Después de 60 años de espera y frustraciones parece que al fin la reforma agraria está en marcha. Como lo ha explicado la ministra de Agricultura, Cecilia López, ya se inició la legalización de predios con la titulación de 618.000 hectáreas que se están repartiendo; de otra parte, se tienen identificadas otras 125.000 hectáreas expropiadas a los narcos y también se firmó el acuerdo con Fedegan para la compra de tres millones de hectáreas.
El gobierno tiene claro que la sola entrega de tierras no basta, sino que es necesario estructurar todo un programa para que los campesinos que la reciben puedan desarrollar proyectos productivos. Esto incluye muchos otros elementos, tales como crédito, paquetes tecnológicos, infraestructura vial, distritos de riego y canales de comercialización. Es un programa costoso, pero ya se están identificando recursos, tanto del presupuesto nacional como de la cooperación internacional, para realizarlo.
Con esta política habrá tierra para los campesinos colombianos; lo que no se sabe es si en el futuro habrá campesinos para cultivar esa tierra, por la tendencia al despoblamiento del campo colombiano. No hay duda de que los desplazados y víctimas recibirán con gran alegría las tierras que les adjudiquen, pero no es seguro que sus hijos quieran quedarse en el campo o más bien prefieran migrar a las ciudades, como han venido haciéndolo desde hace décadas.
Del campo a la ciudad
La masiva migración de campesinos a la ciudad es un proceso que viene dándose desde la primera mitad del siglo pasado. Inicialmente, fue inducida por la violencia conservadora; luego, en los años 70, fue impulsada por la política económica de las cuatro estrategias y de nuevo, a finales de los 90 y los primeros años de este siglo, fue acelerada por la violencia paramilitar y guerrillera. Así, mientras que hacia 1950 en el campo vivía cerca de 60 % de los colombianos, medio siglo más tarde este porcentaje había bajado a 30 %.
En lo corrido del siglo XXI continuó la tendencia a la migración a las ciudades, a pesar de algunos avances en la disminución de la violencia, de manera que la población del sector rural solo se incrementó en 7 % (750.000 personas), mientras que la de las cabeceras aumentó 32 % (9.5 millones de personas). En consecuencia, el año pasado los habitantes urbanos llegaron a 78 % de la población total y solo 22 % permanecía en el sector rural.
Esta tendencia general de la población se refleja también en la dinámica del empleo. Entre 2001 y 2021 se crearon en el país 5.4 millones de empleos, pero de estos solo 316.000 (menos de 6 %) fueron en la zona rural. La tasa anual de crecimiento del número de ocupados en las ciudades fue de 42 %, mientras que en el campo fue de solo 7.1 %.
Población y empleo en campo y ciudad (en millones) | |||
2001 | 2021 | Variación % | |
Nacional | |||
Población total | 39.862 | 50.140 | 25,8 % |
Población económicamente activa | 19.128 | 24.617 | 28,7 % |
Ocupados | 16.452 | 21.857 | 32,9 % |
Desocupados | 2.675 | 2.760 | 3,2 % |
Cabeceras | |||
Población total | 29.453 | 38.981 | 32,4 % |
Población económicamente activa | 14.265 | 19.516 | 36,8 % |
Ocupados | 12.002 | 17.090 | 42,4 % |
Desocupados | 2.263 | 2.426 | 7,2 % |
Centros poblados y rural disperso | |||
Población total | 10.409 | 11.159 | 7,2 % |
Población económicamente activa | 4.863 | 5.101 | 4,9 % |
Ocupados | 4.451 | 4.767 | 7,1 % |
Desocupados | 412 | 334 | -18,9 % |
Fuente: DANE. |
Tan bajo crecimiento de la población total y de los trabajadores no se debe a que el sector agrícola se haya estancado, pues en estas dos décadas el PIB agrícola creció 65 %. En solo los últimos 10 años el área sembrada se expandió de 2.9 a 4.6 millones de hectáreas; así mismo, el área destinada a ganadería pasó de 29 a 39 millones de hectáreas. Se está produciendo mucho más en el campo con menos trabajadores, lo cual equivale a un importante aumento de la productividad laboral que no se ha visto reflejado en los salarios.
Por la calidad de vida de los campesinos
La realidad que se experimenta en casi todo el sector rural es una escasez de mano de obra. Los cultivadores de café, de palma o de cacao, lo mismo que los ganaderos, manifiestan las dificultades que están teniendo para conseguir trabajadores para las labores de cosecha, a pesar de la presencia de migrantes venezolanos que han aumentado un poco la oferta de mano de obra.
No es difícil entender por qué los jóvenes campesinos prefieren buscar en las ciudades otras oportunidades de trabajo en lugar de las labores a sol y agua que realizaron sus padres y abuelos. No solo es la posibilidad de obtener un mejor salario, que no siempre se da, pues muchas veces solo logran empleos informales, sino sobre todo la calidad de vida por los servicios que encuentran en la ciudad.
Cuando han conformado una familia y tienen hijos, saben que en la ciudad tienen posibilidad de obtener vivienda propia con los subsidios públicos, así como acceso a mejores escuelas donde los niños no tienen que caminar kilómetros diarios, y servicios de salud mucho más completos que los precarios puestos de salud de sus veredas.
Ante esta realidad es indispensable incluir como uno de los elementos de la reforma agraria la provisión de bienes públicos que mejoren la calidad de vida de los campesinos. No es suficiente que tengan un pedazo de tierra propia o que logren mayores ingresos en sus proyectos productivos; tampoco que tengan oportunidades de trabajo decente, como mejores salarios y prestaciones sociales.
Vivienda digna, educación de calidad para sus hijos y acceso a servicios de salud son elementos esenciales para que los campesinos, en particular los jóvenes, quieran permanecer en el campo. Es obligación prioritaria del Estado ofrecer estos bienes públicos en todo el sector rural del país para no terminar en una reforma agraria que sea exitosa en resolver la injusticia de campesinos sin tierra, pero que lleve a una situación de tierra sin campesinos.
Mauricio Cabrera Galvis
Octubre, 2022
4 Comentarios
Mauricio: excelente el punto que tocas, tierra sin campesinos con posibilidad de una vida digna. Yo añadiría un punto adicional y sería la falta de una cultura empresarial en los campesinos; la cual habría que fomentar con el fin de lograr una reforma agraria eficiente con visión manufacturera y exportadora..
Gracias Mauro. Muy clara tu posición que comparto. Me gustaría añadir que nuestros campesinos son por naturaleza solidarios. Si fomentamos en sus regiones cooperativas agrícolas, será más fácil lograr los objetivos de todos.
mauricio
muy importante destacar el aumento de productividad en el campo, pero esto es para las 5 o 7 millones de Has agricolas con cultivos transitorios y permanentes, pero para las 35 millones de Has ganaderas no hubo incremento, la relacion en los ultimos 20 años es 0.8 cabezas por Ha lo cual es un gran desperdicio de tierra que podria dedicarse a la produccion de alimentos. La tierra ganadera es altamente especulativa y por eso FEDEGAN ha aceptado vender 3 millones de Has a precio de oferta que no corresponde a la rentabilidad ganadera. Pero este es tema de otro articulo tuyo
Mauricio:
Hace 50 años, cuando llegué a Villavicencio como profesor fundador de la Universidad de los Llanos, teníamos un programa de licenciatura en Producción Agropecuaria, orientado a formar maestros de los colegios rurales y extensionistas rurales. Pocos años después se institucionalizaron en todos los municipios del país las UMATA, unidades municipales de asistencia técnica agropecuaria, donde nuestros egresados, para envidia de agrónomos y veterinarios, barrían en los concursos para contratar los asistentes. Hoy, cuando la Universidad dejó languidecer el programa, nos encontramos en el gran proyecto de reforma agraria, que tiene que ser complementado con toda una estructura parecida a lo que tuvieron la Caja Agraria y las UMATA en sus buenos tiempos, como se insinúa en tu artículo. Asistentes técnicos con formación en pedagogía y comunicación para hablarles a los campesinos de producción agropecuaria en su propio idioma.