Estuve allí.
Fue el día del “tanquetazo” ‒como denominó la prensa chilena al primer intento de golpe militar contra el gobierno constitucional de Salvador Allende‒ dirigido por el coronel Alberto Souper, jefe del regimiento blindado N⁰. 2 del ejército chileno, sofocado luego por el general constitucionalista Carlos Prats, asesinado un año más tarde, en Buenos Aires, junto con su esposa.
Formábamos parte de una delegación de profesores de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, universidad privada de Bogotá, cuya facultad de comunicaciones estaba tendiendo redes en Suramérica con aquella corriente comunicacional progresista encabezada por Armand Mattelart y Ariel Dorfman en Chile (Para leer al Pato Donald, Comunicación de masa y colonialismo, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1971), por quienes habíamos sido invitados.
Dos meses y medio antes del golpe definitivo de Augusto Pinochet ya el ambiente político y social era irrespirable. Las cadenas de TV, día y noche eran una sola diatriba contra el gobierno de la Unidad Popular. Las calles, escenario permanente de enfrentamientos entre izquierda y derecha. Dos escenas que pudimos presenciar: la manifestación de un colegio privado (niños entre 9 y 12 años) todos con cascos, marchando contra sus “profesores comunistas”, con pancartas y consignas alusivas.
Y la otra: entre las interminables colas para proveerse de artículos de primera necesidad nos llamó la atención una que esperaba por cigarrillos importados. Era evidente la predominancia de una pequeña burguesía acostumbrada a un cierto nivel de consumo de artículos del extranjero, ya estrangulado por el racionamiento establecido por el gobierno. Alguien dio la señal de alarma, señalando al proveedor de la mercancía que llegaba en bicicleta. Como si hubiera sido una orden, la cola se deshizo y todos (señoras, señores que podrían ser tus padres, tus tíos) se abalanzaron sobre él y, con sus cartones de cigarrillos debajo del brazo, continuaron su camino como si nada. Nadie acudió en defensa del agraviado;los pocos policías que había por allí miraban para otro lado.
La mañana del 29 de junio comenzó temprano para nosotros. Hacia las 7:30 a.m. alguien tocó a mi puerta. Al abrirla, me encuentro con un oficial del ejército, armado con su fusil, con su uniforme de guerra, quien ‒con una paradójica y amable voz‒ nos daba la orden de bajar a la recepción en 10 minutos, con todas nuestras pertenencias, para salir del hotel.
Ya abajo, fuimos llamados uno a uno por nuestros nombres ‒el oficial lo hacía parado sobre el mostrador de la recepción‒advirtiéndonos que en la calle nos esperaban taxis que tenían la orden de llevarnos inmediatamente al aeropuerto, en absoluto silencio. Se les había prohibido a los conductores hablar con los pasajeros. Al pasar por el Palacio de La Moneda, advertimos movimientos de tanques que presagiaban lo peor.
El aeropuerto era un enjambre de gentes, de idiomas, de confusión. Sin embargo, imperó la disciplina militar, encargada de embarcarnos de regreso a nuestros países, ordenada y eficientemente.
Ninguno de nosotros pudo imaginar en ese momento que este acontecimiento había sido como un “ensayo general” de lo que sucedería dos meses y medio después.
Jorge Luis Puerta
Septiembre, 2023
4 Comentarios
Jorge Luis; Impresionante recuerdo. Gracias por narrarlo con tanta precisión. Saludos. Hernando
Una narracion salida de una vivencia directa, aunque pre-diseñada, no pierde una iota de dramatismo, realismo y profecia. Excelente recuento que, de haberlo vivido en los meses despues, quién sabe cuál habria sido el resultado. Gracias Jorge Luis por rescatar ese recuerdo que es historia vivida y no olvidada.
Jorge Luis:
Como dicen Hernando y Reynaldo, impresionante narración para la situación que estamos viviendo actualmente en Colombia. Mi sentir es que nuestra vida política está cada vez más polarizada, los del discursos del presidente tienden más a “enseñar” una nueva historia de Colombia, donde la izquierda, más particularmente el M19, ha sido el héroe que se aventuró a tomarse el Palacio de Justicia y fue injustamente repelido por el ejército, tal como hicieron con Allende en Chile. Me impresiona tu escrito porque, como dicen, la historia se repite. Mi temor es que empezaremos a ver pronto en Colombia marchas de alumnos contra sus profesores de izquierda, asonadas contra negocios pequeños y medianos, tal como tú los describes en tu escrito.
Es triste ver como esta gran oportunidad de cambio en Colombia se esté dilapidando en luchas y antagonismos internos. Mi sentir es que las elecciones venideras serán fuente de mayores enfrentamientos y no una de renovación como la necesitamos.
Sagrado Corazón de Jesús, en ti confiamos.
Qué buen y doloroso repaso de la historia.