¿Hay alguna esperanza de recuperar el Congreso de la República? Junto con los partidos políticos es una de las instituciones más desprestigiadas del país, con un nivel de rechazo similar al del ELN o la Venezuela de Maduro, pues según las encuestas de Polimétrica casi 9 de cada 10 colombianos tienen una opinión desfavorable del Congreso y de los partidos que lo conforman.
Un Congreso desprestigiado… por buenas razones
No es gratuita esa imagen tan negativa, aunque si muy injusta con los buenos y honestos parlamentarios, que también los hay. Sin embargo, son tantos los escándalos en que están involucrados congresistas, tan numerosas las ocasiones en que el Congreso le ha fallado al país en aprobar reformas indispensables, tan ineficaz su labor de control político para mantener el equilibrio de poderes, tan bajito el nivel de sus directivas, tan costosos los privilegios injustificados que ellos mismos se decretan, tan evidente la incapacidad de autorreformarse, que lo sorprendente es que todavía haya un 16 % de personas que piensen bien de esa institución.
Basta recordar algunas historias conocidas del funcionamiento del Congreso para ilustrar estas afirmaciones. Empezando por la forma como se hacen elegir los honorables representantes con el voto preferente: un caso, lo que se conoció como el escándalo de la parapolítica cuando, en el gobierno del presidente que compró a congresistas para que le aprobaran su reelección, 35% de los parlamentarios fueron elegidos en alianza con los paramilitares. Otro, la maquinaria de compra de votos de Aida Merlano junto con las casas Gerlein y Char en la costa atlántica, y se podrían citar muchos más.
Por supuesto, hacerse elegir de esa manera tiene un alto costo que se financia robándose los recursos públicos, bien sea tomándose el control de entidades que manejan grandes presupuestos, como las del sector salud, gestionando contratos millonarios para pagar a sus financiadores o cobrando directamente comisiones por tramitar o impedir que se tramiten leyes.
Una vez elegidos, y recibiendo unos ingresos mayores que los del 99 % de los colombianos, además de gabelas como vacaciones pagas por cuatro meses, camionetas blindadas, escoltas, pasajes y viáticos, y más de $600 millones al año para sus Unidades de Trabajo Legislativo, varios congresistas (no todos, porque repito que otros son muy responsables) no hacen nada diferente de cuidar sus feudos electorales y atender sus negocios personales. A algunos ni siquiera se les ha oído la voz en ningún debate.
Más allá de los casos personales de unos cuantos, el hecho es que la institución no funciona bien. El Congreso no ha sido capaz de aprobar las grandes reformas que requiere el país, como la de la justicia, la rural integral, la de ordenamiento territorial, la pensional o la electoral; reformas tributarias sí ha aprobado demasiadas, pero nunca la estructural tantas veces recomendada por expertos, sino farragosos textos llenos de exenciones y gabelas impulsadas por lobistas profesionales.
Tampoco ha sido capaz de legislar en temas tan vitales como la eutanasia y el aborto, que han debido ser resueltos por la Corte Constitucional, ni ejercer ninguna labor de control político, con una ineficaz comisión de Acusaciones (Absoluciones) o una comisión de Ética presidida por un parlamentario acusado de casos de corrupción.
Sí hay Esperanza de renovación
A pesar de esta lamentable realidad, un buen Congreso es indispensable para el buen funcionamiento de un sistema de democracia representativa. Por eso, no hay que perder la esperanza de que pueda cambiarse, para lo cual es indispensable votar en las próximas elecciones parlamentarias y escoger bien los partidos y candidatos que se quiere apoyar, para lograr una mayoría de bancadas comprometidas con el cambio que necesita el país.

Tarjetón para la votación de Senado 2022 – Registraduría Nacional
Una de las causas de la situación actual es el complicado y confuso sistema electoral. 88 % de las personas no recuerdan por quién votaron para el Congreso en las últimas elecciones y faltando pocos días para ir a las urnas muchos no saben por quién van a votar y, lo que es peor, no saben cómo hacerlo.
El tarjetón en el que deben marcar su elección es abstruso y complicado, con 16 opciones de partidos o movimientos, la mitad de los cuales a su vez tienen 100 casillas para escoger. Requiere, por tanto, un cuaderno de instrucciones para identificar a los candidatos. En las mesas de votación se lo proporcionarán, pero es un cuaderno de 26 páginas con 934 fotografías y nombres de candidatos. Reformar ese complejo sistema es una de las tareas que debería acometer el próximo Congreso.
Afortunadamente, dentro de ese galimatías de candidatos hay nombres excelentes de personas con conocimiento del Estado, experiencia y, sobre todo, compromiso y ganas de cambiar las cosas que, además, pertenecen a partidos también comprometidos con conformar una bancada parlamentaria que no solo sea el apoyo del próximo gobierno del cambio, sino que están dispuestas a renovar el Congreso.
Empezando por la escogencia de partido, mi opinión personal es que la mejor esperanza de un cambio del Congreso es la lista de la Coalición Centro Esperanza. En la lista para el Senado, para no citar sino unos cuantos de sus integrantes, se encuentran veteranos como Humberto de la Calle, Iván Marulanda o Guido Echeverry, que son garantía de seriedad, profundidad en los debates y ponderación en el análisis de las reformas por realizar. Por otra parte, jóvenes como Miguel Samper, Michel Maya, Gustavo García, Ariel Ávila o Jaime Hernández, son el impulso de aire fresco necesario para llevarlas a cabo.
En cuanto a la elección de representantes a la Cámara, la Coalición Centro Esperanza también tiene listas en la mayoría de departamentos con excelentes candidatos, pero es imposible mencionarlos acá.
Solo si elegimos bancadas parlamentarias comprometidas con el cambio y conformadas por buenos candidatos habrá esperanza de reformar el Congreso.
Mauricio Cabrera Galvis
Publicado en la revista Cambio
Marzo, 2022