Los recuerdos de la Navidad están vinculados a distintos momentos de nuestra vida. En el caso de una persona que ingresó hace 52 años a la Compañía de Jesús (diciembre 8 de 1959) se asocia con una experiencia vivida en la primera etapa de la formación jesuita: el noviciado, en La Ceja (Antioquia).
Una mañana de diciembre de 1960, oí que alguien tocaba a la puerta de mi camarilla. Al abrirla, me encontré de frente con el padre Alfonso Llano, Ayudante de Novicios. ¿Me acompaña, hermano? Claro que quiero acompañarlo, le contesté. Muy bien, me dijo, pero caminaremos en silencio.
Ahora, tome este costal, me ordenó cuando llegamos a la puerta de la cocina. Llénelo de comida, de la que encuentre en la despensa ‒papas, arroz, verduras, huevos, frutas‒, ciérrelo bien y vamos andando.
Era esa la hora en que la comunidad entera de novicios se refugiaba en la lectura del libro Ejercicio de perfección y virtudes cristianas del padre Alonso Rodríguez y el silencio se escondía en todos los rincones.
Cuando salimos de la casa del Noviciado y dejamos atrás la estatua de nuestro fundador, me reveló que íbamos a visitar una familia, de padre ausente o inexistente, que no preguntara nada, que me limitara a dejar el costal en la puerta de entrada y que él se encargaría del resto.
Cuando vi a la mujer, que sostenía a un bebé en sus brazos y rodeada por otros cuatro hijos de poca edad, pensé que se iba a desmayar, pues la lividez de su rostro y el cansancio de sus ojos hacían presentir lo peor.
El padre Llano le habló de fortaleza, de no perder la esperanza, de que volveríamos.
Cabizbajos y en silencio, regresamos al Noviciado. No se te olvide la promesa, me dijo, y que nadie se entere de lo que hicimos.
Esa noche, mientras entonábamos villancicos y degustábamos unos platos típicos navideños, me alejé del grupo y me acerqué hasta el pesebre, hecho con musgos y madera delgada que habíamos recogido en El Capiro. Entonces, pensé en silencio en esa otra familia incompleta, que moriría de hambre si no volvíamos antes de Nochebuena.
Alfredo Cortés Daza
Diciembre, 2021
8 Comentarios
Increíble y bella historia. Y me estoy enterando al cabo de más de 60 años!…
Recuerdo también que en una ocasión, más o menos en esa época, Chucho Caycedo dispuso que no habría leche en la cena, y que esta leche entonces se repartiría a personas necesitadas. También alguna vez junto con Cáceres (novicio que era ingeniero civil) fabricamos ladrillos de cemento con lo que se hicieron algunas (ni idea cuantas) casas, también para personas de bajos recursos. Gracias por ese recuerdo y ¡feliz 2022 para todos!…
Maravillosa evocación, Alfredo, muchas gracias. También recuerdo la alborada musical, con equipos de sonido que se desplegaban por todos los corredores y empezaba a sonar en el momento de despertarnos. Un gran saludo
Alfredo, qué historia tan bonita. Lo que cuentas del Padre Alfonso Llano no lo conocía. Hombre admirable. Tu descripción, excelente. No pierdes tu estilo.
Gracias, Humberto, un fuerte abrazo para ti, Mimi, queridas hijas y sus familias.
Mil gracias Alfredo por esa aleccionadora “confidencia”. Linda Navidad la que recuerdas. Yo llegué al noviciado, con Oscar Palacio, 2 días antes del 8 de diciembre que mencionas (aunque sospecho que tú llegaste el 25 de noviembre), y solo 62 años después me entero de lo que cuentas. Te veo caminar con Alfonso LLano por la avenida de eucaliptos que conducía a La Ceja.
Junto con Elsita, tus hijos y tus nietos, recibe un fraternal abrazo en esta conmemoración de la fecha en la que el Dios Justiciero del Antiguo Testamento se convirtió en el Dios Amor del Nuevo Testamento. Que ese Amor siga inspirando sus vidas durante el 2022.
César, gracias por tu mensaje. Hermosos recuerdos. Un gran abrazo para ti, Myriam, hijos, los seguimos esperando en Alicante.
Alfredo, gracias por compartir esta experiencia tan especial. Hay vivencias que nunca se olvidan y dejan en el corazon y en el alma una huella indeleble que nos acompaña toda la vida y que en momentos especiales nos prenden la chispa del olvido para recordar lo magnifico de nuestra creacion como hijos de Dios…. Esta que nos cuentas tiene ese timbre. Gracias.
Alfredo, linda esperiencia iniciando el noviciado. Lindos recuerdos de nuestro paso por la Ceja aunque estuvimos aislados del mundo y sus necesidades. Esas navidades eran alucinantes con los cantos, las primerísimas y el encuentro con los tercerones que habitaban el ala sur de la casona. Inolvidables amigos que conocimos y nos enriquecieron con sus personalidades.