Antes de referirme al nuevo orden mundial que se prevé aparecerá a mediados del presente siglo, quiero confesar que personalmente me adhiero a los principios de la cultura occidental.
Es decir, a una visión democrática basada en el voto ciudadano y la diferenciación de los poderes del Estado, a una visión económicamente predominante de reproducción del capital y de desarrollo industrial, a la defensa del concepto de autonomía y soberanía nacional para el manejo de los territorios, y al respeto por la carta de los derechos humanos y de las Naciones Unidas como su salvaguarda, tal como fue establecido por las discusiones y acuerdos logrados al final de la segunda guerra mundial en el siglo pasado. Es decir, todavía soy un hombre del Siglo XX y a la par de “emérito” por razón de mi edad se me puede tachar de retardatario. Ciertamente disto mucho de ser progresista, de acuerdo con el significado que se le quiere dar a dicho término. Pero no estoy en contra del cambio social necesario para lograr el entendimiento entre los grupos, el bienestar del mayor número de personas y la paz de las naciones basada en criterios de justicia, equidad y desarrollo individual. Más aún en mi periplo vital me he dedicado a lograrlo y promoverlo, en el marco de las condiciones y posibilidades que permite el actual sistema occidental, en lo económico, lo político y lo social.
Reconozco además que en las coyunturas del presente Siglo XXI se están dando las condiciones para la creación y consolidación de un nuevo orden mundial, en el cual la premisa básica es “la deconstrucción” del pensamiento occidental – su filosofía, sus creencias y valores – para dar paso a una visión universal de carácter holístico, en la cual predominan las visiones, actitudes y comportamientos de los pueblos del planeta tierra, que por su cultura y conocimientos no pertenecen al mundo que heredamos de los griegos, los romanos y la cristiandad de la edad media y el renacimiento europeos. Por un lado, dicha cultura no occidental que es en sumo grado diferente y variada puede predicarse tanto de la China, la India y de muchas de las naciones del oriente, como de los pueblos raizales del oriente de Rusia, de Africa, el Mundo Arabe, Oceanía y la América Latina.
Se prevé que para mediados del Siglo XXI el poder económico del Asia Meridional conformada por la China, la India y Rusia, no solo estará basada en el gran territorio de dichas naciones sino en la presencia de más de la tercera parte de la humanidad. Su influjo se extenderá entonces principalmente a los países de Africa y América Latina, como productores de materias primas, de recursos energéticos y de alimentos, que al tiempo que redescubren y defienden sus propias raíces ancestrales estarían predispuestos a adoptar los nuevos criterios del orden geopolítico. Dichos criterios estarían edificados sobre la puesta en duda de la constelación de valores que fundamentan la democracia actual, el capitalismo del mercado globalizante, la concepción individualista de los derechos humanos, la soberanía nacional, la cultura del desarrollo industrial, el consumo y la productividad, y la religión cristiana.
Posiblemente para entonces el mundo económico estará posiblemente dividido y polarizado en dos grandes secciones territoriales. La primera conformada por los países de América del Norte, especialmente Estados Unidos, Canadá y Europa que seguramente no se resignarán a ceder su predominio y modificar sustancialmente su cultura, y los países del Asia Meridional a los cuales ya se hizo alusión. El resto del mundo tendrá que decidirse sobre su pertenencia al uno o al otro sector de influencia mundial, con la probabilidad que muchos de ellos se disociarán en regiones enfrentadas en desgarramientos y profundos conflictos ideológicos, políticos, económicos y sociales entre sus propios ciudadanos, para definir sus preferencias, fijar sus prioridades y establecer sus lealtades.
Dicha polarización ya es un hecho en las naciones de la América Latina y tenderá acentuarse a medida que se avance hacia la mitad del siglo actual. Es una realidad que países como Cuba, Venezuela y Nicaragua están en la avanzada de su redefinición cultural en favor de la deconstrucción de la cultura occidental. Hay pasos moderados pero que no dejan de ser profundos en países como Méjico y Brasil, los dos colosos continentales. Tienden a ser mucho más agudos en la situación actual de Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, como países que tienden a moverse dentro del denominado socialismo bolivariano. Y son todavía muy perceptibles y notables en Chile, Argentina, Paraguay y Uruguay reconocidos como el cono sur del continente. De cualquier manera se están cumpliendo progresivamente los propósitos, las metas y las orientaciones socialistas establecidas en el Foro de Sao Paulo.
Mientras tanto los países del Norte y de Europa se sienten atónitos, impedidos, agobiados y limitados por las hordas de migrantes que confluyen furiosamente sobre sus fronteras de parte de América Central, el mundo Arabe y los países africanos. Todos ellos ilusionados ´por el sueño de un mundo mejor que realmente cada vez se hace más elusivo e inalcanzable, pero que causa internamente disensiones y enfrentamientos políticos cada vez más difíciles de solucionar. La polarización política es un hecho, y es el factor de aceleración más importante en el proceso de definición del nuevo orden mundial.
En mi visión un tanto retardataria y posiblemente de fuertes tintes pesimistas – manes propios de la vejez ciertamente – considero que el desgarramiento en Colombia se acelera día a día con el incremento del poder de las disidencias de la Farc, con la aceptación creciente y reconocida de los movimientos criminales como el clan del golfo y otros similares, con la consolidación de las milicias indígenas y los movimientos campesinos, con la instalación permanente del conflicto urbano por parte de los jóvenes que conforman una nueva línea, que conjuntamente con la anuencia del gobierno y el debilitamiento de la policía y de las fuerzas armadas van a lograr la construcción de un nuevo estado dentro del estado, en el cual departamentos como Chocó, Cauca, Nariño, Guaviare, Putumayo y Amazonas van a construir una región autónoma dentro del estado. Posiblemente son solo “bobadas mías”. Pero así siento que se está avanzando en Colombia en la construcción de ese nuevo orden mundial renuente a los valores de Occidente y por lo tanto a nuestra tradicional visión tanto democrática como cristiana.
Hernando Bernal Alarcón
Noviembre, 2023
3 Comentarios
Dicen que los optimistas somos unos pesimistas mal informados. Ustedes los sociólogos parecen pesimistas, pero aportan realismo…
Que vaya a ser nuevo, es inevitable; que sea orden es lo deseable, así sea diferente… ojalá organice el desorden entrópico humano.
Valiente tu opinión Hernando. Creo la oleada migratoria en en gran parte causada por las guerras y bloqueos impuestos por occidente. Un sin numero de sanciones a Venezuela y guerras devastadoras en el medio oriente (Irak, Siria, Libia …), y ahora en Europa. Solo de Venezuela y Ucrania los refugiados pasan de 10 millones.
Muy aterrizado tu análisis, Hernando. Lo que yo percibo en mi entorno es que Africa está presionando muy fuertemente para ser admitida en Europa (lei que a mediados de este siglo 1 de cada 4 habitantes será africano… ). Alemania està casi saturada de turcos ( 4 millones (ca.). El “sostenimiento” demografico en Europa se basa casi totalmente en la inmigración pues los jovenes nativos no tienen incentivos para reproducirse. Los viejos en Suiza somos cerca del 20 %, o sea, sobre 8 millones de habitantes, cerca de 2 millones tenemos mas de 64…Interesante aunque complicada la cosa!