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Navidad paisa

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Mi gran amigo y compañero desde la niñez, Alberto Betancur Ángel ‒un músico y organista consumado y profesional‒ en cierta ocasión en que discutíamos sobre interpretación musical, me dijo: “Hernando, usted no comprende. Es que la música no es intelectualidad, sino sentimiento y subconsciente. Por eso, no eres un músico”.

Parto del reconocimiento de que Alberto Betancur tenía toda la razón y sigue teniéndola; él continúa haciendo muy buena música, mientras yo me contento con recordar y gozar, eso sí, de la buena música. Porque la música que no soy capaz de interpretar tiene sin embargo un hondo significado para mí, a lo largo y en todos los momentos de mi vida, 

Para mí la Navidad es y ha sido música. Imposible olvidar cuando niños respondíamos a los gozos de Navidad con el “ven, ven, ven a nuestras almas”, con diferentes versiones y musicalidades. Éramos todos cantando, grandes y pequeños, presididos por la tonalidad de mi mamá, que había estudiado música, y tenía una hermosa voz de soprano. Y cantábamos “el Tutaina, A la nanita nana, Antón tiruliru liru y Campana sobre campana”. Eran villancicos traídos de España, porque todavía no habían hecho fama Mi burrito sabanero ni Brincan y bailan los peces en el río, propios de nuestro folclor, ni el Tamborilero que muchos piensan se inspiró en el currulao de la costa Pacífica, y menos aún el Noche de paz, el Santa viene a visitarnos o el White Christmas, propios de nuestros vecinos del norte, y que no se conocen como villancicos, sino como carols

Imposible olvidar, cuando ya estábamos en la Compañía, el “No sé, Niño hermoso, que he visto yo en ti” interpretado por Oscar Buitrago con su hermosa voz de tenor, acompañado por nosotros en el nuevo órgano de Santa Rosa en un hermoso tono de do menor, al comienzo de la celebración de la Misa de Navidad. Era un salto hacia el misticismo que profundizaba nuestra espiritualidad, fortalecida además por el desarrollo tonal del Adeste fideles, laeti triumphantes y por los Aleluya, el “Gloria cantan en el Cielo, gloria a Jesús, Rey del Amor” y demás motetes que configuran el mensaje pascual. 

Para mí, Santa Rosa de Viterbo ofreció otras oportunidades musicales de importancia. Haber conocido a través de los españoles, como Uranga ‒el director del coro‒, que se formaban con nosotros para trabajar en Venezuela, tonadas navideñas como Veinticinco de Diciembre, fun, fun, fun del legado catalán, el Zagalillo y el Pastores venid de otras regiones de España. Además, como curador que era de la discoteca, haber descubierto la grabación completa del Mesías de Haendel, oratorio sagrado de gran envergadura, cuya primera parte ‒referida al nacimiento‒ lo celebra con una tocata pastoral solo para orquesta, y con el aria para soprano Rejoice, rejoice greatly que reproduce las palabras del ángel y del pueblo como celebración de la alegría por el nacimiento de Jesús.

Para mí, la música sigue siendo la Navidad. A partir del 16 de diciembre acostumbro escuchar, día a día, una por una, cada una de los seis corales que conforman el Oratorio de Navidad de Juan Sebastián Bach, complementados por el Magnificat de su hijo Felipe Emanuel, y condimentados con los Conciertos italianos, de carácter barroco, compuestos por Locatelli, Corelli y Torelli, y por el Gloria de Vivaldi. Desde hace algunos años estas obras pueden escucharse a través de hermosos videos, grabados por las mejores orquestas y los y las vocalistas más reconocidos mundialmente, en el You Tube. 

La sazón intelectual y artística de la Novena de Aguinaldos puede complementarse con la lectura de los evangelios de san Juan y de san Lucas y, lógicamente, con los tamales propios de la región cundiboyacense y el pernil, el aguardiente, la pólvora y los globos de la navidad paisa, tal como lo han descrito nuestros compañeros en esta hermosa celebración de Navidad que estamos compartiendo. 

Hernando Bernal Alarcón

Diciembre, 2021

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Los antioqueños tenemos una forma muy peculiar de celebrar la Navidad. En primer lugar, por lo general nos encanta. Pero además hacemos y decimos cosas que no se usan en ninguna parte del mundo.

En Navidad los paisas visitamos la iluminación de la ciudad, en barra, con la familia y los amigos, y chicaniamos del alumbrado con todo el que hablamos de otras ciudades o países.

Prendemos velas la noche del 7 de diciembre, también en familia, y fuera de eso hacemos bolas de esperma con lo que queda, para guardarlas y agrandarlas al año siguiente.

En familia rezamos cada noche la novena de aguinaldos, pero eso sí la tradicional, no aceptamos otra. Y cantamos los gozos y villancicos. Los niños son el centro de la novena, que es gran ocasión de reunión familiar y amigos cercanos.

Hacemos y comemos natilla, buñuelos y hojuelas por montones, los regalamos y recibimos de todo el mundo. Otros siguen la tradición de matar marrano o pisco emborrachado con aguardiente. Damos aguinaldos hasta al perro y al gato, sin exagerar. Baraticos, pero pa’ todos.

Tenemos que tener pesebre en la casa, la finca, la oficina. Aún elevamos globos, a pesar de lo peligrosos que son, pero no hacemos caso, cabeciduros como buenos paisas. Muchos conscientes ya usan globos que no causan incendios. Unos cuantos queman pólvora al escondido, y otros regañan, pero todos la añoramos. 

El 24 en la noche escondemos el Niño con cualquier billetico. Lo buscan los niños y los adultos metidos a niños.

Nos pegamos la lloradita en la noche de Navidad o de año nuevo, no la perdonamos. Nos ponemos cucos amarillos el 31, o comemos 12 uvas, o le damos la vuelta a la casa o manzana con una maleta o maletín en la mano. Quien quita que podamos ir a Estados Unidos. Y se quema el año viejo, pero lejos de los niños.

Bebemos porque sí o porque no. Porque estamos contentos o tristes, solos o acompañados. Eso sí, que no nos den trago extranjero.

Nos encanta recitar el brindis del bohemio el 31 y si no lo sabemos buscamos a quien lo sepa para que lo haga. Hacemos los mismos propósitos de cada año, porque este año sí…

Nos volvemos más abrazadores, besuqueadores, piropeadores. Recordamos a los que no están con nosotros y para ello alzamos la copa.

Llamamos por teléfono o celular a la medianoche a quienes quisiéramos que estuvieran y nos quejamos porque no hay línea. Y también celebramos el 6 de enero.

¡Nos sentimos más paisas que nunca!

Samuel Arango M.

Diciembre, 2021

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