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aprendizajes de la vida

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Este ejercicio de preguntarnos cuáles son los grandes aprendizajes logrados durante los años que tenemos de vida y cuál es el legado que queremos dejar a quienes nos recuerden, ha sido un verdadero examen de conciencia sobre lo que es valioso y fundamental en mi vida. Aquí resumo ambos: los aprendizajes y el legado.

Lo fundamental en la vida es el amor  

He experimentado el amor verdadero, el que me han entregado y también he podido dar. Es un amor que me lleva a aceptar a otros y a ser aceptado como soy, con mis valores, cualidades y defectos. Es la experiencia de ser acogido, respetado y amado, y de poder hacer lo mismo, recíprocamente. Cuando de niño me decían, “chiquitín asqueroso”, en realidad lo decían con una sonrisa para indicarme que aceptaban mis pilatunas y mis picardías, lo que era yo. Nunca me he sentido rechazado en los grupos en donde he estado o a los que he pertenecido, con excepción, quizá, de alguna persona a la que, en su momento, tuve cómo responderle. Crecí en un hogar lleno de amor y en todas partes he podido replicar lo que recibí. He podido dar amor, amor de verdad. Las personas que están junto a mí sienten que las quiero, efectiva, afectivamente y sin restricciones, sin intereses, sin esperar nada a cambio. Sin amor, la vida es una desgracia. He visto a muchas personas sin amor, completamente desgraciadas.

Servir  

¿Para qué sirvo? Aquí estoy y lo hago con mucho gusto. Servir a los que me necesitan en cuanto puedo y en lo que puedo me produce gran alegría y me hace sentir bien. Sin embargo, por ser “buena persona” y porque era hábil, muchas veces me eché encima las cruces de otros, me sobrecargué con los trabajos de otros y tuve un duro surmenage. Como parte de mi recuperación tuve que aprender a decir ¡no! Hay cruces de otros que no puedo y no debo cargar yo. Cuando aprendí a decir no, con serenidad, claridad y firmeza, sentí una liberación profunda. 

Ser decente y honrado

Uno tiene que ser decente y buena persona con la gente. Que no tenga que inventar excusas para salirse de una reunión ni tampoco presentarse con cara de ogro para que le den la entrada. Ser decente es no traicionar ni decir cosas o actuar contra una persona a sus espaldas. ¡Ser leal! Esto me ha producido grandes satisfacciones. Gracias a que me enseñaron a decir la verdad, pude ser siempre una persona de confianza. 

El gozo en mi vida

Es algo que quiero conservar hasta el final de mis días. Me río como un niño con los chistes bobos y eso me hace feliz. Con los pequeños entro fácilmente en conversación, nos ponemos al mismo nivel y nos reímos francamente. Me sucede eso en donde esté. En Alemania, ¡me entienden los juegos y chistes, los más chiquitos! Los niños se sorprenden y quedan intrigados, por ejemplo, cuando les digo que tenemos once dedos y no diez: “mira: diez, nueve, ocho, siete, seis… y cinco, ¡once!”. ¡Y los niños quedan genuinamente confundidos, inquietos e intrigados! Ellos saben que no es verdad, pero no saben decirme por qué. Entonces les digo: “mañana tienes que preguntar a tu profesora por qué…  Que ella te lo explique”. El gozo en la vida es importantísimo. No podemos ser unas personas amargadas. Hay que “tomarle el pelo a la vida”. Hay que aprender a bailar en la calle, sin ninguna vergüenza. Hay que sentir y disfrutar de la alegría, con sencillez, aunque a algunos les parezca ridículo. ¡No saben de lo que se pierden! La timidez se me fue hace mucho rato.

Soy el dueño de mi destino

Yo soy el constructor de mi destino. Nadie más. Con este medio ambiente en el que me tocó crecer, con estos amigos que hoy tengo frente a mí, con mis padres, con mi familia, con lo poco o mucho que poseo, soy el responsable de mi destino. Nadie puede decidir por mí. No creo en astrólogos, en cartomancia, en agoreros. Lo que haga hoy y mañana, lo decido yo y, por tanto, soy el responsable absoluto de mis actos. Es lo que aprendí estudiando el capítulo del valor y la responsabilidad ética en Insight, el libro de Bernard Lonergan. Nuestro profesor, Jaime Barrera Parra, me ayudó a entender esto, a vivirlo y me cambió la vida. Cuando lo experimenté como una vivencia gracias a mi compañero Goyo Vélez, con quien compartí profundamente esta vivencia durante un año, tomé la decisión serena de retirarme de la Compañía de Jesús. Soy consciente, soy inteligente, soy responsable y yo decido por mí. Y me gozo la vida. Y es una maravilla.

Estoy de paso

Tengo la plena conciencia de ser pasajero. Estoy aquí de paso y, por lo tanto, no me amarro a nada. La vida hay que enfrentarla así. Porque somos pasajeros, no me aferro a nada. Todo se acaba, aun lo más bello. Por lo tanto, hay que gozar lo bello. Prefiero ir a contemplar obras bellas, la grandeza de una catedral gótica del siglo XIII, que ir a comprar cachivaches que no sirven para nada.

Tengo conciencia de estar permanentemente en la presencia de Dios 

Me siento en presencia de Dios siempre. Procuro hacer examen de conciencia a cada rato. ¿Cómo voy, cómo estoy? Sin meterle fanatismo. Eso ya es algo connatural en mí. 

Quiero estar conectado en mi corazón con todos los que me aman 

En todo momento, por ejemplo, siento a Federico, a mi hijo y a mi nuera en Berlín. A Sergio Andrés en Bogotá, a María Angélica en Holanda… Y hoy, aquí con ustedes, mis amigos queridos. Me conecto con quienes amo. 

Hay que hacer el bien

¿Cómo quiero que me recuerde la gente cuando me vaya? Tengo que hacer el bien si quiero que la gente me recuerde como una persona bondadosa. ¿Cuál sería mi epitafio? Que otros lo escriban. 

¿Qué es lo fundamental en mi vida? 

¿Por qué y para qué estoy aquí en esta vida? ¿Cuál es la ruta y para dónde voy? El “principio y fundamento” de san Ignacio de Loyola es una formidable guía para mi vida. Todo es relativo y se supedita a lo fundamental. Eso me da una libertad interior maravillosa. Estoy listo para partir, aunque me duela y aunque tenga que dejar lo más bello. Estoy decidido a acompañar con mi vida a Myriam y a mis hijos que son mi núcleo fundamental y mi responsabilidad en esta vida. Y quiero darme el gusto de hacer solo aquello que embellezca mi vida y evitar todo lo que la degrade. Estoy aquí para amar, servir y hacer el bien

Bernardo Nieto Sotomayor

Agosto, 2022

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La educación popular, a la que he dedicado muchos años y energía, la considero un aprendizaje de vida.

Le he dedicado mi vida a la educación, pero con un énfasis especial en la educación de adultos, entendida además como educación de las gentes, es decir, educación popular. 

Respeto profundamente la educación académica orientada a la excelencia de las personas, al fortalecimiento de las competencias y conocimientos en cada individuo y a la apertura de posibilidades para competir y triunfar en la vida, que ha sido la educación que recibimos y que hemos transmitido a nuestros hijos y nietos. Esta educación es y ha sido importantísima para la configuración de las sociedades modernas, pero tiene la característica de ser “exclusivista”. 

El concepto de educación popular que yo he practicado y defendido trata precisamente de superar este exclusivismo, para abrir oportunidades de educación a todos aquellos adultos – o sea, una gran mayoría– que infortunadamente no tuvieron la oportunidad de transitar por el camino de la excelencia y la exclusión en la época de su niñez. Por esa razón la educación popular goza de la característica de ser abierta –es decir, para todos sin exclusión–; de ser para la vida –es decir, orientada a la solución inmediata de los problemas que padecen grandes sectores populares– y de llegar a todos en los lugares más alejados –es decir, de ser masiva– entendiendo por esto la cobertura general de las gentes que conforman una nación. 

Posiblemente para muchos de ustedes estos planteamientos sobre el direccionamiento educativo son encomiables o por lo menos aceptables. Pero en el contexto de la intelectualidad existe una actitud negativa, posiblemente no consciente ni verificable, por parte de muchos sectores de la sociedad, en contra de este posicionamiento filosófico sobre las características y potencialidades de la educación popular de adultos. 

Para muchos, un pueblo educado no es un pueblo manipulable y sería por lo tanto mejor dejarlo sin educación “y no gastar pólvora en gallinazos”. Así lo reconocen algunos políticos, algunos oligarcas plutócratas, algunos dictadores, muchos revolucionarios de pacotilla, algunos predicadores y hasta algunos obispos. 

Y también para los maestros y educadores tradicionales este tipo de educación no corresponde a los grandes y científicos pronunciamientos teóricos y filosóficos que defienden y sustentan la escolaridad y la pedagogía, y que dan base a las estructuras burocráticas de los ministerios de Educación.  Por lo tanto, no la consideran ni la aceptan como educación, en el sentido estricto de la palabra. Y si posiblemente tengan razón, deberíamos entonces entenderla como “aculturación” o acción cultural. 

Creo que mi paso por la existencia terrenal se ha caracterizado por haber sido coherente y dedicado a poner en funcionamiento y realizar en la práctica estos principios de la educación popular –entendida como Educación Fundamental Integral; en el caso mío, de los campesinos adultos– , y si se diera el caso fortuito y no deseado de ser parte de alguna recordación, me gustaría que fuera solo en razón de esta tarea realizada a conciencia, con reconocimiento de sus limitaciones sociológicas,  metodológicas y políticas, y con perseverancia a lo largo y en todas las circunstancias de mi vida.

Hernando Bernal A.

Agosto, 2022

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