Los 400 años de la Javeriana son ocasión para exaltar su obra educativa que abre las mentes a los conocimientos y a la investigación.
Me cuento entre los miles de egresados de la Universidad Javeriana, donde me gradué en Filosofía y Letras. Este año la Javeriana está de fiesta. Cumple 400 años, período de vida que se divide en dos etapas: la que va de 1623, año de su fundación, hasta 1767, cuando los jesuitas salieron de la Nueva Granada por orden de la pragmática sanción de Carlos III que los expulsó de todos los dominios de la corona española.
La segunda etapa empezó con su restablecimiento en abril de 1930, en acto que tuvo lugar en el Colegio de San Bartolomé. No hay suficiente espacio en esta columna para contar las vicisitudes por las que atravesó la Compañía de Jesús en su historia, ni siquiera en Colombia.
Voltaire, que fue alumno de los jesuitas como lo fue Fidel Castro, decía que eran muy vanidosos. Exageraba con mordacidad al decir que los jesuitas pensaban que nadie quería morir sin tener a su lado a un miembro de la Orden para recibir la extremaunción, pero les reconocía méritos cuando calificó las misiones jesuíticas entre los indios del Paraguay como un triunfo de la humanidad, añadiendo que esas misiones eran expiación por las crueldades de los primeros conquistadores. No le faltaba razón.
El padre Joseph Gumilla, misionero en los ríos Orinoco, Meta y Casanare, dejó escrita una Historia Natural de las Naciones, resultado de su estudio científico de esas regiones entre 1731 a 1750, cuando murió en los Llanos. Su misión no se limitó a evangelizar a los indígenas, como era lo esperado, sino que se extendió al estudio de las ciencias naturales en territorios inexplorados aún por la investigación científica.
He conocido a incontables jesuitas aquí y en Europa que sobresalen en variados campos de las ciencias físicas, sociales y humanas, un distintivo suyo desde su creación por San Ignacio de Loyola, que los acreditó desde el comienzo para ser fundadores de colegios y universidades.
Pienso que su carácter religioso no los ha restringido. Por el contrario, han sabido combinar la fe religiosa con la libertad para pensar e investigar, lo que les ha valido a muchos de ellos un sinnúmero de incomprensiones y rechazos como fue el caso -por mencionar apenas uno- del padre Teilhard de Chardin en cuya biblioteca de París estuve un tiempo, cuando era estudiante. Sus investigaciones arqueológicas se reflejaron con profundidad en sus reflexiones sobre la fe, motivo de admiración, como de censura entre creyentes e incluso miembros de su comunidad.
Los 400 años de la Javeriana son ocasión para exaltar su obra educativa que abre las mentes a los conocimientos y a la investigación.
Jesús Ferro Bayona
Publicado en El Heraldo, Barranquilla.