mamás fueron señaladas como mentirosas y manipuladas por los enemigos de la nación.
Ahora, la pregunta tiene una nueva dimensión cuando somos cristianos: ¿Cómo nos atrevemos a llamarnos testigos de Jesús cuando no nos preocupamos por los heridos en el camino a Jericó?
Conocemos a bastantes personas que, inspiradas por el Evangelio, encarnaron con su vida esta pregunta. Martin Luther King Junior dejó su comunidad en Memphis para preguntar a los estadounidenses cómo nos atrevemos nosotros, los racistas, a llamarnos una democracia nacional. Y le dispararon a Martin Luther King Junior. Monseñor Oscar Romero, fue poseído por la pregunta cuando vio asesinar a su amigo jesuita Rutilio Grande, y desde ese momento en sus sermones, todos los domingos, preguntó, ¿cómo se atreven a matar a mi pueblo? Romero fue baleado cuando estaba celebrando misa. Y hay muchos otros ejemplos en la historia cristiana.
La conclusión es obvia, si nos atrevemos a llamarnos seguidores de Jesús, cada día debemos estar junto a las víctimas de la violencia humana al costado del camino, desde la experiencia de nuestra vulnerabilidad y el reconocimiento de nuestra responsabilidad ética. Y, si no somos tocados por la compasión, y nunca tenemos tiempo de dar prioridad al dolor del prójimo, por favor no hablemos del Dios de Jesús, porque, viendo nuestro comportamiento, víctimas y victimarios se alejarán de Jesús, y la sociedad nunca entenderá de quién estamos hablando, cuando hablamos del Dios de nuestro señor Jesucristo.
También está la otra parte. La alegría, la paz interior, la fuerza para continuar, la experiencia de una resurrección en marcha. De la vida que sale de la muerte.
Primero, las víctimas, los sobrevivientes. De ellos hemos recibido las más sinceras expresiones de agradecimiento. Asimismo, la confianza y el reconocimiento de los responsables que han reconocido su participación en crímenes de guerra, porque apreciaron ser acogidos, acompañados y protegidos en su conversión.
Y la experiencia de lo que sucede contra toda esperanza, el milagro del perdón. El comandante del ejército que acude a la madre del joven que asesinó, le cuenta públicamente cómo cometió el crimen y le pide perdón. El líder negro del pueblo donde una bomba destruyó la capilla y dejó más de cien muertos, se adelanta y ofrece perdón a los guerrilleros con la condición de que depongan las armas. Los comandantes guerrilleros que vienen al pueblo que atacaron muchas veces, y cuentan a la comunidad como mataron a sus seres queridos y piden perdón, y la comunidad expresa dolor e indignación y finalmente accede a otorgar el perdón. Esto sucedió muchas, muchas veces.
Ha habido todo tipo de reconocimientos al trabajo de la Comisión de la Verdad. Premios de derechos humanos, premios de la paz, homenajes en las Cortes colombianas, felicitaciones institucionales por parte del Secretario de Naciones Unidas, y del Consejo de Seguridad, nos han recibido en el Departamento de Estado y por Senadores de EE.UU., en el Parlamento Europeo, en Madrid, París, Bruselas , Roma, México, Buenos Aires, incluyendo doctorados honorarios por el Informe Final. Y los miembros de la Comisión son continuamente invitados a conferencias, entrevistas de radio y televisión, y discursos ante diferentes audiencias.
Todavía es emocionante recibir expresiones de gratitud de mujeres y hombres que se nos acercan para expresar su aprecio por el trabajo de la Comisión. Niños y jóvenes pidiendo hacerse una foto. Muchas veces, al correr por las calles, en la rutina de la madrugada, hay alguien que me detiene para darme las gracias.
Tengo que decir que estos reconocimientos me dejan con un sabor agridulce porque nuestra tarea no ha terminado. El fruto que ha surgido de nuestro esfuerzo no está maduro, tiene que pasar por las discusiones de ideas y el largo camino de la reconciliación para que esté sazonado. Recibir recompensas cuando no has terminado, da un sentimiento de alegría, pero siempre mezclado con insatisfacción por todo lo que queda por hacer.
Adelante
El Informe Final de la Comisión de la Verdad de Colombia es solo un aporte a la búsqueda incesante de la verdad, que nos permita rescatarnos a nosotros mismos como seres humanos. De ahí el título: “Hay futuro si hay verdad”. Esperamos que este aporte sea de utilidad no solo para Colombia sino también para otros países. La conversación está abierta a todos los puntos de vista, siempre que se den con el sincero interés de profundizar en la verdad sobre las víctimas, la tragedia humana que provocamos con nuestro comportamiento moral, religioso, social, económico, político y militar.
Nos alienta encontrar que hay un número creciente de jóvenes, en todas partes, que están trabajando por la verdad y la paz entre los seres humanos y con la naturaleza. Jóvenes que valoran las diferencias culturales y étnicas, y que ya están construyendo un mundo mejor para los niños del mañana, y su visión trasciende fronteras nacionales y culturales y religiosas.
Mi visa se retrasó en el consulado estadounidense en Bogotá cuando estaba a punto de viajar a los Estados Unidos. Que yo sepa, un funcionario del Consulado de los Estados Unidos en Bogotá sintió la necesidad de estudiar mi caso más a fondo y retuvo mi pasaporte. Por un lado, eso retrasó mi sueño de estar en Boston College por un año académico completo, pero también demuestra que algunos miran con recelo nuestra misión.
Gracias a Jim Keenan, el padre Leahy y la fuerte intervención de Peter Martin, recuperé mi pasaporte. Y pude participar en Roma como Profesor Gasson, en un diálogo entre grupos políticos enfrentados en Colombia, para promover la reconciliación y construir el futuro. El Papa Francisco apoyó este diálogo discreto y profundo, animado por el Padre General de los Jesuitas. Cuando regresé a Bogotá desde Roma, gracias a la efectiva intervención del Boston College, todos en la Embajada de los Estados Unidos me recibieron amablemente y mi visa para ingresar a los Estados Unidos, en pocas horas, estuvo lista. Así que aquí estoy.
Desde 1980 trabajo por la paz en Colombia. En aproximadamente una década, mi vida habrá terminado. Para mí es claro que no voy a conocer y ver la Gran Paz en Colombia, ni el mundo sin guerra. Pero no pierdo la esperanza.
Pedro Claver, jesuita catalán, desde 1616, dedicó todos los días de su vida a la dignidad humana de los “negros”, que llegaban a Cartagena para ser vendidos en el mercado, como animales de trabajo, mientras la ciudad católica, llena de iglesias, negó esta realidad. Pedro recibió a los supervivientes africanos del angustioso viaje con profundo respeto. Después de 38 años sin descanso, Pedro falleció. No pudo lograr que la Iglesia se levantara contra la esclavitud, pero nunca perdió la esperanza. Sabía que la dedicación total de su vida inspiraría el cambio. Y cuando Pedro partió en 1684, se despidió en paz de sus hermanos negros. La semilla de su vida daría fruto en todo el mundo.
No perdamos la esperanza.
Francisco José de Roux S. J.
Boston, Estados Unidos.
Marzo 20, 2023