Cuando llega el olvido

Por: Jesús Ferro Bayona
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A una amiga muy cercana a García Márquez le escuché, mientras derramaba unas lágrimas, que una vez almorzando en su casa de México lo acompañó a su cuarto llevándolo del brazo. Le dio muy duro cuando él volteó la cabeza para mirarle la cara y le preguntó: “Y tú, ¿quién eres?”. Sintió que algo se le derrumbaba por dentro, después de llevar tantos años de amistad con él y con Mercedes Barcha, su esposa.

No dejaba de pensar en lo que me contó la amiga, cuando leí el libro, recién publicado, Gabo y Mercedes: una despedida, de Rodrigo García, el hijo mayor de los García Márquez, un relato testimonial sobre los últimos días del Nobel antes de morir un Jueves Santo. 

Recuerdo que a los pocos minutos de su fallecimiento otro amigo me llamó por teléfono para decírmelo, en un día que tiene una carga de tristeza en mi cristianismo desde mi infancia. El libro de Rodrigo García está escrito con una gran emoción filial, unas veces con el estilo propio de un guion cinematográfico, que es a lo que se dedica en su vida profesional, y otras, sobre todo al final, como un relato en tono más narrativo, según mi parecer. 

A una pregunta que le hizo una amiga sobre cómo le iba a su padre con la pérdida de la memoria, le respondió que “él vive estrictamente en el presente, sin la carga del pasado, libre de expectativas sobre el futuro”.

Me impresionó esa frase, que es una de las que mejor he leído cuando se intenta describir la demencia senil, un trastorno de la mente que nadie sabe explicar con mucho acierto desde afuera, pues lo que pasa en la mente del otro que la sufre escapa a nuestra comprensión y comunicación. 

He oído más lo que dijo la amiga después de escuchar la respuesta de Rodrigo sobre el estado de su padre: “Entonces, no sabe que es mortal –concluye. ¡Qué suerte tiene!”.

Saberse mortal, como lo han dicho muchos pensadores, es no solo propio del ser humano que lo distingue del animal, sino que es como una espina que llevamos, una herida en el alma. Pero esa conciencia de la propia condición de fugacidad que tiene la propia existencia va atada a la memoria de lo que hemos sido en el pasado y de lo que somos en el presente. Cuando se pierde ese saber de la memoria, la vida se convierte en un drama, si no en una tragedia, para los seres queridos, según me han contado algunos amigos que tienen un familiar –padre, madre, hermano– perdidos en la demencia. 

Razonando sobre el papel de la memoria, Platón* escribe en uno de sus diálogos que tenemos en nuestras almas unas tablillas de cera donde se graban las percepciones y pensamientos que nos llegan para poder recordarlos. Se puede uno imaginar lo que pasa cuando le cera se derrite, borrándose lo que estaba grabado en las tablillas.

En Cien años de soledad, García Márquez narra la llegada de Rebeca a la casa de los Buendía trayendo consigo la peste del olvido, de la que se contagian todos los habitantes, teniendo que etiquetar los nombres de las cosas, pero el método falla cuando las personas también olvidan leer. ¿Premonición temprana de García Márquez sobre la pérdida de su memoria?

Jesús Ferro Bayona

Publicado en El Heraldo (Barranquilla)

* Nota del editor: Platón, Teeteto, 191c. En: Platón (1998), Diálogos V. Parménides, Teeteto, Sofista, Político. Madrid: Gredos. Biblioteca Clásica Gredos, n. 177, p. 276. 

http://www.posgrado.unam.mx/filosofia/pdfs/Plat%C3%B3n_DI%C3%A1logos%20V.pdf

García, Rodrigo (2021). Gabo y Mercedes: una despedida. Bogotá: Penguin Random House.

7 Comentarios

Jorge+Luis+Puerta 4 julio, 2021 - 8:12 am

Delicado y profundo. Tocado. A estar preparados…si nos pasa. Gracias, Chucho.

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jesús+ferro+bayona 6 julio, 2021 - 2:28 pm

Gracias, Jorge luis.

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Gabriel Diaz 4 julio, 2021 - 9:39 am

Chucho: excelente escrito y muy impactante, nos deja mucho que pensar.

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jesús+ferro+bayona 6 julio, 2021 - 2:29 pm

Gracias por tu comentario. Gabriel.

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Javier Escobar Isaza 4 julio, 2021 - 10:46 am

Gracias, Chucho, por este artículo, que por fortuna alcanzo a leer antes de cualquier posible necesidad de etiquetarte a ti para saber quién eres.. Los que leemos a Gabo, y a cualquiera con demencia senil, somos portadores de memorias perdidas. Ayudamos a darles una cierta inmortalidad a los mortales.

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Humberto Sánchez Asseff 5 julio, 2021 - 4:16 am

Chucho, me trajiste a la memoria el “he de morir y no sé cómo” que nos entonaban todas las noches en la Apostólica del Mortiño. A estas edades sigue la incertidumbre. Tú nos presentas el Alzheimer como un paliativo, gracias. .

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jesús+ferro+bayona 6 julio, 2021 - 2:09 pm

Humberto: buena memoria, recordando lo que decíamos en El Mortiño! No sé si el Alzheimer es un paliativo, pero saber cómo se presentó en García Márquez asusta.Gracias a ti.

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