Gabo, el escritor más curioso del mundo

Por: Samuel Arango
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Muchos lectores de García Márquez hacemos un esfuerzo permanente para entenderlo. Cada vez que leemos alguno de sus artículos, cuentos o novelas tenemos que pensar en elementos que nos permitan interpretarlo sin equívocos. A partir de toda su obra y específicamente de su cuento El ahogado más hermoso del mundo* podemos plantear varios aspectos curiosos. 

Gabo se inició muy joven en la escritura y su primera actividad fue la periodística. Esto le dio, desde entonces, la capacidad de percibir los hechos como noticia, aunque no pudo separarlos de la fantasía propia de su mente, de su cultura y de la idiosincrasia costeña. Es célebre la historia de García Márquez cuando para cumplir su primera misión periodística le encomendaron viajar a Quibdó y reportar para El Espectador el paro cívico que había paralizado al Chocó y que ya tenía visos de asonada y rebelión. Viajó con el fotógrafo y cuando arribó a Quibdó encontró que no pasaba nada, que no se movían ni las hojas de los árboles y que toda la gente se encontraba en su trabajo o dormitando en la hamaca. Entonces, habló con el tendero, el dueño de la flota y líderes naturales y los invitó a crear una manifestación con el fin de poder fotografiar un tumulto y cumplir así su misión. La crónica del paro en Quibdo obtuvo naturaleza gracias a la creación del joven periodista. Los demás periódicos se entristecieron porque habían sido “chiviados” por El Espectador. 

De igual manera, casi que su primer cuento largo salió de un artículo para ese periódico, cuando entrevistó a un náufrago que permaneció varios días a la deriva en el mar y estuvo a punto de perecer. El relato del ahogado es muy simple y común como hecho. Sucede con mucha frecuencia a la orilla del mar. Pero la mente engrandecida del escritor convirtió esa sencilla experiencia en un cuento pleno de figuras, de lenguaje, de emoción. De realidad a relato en pocas páginas.

La historia narrada por el periodista superó en mucho los hechos y empezó a gestar lo que luego en términos eruditos se ha llamado realismo mágico. Su trabajo posterior en El Heraldo de Barranquilla lo llevó rápidamente a pasar de reportero a escritor de opinión y el suplemento literario le dio la largada hacia la fama. Para Gabo, la distancia entre la realidad y la fantasía nunca existió: los límites entre uno y otro solo se encuentran en las mentes cuadriculadas de las alturas parnasianas.

Uno de los paradigmas más enseñados en la cultura occidental es el de la objetividad. Todo ser humano debe ser objetivo para narrar, para interpretar, para ver el mundo y sus alrededores. Sin embargo, el mundo moderno ha tenido que aceptar que la objetividad sería el resultado de la acción de los objetos, no de los sujetos, que por obvias razones habrán de producir subjetividades. Esto quiere decir que ningún ser humano podrá despojarse de su subjetividad en ningún momento. Siempre estamos marcados por lo que somos y por lo que hemos adquirido de nuestra cultura.

Un célebre teórico de la comunicación de los años 60, Wilbur Schramm, planteó un esquema de la comunicación humana de tal profundidad que aun hoy sigue siendo un esquema válido y aportante. El acto de la comunicación se inicia con el yo, individual, subjetivo. Se supone que cada hombre nace con características propias en todos los aspectos, que son irrepetibles. No hay dos iguales, como en el caso de las huellas. Este yo viene programado por factores de diferente índole: sicológicos, hereditarios, de personalidad, de ADN, de genomas, de tiempo y de espacio claramente fijados con anterioridad. El yo y su constituyente no dependen de la persona: le vienen dados. Unos son gordos, otros flacos; unos calmados, otros apasionados, activos, secundarios; con ojos claros o piel negra; hombre, mujer, homosexual. 

El yo es una estructura localizada en el tiempo y el espacio que no ha sido libremente seleccionada por el sujeto. La misión de cada ser humano es conocerlo y desarrollarlo, con sus características físicas y espirituales. Con cualidades sembradas y con defectos también determinados. La misma capacidad comunicativa para expresarse, por ejemplo, viene programada. Hay unos que hablan con el cuerpo; otros, se comunican con la palabra, por herencia o por nacencia, como dicen los campesinos. No le podemos pedir a alguien con limitaciones primarias de comunicación que sea un Cicerón. Ese se destacará en otras actividades. Lo importante es que el ser humano llegue a conocerse a sí mismo, como decía el filósofo, para que pueda desarrollarse apropiadamente. El hombre debe aprender a comunicarse en primer lugar consigo mismo. Esto es, a reflexionar, meditar, interiorizar su yo y sus circunstancias.

El otro aspecto que forma parte integral de la persona es su campo de experiencia: se encuentra exterior al ser, pero lo determina y puede llegar a formar parte de él. Nación, año de nacimiento, familia, cultura, idioma. Son condiciones externas, pero que se interiorizan para conformar el todo del yo. 

José Ortega y Gasset afirma que “Yo soy yo y mis circunstancias”, dando a entender que nacemos en un ambiente previamente estructurado, incluso en el lenguaje, que nos determina en nuestra manera de ver el mundo y de expresarlo. Nuestras manifestaciones comunicacionales nos revelan a todos como seres humanos únicos y reflejan las circunstancias en las que nacemos, crecemos, nos reproducimos (o no) y morimos. De ahí que siempre que escribimos o hablamos estamos refiriendo nuestra personalidad y nuestra cultura aprehendida. Eso es natural; lo contrario sería anormal.

Quienes hemos ido a la costa Atlántica y hemos observado el modus vivendi de los costeños y en especial de los barranquilleros, constatamos algunas características que se manifiestan abiertamente en García Márquez. Incluso, basta con leer su círculo de amigos ‒Cepeda Samudio, Fuenmayor, Mutis, Gossaín y Sánchez Juliao‒ para entender que todos ellos forman parte de una rara y única cultura mágico-realista. Se parecen en sus estilos y en su modo de matar moscas como las del pintor Alejandro Obregón. Para ellos realidad y fantasía son una misma cosa.

Una de las peculiaridades más notorias para el desarrollo de una comunicación de calidad es la capacidad de percepción. Todo lo descubrimos a través de los sentidos. Los escritores costeños, por ejemplo, leen e interpretan los hechos tal como los oyen, los miran, los palpan, los huelen. Escriben sobre los olores de la guayaba, las mujeres como Milagros, los árboles de Aracataca o San Bernardo del Viento. Para ellos el tacto palpa mujeres, aire y las escamas de los pescados.

Para la construcción de una comunicación significativa un requisito esencial es aprehender el mundo que nos rodea con todos los sentidos, sin excepción. Y de igual manera, comunicarnos con los mismos sentidos. Lo que expresemos no solo debe estar codificado en palabras, sino también en gestos, sabores, texturas que hagan la comunicación más completa. 

La costa Atlántica, por su cultura y sus condiciones atmosféricas, imprime carácter a sus intelectuales. La pereza impuesta por el sol abrasante del mediodía hace que dediquen muy buena parte de su tiempo al ocio, que para los del interior o “cachacos” es pérdida de tiempo, mientras que para ellos es contemplación, observación, construcción de historias dignas de ser contadas. Ese ocio costeño lleva a que la gente tome conciencia de lo trascendente y lo proyecte permanentemente. En la costa del norte, más que en cualquier parte del mundo, los intelectuales aprenden desde pequeños a distinguir lo importante de lo baladí. No se le hace caso a las tonterías. Ellos llegan a comunicarse con la naturaleza y a aprender de ella lo que es la vida, como lo hacía Da Vinci y lo han hecho los hombres que han marcado el destino de la humanidad. La naturaleza es la madre y ella nos aporta lo esencial para vivir, solamente si la conocemos y sabemos interpretarla como hacen los escritores costeños.

Para ellos, la palabra no es la cárcel del pensamiento, sino más bien las alas de la imaginación. Usan las palabras que aprendieron y las desarrollan en nuevas formas de entenderse y aplicarse. Son pródigos en creatividad y exuberancia, como las caderas de sus mujeres que se mueven de forma semejante a las palmeras.

De acuerdo con lo anterior podría hablarse sin remilgos del Homo costeñus, tipificado en García Márquez y sus amigos de La Cueva, en Barranquilla. No son perezosos; no, son observadores, gozadores, disfrutadores de la vida y sus circunstancias. Tienen el don especial de recoger una acción simple y convertirla en novela. Toman la realidad y la re-crean en una nueva realidad que todos leemos con agrado y simpatía. Aplican aquello de que todo hombre es un cuento que camina. Usan realidades comunes para crear realidades nuevas. En este proceso creativo, típico de Gabo, no es raro encontrar nuevos lenguajes, nuevas palabras, nuevas formas.

Sin ninguna duda, tanto García Márquez como sus amigotes se expresan con imágenes, entendidas no como reproducciones de la realidad, sino como resultado de la imaginación. Gabo fue de hecho un director de cine frustrado, aunque haya visto llevar al cine varias de sus obras, entre ellas La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada. Él mismo fue profesor y asistió a clases de cine en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). Gabo pudo ser director de cine, pues en sus escritos plasmó unos excelentes guiones cinematográficos. Incluso fue autor de un texto académico sobre cómo escribir guiones. Para él la realidad es imagen, es sentido, es sentimiento, con la exuberancia del mar, de la costa, de las mujeres generosas de formas. Es comunicación derramada, desbordante.

Es hora de que consideremos el lenguaje, de hecho, como algo más que las palabras. De hecho, el ser humano, en su evolución, ha pasado con el correr de los siglos de Hombre agrario a Hombre gutenbergiano (palabras impresas), a Hombre industrial, a Hombre audiovisual y, últimamente, a Hombre cibernético. Todos estos cambios socioeconómicos han traído consigo cambios en la comunicación. 

Basta con pensar cómo se comunica un joven de hoy: va más allá de García Márquez. Es un hombre global, con el idioma cibernético incorporado, con un idioma universal, abierto a las diferentes culturas, comprensivo y con capacidad de universalizarse.

http://biblioteca.colmayorbolivar.edu.co/files/portafolio/El_ahogado_mas_hermoso_del_mundo.pdf

Samuel Arango M.

Noviembre, 2020

1 Comentario

Reynaldo Pareja 20 noviembre, 2020 - 6:30 pm

Samuel, Puedes incluirte en ese grupo de realismo magico pues en un analisis puntual de Garcia Marquez y su estilo tu mismo desbordas en imagenes similares que logran comunicar lo que te parece que es la fuente del realismo magico de Gabo. Los muchos ensayos que has producido vienen pletoricos de imagenes que logran capturar a tu lector y apresarlo en el contexto de lo quieres comunicar. Que los muchos mas articulos que has de producir mantengan esa riqueza de imaganes que los hacen una delicia leer.

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