Las vacunas han logrado hasta ahora mitigar los efectos de la cuenta de cobro que nos ha pasado la naturaleza maltratada, aunque la mutación del virus Delta amenaza con rebrotes que pueden ser peores que los sufridos por la humanidad en este año y medio.
No son muy alentadoras las noticias provenientes de Wuhan, China. El virus, ahora llamado variante Delta, ha vuelto a aparecer en el lugar donde se originó. Es una pesadilla que se repite con solo cerrar los ojos y recordar aquel día, hace más de año y medio, cuando en el norte de Italia empezó a expandirse una “gripa” que no se creía tan peligrosa, pero que fue peor. Atando cabos la llevaron unos viajeros que procedían de China. Después de eso se desencadenaron el miedo, las noticias de enfermos entrando a los hospitales, las ucis desbordadas, los turistas atrapados en los aeropuertos. A mí se dañó el cumpleaños porque nadie me quería abrazar y yo menos.
En menos de un año se anunció el invento de una vacuna en varios laboratorios de investigación avanzada que solo tienen los países con fortaleza científica. Las farmacéuticas seguramente han cosechado gruesas utilidades financieras nunca antes vistas. Celebramos como un prodigio el invento farmacológico más esperado del siglo. Vimos como niños encantados ante las pantallas de televisión el arribo de cientos de vuelos que al fin llegaron al país después de una espera ansiosa, sin que faltara el debate, con ribetes políticos, cómo no, sobre la lentitud del Ministerio de Salud para la adquisición de los millones de frasquitos que contienen la dosis inyectable. No sé cómo hicieron el ministro y su equipo para llegar sanos y salvos a este momento del año tras la andanada de críticas y quejas por la gestión de la vacunación que a mí me ha parecido bastante buena para un país que anda rezagado en ciencia y tiene que adquirir casi todas las innovaciones científicas, y mucho más esta, en países con mayor desarrollo científico y tecnológico.
Estamos muy atrasados en investigación de punta, y el coronavirus lo ha demostrado, en gran parte por culpa nuestra, que seguimos infravalorando la investigación, y por el Estado que invierte poco en desarrollarla. Es un cuento muy viejo: yo pasé muchos años en la academia esperando a que el presupuesto de inversión destinado al antiguo Colciencias, hoy convertido en Ministerio, aumentara en uno o dos puntos mínimos del producto interno bruto, términos económicos al uso de legos en la materia, que solo nos sirvieron para recordar la historia del General no tiene quien le escriba a la espera de su pensión.
El retorno del virus, ahora mutado, demuestra la fuerza que tiene la naturaleza para evolucionar en contra del ser humano que la ha desafiado con la destrucción de fauna y vegetación planetarias. Las vacunas han logrado hasta ahora mitigar los efectos de la cuenta de cobro que nos ha pasado la naturaleza maltratada, aunque la mutación del virus Delta amenaza con rebrotes que pueden ser peores que los sufridos por la humanidad en este año y medio.
Confío en la vacuna como un pacto que hacemos los humanos con la naturaleza, gracias a la ciencia, empleando sus defensas en provecho de las nuestras, haciendo interactuar fuerzas en apariencia contrarias.
Heráclito decía hace siglos que la vida es la lucha del fuego con el fuego.
Publicado en El Heraldo, Barranquilla