¡Impresionante! Eres realmente bajito, de vientre prominente, labios gruesos y ojos saltones. Feo como un sileno, tal como decía Alcibíades.
SÓCRATES – Mi figura inspiraba burlas, pero tuve suficiente inteligencia y sentido del humor para superarlas.
- Admirable, pues tus paisanos atenienses creían que un cuerpo bello era el reflejo de un alma bella. ¡Cómo engañan las apariencias!
SÓCRATES – Las apariencias no engañan; nosotros nos engañamos.
- ¿Cómo no engañarme?
SÓCRATES – Conócete a ti mismo antes de pretender conocer a los demás.
- Desde que descubrieron el inconsciente ¿quién puede decir que se conoce a si mismo? Como dice Jerzy Lec, “es difícil, al leer en nosotros, ser conscientes de nuestro analfabetismo”.
SÓCRATES – Con el inconsciente de por medio han hecho más profundo mi “Sólo sé que nada sé”.
- Lo cual es un gran saber.
SÓCRATES – ¿Sabes? Mi esposa Jantipa -a la que no se le ha quitado su mal carácter-, fue el otro día a consultar al tal Sigmund Freud. Al final de la primera consulta, el vienés le dijo: “Señora, en la próxima sesión comenzaremos a trabajar con el inconsciente”. Y ella le respondió con desenfado: “Lo dudo, doctor. Será muy difícil que mi marido venga.” Inconsciente es siempre el otro.
- A Jantipa tienes que agradecerle el haber puesto a prueba tu talante filosófico. No hay mal que por bien no venga.
SÓCRATES – ¿A qué te refieres cuando hablas de bien y de mal?
- ¡Por Zeus! Ya vas a comenzar con tu proverbial preguntadera.
SÓCRATES – No tengo más remedio. Simplemente hago preguntas, escucho las respuestas, hago más preguntas, hasta que mi interlocutor admita que el problema es más difícil de lo que pensaba y reconozca su ignorancia.
- Dar que pensar es un buen remedio para que el idiota que hay en nosotros no se convierta en el protagonista de nuestra vida. Aunque a muchos les seguirán encantando los pensamientos que no obligan a pensar.
SÓCRATES – No saber y creer que se sabe: ésta es, me temo, la causa de los errores a los que todos estamos sujetos.
- Comprendo por qué te comparan con un tábano de aguijón doloroso: allí donde alguien se contenta con respuestas que parecen evidentes, tú lo pones en contradicción consigo mismo y lo dejas perplejo interrogándose sobre su supuesto saber.
SÓCRATES – Mira, allá viene Gorgias, el célebre sofista que vende a buen precio su saber para aprender a persuadir en el ágora con bellas palabras.
Gorgias avanza hacia nosotros con paso firme y seguro, rodeado de un grupo de entusiastas alumnos. Sócrates lo saluda amablemente y le pregunta:
SÓCRATES – Dime, Gorgias, tú que eres un reconocido maestro del arte de la oratoria ¿cuál es el objeto de la retórica?
GORGIAS – Los discursos
SÓCRATES – ¿Qué tipo de discursos?
GORGIAS – Los que tienen el poder de convencer.
SÓCRATES – Pero ¿qué tipo de convencimiento?, porque la aritmética también consiste en convencer.
GORGIAS – Es el arte de convencer a un público hablando o escribiendo de manera elegante y persuasiva.
SÓCRATES – ¿Convencer sobre la base de un conocimiento, de una creencia o de emociones?
GORGIAS – Un buen retórico puede convencer a otros sobre la base de creencias o de emociones.
SÓCRATES – ¿O sea que un buen retórico puede ser más convincente que un médico tratándose de un asunto médico?
GORGIAS – Sin duda alguna.
SÓCRATES – Pero sólo si el público ignora la medicina, ¡porque no podría convencer a una asamblea de médicos!
GORGIAS – De acuerdo.
SÓCRATES – ¡Así que enseñas a ganarle a los ignorantes! El arte de la retórica es, pues, un arte de combate, no una búsqueda de la verdad.
Gorgias hizo una mueca de disgusto y prosiguió muy orondo su camino, tras lo cual Sócrates y yo continuamos nuestro diálogo.
SÓCRATES – No confundas el diálogo con la confrontación, ni la búsqueda de la verdad con el esfuerzo por ganar. No busco derrotar a mi interlocutor, sino obligarlo a plantearse nuevas preguntas para que él mismo “de a luz” sus respuestas.
- Por el contrario, casi todos convertimos el diálogo en debate y hacemos lo posible por ganarlo.
SÓCRATES – A eso no lo llamo diálogo sino arte del combate o “erística”. El sofista es un “atleta del discurso”, un vendedor al por mayor de técnicas de lucha. No enseña conocimientos, sino “cómo decirlos”, cómo dar la ilusión de saberlo todo, sobre todo para hechizar al auditorio y silenciar a su oponente. Porque en esta forma de debatir, todo consiste en ganar, sin preocuparse por la verdad.
- Tal proceder me recuerda mucho tanto las campañas electorales como nuestras discusiones cotidianas.
SÓCRATES – Lo que llamo diálogo no tiene nada que ver con la “erística”. En el diálogo cada uno parte de sus propias opiniones y espera que el otro las cuestione o refute, por amistad, para ayudarme a pensar mejor. Y yo debo hacer lo mismo con sus opiniones. La otra persona debe ayudarme a poner en marcha mi pensamiento sometiéndolo a una reflexión crítica. Así podremos avanzar juntos hacia la verdad. No somos adversarios, sino socios. En esta búsqueda incesante no se trata de vencer al otro, sino de vencernos a nosotros mismos con la ayuda del otro.
- Ya lo veo: en las preguntas y reflexiones que me hace el otro puedo reconocer de repente algo que cuestiona claramente lo que creía saber.
SÓCRATES – Por eso el diálogo sincero es para la mente lo que el parto para el cuerpo. El bebé ya está en el cuerpo de la mujer, pero ésta necesita la ayuda de una comadrona para “dar a luz”. Así como mi madre Fenáreta era partera de cuerpos, yo hago de partero de mentes, ayudo a “dar a luz” lo que ya alguien tiene latente u oculto en su propia mente, por eso a mi proceder lo llamo “mayéutica”, literalmente, ayudar a parir.
- Razón tiene tu discípulo Platón, al decir en el Teeteto que los que dialogan contigo salen más instruidos y sabios.
SÓCRATES – Aunque es evidente que nunca han aprendido nada de mí, y que sólo ellos han concebido, en su propio seno, la riqueza de pensamientos que descubren y sacan a la luz.
- Pero si en el diálogo el otro me lleva al cambio, el asunto puede ser doloroso, como cuando una mujer da a luz.
SÓCRATES – Por supuesto. Quienes conversan conmigo sienten los dolores del parto. Sin embargo, mi arte de la mayéutica tiene el poder tanto de despertar, como de calmar esos dolores.
- ¿De dónde proceden tales dolores?
SÓCRATES – Cada uno se siente cómodo con su propia opinión, con la sensación tranquilizadora y satisfactoria de estar lleno de conocimientos. Pero la cosa cambia cuando la otra persona me hace caer en cuenta de que me contradigo, de que estoy condenado a renunciar a lo que pensaba, de que la realidad es muy distinta.
- Y que debo concederles a mis respuestas el derecho a cambiar de preguntas para poder avanzar en el camino del conocimiento, y del autoconocimiento.
SÓCRATES – Y así, donde antes te entregabas a la sensación de estar “lleno”, el diálogo provoca un “vacío” y, por tanto, un deseo de algo que llene ese vacío. Este deseo de saber es a la vez el sufrimiento de una carencia y la promesa de un placer, porque todo placer es la satisfacción de un deseo.
- Admito que descubrir ignorancia allí donde creíamos tener conocimiento, nos lleva a desear escapar de esa ignorancia. Sin embargo, me mantengo en guardia con el deseo de saber pues el ensueño de la razón también produce ilusiones. Puede ser que la verdad siempre acabe por emerger, pero tal vez por ello mismo no deja de sumergirse.
SÓCRATES – Haces bien en no bajar la guardia. Hay que cultivar el espíritu crítico, empezando por ejercerlo sobre sí mismo. Quien se cree en posesión de la Verdad suele resultar inofensivo hasta que llega a creerse, además, en posesión del Bien. Entonces la fe en sus certezas empieza a prender hogueras purificadoras. Ojo, pues, con la tentación del Bien que se apoya en la posesión de la Verdad.
- Ya he visto que cualquier arbusto puede volverse zarza ardiente cuando nuestras “firmes y justas” convicciones lo inflaman.
SÓCRATES – Lo tremendo es que en la hoguera de las convicciones quienes arden son personas.
- Excusa que, como cabra curiosa, salte intempestivamente a otro tema: ¿alguna vez te has encontrado con Judas Iscariote?
SÓCRATES – Puede ser que nos hayamos cruzado, pero no sabría cómo reconocerlo.
- Dicen que es pelirrojo, aunque no es seguro. Lo cierto es que era de la compañía de Jesús.
SÓCRATES – Al comenzar nuestro diálogo te dije que no juzgaras por las apariencias. Tampoco juzgues a alguien por sus compañeros: los de Judas eran irreprochables.
- Escucha. Alguien grita tu nombre. ¡Qué popular eres!
SÓCRATES – Déjate de ironías. Es Jantipa la que grita. Me va a cantaletear por quedarme charlando con el primer zoquete con el que me topé.
Rodolfo Ramón De Roux
Agosto, 2023
8 Comentarios
Excelente “explicación” de lo que ahora llaman Coaching, como nos expuso Olga Lucía Toro en su magistral presentación del 3 de agosto de 2023 en la tertulia de los jueves. Gracias Rodolfo por ayudarnos a que ” la verdad sumergida emerja a nuestras consciencias”.
Delicioso diálogo Rodolfo: que facilidad tienes para sacarlos de ultratumba y sentarlos al lado nuestro a charlar, a enseñarnos.
Mantén cerca estos amigos.
Este diálogo es refrescante y aleccionador. Así, es un placer aprender. Solo me queda una duda: ¿a qué te refieres cuando dices “Dicen que es pelirrojo, aunque no es seguro. Lo cierto es que era de la compañía de Jesús”?. El peli-colorado que se me viene a la cabeza ahora es Trump.
Gracias
Juan Laureano, en el simbolismo del pelo el color pelirrojo tiende a identificarse con el mal, con la traición o, si se trata de una mujer, con la lujuria. Por eso existe desde muy antiguo la leyenda de que Judas, lo mismo que Caín y María Magdalena eran pelirrojos. En Internet puedes ver la famosa obra del pintor valenciano Juan de Juanes (1507-1579), “La Ultima Cena” (1562), en la que Judas es representado como pelirrojo. En cuanto a que Judas era un miembro de la compañía de Jesús, no hay discusión; por supuesto que se trata de los primeros compañeros de Jesús y no de los seguidores de la “legión de Loyola”.
Maravilloso tu encuentro con Sócrates. Numerosas veces padecemos dolores de parto en nuestra continua búsqueda de la verdad en variedad de campos. Y más doloroso aún cuando, creyéndonos poseedores de la verdad absoluta y eterna, descubrimos que estábamos equivocados. Pero es el único camino posible para avanzar y vivir a plenitud la vida.
Inteligente diálogo, como todos los que tienes con tus conocidos personajes históricos, con el añadido de la nota de humor que lo hace más brillante. Éste, en especial, me hubiera gustado tenerlo yo, porque siempre he considerado al maestro Sócrates como a uno de los grandes iluminados de la historia. Espero encontrármelo algún día.
Maravilloso diálogo Socrático pleno de sabiduría y de apuntes inteligentes de buen humor, matizado con la aparición fugaz de Gorgias a quien podrías invitar en otro diálogo posterior cuando tenga la mente más abierta
John, gracias por la sugerencia pero temo invitar a Gorgias, pues se peina con la lengua: tiene más labia que un culebrero paisa.