“A manera de una carta para mis amigos”.
La celebración de un nuevo cumpleaños, fecha que para mí llega al final del mes de Agosto, necesariamente conduce a reflexionar sobre la vida y la existencia. Especialmente, cuando uno está a mediados de ese piso octavo que no se sabe si es una tercera o una cuarta etapa en el transcurrir del periplo personal.
Pero más que una reflexión sobre la realidad individual, es decir, sobre lo que se ha hecho, lo que no se ha hecho, lo que se ha hecho bien y lo que se ha hecho mal –o sea sobre la propia realidad– para mí ha sido de enorme impacto la reflexión que se viene elaborando en el mundo intelectual y académico sobre el fin de la historia, sobre el fin de la humanidad, sobre el fin del mundo como planeta tierra, sobre el fin del hombre como individuo y sobre el fin de la patria como realidad existencial.
Y aunque aparentemente estos cuatro eventos convergen en una sola realidad, sin embargo representan aspectos diferenciados de la misma y no son indiferentes a nuestra propia situación vivencial.
El fin de la historia fue señalado por Francis Fukuyama como la prevalencia del modelo democrático capitalista en el mundo, resultado de la globalización de los mercados y de la universalización de la cultura occidental. La respuesta fue la destrucción de las torres gemelas del World Trade Center por parte de los creyentes musulmanes y el resquebrajamiento del modelo democrático norteamericano, subsecuente a la crisis de las hipotecas en el 2008 y a la polarización partidista predominante en la actualidad, que pone en duda el mismo modelo democrático. A esta tendencia se suma la nueva realidad geopolítica que no solo enfrenta a USA y China, sino a Oriente y Occidente, moviendo los centros de poder y de influencia económica del Atlántico hacia el Pacífico.
El fin de la humanidad es otra de las tendencias prevalecientes debido a los resultados de la pandemia del Covid19 que no han sido superados y que predicen la probabilidad de otras nuevas en función de los crecientes riesgos de las zoonosis en un mundo superpoblado. A esto se suma el problema del cambio climático con la acentuación de los fenómenos ambientales y geográficos, las inundaciones, la polución atmosférica, y los demás fenómenos que afectan cotidianamente todos los espacios del planeta tierra y tienden a inhabilitarla como nuestra “casa común”. Y para complementar este panorama, es preciso reconocer el riesgo atómico en el devenir de los conflictos mundiales, agudizado ahora por la invasión rusa a Ucrania.
El fin del hombre y la transformación profunda de la sociedad son el resultado de los avances tecnológicos de la robótica y de la inteligencia artificial, que modifican sustancialmente todos los aspectos de la actividad humana y que además, permiten la transformación misma del género humano a través de la aplicación de implantes biotecnológicos y la creación de nuevos seres pretendidamente racionales, según los presupuestos de las corrientes científicas del transhumanismo y del posthumanismo.
Pero quizás para nosotros lo más significativo es la realidad vivencial que estamos padeciendo en América Latina con la elección aparentemente democrática de dirigentes que conjugan profetismo apocalíptico, mesianismo social, autoritarismo caudillista y populismo rampante para destruir lo poco o mucho que hemos realizado en beneficio de nuestra sociedad y de nuestros países. Y la afectación nace precisamente de la conciencia de que posiblemente nos hemos equivocado en nuestro esfuerzos fallidos para la construcción de “un mundo mejor” debido a las limitaciones personales y a los contextos sociales en los cuales nos hemos movido.
Posiblemente el mundo que dejemos a nuestros nietos y bisnietos no sea el más promisorio, pero no podemos perder la esperanza que así como a nuestros padres les parecía muy incierto el mundo que nos heredaron y sin embargo pudimos subsistir y progresar, las nuevas generaciones tendrán la capacidad, la sabiduría y la voluntad de construir nuevas realidades y posiblemente encontrar caminos de esperanza y de progreso.
Quiero decir, estamos llegando al fin. Pero ciertamente esperamos que ese fin sea el comienzo de horizontes promisorios.
Hernando Bernal Alarcón
Agosto, 2023
6 Comentarios
Hernando: tratas un tema de mucha actualidad. No nos queda más que esperar lo mejor, mientras mitigamos todos los riesgos que tu mencionas. Aún como individuos cualquier esfuerzo cuenta ante la gravedad de la crisis.
La historia es diferente a la ciencia y no puede predecir como ésta. La razón se queda corta para hablar del futuro y del final. La Revelación nos ilumina sobre el qué de los últimos tiempos pero no de su momento: “En cuanto al día y la hora, no los conoce nadie…sólo los conoce el Padre” (Mac 13, 32). Hernando, comparto tu optimismo anti-desesperanzado.
El futuro se construye en el presente con nuestras acciones, Las acciones de todos los intgrantes de una familia, de una ciudad, de un país y del mundo entero. Pero limitándonos a una pregunta: Y El futuro de Colombia? … mmm…
Apreciados todos: Graciss por sus mensajes. Cuando me refiero al fin lo hago preferencialmente en términos de la realidad histórica que vivimos. En el fondo está el pensamiento del Papa Francisco: “No estamos en una época de cambio sino en un cambio de época”. Lo que ha sido habitual, común e importante para nosotros deja de serlo ante la aparición de nuevas realidades. Ciertamente el futuro de nuestro país tiene un gran signo de interrogación. Considero que las generaciones venideras van a tener la sabiduría y el valor para afrontarlo y desarrollarlo. Sobre mi fin personal solo puedo esperar y tratar de acrecentar mi fé y mi esperanza en Dios.
Hernando, qué buen escrito!
– Fin de una época…, con sentido optimista.
– Fin de la humanidad por el cambio climático… con sentido pesimista.
– Fin de nuestra propia vida…, esperanza de que lo que creemos que sigue a nuestra muerte sí sea una realidad… Ese es sentido de fé, porque, al fin y al cabo, nadie ha regresado físicamente para decirnos cómo es eso en el más allá, pero que, si no es verdad, pues simplemente ya no habrá espacio ni tiempo para sentir frustración…
Ese “nadie a regresado”, sin hache, refuerza su no regreso…