Al cumplirse, hoy exactamente, 30 años de la transformación de mi padre a su nueva vida y como homenaje a su vida y su legado, quiero compartir con nuestros lectores la carta que le escribí y que leí en su servicio fúnebre, la cual también leí recientemente en nuestra tertulia de amigos exjesuitas dedicada a compartir cartas a nuestros padres.
Viejo, mi querido Viejo:
Acabo de saber que te nos has adelantado y que la vida física, ese inmenso don que siempre te acompañó, ha sido sustituída por esa permanencia eterna en el alma de quienes te adoramos.
Hoy estamos todos llorando compungidos porque has dejado de brillar en esa paz y esa bondad que tanto desplegaste durante tu vida y que ahora es nuestro más precioso tesoro. Te vas, adelante en el más allá, a reunirte con quienes adoraste y ahora te reciben para compartir esa vida otra que nunca termina.
Nos dejas un legado inmenso a tus hijos de honestidad a toda prueba, de sencillez y simpatía, de rectitud y de bondad que te hizo amar siempre la vida en todas sus formas de amor. Has recorrido esta etapa de tu existencia con la mente abierta y limpia de un gran liberal en el pleno sentido de la palabra. Tu infancia y tu juventud vibraron con las ideas de los grandes caudillos, tu madurez y tus años dorados siempre encontraron en tí al pensador ágil y certero, al político fiel y responsable, al enamorado de su tierra, de su gente, de nuestra nacionalidad. La victoria de los nuestros y tu invariable vibración por esa Colombia sana y limpia que tanto amaste, te colocó en el umbral de una nueva vida y hasta podríamos decir que diste tu vida por una emoción para tu tierra. Nos deleitaste siempre con el suave arrullo de tus versos que embrujaron a quienes tuvimos la suerte de escucharte. Por esa patria que tanto amaste, quisiste volver nostálgico, luego de que hijos ingratos de la violencia te hicieron huir apresurado. EI destino quiso que permanecieras aquí para que aquí, en tu Cali querida, reposaras para siempre y desde aquí pudieras contemplar para siempre tu Mameyal querido y añorado que te vio descubrir el mundo y al que tantas veces regresaste en busca de inspiración.
Qué dicha haber compartido contigo tantos momentos bellos de la vida. Qué dicha haber recibido de tí tantos y tan preciosos regalos de amor, de generosidad, de ternura y sinceridad, de responsabilidad y de cumplimiento con el deber. Tus hijos aquí reunidos, tus amigos, tus familiares aprendimos tanto de tí, que hoy te queremos despedir para este viaje sin retorno, para el que partes con tus maletas cargadas de realizaciones sólidas, simples, pero profundas y sinceras.
Tus ideas y tu compromiso con tus causas te llevaron muchas veces a enfrentar peligros y a resistir preconceptos. Tu dedicación a la vida del espíritu y a sus inquietudes nos colocó una vez en caminos aparentemente separados, pero bien pronto los dos comprendimos que estábamos unidos en la consagración al servicio de los demás, a la causa de los menos poseídos, a la justicia social.
Con todos tus hijos fuiste el padre serio y firme en quien encontramos siempre la palabra certera, el consejo recto, el soporte oportuno. La vida nos separó de tí en ocasiones, pero siempre nuestro reencuentro fue mejor. Te fuiste de mi casa porque querías volver a tu tierra y tu corazón gemía por la infancia como buscando en esos pequeños el cariño sincero y puro que no tiene condiciones.
Pachín: Hoy lloramos todos juntos porque tu cabeza blanca siempre alegre y cargada del apunte cómico, no nos deleitará más con esos versos picantes, con las historias de fábula infantil o con el juego retozón de chispa encantadora. Dejaste en todos los que te queremos una huella maravillosa de bondad, de cumplimiento del deber, de amor por la vida.
Estamos tristes, sí porque la vida ha llegado a tí a pedirte tu cuota de transformación para iluminarnos de otra manera. Todas las religiones del mundo que tanto te inquietaron, nos hablan de esa vida que existe y perdura cuando comienzas a vivir como tú lo has hecho. No has muerto, la muerte no existe para quienes como tú, la vida es un don, el optimismo es su señal y la sencillez, una virtud. Hay muchos otros vivos aparentes que son muertos en el espíritu porque no aman como tú lo hiciste, no vibran con lo sencillo y puro como nos enseñaste a hacerlo, no cantan al amor como tú lo has hecho.
Gracias por la vida que contribuiste a darnos a quienes somos tus hijos de la carne y a todos los que se beneficiaron de tu contacto personal. Gracias por el amor y la dedicación que nos enseñaste, gracias por tu paciencia y tu inteligencia, por tu paz e inspiración.
Hoy vuelves a tu tierra del alma con un bagaje lleno de riquezas. Las del cuerpo y la materia quedan atrás, las del espíritu te las llevas, pues, desde el lugar incierto donde estarás iluminándonos, nos las devolverás diariamente para seguir en esta senda que nos has preparado.
Canta un ruiseñor en la mañana, se oye la voz de un niño que acaba de nacer y al que arrullas en tus brazos cansados pero inmensamente tiernos. Esa casa que construyo en lejanos horizontes y a la que quisiste volver, será un monumento a tu inspiración, a los momentos intensos que convivimos, a las largas conversaciones de dicha y fraternidad.
Hoy estarás mucho más cerca de nosotros que lo que la vida te lo permitió. Hoy cantaremos con menos alegría, pero con más profundidad, porque has pasado por nuestra existencia y la has enriquecido y enaltecido para siempre. Vivir al lado tuyo fue un privilegio, adaptarse a todo lo cambiante fue tu virtud, transformarse para acompañarnos mejor y para siempre, será tu misión de ahora en adelante.
Viejo mi querido viejo, ahora ya no caminas solo. Te acompaña la eternidad !
Darío Gamboa Henao.
Septiembre 13 de 1993.
Cali, Colombia