La educación popular, a la que he dedicado muchos años y energía, la considero un aprendizaje de vida.
Le he dedicado mi vida a la educación, pero con un énfasis especial en la educación de adultos, entendida además como educación de las gentes, es decir, educación popular.
Respeto profundamente la educación académica orientada a la excelencia de las personas, al fortalecimiento de las competencias y conocimientos en cada individuo y a la apertura de posibilidades para competir y triunfar en la vida, que ha sido la educación que recibimos y que hemos transmitido a nuestros hijos y nietos. Esta educación es y ha sido importantísima para la configuración de las sociedades modernas, pero tiene la característica de ser “exclusivista”.
El concepto de educación popular que yo he practicado y defendido trata precisamente de superar este exclusivismo, para abrir oportunidades de educación a todos aquellos adultos – o sea, una gran mayoría– que infortunadamente no tuvieron la oportunidad de transitar por el camino de la excelencia y la exclusión en la época de su niñez. Por esa razón la educación popular goza de la característica de ser abierta –es decir, para todos sin exclusión–; de ser para la vida –es decir, orientada a la solución inmediata de los problemas que padecen grandes sectores populares– y de llegar a todos en los lugares más alejados –es decir, de ser masiva– entendiendo por esto la cobertura general de las gentes que conforman una nación.
Posiblemente para muchos de ustedes estos planteamientos sobre el direccionamiento educativo son encomiables o por lo menos aceptables. Pero en el contexto de la intelectualidad existe una actitud negativa, posiblemente no consciente ni verificable, por parte de muchos sectores de la sociedad, en contra de este posicionamiento filosófico sobre las características y potencialidades de la educación popular de adultos.
Para muchos, un pueblo educado no es un pueblo manipulable y sería por lo tanto mejor dejarlo sin educación “y no gastar pólvora en gallinazos”. Así lo reconocen algunos políticos, algunos oligarcas plutócratas, algunos dictadores, muchos revolucionarios de pacotilla, algunos predicadores y hasta algunos obispos.
Y también para los maestros y educadores tradicionales este tipo de educación no corresponde a los grandes y científicos pronunciamientos teóricos y filosóficos que defienden y sustentan la escolaridad y la pedagogía, y que dan base a las estructuras burocráticas de los ministerios de Educación. Por lo tanto, no la consideran ni la aceptan como educación, en el sentido estricto de la palabra. Y si posiblemente tengan razón, deberíamos entonces entenderla como “aculturación” o acción cultural.
Creo que mi paso por la existencia terrenal se ha caracterizado por haber sido coherente y dedicado a poner en funcionamiento y realizar en la práctica estos principios de la educación popular –entendida como Educación Fundamental Integral; en el caso mío, de los campesinos adultos– , y si se diera el caso fortuito y no deseado de ser parte de alguna recordación, me gustaría que fuera solo en razón de esta tarea realizada a conciencia, con reconocimiento de sus limitaciones sociológicas, metodológicas y políticas, y con perseverancia a lo largo y en todas las circunstancias de mi vida.
Hernando Bernal A.
Agosto, 2022
5 Comentarios
Hernando, que bueno leerte, pues hacia dias que te habia sentido callado.
Luis Alberto recordaba en su artículo el cambio que tuvo la Compañia: al pasar del énfasis de «educar a los principes» hacia «la opción preferencial por los pobres» (que muchos tildan de comunista o izquierdista).
Que bien ilustras tu esta filosofia, con tus escritos y con tu vida. GRACIAS.
Felicito esta gran labor de vida y hago votos porque cobre gran importancia y posicionamiento en el futuro de las estrategias de educación.
Hernando -como creo que ya te lo dije alguna vez-aún me acuerdo con gran placer de nuestras charlas en algunas quietes del juniorado en Santa Rosa. Si mis recuerdos están trabados, no te sorprendas. Mi memoria se va volviendo resbaladiza. Luego seguí tus pasos por radio Sutatenza, que fue transformando rápidamente los campos de Boyacá. Y de ahí en adelante te perdí el rastro hasta cuando me sorprendiste con tu regalo del maravilloso libro Utopía y transformación cultural, de una profundidad filosófica que yo no conocía y me sorprendió enormemente. Gracias, Hernando, porque siempre has estado presente en las batallas de la verdad. Abrazos
Gracias Hernando por abrirle la puerta y el camino de la formación a muchos excluidos de la educación tradicional. Serás recordado por ello.
Hermoso testimonio, Hernando. Me quito el sombrero.