El aleteo de la mariposa

Por: John Arbelaez
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butterflies, flowers, pollinate

A los lectores del blog queremos contarles que desde hace 14 meses venimos reuniéndonos, semana a semana, en tertulias amigables, para conversar sobre muy diversos temas. Esas tertulias alimentan el blog y este aprovecha lo compartido allí. 

Ante la dolorosa situación que atravesamos en Colombia decidimos manifestarnos. Por eso, les propusimos a quienes desearan hacerlo, que escribieran un texto breve al respecto.

Este artículo hace parte de la cosecha que obtuvimos.

Nuestra cultura ha privilegiado la competencia entre los seres humanos en detrimento de la solidaridad y de la cooperación. Nos hemos olvidado de que gracias a la ayuda de los demás hemos asimilado y adquirido las estrategias básicas para nuestro aprendizaje y desarrollo en la vida. Nuestros padres, nuestros primeros maestros, nuestros mayores, nuestros amigos, han señalado caminos por los cuales transitar sin realizar ese primer paso del ensayo y error al enfrentarnos a las primeras enseñanzas de la vida desde nuestra primera infancia.

Sin embargo, a medida que crecemos, la cultura ha ido desvirtuando poco a poco ese trabajo solidario y cooperativo de nuestros primeros años para dar paso al corrosivo ejemplo de la competencia en todos los aspectos de la vida. Ser el primero del curso, ganar todos los trofeos deportivos, conseguir el mejor empleo, el mejor sueldo, el mejor carro, la casa más grande, la ropa de marca más fina, la finca más ostentosa, las relaciones sociales más esclarecidas y notables, los viajes más suntuosos y exóticos, la empresa más exitosa, todo ello gracias al trabajo, por supuesto que sí, pero que poco a poco nos ha esclavizado con cadenas imposibles de romper con el paso de los años. Tenemos que conservar el estatus, así debamos “romper” a nuestros competidores.

Entonces, imperceptiblemente, surge el canibalismo que no ataca los cuerpos, pero sí ataca la vida de los demás. Así, a costa de campesinos desvalidos, a costa de pequeñas empresas familiares, a costa de los estratos débiles de la pirámide social se han ido consolidando los grandes terratenientes y despojadores de tierras, los monopolios empresariales, las élites políticas, sociales y económicas. Así van surgiendo las distancias económicas y sociales imposibles de acortar, así se van forjando desigualdades imposibles de igualar, así se va deteriorando el clima social de una sociedad, así se va incubando la catarsis de la gente que reclama, airada ante tantas frustraciones, un lugar en la mesa y solo espera el estallido de la ira para lanzarse a las calles reclamando sus derechos.

Peter Farb, en su libro Man´s rise to Civilization* (El ascenso del hombre hacia la civilización), analiza la cultura de los pueblos aborígenes de Norteamérica y encuentra que, para ellos, la acumulación de la propiedad privada por encima de las necesidades era considerada una enfermedad mental. Y nosotros los consideramos “pueblos primitivos”…

Y con la falta de recursos para todos, falta la educación, crece el desempleo en las ciudades y en el campo, aumentan los desplazados, crecen los cinturones de miseria en las ciudades, cunden el hambre y la desesperación en millones de personas que antes tenían pan en la mesa y ahora solo promesas etéreas de gobiernos ineptos, promesas  imposibles de cumplir. Solo hay recursos para los dueños del poder. No se puede invitar a la mesa a tanta gente desarrapada. Solo hay lugar en la mesa para “la gente bien”…

¿Y la solidaridad? ¿Y la cooperación? No es posible atender las demandas del pueblo mientras los gobiernos sean dirigidos por caníbales financieros, terratenientes y acaparadores insensibles y criminales, por la “alta sociedad” ya instalada en la mesa, por políticos cortos de visión humanitaria, pero de manos largas y escurridizas, amparados por la impunidad de un país sin justicia, por esa clase de políticos que sin ningún rubor son capaces de robar la única ración diaria de comida de niños famélicos y desnutridos de los bohíos del Chocó o de las rancherías de la Guajira, o asaltar los fondos de miles de niños con hemofilia en las vastas planicies terratenientes de Córdoba.

Esta catástrofe humana puede acabar. Es necesario y urgente terminarla. Solo cada uno de nosotros, con acciones personales que poco a poco formarán un gran movimiento, así suene a utopía, puede lograr los cambios que requiere nuestra nación. Los grandes movimientos iniciaron con pequeñas acciones de visionarios arrojados y propositivos, desde el derecho al voto para la mujer y el derecho a tener y disponer de su patrimonio hasta el derecho de los afroamericanos a ingresar y poder sentarse en un bus o en un bar para gente de piel blanca. La conciencia de la humanidad ha crecido poco a poco,

No somos seres aislados, sino que estamos unidos, interconectados con toda la materia viva del universo. Nuestro corazón despliega un magnetismo físico real que llega hasta las otras personas y las involucra afectiva y emocionalmente. Somos parte de la vida y estamos unidos con toda la materia viva del universo. Somos parte de esa conciencia universal. Por ello, podemos conformar un gran movimiento ético y humanístico con nuestras acciones diarias que involucre a todos los seres vivos de la Tierra.

Si creemos en esto, podemos lograr grandes transformaciones, así sea en nuestro entorno familiar, personal y social. Olvidémonos de llenar las plazas de las ciudades; actuemos en forma decidida en derredor nuestro. Nuestro movimiento, por sutil que sea, logrará cambios en nuestro entorno, en la ciudad, en el país y en el resto del mundo.

Así iniciaron los grandes cambios de la humanidad y en nuestro país, que aún se encuentra  en estado premoderno, casi feudal, también podemos lograr cambios trascendentales con nuestras pequeñas acciones diarias; por ejemplo, una palabra amable, una sonrisa oportuna, un comportamiento ético que sirva de modelo, una ayuda monetaria para el que la necesita o, en el ejercicio de nuestra ciudadanía, un voto reflexionado, analizado y consciente.

Las pequeñas acciones generan grandes cambios. Por ello se afirma que el aleteo de una mariposa en el Amazonas se siente y ayuda a transformar los colores de todo el planeta…

Farb, Peter (1968). Man´s rise to civilization as shown by the indians or North American from primeval times to the coming of the industrial state. New York: Duton. 

John Arbeláez Ochoa

Julio, 2021

3 Comentarios

Dario Gamboa 3 julio, 2021 - 6:49 am

Maravilloso artículo John que nos coloca con los pies en una realidad que viene muy cimentada en nuestras raíces culturales pero que necesita el cambio generoso del que vive en comunidad y piensa en los demás no solo para convivir en paz sino para ser actor del destino propio construyendo para sí y para sus semejantes. Gracias por una reflexión muy profunda en estos momentos difíciles de Colombia.

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Hernando+Bernal+A. 3 julio, 2021 - 10:37 am

John: gracias por este valioso comentario. Crear la cultura de la solidaridad es una tarea ingente, en un mundo que gira alrededor de la competencia. Hay que tratar de pasar del “homo homini lupus” al “homo homini frater” en un mundo que solo piensa en el valor supremo de la reproducción y acumulación del capital. Es un reto de enormes proporciones y de cambios culturales muy profundos. Saludos

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LUIS GUILLERMO ARANGO LONDOÑO 3 julio, 2021 - 10:49 am

Excelente tu artículo, John. No hay que esperar que los demás hagan el cambio. Si todos y cada uno hiciéramos el cambio en nosotros mismos y en nuestro entorno, definitivamente el cambio se dará.

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