Creo, pero no voy a misa

Por: Vicente Alcala
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¿Desde cuándo? ¿Por qué? ¿Cómo me siento? ¿Qué significa eso? ¿Sigo hoy afirmando lo mismo? Esta es una reflexión conmigo mismo, pero la comparto como base de un diálogo con ustedes, lectores.

No siempre pensé así, pues frecuentaba la misa, pero desde hace tiempo podría haber expresado esto, puesto que era lo que sucedía… Ahora mismo pienso distinto y actúo diferente.

Y ¿cómo me siento mientras digo “creo, pero no voy a misa”? Expresar sentimientos es difícil, pues hay gran distancia entre sentir algo y tratar de verbalizarlo. Cuando pensaba o decía esa frase me sentía incómodo, incoherente, insatisfecho, intranquilo, inquieto, inauténtico… Hoy día, esos sentimientos han disminuido. 

Encontré hace poco una especie de grafiti que dice: “El que quiere hacer algo, encuentra los medios; el que no quiere hacer algo, encuentra las excusas”. Esta frase viene como anillo al dedo para la situación que comento. Para no ir a misa hay muchas excusas: “ir solo no tiene sentido”, “las homilías siempre repiten lo mismo”, “no hace falta ir a misa para creer y orar”, “los curas predican, pero no aplican”, “se va a misa, pero no se vive la solidaridad con los necesitados”, “no hay verdadera comunidad entre los que asisten”. Hay otras excusas de tipo práctico: “es que vivo en una vereda y hay que ir al pueblo”, pero ya hay misa en la vereda… o, más a fondo, “no creo demasiado en lo que significa la misa”, “es difícil comprender el misterio del pan y el vino”, “hay mucho de añadido históricamente a lo que Jesús instituyó”, etc., etc.  

Entonces, ¿qué ha cambiado? ¿Ir de vez en cuando a misa, participar en la misa por televisión…? 

Hay dos circunstancias concretas que me han ayudado a la presente reflexión: una es la lectura de Jesús de Nazaret de Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) y, otra, el diálogo con un amigo que pertenece al “judaísmo mesiánico”. 

A este último le pregunté un día: ¿acaso hay algún judaísmo que no sea mesiánico? Este tema es más complejo de aclarar, pero en ese acercamiento pude constatar las fortalezas y las debilidades ‒desde mi punto de vista‒ del judaísmo mesiánico, al menos en Colombia. Y para no ver solo “la paja en el ojo ajeno” me pongo a constatar las fortalezas y las debilidades en mi propia fe.

La lectura y meditación del Jesús de Nazaret de Ratzinger me está ayudando a esta revisión de las debilidades y fortalezas de mi propia fe cristiana, católica. Eso de que “creo, pero no voy a misa” manifiesta una gran debilidad: no hay comprensión clara y menos convicción acerca del sentido de la Eucaristía como conmemoración y actualización de la muerte y resurrección de Jesús. 

Una fortaleza en el judaísmo mesiánico es el sentido comunitario que se establece entre los miembros de esa congregación y, otra, el fortalecimiento de la fe en el “Eterno” y la práctica de oración, unida a la enseñanza acerca del Antiguo Testamento ‒para ellos, la Torá‒. 

La gran debilidad que percibo en ellos es aceptar solo a Yeshua como judío y como el mesías esperado, pero nada más; es quedarse en el pasado, apegarse al pie de la letra a ciertas partes de la Escritura y a las costumbres, ritos, mandatos ‒en mi parecer‒ anacrónicos y, sobre todo, no aceptar ni comprender la Revelación de Jesús y de la Tradición de veinte siglos en la Iglesia.

La Buena Nueva del Evangelio y el Nuevo Testamento radica en la persona de Jesús, en su realidad histórica, judía y mesiánica, pero a la vez en su realidad trascendente como Encarnación del Verbo eterno, de Dios hecho hombre, nacido de María por obra del Espíritu Santo, y que vivió y murió para Redención del pecado y de la muerte, y fue resucitado por Dios para ser primicia de nuestra Salvación y unión con Dios, desde ahora y en la vida definitiva. 

Esta Redención por la muerte y resurrección de Jesucristo quiso Él actualizarla mediante la celebración comunitaria de la Eucaristía ‒Acción de Gracias‒ que obedece el mandato del mismo Jesús: hagan esto en memoria mía, coman este pan que es mi persona y beban de este cáliz que es la nueva alianza sellada con mi sangre que se derrama por ustedes, por muchos, por todos.   

Jesús celebró, como judío obediente, la cena pascual, pero un día antes. La nueva pascua que es su muerte y resurrección comienza a celebrarse después: el domingo, que será el día del Señor. Cumple la Antigua Alianza entre Dios y su Pueblo, pero inaugura la Nueva Alianza entre Dios y toda la humanidad. La Iglesia católica, bajo la acción del Espíritu Santo, actualiza permanentemente en todas las naciones esta Nueva Alianza con la celebración de la Eucaristía.   

Si voy comprendiendo progresivamente todo esto, ya no diré “creo, pero no voy a misa”, sino que afirmaré “creo y alimento mi fe en la celebración de la Eucaristía”. 

Vicente Alcalá Colacios

Junio, 2021

7 Comentarios

Jaime López Vélez 18 junio, 2021 - 9:32 am

De gran ayuda para mi vida espiritual ha sido tu escrito, Vicente. Aunque nunca he dejado de “ir” a misa, ahora comprendo mejor que se trata es de vivirla, de participar en ella como cooficiante. La misa, para mí, es el sustento más poderoso de mi fé.
Muchas gracias por tu ayuda.
Jaime López V

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Hernando+Bernal+A. 19 junio, 2021 - 5:42 am

Vicente: muchas gracias por ayudarnos a comprender el sentido de la presencia de Cristo en nuestras vidas a través de la celebración eucarística. Saludos. Hernando

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Octavio Rodriguez 21 junio, 2021 - 10:11 am

Tu reflexión, Vicente, manifiesta una “conversión” que me alegra. Como dices, la Eucaristía significa, no solo, Acción de Gracias, sino también símbolo de la Nueva Alianza de Dios con la humanidad, por Cristo y el Espíritu, que nos dan la Vida y nos invitan a compartir el pan del alimento, la sangre del sufrimiento y la unidad fraterna y solidaria con todos los demás.. ¡ Es bueno “ir a Misa” !

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Aisquel Guerra 24 julio, 2021 - 4:34 pm

Es un encuentro en comun-unidad con Jesus Resucitado, es alimento y la certeza de su promesa “Estare con ustedes hasta el final de los tiempos”, ir a misa es encontrarse con esta promesa y ser testigo presencial de que Resucito y se quedo por y para siempre

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María Elena Arango Libreros 15 agosto, 2021 - 3:58 pm

Vicente me parece excelente, el detenerse para reflexionar sobre el sentido y profundidad de nuestras prácticas eclesiales, comparto contigo deben trascender la practica, la rutina la liturgia, para ser realmente el símbolo del Pan de vida que es Cristo.

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María Elena Arango Libreros 15 agosto, 2021 - 4:01 pm

Vicente me parece excelente, el detenerse para reflexionar sobre el sentido y profundidad de nuestras prácticas eclesiales, comparto contigo deben trascender la practica, la rutina la liturgia, para ser realmente el símbolo del Pan de vida que es Cristo.

es la primera vez que hago un comentario. Gracias

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César Vallejo 26 octubre, 2021 - 8:29 am

Mil gracias Vicente. Excelente e inspiradora tu reflexión. Leeré a Ratzinger.

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