Ser abuelos, convertirse en abuelos, es para muchos una de las experiencias más gratas de la vida. Pero hay que prepararse y aprender a serlo. Este es el relato de una pareja de abuelos, primero de un niño y luego de dos niñas.
En 2017, a los 63 y 67 años, comenzamos una experiencia fabulosa: ser abuelos de Matías, el hijo de Mariana e Ignacio, nuestro hijo menor.
Contemplando ese niño hermoso sentimos que tenía una conexión directa con la sangre de nuestras venas. En un dos por tres nos sonrió y nos cogió un dedo. De ahí en adelante sabremos que ese agarre digital es la señal de poder llevarnos a donde quiera.
Comenzó a hablar y a llamarnos como mejor le sonó: “Nana”, “Yoyo”. Sus expresiones abren el camino a una nueva comprensión de la historia.
Un día se escondió bajo la mesa del comedor. Preguntamos: ¿dónde está Matías? Y una voz queda respondió: “no toy”.
Su conexión con los animales es motivo de largas caminadas en la finca, para despedirse de vacas, caballos, gallinas y patos antes de irse a dormir.
Dos años y tres meses después apareció Paulina, su hermanita, nuestra primera descendiente mujer, con el nombre de la mamá y de la abuela materna de Yoyo. Sus ojos azules, como los de su hermano, son la síntesis de toda la expresividad posible. Su mirada penetrante invita a estar en conexión con ella.
El amor fraterno y la ternura mutua de estos dos nietos han sido admirables. Para Nina ha sido muy fácil crecer al lado de Matías, por pura imitación. Lingüísticamente, Nina entiende todo y lo demuestra siguiendo instrucciones. Lástima que por ahora no entendemos los cuentos tan largos que nos cuenta.
Hemos aprendido a estar abiertos a ellos, sin tomar la iniciativa, a esperar que vengan a nosotros, sin invadirles su espacio.
Aprendemos también que son criados con narrativas distintas a las que nos gustarían para ellos, pero podrán llegar a ser mucho mejores que nosotros.
Tres años después Gina y Santiago, en Boston y en medio de la pandemia, nos regalaron la dicha de Sofía, la niña más simpática que hemos podido ver.
Nació en la soledad de sus papás en una ciudad fría, y se convirtió en la mejor compañía presencial que hayan podido tener en medio de tanta virtualidad.
Tuvimos la dicha de conocerla a finales de mayo. Desde el primer momento nos acogió con una calidez maravillosa.
Esperamos con mucha ilusión volver a verla y estar unos días con ella en su primera visita a Colombia.
En conclusión, se trata de un amor que comenzó en pareja, fue creciendo con los hijos y ahora se va acrecentando en la tercera generación.
Cada paso que da un hijo o un nieto se convierte en fuente de mayor alegría que la de nuestros propios pasos.
Esperamos poder vivir muchas etapas más con ellos y ser testigos del amor de Dios que se hace familia para su mayor gloria.
María Ángela y Goyo
Octubre, 2021
5 Comentarios
Le respondi a un amigo que soy abuelo virtual, porque solo tengo nietos ajenos, que son nuestros, espiritualmente.
La vivencia de ustedes nos la hacen sentir como si fuera propia. Los felicitamos y Dios quiera que cada vez mas niños y abuelos difruten ese amor familiar. Gracias M. Angela y Goyo.
Goyo: excelente artículo y nosotros estamos igualmente felices con 4 nietos que nos dan una nueva vida.
Muy tierna la descripción que haces querido Goyo sobre la abuelidad, Los nietos nos hacen sentir el “amor puro”, pues es el amor sin responsabilidades,
Muy afortunados Maria Angela y Goyo al tener varios nietos y disfrutarlos. Nosotros tenemos una sola nieta que nació y ha crecido en los Estados Unidos, lejos de nosotros. Aunque hemos podido estar con ella en las pocas visitas que hemos podido ir allá y las más pocas aún que ella ha venido a Colombia, son tiempos muy cortos para establecer una relación de confianza y cordialidad con Emilie. En nuestra última estadía en la casa de Catalina y Andy, sus padres, el pasado mes de julio logramos mucho más acercamiento y pudimos saborear el sentir esa persona como parte de nuestra sangre. Gracias Goyo. Linda tu narración.
Muy sentida la narración de los abuelos, querido Goyo. Yo no soy abuelo y parece lejano ese hermoso título,pero felicito a todos los abuelo de la cofradía. Como dice Alberto, amor sin responsabilidades, o sea amor cómplice,esa ha sido la imagen de los abuelos; querendones y compinches de sus nietos