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Mi encuentro con la música en la Compañía

Por Alberto Betancourt
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El acontecimiento que marcó mi vida en la Compañía fue mi encuentro con la música. Cuando estaba en El Mortiño en Zipaquirá, me gustaba oír los cantos del coro del Padre Gorostiza y me inscribí para participar en ellos. Mi amigo Hernando Bernal era quien hacía los acompañamientos del coro y yo sentía cierta envidia por ese privilegio de poder tocar el armonio.

En las vacaciones, en la finca Patasía, circulaba un dinero de fantasía con el que nos pagaban oficios domésticos y premios en los concursos. Con ese dinero podíamos comprar objetos en la tienda de vacaciones y allí obtuve mi primer instrumento, una dulzaina Hohner. Descubrí que soplando salían unos sonidos y otros distintos aspirando, y mientras soplaba y aspiraba, comenzaron a salir de mi dulzaina todas las canciones del repertorio de la comunidad.

Cuando estaba en el Noviciado íbamos a Tobasía todos los jueves y asistíamos a la misa en la Iglesia donde Hernando tocaba el armonio. Un día le pedí que me enseñara a tocar, pero me dijo que era imposible, porque para iniciar el estudio del piano se necesitaba tener 4 años y yo hacía tiempo había pasado esa edad. Días después le insistí para que me enseñara, por lo menos las notas musicales; Hernando tomó un palito y en el piso de arena de la cancha de básquet, dibujó un pentagrama y un teclado. Pintó las notas de la escala con sus nombres en el pentagrama y unas flechitas que las unían con su correspondiente tecla. Yo me concentré fijamente en esa imagen y la grabé en mi mente. 

A partir de entonces, en las misas de Tobasía, yo le pasaba las páginas a Hernando, mientras tocaba el armonio, practicando así mis elementales conocimientos de solfeo, y al terminar la misa,me sentaba a tocar, devorando todas las partituras de cantos sagrados que había en la Iglesia.

Al pasar al Juniorado me encargaron del archivo de música y yo era el encargado de mantener ordenadas todas las partituras para el uso del coro. En los recreos entraba a hacer mi trabajo y ponía una cortina en los martillitos de la maquinaria del piano para amortiguar el sonido, y así poder practicar discretamente. Me fui devorando todos los métodos y partituras que encontraba, y así fue como aprendí a tocar el piano en forma autodidacta. 

Cuando se estrenó el gran órgano Wurlitzer en la nueva capilla doméstica, pedí permiso al padre rector para tocarlo, pero me dijo que no hacía falta que yo lo aprendiera a tocar, porque para eso ya estaba el Hermano Hernando; me tocó resignarme, pensando piadosamente que la voz del Superior era la voz de Dios. Pasado el tiempo, el director del coro pidió a Hernando que bajara un tono a una misa para poderla cantar con el coro y él me preguntó si yo sería capaz de resolver semejante “chicharrón”. Le respondí que sí, pero si me conseguía el permiso para tocar el órgano. Él le dijo al padre rector que me necesitaba como viceorganista, y quedé nombrado en el puesto. 

En mi último año de juniorado llegó a Santa Rosa a hacer su tercera probación el Padre Mihalhevic, un gran organista eslavo-argentino, quien nos dio unas interesantes clases a Hernando y a mí para tocar con técnica el órgano.

Al pasar a Ciencias, en Chapinero me nombraron viceorganista, siendo el titular el teólogo Padre Vall-Serra, quien a los pocos meses me dijo que yo podía encargarme por completo del trabajo y me entregó las llaves del órgano. A partir de entonces tenía a mi cargo un poderoso órgano tubular y como al tocarlo retumbaba todo el convento, yo practicaba con él apagado, imaginando los sonidos, y así fui desarrollando un gran oído interno.

Los 3 años de magisterio los hice en Cali, donde me desempeñé como organista del Templo del Sagrado Corazón, y al concluir esa etapa me retiré de la Compañía.

Durante mi vida en la Compañía siempre fui el músico de la comunidad y debía estudiar mucho para desempeñar mis trabajos de organista y algunos años también de director del coro. Así que fue un gran privilegio brindado por el destino para realizarme como músico en la Compañía; he sido muy feliz con la ejecución musical a lo largo de toda mi vida.

En este blog de Exjesuitas en tertulia escribí el artículo Mis vivencias musicales, donde describo mis aventuras en los inicios de mi vida musical.

Alberto Betancourt

Septiembre, 2023

2 Comentarios
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2 Comentarios

Vicente Alcalá 27 septiembre, 2023 - 6:20 am

Añoro no haber “estado más cerca” de tí Alberto. Hasta hace poco, me “estoy encontrando” con la música.

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Alberto Betancourt 27 septiembre, 2023 - 9:38 am

Muy bueno Vicente que te estés encontrando ahora con la música. “La Música comienza donde terminan las palabras” (Félix Mendelssohn).

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