Diálogos de ultratumba – La mano de Dios y El buey mudo

Por: Rodolfo Ramon De Roux
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En Nápoles ‒donde terminó sus días la sirena Parténope, que intentó enamorar a Ulises‒ se cruzan de manera insólita los caminos de Diego Maradona, Tomás de Aquino y san Genaro, como lo expone este diálogo de ultratumba.

San Genaro no es solo el patrono principal de Nápoles, sino también alguien muy querido por sus habitantes, quienes le atribuyen haber salvado varias veces a la ciudad de las erupciones del Vesubio. Tres veces al año (primer domingo de mayo, 19 de septiembre y 16 de diciembre) los napolitanos se agolpan expectantes para asistir al prodigio de la licuefacción de la sangre del santo que, según la tradición, se produce desde hace 400 años. Esos días se expone en forma solemne una ampolla del tamaño aproximado de una pera que contiene su sangre solidificada. Los presentes empiezan a rezar y la sangre, normalmente sólida y de color negruzco, se vuelve líquida y rojiza.

Mal presagio es que no ocurra el prodigio, como sucedió en septiembre de 1939 (estallido de la Segunda Guerra Mundial), en 1940 (entrada de Italia en la guerra), en 1943 (ocupación nazi de Nápoles) o en 1980 (terremoto de Irpinia). A título compensatorio, a veces se producen licuefacciones “fuera de temporada”, como la del 25 de julio de 2015 durante la visita a Nápoles del papa Francisco, quien al besar la ampolla que contiene la sangre, esta se licuó. El cardenal napolitano Crescenzio Sepe calificó el hecho de milagro y “señal de que san Genaro ama a Francisco”. 

Con todos los enemigos que tiene Francisco en el seno de su propia Iglesia, menos mal lo apoya el santo patrono de los donadores de sangre. Sin embargo, les cuento que desde hace años san Genaro comparte el corazón del pueblo napolitano con Diego Armando Maradona, cuya efigie en todos los tamaños aparece en numerosas calles de la ciudad partenopea, lo mismo que en miles de camisetas y baratijas.

Deseoso de visitar el aposento donde Tomás de Aquino pasó sus dos últimos años de vida en el convento de San Domenico Maggiore, emprendí mi peregrinación abriéndome paso entre el enjambre de turistas que revoloteaban alrededor de los restaurantes y pequeños comercios que pueblan las callejuelas del centro histórico de Nápoles. 

A la algarabía humana se sumaba el ruido constante de decenas de motos que culebreaban hábil, pero asustadoramente, entre los peatones. En el angosto Vico San Domenico Maggiore ‒que ni andenes tiene‒ para evitar que una Vespa me encornara, terminé contra la pared entre los brazos de una enorme efigie de “Santo Diego”. En ella, Maradona aparece exactamente como un Sagrado Corazón, con túnica roja, los brazos abiertos mostrando sus estigmas, la mirada elevada al cielo, la cabeza rodeada de una aureola y, en medio del pecho, el corazón en llamas. Tal vez fue debido al susto que me llevé que oí que Diego Armando me decía:

Porque sos amante del fútbol te salvé de que esa Vespa te dañara del todo el caminado, que ya bastante maltrecho lo tenés.

‒Gracias, Dieguito, le contesté. Estoy admirado del culto popular que te tienen en esta ciudad. Hasta altares tuyos he visto en las calles. ¿Qué hiciste para que te veneren en esa forma que, perdoná, me parece exagerada?

¿Exagerada, che? Gracias a mí el Nápoles ganó los únicos dos Scudettos de la historia del club y su único título internacional, la Copa de la UEFA. Allí desplegué mi mejor fútbol en lo que fue, sin dudas, mi mejor década como futbolista. En mí el zarrapastroso que adquiere fama y dinero se encarnaron las esperanzas de los pobres. ¡Soy un ícono de la lucha de clases! Pero eso no fue todo. También encarné el orgullo de esta región, pues en Italia los de Roma para arriba miran a los del Mezzogiorno como gente de segunda o tercera categoría.  

‒Hacés bien en recordar que el fútbol es más que darle patadas a un balón; es también el espejo donde se reflejan muchas otras realidades sociales. Por eso suscita tantas pasiones.

De eso tengo bastante experiencia. ¿Te acordás del par de goles que le metí a Inglaterra en el Mundial de México en 1986?

‒Inolvidable. Con esos goles eliminaste a Inglaterra. Fue el delirio en Argentina, donde también te ha divinizado el pueblo y contás con muchos altares y hasta con una “iglesia maradoniana”.

Ese partido de cuartos de final entre mi país e Inglaterra tenía un trasfondo más profundo, debido a la Guerra de las Malvinas, en la que perdimos en 1982 las islas y tuvimos 649 muertos, así como 11.313 prisioneros de guerra. Podés imaginarte fácilmente que en México estaba en juego mucho más que un pase a las semifinales del Mundial. Nos jugábamos la posibilidad de una revancha, así fuera simbólica.

‒Además, para furia de los ingleses, en el minuto 51 desequilibraste el partido con un gol que metiste con la mano de manera tan marrullera que ni el árbitro ni el juez de línea se dieron cuenta.

Peor para ellos.

‒Pero el culmen de tu cinismo fue cuando al final del partido te preguntaron por ese polémico gol y respondiste: “Lo marqué un poco con la cabeza y un poco con la mano de Dios”. Respuesta que, hasta el día de hoy, nos ha dejado patidifusos y te ha valido inclusive una película reciente del gran Paolo Sorrentino titulada “È stata la mano di Dio”.

Es justo que recordés también que cuatro minutos después de esa “mano de Dios” les marqué el “gol del siglo”, arrancando solo desde la mitad de la cancha. 

En ese momento apareció Víctor Hugo Morales, narrando agitadísimo:

Ahí la tiene Maradona, lo marcan dos, pisa la pelota Maradona, arranca por la derecha el genio del fútbol mundial, deja al tercero y va a tocar para Burruchaga… ¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio! Ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta… Gooooool… Gooooool… ¡Quiero llorar! ¡Dios Santo, viva el fútbol! ¡Golazo! ¡Diegol! ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme… Maradona, en una corrida memorable, en la jugada de todos los tiempos… Barrilete cósmico… ¿De qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina? Argentina 2 – Inglaterra 0. ¡Diego!, ¡Diego!, ¡Diego Armando Maradona!… Gracias Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2 – Inglaterra 0.

De los ojos de Maradona se escurrieron unos lagrimones. Me dio pesar dejarlo en ese estado y tomándolo de la mano lo saqué de la pared y lo invité a que me acompañara a visitar a Tomás de Aquino. Entre sollozos preguntó:

¿Y quién es ese pibe?

‒Jalale al respeto, que es un santo importantísimo y el octavo patrono de esta ciudad. No vayás a embarrarla con chistes de doble sentido, que Tomás es muy pudoroso. 

Dejá de ser ñoño.

‒Te lo digo en serio, pipiloco. Cuando sus hermanos quisieron impedirle que se hiciera fraile dominico, lo secuestraron camino de París, lo encerraron en el castillo de la familia y le enviaron a su habitación una muchacha desnuda y dispuesta a todo.

Esto se puso interesante.  ¿Y qué pasó?

‒Tomás cogió un tizón y se puso a perseguir a la muchacha con la clara intención de quemarle las nalgas.

Entonces, ¿nada de sexo?

‒Vaya usted a saber, pero el hecho lo turbó de tal manera que, a partir de entonces, según cuenta Bernardo Gui, si no eran estrictamente necesarios, evitaba como a serpientes los encuentros con mujeres.

Che, de lo que se perdió.

‒Te advierto, para que no te vayás a burlar, que Tomás es un tipo tan gordo que tenía un escritorio especial y un puesto doble en el comedor del convento. También es muy callado; en la escuela tomaba apuntes en silencio con aire de no entender nada, pero es inteligentísimo. Por lo gordo y callado lo apodaban “el buey mudo”. 

Como de costumbre: los que más hablan son los que menos saben. 

‒Por lo mismo, te pido que no metás tu cucharada cuando esté hablando con Tomás de teología.

¿Hablando de qué?

¿Viste por qué te lo advierto?

Muy pronto nos encontramos en el atrio de la iglesia de San Domenico Maggiore. Entramos a su sacristía y por ahí desembocamos en el dormitorio principal del convento, al fondo del cual se encuentra la celda de Tomás. Tímidamente toqué a su puerta. Al abrirse, apareció la imponente figura del Aquinate.

‒¿Quiénes son ustedes?, preguntó amablemente.

‒Este que anda disfrazado de Sagrado Corazón de Jesús es un especialista en darle patadas a una pelota. Yo soy un simple quidam que se quemó las pestañas leyendo su famosa Summa Theologiae durante interminables horas.

¿Y?

‒Tenía un enorme deseo de saludarlo para decirle que, aunque no comparto todas sus ideas, lo admiro por su audacia intelectual al cristianizar a Aristóteles.

Fui simplemente alguien que concilió a Aristóteles con el cristianismo. 

‒Memorable tarea para su época.

Solo intenté armonizar las relaciones entre la razón y la fe. 

‒Pero lo cierto es que en esa supuesta concordia la razón siempre lleva las de perder.

Jamás pensé que con la razón se pudiera comprender todo, sino que en última instancia todo se comprende con la fe.

‒Por otra parte, si usted hubiera querido demostrar las cuestiones de fe hubiera incurrido en una contradicción, pues no se puede demostrar lo indemostrable. Por eso mismo es fe.

A lo sumo se puede tratar de mostrar que la fe no es necesariamente irracional; ese fue el programa del fides quaerens intellectum (la fe que busca la inteligencia) en el que me inscribí.

‒En su trabajo intelectual aprecio mucho la importancia que le da a la prudencia, virtud a la que usted considera “la más necesaria para la vida humana” (Suma de Teología, I-II, 57, 5).

Así es, pues el cometido de la prudencia es conservar la memoria de las experiencias adquiridas, tener el sentido exacto de los fines, analizar las coyunturas, prever las contingencias futuras, ser circunspectos ante las oportunidades, precavidos ante las complejidades, previsores a través de la incertidumbre. La prudencia nos sirve así para no precipitarnos al vacío de la insensatez o de la improvisación, pues nos enseña a permanecer bien atados a la realidad.

‒Otra cosa que le admiro es su capacidad para alinear las opiniones divergentes, aclarar el sentido de cada una de ellas, enumerar las objeciones posibles e intentar la mediación final. Y todo ello hecho en el público debate de las ‘disputationes’ (controversias) y haciendo funcionar el tribunal de la razón…, aunque ‒leyéndolo bien‒ se evidencia que en cualquier caso el dato de fe prevalece sobre cualquier cosa y guía el desarrollo de la cuestiónes decir, que Dios y la verdad revelada preceden y orientan el movimiento de la razón.

Bueno, por eso no soy príncipe de filósofos, sino de teólogos.

‒Desafortunadamente, los que vinieron después de usted lo momificaron y lo convirtieron en un aburrido recetario.

En parte la culpa es mía, pues le proporcioné al pensamiento católico un arsenal tan completo que en él todo encuentra lugar y explicación.

‒Y así los llamados “tomistas” se convirtieron en los guardianes conservadores de un sistema intocable… que había surgido como una atrevida innovación.

Maradona, que hasta ese momento había estado juiciosamente callado, no se contuvo y alzando la voz exclamó: 

 Ideas, ideas, puras e inútiles ideas.

Como por encanto, apareció intempestivamente entre nosotros Juan Jacobo Rousseau quien, mirando fulminantemente al Pelusa, le dijo: 

Unos años antes de la Revolución francesa escribí un libro, El contrato social, que no contenía sino ideas. La segunda edición fue publicada con la piel de los que se burlaron de la primera.

En el pasillo sonó el ruido seco de una guillotina y una cabeza ensangrentada rodó hasta nuestros pies. Maradona salió disparado como alma que lleva el diablo. Yo volví a mis cabales en brazos de mi media naranja, que me abrazaba diciendo: 

¡Qué susto nos dio esa moto! ¿Te pegó muy duro?

Rodolfo Ramón de Roux

Septiembre, 2022

7 Comentarios

Guillermo Sanz 22 septiembre, 2022 - 3:49 am

Presenciè con 2 de mis hijos el partido Colombia- Alemania en Milan en 1990. El negro Rincon empato con un golazo casi desde media cancha. en el ultimo momento del partido. Los aficionados alemanes pagaban escondederos ya que daban por ganado el partido y habian desplegado sobre las graderia enormes banderas de Alemania y cantaban auf wiedersehen ( adios) de seguido. Para los 4 o poco mas colombianos que habiamos en el San Syro el empate era una super victoria. Sali del estadio abrazado de un tal Senior que, segun me informé despues, era el mandamas del futbol en Colombia. Ambos estabamos hjechizados de contento.
Anos mas tarde acompane en Cali a Lucero mi esposa donde un medico masajista y alli conci personalmente a Rincon. Le conté mi cuento y se puso feliz pues no habia encontrado hasta entonces ningun espectador del suceso.
Doy fe que por el futbol se llega a experiencias sublimes que algunos ignorantes (ay de mi) confunden con arrobamientos misticos…

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Rodolfo Ramon De Roux 22 septiembre, 2022 - 4:06 am

Enorme jugador, Freddy Rincón. Anotó uno de los goles en el 5-0 que Colombia le metió a Argentina. Fue el primer colombiano en jugar en el glorioso Real Madrid.

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Vicente Alcalá 22 septiembre, 2022 - 7:44 am

Que paseo tan divertido y erudito!
Muy humanista y humano, desde los «milagros» hasta el futbol, pasando por las motos…para que no critiquen tanto el desorden, que no es exclusivamente colombiano. 🙂😀😷

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Luis Alberto Restrepo 22 septiembre, 2022 - 8:47 am

Genial, genialísimo tu escrito, Rodolfo. Me divirtió mucho. Y muy bueno también el comentario de Guillermo. Abrazos

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John Arbeláez Ochoa 22 septiembre, 2022 - 2:38 pm

Maravillosos tus Diálogos de ultratumba que nos llevan por los caminos de la “fantasía real” y nos invitan a soñar con esas misteriosas posibilidades del país del nunca jamás, casi como acompañando las ensoñaciones de Maradona con sus “porros”.

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Reynaldo Pareja 23 septiembre, 2022 - 11:38 am

Rodolfo, te consagras en esta dialogo como un humanista, un filosofo y teologo que entiende el meollo de la historia de ese cristianismo involucrado en los laberintos de la cotidianidad desarrollando unas tesis inamovibles que se tienen que creer por fe, aunque la razon no halla cómo entender sus intringuiles idiomaticos que buscan explicar lo inexplicable.. Bravo, en estos dialogos ciertamente nos llevas por caminos de la “fantasia real” creando un estilo de analisis historico que logra saltar las barreras del tiempo para poner, en lenguaje contemporaneo y entendible, las posiciones de aquellos que marcaron la pauta del pensamiento religioso.

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Jorge Salazar Isaza 25 septiembre, 2022 - 1:43 am

Rodolfo Ramón estimado,
Muy original tu reflexión: entretenida y erudita. ¡Felicitaciones!

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