Epicteto y la dicotomía del control

Por: Rodolfo Ramon De Roux
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“Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia”. Es muyconocida esta “Plegaria de la Serenidad”, escrita en 1934 por Reinhold Niebuhr. Menos conocido es que su concepto subyacente de “dicotomía del control” (lo que depende de mí y lo que no depende de mí) constituye algo fundamental en la práctica del estoicismo y que a esa dicotomía se refiere Epicteto (55-135) desde el inicio de su Enquiridión(Ἐγχειρίδιον) o Manual, obra plena de sabiduría serena y generosa.

Con gusto rememoro un breve diálogo con el excelso cojo.

− Amigo Epicteto ¿por qué cojeas tanto?

​EPICTETO – Nací siendo esclavo y terminé comprado por Epafrodito.

− ¿El famoso Epafrodito, el liberto imperial y secretario de Nerón, que le ayudó a suicidarse clavándole una espada en la garganta?

​EPICTETO – El mismo. Desde que Epafrodito me compró en el mercado de esclavos para ​llevarme a su casa de Roma, no dejó de darme palizas gratuitamente. ¡Qué ironía! ​Epafrodito significa “dedicado a Afrodita” y, en cambio, se dedicó a maltratarme. 

− No hay nada peor que un esclavo que se convierte en amo: carga demasiado resentimiento.

​EPICTETO – Es duro constatarlo, pero una antigua víctima con poder puede terminar ​comportándose igual o aun peor que su victimario. 

− Por eso, como dice Emil Cioran, “tengamos por toda víctima, por noble que sea, una piedad sin ilusiones”. Pero ¿qué pasó con tu pierna?

​EPICTETO – Cada vez me controlaba mejor ante las vejaciones y palizas que me ​proporcionaba Epafrodito. Un día, exasperado porque no le daba el espectáculo de mi ​sufrimiento, empezó a torturarme una pierna. “Vas a romperme la pierna”, dije. Epafrodito ​continuó. “Si sigues me vas a romper la pierna”. Acto seguido se escuchó un “crack” y el ​hueso de la pierna se rompió en dos. Me limité a decir impertérrito: “Te lo advertí”.

− Yo hubiera gritado de rabia y de dolor.

​EPICTETO – ¿Acaso eso me habría impedido quedar cojo? 

− Qué impresionante aceptación de lo que ahora llamamos “principio de realidad”.

​EPICTETO – Pero te advierto que no pregono considerar como inevitable y necesario aquello que, siendo fruto de las relaciones de poder humanas, puede ser transformado. Dicho esto, no podemos vivir libremente sin saber lo que depende y lo que no depende de nosotros.

− Te agradezco el recordarme esa regla de oro del estoicismo: Distinguir entre lo que depende de mí y lo que no depende de mí, para actuar conforme a lo primero sin dejar que me preocupe lo segundo. Pero ¿qué depende de mí?

​EPICTETO – De ti dependen tus juicios, opiniones, deseos y aversiones; en una palabra, todas tus acciones. Eso no significa que no estén influidas por factores externos -como las opiniones de otras personas- o internos -como tus sensaciones físicas, por ejemplo, el ansia de comer-. Pero, en última instancia, dichas acciones dependen de ti, porque puedes decidir ignorar tus ansias o hacer caso omiso de las opiniones ajenas.

− ¿Y qué no depende de mí?

​EPICTETO – De ti no dependen el cuerpo, la fortuna, la reputación, los cargos, los honores y dignidades. Se trata de todas aquellas cosas externas a tu mente consciente. Tu cuerpo puede ​enfermar a pesar de que lo cuides mucho; puedes perder tus riquezas o ver arruinada tu reputación por múltiples razones ajenas a tu voluntad; puedes perder tu trabajo sin que sea por tu culpa.

− Me parece, sin embargo, que cuanto acabas de mencionar puede depender parcialmente de nosotros.

​EPICTETO – Por supuesto. Hay muchas cosas que no dependen completamente de nosotros pero sobre las cuales podemos influir con nuestro comportamiento. Por ejemplo, alcanzar el amor de nuestra pareja o la estima de nuestro jefe. Aunque por más que nos esforcemos, no tenemos garantizado ni lo uno ni lo otro. Lo que depende completamente de nosotros en el caso de nuestra pareja, es comportarnos como personas merecedoras de amor. Y en el caso de nuestro jefe, trabajar duro y bien. Simplemente te quiero decir que no alcanzarás la serenidad de espíritu -lo que llamo “ataraxia”- si la pones en lo que no depende completamente de ti.

− ¡Y yo que quisiera poder controlarlo todo! Sin embargo, por más que me empeñe en hacerlo, la incertidumbre no deja de inquietarme. Como puedes observar desde este ultratúmbico lugar, la situación se ha vuelto tan complicada en la Tierra que hasta los clarividentes ven oscuro.

− EPICTETO – Pero si sabes distinguir entre lo que depende completamente de ti y lo que no depende completamente de ti podrás ser libre, pues nada ni nadie podrá privarte de lo que realmente es tuyo: “Ni el propio Júpiter puede forzarme a desear lo que no quiero ni a creer en lo que no creo”. 

− Ya quisiera tener tanta confianza en la razón y en la voluntad humanas: veo que nos regimos más por instintos, pasiones, sentimientos, hábitos, costumbres y convenciones.

​EPICTETO – Pues ojalá seas capaz de ejercitar la razón y la voluntad puesto que tu ​felicidad depende de tres cosas, todas las cuales están en tu poder: tu voluntad, tus ​ideas sobre los eventos en los que te involucras y el uso que haces de tus ideas”. Por otra ​parte, la libertad comienza con el dominio de tus impulsos irracionales -instintos, vicios, ​pasiones- y con el dominio de ambiciones,​decepciones y miedos, comenzando por el de la ​muerte.

− La muerte no me da miedo, aunque preferiría no llegar a Ultratumba pasando por la funeraria. 

​EPICTETO – Inútil esperar tal cosa:  nadie sale vivo de la vida. Tienes que asumir que debes ​sucumbir.

− Bien sé que la defunción no tiene solución sino resolución: estar resueltos a afrontarla. 

​EPICTETO – Mira el lado bueno de lo malo: sin la muerte la vida terminaría por ser ​insufrible y acabaríamos peleando hasta con nuestros mejores amigos. Menos mal todos ​tenemos obsolescencia programada.

− Por eso aprecio cada instante: cualquiera puede ser el último.

​EPICTETO – Haces bien. Además, si no puedes quedar inmune de muchos percances reputados como males, tienes facultad para regular las reacciones de tu propio espíritu frente ​a aquellos sucesos. Tenlo presente: “El hombre no está preocupado tanto por problemas reales como por sus ansiedades imaginadas sobre los problemas reales”. 

− Le pongo el pecho a la realidad tratando de evitar lo evitable y de aceptar lo irremediable; sin embargo, a veces me siento inquieto… como le sucede a todo aquel que piensa. 

​EPICTETO – Razón de más para que trabajes el autocontrol y la autoconciencia. Eso no se ​da silvestre. Aprende de los atletas que se someten a mil sacrificios para poder mejorar un ​récord de velocidad en cuestión de décimas de segundo. ¡Y tú pretendes ser un atleta del ​espíritu por arte de birlibirloque! ¡A esforzarte!

− Pero sin forzar demasiado, o me quiebro. Por curiosidad ¿cómo, siendo esclavo, te volviste filósofo?

​EPICTETO – Gracias a una de esas sorpresas que nos da la vida, Epafrodito permitió que yo ​siguiera en Roma las clases del filósofo estoico Musonio Rufo. 

− Tal vez la conciencia -que a veces renace de sus remordimientos- le estaba impidiendo a tu amo ser un monstruo feliz.  Cuéntame qué pasó después de tus estudios con Musonio.

​EPICTETO – Epafrodito me concedió la libertad y comencé a enseñar la filosofía en Roma ​hasta que el emperador Domiciano, en el año 94, expulsó a los filósofos no sólo de Roma ​sino de toda Italia. 

− No es de extrañar. A los autócratas les gusta más estar rodeados de áulicos y militares que de filósofos y artistas.

− EPICTETO – Partí al exilio y fundé mi propia escuela en Nicópolis, importante centro cultural en la región griega del Epiro. Allí viví hasta que me vine a Ultratumba en el 135 de tu era cristiana.

− Todo exiliado es una novela ambulante.

​EPICTETO – El exilio es un desafío estimulante para rehacer la vida en otra parte… con tal ​de no dejarse abatir por las circunstancias.

− Las heridas del exilio terminan por cicatrizar…pero las cicatrices quedan.

​EPICTETO – Escucha bien: tenemos la impresión de que no podemos hacer nada contra el sufrimiento, del mismo modo que pensamos que no podemos renunciar a las pasiones que lo causan. Pero ¿es nuestra infelicidad la consecuencia de esos acontecimientos, o proviene de la forma en que los vivimos, reaccionamos ante ellos y los juzgamos? El exilio acabó de enseñarme que lo que tenemos nos hace dependientes de lo que no somos, mientras que lo que somos depende en última instancia de nosotros, y es lo que nos hace sabios, libres y felices. 

− ¿Piensas que podemos ser felices?

− EPICTETO – Se puede alcanzar la felicidad -así sea temporal, como todo lo humano- dejando de preocuparnos por lo que no depende de nosotros y disfrutando de “lo que es” en lugar de quejarnos de “lo que no es”. 

− Si sólo cuenta lo que es, entonces “todo debe ser aceptado” como una necesidad. 

​EPICTETO – Aunque tengamos la impresión de que algo sucede por casualidad, el mundo es ​una inmensa cadena de causas y efectos. 

− Es esta aceptación de todo lo que sucede, como resultado de una necesidad universal, lo que lleva a la gente a percibir el estoicismo como fatalismo.

​EPICTETO – Lejos de ser un fatalismo que pregona resignación lacrimosa y espíritu de ​sumisión, el estoicismo es ante todo un ideal de libertad personal y de serenidad. Es una ​lucha contra nosotros mismos, dentro de nosotros mismos, con la formidable ambición de ​tomar posesión de nosotros mismos rompiendo toda dependencia de los bienes o males ​externos que no dependen completamente de nosotros. En cuanto controlemos nuestros ​deseos, nada ni nadie podrá constreñirnos. Y sin dependencia ni enemigos, ¿qué puedo ​temer? 

− ¿Acaso te consideras invencible?

​EPICTETO – “Puedes ser invencible si no entablas ninguna lucha en la que no dependa de ti ​vencer”.

− No pocos se burlan de tu entusiasta alabanza de la autosuficiencia del sabio confiado en que si cuida de “lo que depende completamente de él” alcanzará una invencible serenidad. ¿No se trata acaso de una limitada invencibilidad circunscrita a nuestra “ciudadela interior”?

​EPICTETO – ¿Te parece poca cosa? No hay que pretender ser más libres de lo que podemos ser.  En cuanto a que se burlen de mí, te digo lo siguiente: “Me río de los que piensan que pueden hacerme daño. No saben quién soy, no saben lo que pienso, ni siquiera pueden tocar ​las cosas que son realmente mías y con las que vivo. Escucha a los demás, pero sigue tu propio juicio: si se habla mal de ti y es verdad, corrígete; si es una mentira, ríete”. 

− Antes de que desaparezcas, explícame el sentido de tu famosa máxima “Sustine et abstine”, mantente firme y abstente.

​EPICTETO – Para alcanzar la serenidad de espíritu mantente firme y animoso frente a lo que ​no depende de ti, y abstente de lo que te impida vivir acorde a la razón: no le cedas el ​control de tu vida a las pasiones.

− De acuerdo con controlarlas, pero no con eliminarlas: razón sin pasión es vida sin exaltación y poesía; pasión sin razón es delirio, ceguera y desmesura. Razón y pasión es serenidad e intensidad…si no nos da por embestir a los demás con nuestra razón apasionada, lo cual es muy frecuente.

El sublime cojo me miró con serena intensidad, esbozó una sonrisa y poco a poco se fue esfumando de mi vista.

P.S. Me es grato participarles que ya está disponible en la plataforma digital “Amazon” el segundo tomo de los Diálogos de ultratumba, que contiene diecisiete diálogos y un monólogo.

Rodolfo Ramon de Roux

8 Comentarios

Rafael Falcón Castro 27 agosto, 2023 - 6:45 am

¡Cuántos Grandes iluminados nos ha dado la vida y nos sigue regalando!. Ellos son las antorchas que nos iluminan y nos invitan a mantener encendida la propia para no perdernos en nuestro particular camino.
Gracias Rodolfo por traerlos.

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Vicente Alcalá 27 agosto, 2023 - 7:08 am

Y yo, que pensaba que esas convicciones eran fruto de 80 años! Y resulta que estaban convencidas hace más de 800… Rodolfo, los diálogos de ultratumba ¿dependen de ti o son a pesar tuyo? Los aceptamos de todas maneras, pero no “estoicamente” sino gozosamemte!

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Rodolfo Ramon De Roux 27 agosto, 2023 - 7:27 am

Vicente, dependen mínimamente de mí.

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Lia de Roux 27 agosto, 2023 - 9:32 am

Otro diálogo maravilloso de Rodolfo para ayudarnos en la reflexión y en la búsqueda de lo trascendente.

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John Arbeláez Ochoa 27 agosto, 2023 - 9:53 am

Siempre nos obsequias con tus reflexiones profundas, apasionadas, a la vez que ampliamente eruditas, querido Rodolfo Ramón. Con respecto al Estoicismo, su descubrimiento me recordó a San Ignacio con su “Indiferencia Ignaciana” que tan profundamente nos caló durante los años en la Compañía de Jesús. San Ignacio era el epítome del estoicismo, reflexivo y apasionado a la vez.
“Tomad señor y recibid…”

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Rodolfo Ramon De Roux 27 agosto, 2023 - 10:01 am

Ita frater, hay mucho de estoicismo en la espiritualidad ignaciana.

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JUAN GÓMEZ 28 agosto, 2023 - 12:19 pm

Excelente, toda una lección de vida. Gracias

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José A.G. Moreira 5 septiembre, 2023 - 5:26 pm

Muchas gracias, querido amigo, por tanto deleite mezclado de sabiduría, o vice-versa… Aprovecho para compartirlo siempre con algunos de otros amigos que me imagino, y espero, disfrutarán tanto o más que yo. Abrazos.

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