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Jesus Ferro Bayona

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Los 400 años de la Javeriana son ocasión para exaltar su obra educativa que abre las mentes a los conocimientos y a la investigación.

Me cuento entre los miles de egresados de la Universidad Javeriana, donde me gradué en Filosofía y Letras. Este año la Javeriana está de fiesta. Cumple 400 años, período de vida que se divide en dos etapas: la que va de 1623, año de su fundación, hasta 1767, cuando los jesuitas salieron de la Nueva Granada por orden de la pragmática sanción de Carlos III que los expulsó de todos los dominios de la corona española. 

La segunda etapa empezó con su restablecimiento en abril de 1930, en acto que tuvo lugar en el Colegio de San Bartolomé. No hay suficiente espacio en esta columna para contar las vicisitudes por las que atravesó la Compañía de Jesús en su historia, ni siquiera en Colombia.

Voltaire, que fue alumno de los jesuitas como lo fue Fidel Castro, decía que eran muy vanidosos. Exageraba con mordacidad al decir que los jesuitas pensaban que nadie quería morir sin tener a su lado a un miembro de la Orden para recibir la extremaunción, pero les reconocía méritos cuando calificó las misiones jesuíticas entre los indios del Paraguay como un triunfo de la humanidad, añadiendo que esas misiones eran expiación por las crueldades de los primeros conquistadores. No le faltaba razón. 

El padre Joseph Gumilla, misionero en los ríos Orinoco, Meta y Casanare, dejó escrita una Historia Natural de las Naciones, resultado de su estudio científico de esas regiones entre 1731 a 1750, cuando murió en los Llanos. Su misión no se limitó a evangelizar a los indígenas, como era lo esperado, sino que se extendió al estudio de las ciencias naturales en territorios inexplorados aún por la investigación científica. 

He conocido a incontables jesuitas aquí y en Europa que sobresalen en variados campos de las ciencias físicas, sociales y humanas, un distintivo suyo desde su creación por San Ignacio de Loyola, que los acreditó desde el comienzo para ser fundadores de colegios y universidades. 

Pienso que su carácter religioso no los ha restringido. Por el contrario, han sabido combinar la fe religiosa con la libertad para pensar e investigar, lo que les ha valido a muchos de ellos un sinnúmero de incomprensiones y rechazos como fue el caso -por mencionar apenas uno- del padre Teilhard de Chardin en cuya biblioteca de París estuve un tiempo, cuando era estudiante. Sus investigaciones arqueológicas se reflejaron con profundidad en sus reflexiones sobre la fe, motivo de admiración, como de censura entre creyentes e incluso miembros de su comunidad. 

Los 400 años de la Javeriana son ocasión para exaltar su obra educativa que abre las mentes a los conocimientos y a la investigación.

Jesús Ferro Bayona

Publicado en El Heraldo, Barranquilla.

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La alta votación que Eduardo y Álex obtuvieron el pasado domingo es demostración inequívoca de todo lo que se espera de ambos. Tienen retos sociales y económicos para mayor bienestar ciudadano. Hay que desearles que les vaya muy bien en beneficio del departamento y de la ciudad. 

Los egresados de una universidad son la muestra del resultado cualitativo del proceso académico. En cierta forma, son el sentido de la misión formadora de una universidad. A su vez, se benefician del prestigio del Alma Mater, lo que les abre mayores oportunidades en el mundo laboral y empresarial. Cuando los egresados se destacan en los sectores público y privado demuestran con su desempeño la calidad de la formación de su universidad. 

Esa es la razón por la que es tan satisfactorio que Eduardo Verano y Álex Char, graduados de Uninorte, hayan obtenido en las elecciones del domingo 29 de octubre, las más altas votaciones para ser elegidos gobernador del Atlántico y alcalde de Barranquilla respectivamente. 

Antes de llegar a la rectoría de Uninorte en 1980, asistí al seminario sobre Desarrollo regional que dirigió a jóvenes líderes locales el profesor Roderick O’Connor, autoridad mundial en el tema. Desde entonces conozco a Eduardo, que ya manejaba el discurso de la autonomía regional que lo ha caracterizado y que más tarde fue consagrada en la Constitución de 1991. 

En 2017 más de 2.5 millones de ciudadanos refrendamos con el Voto Caribe el proceso que lideró con el fin de que la Costa Caribe sea una entidad administrativa y de planificación. Eduardo tiene ahora nuevas oportunidades para sacar adelante con los gobernantes departamentales la autonomía regional de la Costa.

Siendo rector de Uninorte, le entregué el diploma de Ingeniero Civil a Álex Char. En la ceremonia de graduación se acercó Adela Chaljub, su madre (q.e.p.d.), muy emocionada con el grado de Álex para decirme que su hijo sería un gran profesional que le prestaría un gran servicio a Barranquilla como efectivamente lo ha hecho. 

En las dos anteriores alcaldías de Álex Char, la ciudad cambió para mejor. Nos entregó una ciudad con notorios progresos que admiran propios y visitantes, dada la transformación de Barranquilla, que no es solo urbanística, pues ha dignificado los espacios educativos para niños y jóvenes de menores recursos que se lo merecen. 

Sigue la tarea de mejorar aún más la calidad educativa de los profesores con títulos de postgrado y dotación de tecnología educativa. Álex posee un gran don de gentes, una capacidad de gestión que le ha valido ser reconocido como mejor alcalde del país en anteriores mandatos. La alta votación que Eduardo y Álex obtuvieron el pasado domingo es demostración inequívoca de todo lo que se espera de ambos. Tienen retos sociales y económicos para un mayor bienestar ciudadano. Hay que desearles que les vaya muy bien en beneficio del departamento y de la ciudad.

Jesús Ferro Bayona

Publicado en El Heraldo, Barranquilla.

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Las noticias sobre el Medio Oriente son atropelladas por lo numerosas. Informan sobre muertes de seres humanos indefensos en situaciones horrendas. La guerra es eso: el reino del instinto de la muerte, del Tánatos.

Pensadores palestinos e israelíes han hablado hasta en épocas recientes de formas de entenderse sin excluir la disparidad de posiciones. El palestino Sari Nusseibeh, rector de la universidad árabe de Jerusalén “Al Quds”, lucha por conseguir la paz entre los dos pueblos, basando su argumentación en la coexistencia de dos estados vecinos. 

En diálogo con el escritor judío Amos Oz, proclamó: “queremos acabar de una vez por todas con el dolor, y el mundo nos puede ayudar a conseguirlo apoyándonos a los que estamos en la vía del pacifismo”. El judío Oz coincidió con Nusseibeh en la defensa de la creación de un Estado palestino, con Jerusalén como capital compartida de los dos Estados: “La mayoría de la población está convencida que lo que proponemos es la respuesta al problema, pero no es ningún secreto que en nuestras sociedades hay todavía mucha rabia y mucho dolor y quizás, odio”. 

El odio se convierte en venganza, si no se controla con la razón. La venganza se halla ligada con el origen de las guerras. La cólera de Aquiles incendió la guerra contra Troya, canta Homero en la Ilíada. 

En una entrevista hecha recientemente por El País de Madrid a una sobreviviente del Holocausto, la poeta judía de 92 años, Edith Bruck, decía que estaba dolida con la masacre de niños, jóvenes, mujeres, cometida por Hamás: “algo espantoso, una barbarie”. Pero siente temor por la respuesta de Israel a los terroristas : “la venganza y la violencia sirven de poco”. 

Dijo algo increíble: Estando en un campamento, tras la liberación del campo de concentración donde se hallaba, vio a un soldado nazi capturado por los americanos, que le pedía un poco de comida: “El que tenía enfrente podía haber sido el que mató a mi padre o a mi madre, pero me dije “no empecemos con odio”. Y compartió con él pan y chocolate. 

“El odio se ha multiplicado”, -prosigue Edith-. No confío en que pueda resolverse. Es muy difícil que se produzca un acercamiento, que se entable un diálogo. Tanto árabes como israelíes judíos han tenido todo el tiempo del mundo para firmar definitivamente cualquier tipo de acuerdo de convivencia y paz, incluso mínimo”. Bruck no oculta su escepticismo. Pero tanto Oz como Nusseibeh rechazaron que sus planes para Israel y Palestina sean utópicos, aunque admitieron que, por el momento, los respectivos dirigentes políticos no están en la labor de asumirlos.

Jesús Ferro Bayona

Publicado en El Heraldo, Barranquilla.

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Un fraude electoral facilitado por las fallas de reportes de los fallecidos, sobre todo en lugares apartados del país. No se ha vuelto a hablar de los muertos que votan en las elecciones.

En pasadas épocas electorales, se denunciaba que en los puestos de votación se contaban cédulas de individuos ya difuntos que aparecían sufragando. Un fraude electoral facilitado por las fallas de reportes de los fallecidos, sobre todo en lugares apartados del país.

Curiosa la semejanza de dos palabras con la misma raíz, pero con distinto significado: el o la votante que hace uso del derecho universal al sufragio electoral y el sufragio que se envía al familiar de alguien que ha fallecido. El sufragio, dice el diccionario de la Academia, es el voto de quien tiene capacidad de elegir a otros para ocupar cargos públicos. Pero en el uso cotidiano de la lengua, significa dar el pésame o condolencias, mediante una tarjeta que se envía a los familiares del difunto con la promesa de oraciones que se harán por su eterno descanso.

En el siglo XIX, el escritor ruso Nikolái Gogol escribió un cuento tétrico con el título Las almas muertas. El protagonista, un tal Chíchikov, junto con su cochero, recorre varias aldeas de Rusia con la intención de comprar almas muertas. En la Rusia de entonces los propietarios tenían derecho a poseer, literalmente, siervos para cultivar la tierra. Los siervos eran considerados propiedad del terrateniente que podían comprar, vender o hipotecar como cualquier bien. Para cuantificar los siervos – también los individuos- se empleaba la palabra “alma”, de uso más frecuente antes en nuestra lengua. Chíchikov se dedicó al negocio de la compra de “almas muertas” para enriquecerse. Sucedía que durante la recaudación de impuestos en muchos casos los propietarios debían seguir pagando por los siervos que ya no vivían. Ahí se hallaba el negocio de Chíchikov, que compraba almas muertas, librando a los propietarios de pagar impuestos por ellos. Chíchikov lograba obtener reconocimiento de los funcionarios estatales, apareciendo como propietario con poder económico para obtener préstamos del Estado. 

El cuento de Gogol tiene rasgos macabros, pero le sirvió para criticar la servidumbre rural, una forma de esclavitud, que se practicaba en Rusia hacía muchos siglos. El escritor ruso no logró con su sátira cambiar el estado de cosas. Se ganó más bien la enemistad de la clase terrateniente, de los funcionarios públicos y del mismo gobierno de los zares.

El cuento de Gogol es pertinente ahora cuando estamos viviendo un octubre bastante agitado en señalamientos de fraude electoral que vienen de distintas vertientes políticas. El voto de los muertos es un fraude macabro.

Jesús Ferro Bayona

Publicado en EL HERALDO, Barranquilla.

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Sus hijos han dicho que estuvo creando hasta el último momento de su vida. Uno de ellos dijo a la prensa que Fernando Botero murió en su ley. Ojalá los colombianos aprendiéramos todos a morir en esa ley, que es la de enaltecer la propia vida como una obra de arte y de prodigar el bien a los demás.

Cuando vi por primera vez, hace bastante tiempo, los cuadros y esculturas de Fernando Botero, no simpaticé con los gordos y las gordas, como dicen, figuras que caracterizan su obra que goza de admiración universal. Las lecturas de los conocedores de su arte y de diversas publicaciones contribuyeron a afinar mi mirada para cambiarla. Menciono entre ellas una del Banco de la República editada con pulcritud y comentarios explicativos de sus cuadros y de la colección de pintores de su colección particular con el título  Donación Botero, muestra de su generosidad con el país al que donó obras de inmenso valor.

Con motivo de su fallecimiento he repasado varias de esas publicaciones. He recordado exposiciones de sus obras, esculturas regadas por calles, museos, plazas, incluso réplicas en lobbies de hoteles en los que me he alojado.  

El maestro Fernando Botero honró a Colombia con su arte que lleva a primer plano a nuestra gente, la violencia, muertos y sicarios, con realismo impresionante. Fue su mirada diferente sobre nuestro mundo, y el retrato que de todo ello plasmó,  lo que me enseñó a apreciar, tras largas reflexiones, los voluminosos trazos de su pincel sobre el lienzo. 

La mejor apreciación de las obras de arte es resultado del aprendizaje que es consecuencia de una pedagogía artística que debiera hacer parte integral de la educación desde la escuela pasando por la universidad, insertándose en la comunicación periodística, por ejemplo. La apreciación artística se aprende leyendo literatura, oyendo música, viendo obras de arte, entre otros aspectos del aprendizaje de las humanidades. Se sustenta en la disciplina que se adquiere como fue la vida del maestro Botero, un pintor disciplinado. 

Sus hijos han dicho que estuvo creando hasta el último momento de su vida. Uno de ellos dijo en la prensa que Fernando Botero murió en su ley. Ojalá los colombianos aprendiéramos todos a morir en esa ley que es la de enaltecer la propia vida como una obra de arte y de prodigar el bien a los demás. 

Seríamos un país diferente. Un país que significara exaltación de la vida, un país que ha abolido, para siempre, el estigma de la violencia. Podremos llegar a la construcción de una sociedad de bienestar, de solidaridad, de una convivencia justa y armoniosa en la medida en que desde la infancia, y sin parar, nos enseñen a crecer en conocimientos que aporten bienestar social pero también humanismo, fundado todo en el esfuerzo de cada día para ser mejores individuos y en la disciplina de vida que nos lleve con dignidad hasta el último suspiro.

Jesús Ferro Bayona

Octubre, 2023

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Consagrar la educación como un derecho fundamental de todos los individuos es un paso importante que debe incluir el derecho a la educación superior. La consagración de la educación como derecho fundamental, además, contribuye a mejorar la equidad social que es un propósito central del actual gobierno.

De los 502,6 billones del presupuesto nacional 2024, 70,4 billones se destinarán a la educación. Es un monto importante para reforzar un sector clave del desarrollo humano de los colombianos. El drama es que las necesidades educativas son enormes. Si esos recursos se administran con eficiencia y se mantiene la tendencia de su crecimiento en los tres años de gobierno que siguen, la juventud colombiana tiene futuro.

Sin embargo, no basta con que la financiación de la educación aumente. Se requiere que haya un norte en las políticas educativas, un plan de desarrollo adecuado para el sector y saber hacer lo que hay que hacer. Por eso, el proyecto de ley estatutaria de reforma que el Ministerio de Educación presentó para debate y aprobación del Congreso es crucial. El proyecto debe armonizarse con el presupuesto nacional para que la financiación no se convierta en un elefante blanco, en un país que no tiene los recursos financieros que los países más desarrollados manejan con holgura. 

En ese sentido, y refiriéndome a la educación superior, el aumento de la cobertura que busca el proyecto es de entrada un asunto que abre la discusión: crear 500 mil cupos nuevos, o pasar de 55% a 62% de matriculados en los próximos tres años es una meta loable. Social y políticamente resonante incluso. El riesgo que se corre es que mientras la cobertura crece, la calidad, si no recibe la inversión requerida, desfallece. 

Esa es una debilidad que los expertos, entre ellos rectores de cuatro prestantes universidades privadas, vienen anotándole al proyecto. La calidad no da réditos sociales y políticos inmediatos, como suele pasar con la cantidad de estudiantes que entren al sistema, pero es fundamental para el desarrollo a largo plazo. Por ejemplo, egresados que demuestren sólida formación básica, competencias profesionales en las empresas públicas y privadas, manejo de otro idioma distinto al español y comportamientos éticos en los negocios y en la vida ciudadana, son los que abren horizontes seguros de competencia en el mundo globalizado con retornos de prosperidad económica y social al país.

Consagrar la educación como un derecho fundamental de todos individuos es un paso importante que debe incluir el derecho a la educación superior. La consagración de la educación como derecho fundamental, además, contribuye a mejorar la equidad social que es un propósito central del actual gobierno. Pero la equidad entendida solo como cobertura produciría mayor desempleo si no hay idoneidad profesional de los egresados en el mercado laboral.

Jesús Ferro Bayona

Octubre 20, 2023

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La actualidad de la película Oppenheimer del director Christopher Nolan, nos recuerda una de las frases más conmovedoras del inventor de la bomba atómica: “Me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”, tras el estallido de la primera bomba atómica de la historia, en 1945.

Después del éxito de la primera explosión nuclear en el desierto de Nuevo México, julio 1945, el llamado “padre de la bomba atómica”, Robert Oppenheimer, recordó, según dicen, unos versos de un poema hindú: “Ahora me he convertido en La Muerte, Destructora de Mundos”. 

De ser cierta, es una escalofriante evocación. Ahora cuando la película se ha estrenado en las salas de cine, recordé el reportaje que escribió el jesuita español Pedro Arrupe, titulado Yo viví la bomba atómica

El 6 de agosto del mismo año, el padre Arrupe estaba en Hiroshima, ciudad arrasada por la bomba nuclear creada por Oppenheimer: “A eso de las 8 menos 5 de la mañana apareció un bombardero B-29”. De repente, “vimos una luz potentísima, como un fogonazo de magnesio disparado ante nuestros ojos”. 

Prosigue con una memoria lúcida hasta en los detalles: “Al abrir la puerta de nuestro cuarto oímos una explosión formidable que se llevó por delante puertas, ventanas, paredes endebles. Tirados al suelo, seguía sobre nosotros la lluvia de tejas, ladrillos, trozos de cristal”. 

Hasta aquí, la descripción podría ser la de un tornado cualquiera de los que suceden en cualquier sitio. Pero el testimonio del padre Arrupe no se detiene ahí. Sigue un escenario dantesco. Salió a la calle y lo primero que vio fue un grupo de muchachas jóvenes, de 18 a 20 años, que venían agarradas unas a otras :”Una de ellas tenía una ampolla que le ocupaba todo el pecho. Tenía además la mitad del rostro quemado y un corte producido por la caída de una teja que, desgarrándole el cuero cabelludo, dejaba ver el hueso, mientras gran cantidad de sangre le resbalaba por la cara. Y así la segunda, y la tercera…”. 

Arrupe improvisó un hospital en la casa de los jesuitas con los primeros auxilios irrisorios para atender aquella tragedia con yodo, aspirinas, sal de frutas, bicarbonato. Los japoneses, unas 150 personas de los 400 mil habitantes devastados de Hiroshima, estaban sobre el piso con “sufrimientos espantosos, dolores terribles que hacían retorcerse los cuerpos como serpientes…no se oía un solo quejido”. Todos sufrían en silencio”. 

A las cinco de la tarde, recorriendo la ciudad en escombros, entre los horrores, vio a un niño con un cristal clavado en la pupila del ojo izquierdo, y así tantos otros… Arrupe y sus compañeros levantaron pirámides de cadáveres para rociarlas con petróleo y quemarlas, para evitar una peste. Luego salieron las estadísticas: 260 mil muertos, 163 293 heridos en solo Hiroshima. Después vimos en fotos cuerpos deshechos por la radiaciones. 

Era la Muerte, destructora de Mundos.

Jesús Ferro Bayona

Publicado en El Heraldo de Barranquilla

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Para lograr la calidad que he expuesto en mi anterior columna, se requiere financiación porque la calidad es costosa. El punto es que la reforma debe ser explícita en formular los objetivos académicos buscados por la nueva ley.

En mi columna anterior hice, con base en mi experiencia en dirección universitaria, una síntesis de las características de la calidad educativa que deberían demostrar las instituciones de educación superior a fin de acreditarse institucionalmente por el Ministerio de Educación. Termino por completar mi punto de vista.

Primero: la pertinencia y actualización de los planes de estudio de cada carrera -en términos más específicos “el currículo académico”- deben estar conectado con el desarrollo de la sociedad en permanente evolución. 

Segundo: la evaluación del desempeño de los egresadoshecha por empresarios de organismos públicos como privados. Es indispensable conocer su opinión sobre los graduados, para confiar en la calidad de una institución educativa. 

Tercero: el bienestar universitario que, a primera vista no parece tener relación directa con objetivos académicos. No es cierto. Un buen clima organizacional se sustenta en que profesores, funcionarios y estudiantes trabajan y estudian en espacios físicos adecuados, confortables, que propician la productividad científica y académica. Así, también es relevante del bienestar es que existan complementos como las actividades culturales (grupos musicales, danza y teatro) y los deportes, ojalá con escenarios para practicarlos. 

Cuarto: en conexión mayor y visible con la calidad académica, modernamente entendida, lainternacionalización se ha convertido en elemento clave de la calidad. Es indudable que a los estudiantes se los debe formar para un mundo globalizado, para ser ciudadanos de este mundo. Exigencia que implica el manejo del inglés -la lingua franca de hoy-. Mejor aún, si la universidad ofrece el aprendizaje de otras lenguas, ya que la formación multilingüe abre muchas puertas a los profesionales. 

Quinto: si los profesores ostentan además alguno de sus títulos académicos obtenidos en el exterior, el conocimiento de otras lenguas, la calidad del proceso educativo aumentará, y motivará a los estudiantes. 

Además, la educación superior pública y privada constituyen un sistema articulado: si bien el Estado está obligado a financiar la educación pública, ello no le impide ofrecer planes de fomento a la educación superior privada que cuenta con el 46% de los matriculados del país.

Jesús Ferro Bayona

Artículo publicado en El Heraldo, Barranquilla

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En mayo de este año fue publicada en España la segunda novela, y la primera suya traducida al español, de Victoria Amelina, la escritora ucraniana que murió recientemente tras las secuelas que le dejó un bombardeo ruso a la pizzería donde se encontraba departiendo con tres periodistas colombianos. 

Desde cuando fue invadida en febrero de 2022 hasta el 24 de julio del presente, la guerra contra Ucrania lleva 1 año 4 meses y 3 semanas. No parece mucho tiempo si se compara con otras guerras como la librada en Siria hace 12 años, o las que todavía tienen lugar en África, tras más de 50 años de descolonización, con sus cientos de miles de refugiados que huyen por el Mediterráneo hacia Europa. 

Pero es que Ucrania no lleva solo el año largo de ocupación rusa. Toda su historia, desde las invasiones de los mongoles en el siglo XIII hasta nuestros días, el pueblo ucraniano ha sufrido guerras, anexiones a la brava y ocupaciones.

Cuando se cuenta la historia de Rusia como lo hace el historiador Orlando Figes, experto en el tema, impresiona el sinnúmero de menciones que hace de Ucrania en términos bélicos. En los pocos más de tres siglos y medio que los zares gobernaron en la región, no hay excepción a la regla contra Ucrania. El gobierno dictatorial de Stalin ordenó matar de hambre a los campesinos, apropiándose de su producción agrícola, con motivo de la resistencia ucraniana a la colectivización forzosa de la economía que impuso el líder soviético. En ucraniano quedó para la historia el término “holodomar”, como un holocausto, referido a esa hambruna que no olvidarán. 

Las noticias de estos días dan cuenta de la destrucción de unas 600 mil toneladas de cereales que Ucrania iba a exportar por el puerto de Odesa -bombardeado sin piedad- hacia los mercados internacionales. Pensamos que la guerra en Ucrania no es asunto nuestro porque creemos erróneamente que no nos toca directamente como en efecto lo hacen los problemas de nuestra economía. Sin embargo, el aumento del precio de los cereales encarecerá nuestras importaciones de alimentos. No somos autosuficientes en el renglón alimentario; los precios mundiales de los cereales nos afectarán.

En la novena mencionada de Victoria Amelina, titulada Un hogar para Dom, nombre del perro narrador de su vida -que seguramente fue la de Victoria- dice el perro que la historia “cuenta el episodio de mi muerte a manos de la gente”, asombrosa premonición de la misma muerte de la escritora ucraniana el primero de julio pasado. Se estremece uno con la sola idea de que la frase perruna pueda ser la predicción de la destrucción de Ucrania. 

Jesús Ferro Bayona

Publicado en El Heraldo de Barranquilla

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De cada 100 estudiantes que ingresan a primer semestre de la educación superior -de nivel universitario, técnico y tecnológico- unos 40 no se gradúan, según un estudio del Laboratorio de Economía de la Universidad Javeriana. 

En promedio, cada semestre se matriculan 432 mil estudiantes en uno de los tres niveles ofrecidos en el país. El año 2016, seguido por los años de la pandemia, ha sido uno de los peores en graduados: el 40% de esos 430 mil no se graduó.

A ese fenómeno lo llaman deserción, que remite al sustantivo “desertor”, el cual tiene un significado más ligado al lenguaje castrense. El Diccionario de la Lengua lo define diciendo que desertor es el soldado que abandona el ejército sin autorización, y lo extiende a quien abandona un grupo con el que está comprometido. En otras palabras, un prófugo, un tránsfuga. 

No es un término amigable y tampoco justo con quienes dejan de estudiar una carrera profesional, porque la mayoría lo hace debido a que no tiene los recursos económicos para llegar hasta el final. Lo cual no vuelve culpables a quienes provienen de medios socioeconómicos menos pudientes, ni siquiera a quienes entran a la educación superior con graves vacíos y rezagos en las áreas básicas del conocimiento que traen del colegio.

Un grado muy grande de responsabilidad en ese desastre estudiantil le cabe al sistema educativo que tenemos. Ahora, cuando se ha anunciado un proyecto de reforma a la ley 30 de 1992 de la educación superior, convendría enfocar certeramente la calidad de la educación que es un aspecto clave pero débilmente afrontado por las instituciones educativas del país. 

Me refiero primeramente a todo el sistema, que va desde la educación primaria hasta la superior, el cual sigue arrastrando por años, debilidades estructurales referentes a la calidad. Pero la reforma es de la educación superior y la que se proyecta insiste en el financiamiento. 

Este es un asunto que urge, aunque el arranque de la reforma puede darse mal si se concentra en el financiamiento de los gastos de funcionamiento, que son uno de los ejes de la calidad si se atiende a la necesidad de tener un profesorado con altos títulos académicos, bien remunerados. 

Ahora, la calidad no depende únicamente de ese eje. Otros también son importantes: las condiciones óptimas para el aprendizaje como laboratorios, bibliotecas, tecnologías educativas, entre otros, sino además financiación para mantenerse con buen rendimiento en sus carreras académicas, sin el riesgo de convertirse en “desertores”, en perjuicio de ellos y del país.

Jesús Ferro Bayona

Publicado en El Heraldo de Barranquilla.

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El viernes 7 de julio pasado, con motivo de un reconocimiento que la Universidad Simón Bolívar les hizo a las excelsas pianistas colombianas Blanca Uribe y Teresita Gómez, tuvimos el placer de verlas tocar el piano en el Teatro Consuegra Higgins.

En medio de la abstinencia obligada de conciertos por el cierre demasiado largo del Teatro Amira de la Rosa, esa noche se convirtió en velada única de música clásica y de música colombiana de culto. Esta última suele desestimarse en la categoría clásica. Teresita demostró lo contrario interpretando piezas del compositor Luis A. Calvo y ambas, Blanca y Teresita, nos deleitaron interpretando al piano otras más.

Los conciertos que se transmiten por algunos canales, como MediciTv, con nitidez visual y fidelidad de sonido elocuentes, y otros por Youtube, compartidos por suscriptores amigos de la música clásica, permiten compensar en algo el vacío musical del Teatro Amira.

He visto conciertos que se transmiten en directo o en diferido desde salas tan exclusivas como la del Concertgebouw de Ámsterdam -una de las mejores del mundo- y de otros sitios renombrados de Berlín, Tel Aviv, París, Madrid. Una nota destacada es el manejo que los camarógrafos les dan, desde diversos ángulos, a la expresión facial, y en particular a las manos de los pianistas.

Varias veces me he quedado extasiado contemplando las manos del pianista austríaco Alfred Brendel, quien con sus 92 años a cuestas, desliza sus dedos sobre el teclado con maestría y rigor impecables como sucede con su interpretación del Concierto para piano número 3 de Beethoven. Algo parecido he experimentado con pianistas como la francesa Hélène Grimaud interpretando a Rachmaninoff y la alemana Olga Scheps a Chopin. Sus manos mostradas en primer plano en el teclado, gracias a la destreza del camarógrafo para el enfoque, producen la sensación de estar presentes, a su lado, y por supuesto transmiten emociones que conmueven, diferentes a las que se sienten en una sala de conciertos.

La velada musical brindada por las pianistas citadas se complementó con una conversación en donde contaron anécdotas de sus vidas artísticas: Teresita habló de su humilde iniciación en el piano en Bellas Artes de Medellín y Blanca reveló sus lazos históricos con la ciudad, herencia de su padre barranquillero Gabriel Uribe, y por esa vía con el maestro Pedro Biava y su Orquesta Filarmónica de grata recordación.

Que esa Barranquilla de la música clásica ausente de los escenarios públicos, con excepciones como la del recital que comento, regrese a reanimar espacios culturales que extrañamos.

Jesús Ferro Bayona

Publicado en El Heraldo, Barranquilla

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Kafka sigue en nuestro horizonte cultural con sus obras que han inspirado a muchos escritores, a otros tantos que no lo son pero que lo leen como uno de los grandes referentes de la literatura.

Ya no llegan cartas, ni se escriben. De las cartas de antes, los mayores guardamos recuerdos vivos. Los jóvenes se las imaginarán preguntando a los abuelos. Fueron el medio de comunicación interpersonal más frecuente desde siglos atrás; eran largas, escritas a mano. En sentido literario, las mejores eran las cartas de amor. 

El mes pasado, al cumplirse los 99 años del nacimiento del escritor Franz Kafka, comenté en una columna su Carta al padre, acercándose el domingo cuando se honra a los padres, a los que viven, a los que se fueron. Kafka sigue en nuestro horizonte cultural con sus obras que han inspirado a muchos escritores, a otros tantos que no lo son pero que lo leen como uno de los grandes referentes de la literatura: La metamorfosis, El castillo, El proceso. Seguramente se leen en clases en colegios o al menos en las universidades. En este mes de julio, el 3 pasado, su cumplieron 140 años de su nacimiento. Lo que más recordé fueron sus Cartas a Milena.

Se conocieron en Praga en un otoño de 1919, adonde Milena fue con su marido desde Viena, para encontrarse con literatos checos entre los cuales estaba Kafka. Milena Jesenská había nacido como Franz Kafka en Praga y por lo que siguió después, por el enamoramiento apasionado de ambos, su lengua común que era el checo pasó a ser el de la comunicación amorosa de la cual sabemos todo lo que un ser enamorado, completamente tímido como se definía Franz, era capaz de decir, hasta lo inefable, con desespero, apenas ocultable tras el velo del lenguaje escrito. 

Después de escribirle por tres años cartas de felicidad y amor, en un arrebato de susceptibilidad por un supuesto rechazo de Milena que Kafka sentía, le escribió: ”No puedes amarme, por más que lo quieras; desdichadamente amas al amor que sientes por mí, pero el amor que sientes por mí no te ama”. Lo escribió tras infinidad de cartas en las que Kafka le decía: “Llegó tu carta, la felicidad de tu carta”. Y esta otra:”si alguien destinado a la muerte puede seguir viviendo de felicidad, seguiré viviendo”. “Me perteneces, aunque no volvamos a vernos nunca más”. “Nunca me abandones. Contigo en el corazón puedo soportar cualquier cosa”. 

Las cartas de respuesta de Milena no se conocen; se perdieron. Pero sí sabemos que Milena, activista anti-nazi, murió en mayo de 1944 en un campo de concentración nazi para mujeres cerca de Berlín. Su amiga de prisión, Buber-Neumann, escribió un libro de recuerdos de Milena. En un capítulo consta que le dijo que el amor era para ella la única vida con verdadera grandeza. Se refería a Kafka que ya había muerto.

Jesus Ferro Bayona

Julio, 2023

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El baile más popular en Calabria, Italia, es la Tarantela. Arañas grandes y negras amenazan con morder a los caminantes, que las evitan dando saltos que semejan un baile. De ahí nació la danza la Tarantela napolitana de Rossini.

Imaginé escenas de la Tarantela mientras releía La utilidad de lo inútil, el libro de Nuccio Ordine, profesor de la universidad de Calabria, que publicó hace unos años despertando la curiosidad de muchos lectores y el interés entre los humanistas. 

Volví a leer fragmentos de su libro cuando conocí la noticia de su muerte en su tierra natal el pasado 10 de junio, como un homenaje privado y póstumo al filósofo e historiador que buscó con su libro proponer la paradoja de que lo útil no es aquello que produce beneficios materiales, sino lo que nos ayuda a hacernos mejores. 

Citando párrafos iluminadores de los escritos de Montaigne, Víctor Hugo, Leopardi, Cioran, nos puso Ordine a reflexionar con frases como esta del dramaturgo Eugène Ionesco: “Es necesario que el arte sirva para alguna cosa. Yo diré que debe servir para enseñar a la gente que hay actividades que no sirven para nada pero que es indispensable que las haya”. 

Aristóteles, decía que se comienza a filosofar movidos por el asombro. Y apuntaba: “No buscamos esta ciencia por ninguna otra utilidad sino que, así como llamamos hombre libre al que es para sí mismo y no para otro, consideramos la filosofía como la única ciencia libre, pues esta sola es para sí misma”. 

Lo que escribía Montaigne sobre el tiempo que pasaba solo en su biblioteca es desafiante: “(Estudio) en este momento para divertirme; nunca por la ganancia”. Giacomo Leopardi decía con franqueza, que suena altiva: “Sucede así que lo placentero me parece más útil que todas las cosas útiles, y la literatura útil de una forma más verdadera y cierta que todas esas muy áridas disciplinas (la política y la estadística)”. 

Nuccio repitió las preguntas del ignorante: “¿Para qué sirve la música? Para qué sirve el arte?¿Quién sería tan insensato para preferir a Miguel Ángel al inventor de la mostaza?”. En contra del objetivo utilitarista, Ítalo Calvino recuerda que los clásicos mismos no se leen porque deban servir para algo: “se leen tan solo por el gusto de leerlos, por el placer de viajar con ellos, animados únicamente por el deseo de conocer y conocernos”. 

En las páginas de Ordine no podía faltar una crítica a las universidades, en especial las de Estados Unidos: en ellas, dice, se venden diplomas y grados, insistiendo sobre todo en el aspecto utilitarista. Ser mejor persona y cultivarse parece secundario.

Jesús Ferro Bayona

Junio, 2023

 Publicado en El Heraldo, Barranquilla

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De sus obras, y no la menor, Franz Kafka escribió la Carta al padre que nunca envió ni permitió que la enviaran al destinatario. 

Al volverla a leer al cumplirse los 99 años de su muerte, el pasado 3 de junio, sentí el golpe de la rabia y la mala relación que el gran escritor de Praga mantuvo con su progenitor. Contrariamente, en la historia del judaísmo, al que pertenecía Kafka por sus ancestros, quedó escrita la historia milenaria que el libro del Génesis transmite sobre el amor de Jacob por su hijo José a quien sus hermanos encuentran en Egipto convertido en primer ministro del faraón. 

Al regresar a Canaán le llevaron la noticia, como si fuera una carta, al padre que daba por perdido a José, contándole que su hijo vivía y había enviado con ellos, además de burros cargados de víveres, las carretas para que lo trasladaran a Egipto. Jacob dijo: “Todavía vive mi hijo José: iré y le veré antes de morirme”. Es un testimonio de amor mutuo entre padre e hijo que se conserva aún en la memoria de los pueblos de la tradición judeocristiana.

En el día del padre se mantienen conceptos sobre la paternidad que difieren entre sí. Unos, estrechamente ligados a la concepción romana del paterfamilias, más jurídica que afectiva, remarca la idea de la paternidad como sometimiento de la esposa y los hijos, a la que se agrega el derecho a la sucesión de los bienes materiales. 

Otros, anteriores a la concepción romana, muestran cómo se entendía el sentido de ser padre en la Grecia Antigua, ligado al objetivo natural que es la generación y educación de los hijos, pero acentuando a la vez su figura heroica como la de Eneas que cargó sobre sus hombros a su anciano padre Anquises para salvarlo del incendio de Troya, imagen que ha quedado en la literatura y el arte como ejemplo conmovedor del amor filial. 

Un escritor de nuestros tiempos, Albert Camus, dejó un esbozo tierno de su padre en un libro de recuerdos que es El primer hombre, bastante curioso porque la devoción de la infancia se derrama en su madre a través de la cual sabía quién era aquel hombre, su padre, que tuvo que dejarlos para ir al frente de guerra como soldado. 

Del padre que tuvieron, pero que ya no está presente, muchos conocen por otros lo que ellos fueron y significaron en sus vidas. Sin tener un recuerdo preciso y definido, supe por testimonios de mi familia que mi padre me sacaba a pasear cuando yo era un niño todos los días al finalizar la tarde. Pero al poco tiempo, a mis tres años, mi padre murió. La memoria difusa del padre ausente sigue palpitando en mis manos que imagino agarradas a su amor paternal.

Jesús Ferro Bayona

Junio, 2023

Publicado en El Heraldo de Barranquilla

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El ideal sería que el Estado garantizara que la educación es gratuita en todos sus niveles, pero la insuficiencia de sus recursos, por decir lo menos, no permite que aquí suceda como en otros sistemas como el francés o el alemán, donde los estudiantes pueden llegar hasta el nivel de doctorado con cargo al presupuesto estatal. Más aún, en Francia o Alemania, para seguir con esos dos ejemplos, estudiantes extranjeros, en especial los que vienen de países con menos desarrollo económico, como fue mi caso, pueden beneficiarse del sistema público de educación sin pagar matrícula.

Gran cantidad de estudiantes universitarios sufre de estrés por estos días, no solo por los exámenes que deben aprobar para pasar al siguiente semestre sino porque se aproximan las fechas para el pago de matrículas. Las familias de la mayoría de los jóvenes que estudian en universidades privadas no tienen recursos económicos para matricularse. Existe la creencia de que estudiar en una universidad privada es para ricos. Es una falacia. La realidad muestra todo lo contrario: por experiencia de muchos años sé que familias de clase media, y aun de estratos más altos, tienen que endeudarse con créditos onerosos para   afrontar los costos de los estudios de sus hijos. Ni hablar de los más pobres. 

No se alcanzan a imaginar muchos las angustias de padres de familia que no tienen con qué llegar no ya al fin del semestre sino al fin del mes para sostener sus hogares. La historia de la educación colombiana, con la más reciente expansión de la educación superior, ha puesto en evidencia que el Estado no alcanza a cubrir los costos de la educación que es un derecho de todos. Nuestro sistema educativo ha sido históricamente binario, es decir público y privado, porque de no serlo, la mayoría de los colombianos no podrían educarse. No es un mero invento del mercado. El ideal sería que el Estado garantizara que la educación es gratuita en todos sus niveles, pero la insuficiencia de sus recursos, por decir lo menos, no permite que aquí suceda como en otros sistemas como el francés o el alemán, donde los estudiantes pueden llegar hasta el nivel de doctorado con cargo al presupuesto estatal. Más aún, en Francia o Alemania, para seguir con esos dos ejemplos, estudiantes extranjeros, en especial los que vienen de países con menos desarrollo económico, como fue mi caso, pueden beneficiarse del sistema público de educación sin pagar matrícula.

No sería lógico ni equitativo excluir a las instituciones de educación superior privadas de los planes de auxilios estatales, al contrario de lo que hizo por ejemplo “ser pilo paga”. Si bien el sistema público de educación tiene la prioridad en el presupuesto de la Nación, se debe tener claro que quienes eligen estudiar en una universidad privada son también colombianos que lo hacen libremente ponderando la calidad académica de las instituciones públicas y privadas. Pero gran número de ellos no tienen cómo pagar los precios de la matrícula. Tengo la satisfacción de haber recibido estudiantes de escasos ingresos económicos en la educación superior privada de alta calidad gracias a los programas de auxilios estatales.  

Jesús Ferro Bayona

Junio, 2023

Publicado en El Heraldo de Barranquilla

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