Hace 50 años el presidente Richard Nixon le declaró la guerra a las drogas mediante la erradicación de los cultivos. Pero como en el mito de Sísifo, el esfuerzo del Estado colombiano por reducir el área sembrada de coca y ganar la guerra contra las drogas ha resultado inútil.
Ya es casi un lugar común decir que los programas de erradicación de cultivos de coca en Colombia son un trabajo como el de Sísifo, condenado por haber desafiado a los dioses a empujar una gran roca por una empinada montaña, solo para ver que se rodaba cuando estaba a punto de llegar a la cima, y debía volver a empezar a empujarla, y así por los siglos de los siglos.
No hay mejor alegoría para describir la inutilidad del enorme esfuerzo del Estado colombiano por reducir el área sembrada de coca, y el todavía más inútil esfuerzo de ganar la guerra contra las drogas mediante la erradicación de cultivos. Esa guerra fue declarada por el presidente Nixon hace 50 años y el consenso general es que está perdida.
Los resultados de los programas de erradicación son frustrantes y, además de eso, serán perjudiciales si se reanuda la fumigación con glifosato. En una de sus últimas declaraciones antes de su lamentable fallecimiento, el ministro Carlos Holmes anunció que en 2020 el gobierno había logrado su meta de erradicar 130.000 hectáreas sembradas de coca.
Un gran esfuerzo, pero como le pasa a Sísifo, la piedra se rodó y hay que volver a empezar. Esta semana la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, a través del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci), reportó que en el mismo 2020 el área sembrada de coca no se había reducido en la cantidad erradicada por el gobierno, sino solo en 11.000 hectáreas, al pasar de 154.000 a 143.000. No son cifras falsas de ninguna de las dos fuentes, sino que la diferencia la explica una sola palabra: resiembra. Un 91.6 % del área erradicada se volvió a sembrar.
En 2019 sucedió algo muy similar, aunque un poco menos frustrante. El gobierno erradicó 100.000 hectáreas de coca, pero según el Simci el área sembrada solo se redujo en 15.000, al pasar de 169.000 a 154.000 hectáreas, porque la resiembra fue de 85 %
La mayor frustración de nuestro Sísifo es que, a diferencia del mitológico que siempre tenía que subir la misma montaña, la montaña de la cocaína se eleva cada año. A pesar de la reducción de 15 % en el área sembrada, el Simci muestra que en estos tres últimos años en el país la cosecha de hoja de coca aumentó 2 % y la producción de cocaína subió casi 10 %, pues pasó de 1120 toneladas en 2018 a 1228 toneladas en 2020. Las innovaciones tecnológicas de los narcotraficantes para aumentar su productividad son más eficientes que la estrategia represiva.
La dinámica de la resiembra no se explica porque a los campesinos colombianos les gusten las actividades ilícitas, sino por una causa más sencilla: el hambre y la necesidad de conseguir ingresos para sobrevivir. Son más víctimas que delincuentes. La coca es la única alternativa de subsistencia en territorios donde el Estado no está presente, donde no hay vías ni facilidades para vender otros productos.
Por eso, la erradicación forzosa o voluntaria, y peor si es con glifosato, es una estrategia condenada al fracaso si no va acompañada con un programa integral de sustitución de cultivos como el que se estableció en el punto 4 del Acuerdo de Paz con las Farc. Es la única forma de que la roca que empuja Sísifo no vuelva a rodarse.
Mauricio Cabrera Galvis
Junio, 2021
4 Comentarios
De acuerdo con tu reflexión. Gracias
Maravillosa alegoría Mauricio que retrata la gran tragedia de campesinos arrojados al torrente de la demanda por no tener otra alternativa propiciada por el Estado colombiano debido a la falta de visión de país y de futuro.
Los TLC tienen mucho que decir al respecto, puesto que la debacle de la producción agropecuaria es un hecho tangible a la vez que la hipocresía de una guerra perdida hace que nuestro país ponga la pendiente por donde ruede la roca de Sísifo.
Brillante y atinada tu reflexión.
¿Será esa ” la única forma”? Porque parece que la sustitución de cultivos es muy bonita en el papel, pero no funciona, frente a un problema internacionalizado. “No nos digamos mentiras” como dicen… Cumplir el acuerdo de paz, ¿por parte de quienes?—
Siempre hemos considerado el consumo de estupefacientes como un problema eminentemente personal. Es decir nos preocupa el drogadicto y tenemos razón. ¿Pero alguna vez hemos pensado que la búsqueda de un placer efímero, o el ansia de escapar a la realidad, que son productos momentáneos pero enviciadores , es solo un problema personal? Acaso no podrán existir causas sociales que lo fomenten, como por ejemplo la presión que ejercen sobre los individuos y los grupos asuntos tales como la sociedad de consumo, o como el mandato del capitalismo salvaje expresado en el TIME IS MONEY, o como la presión por la competencia como única fuente y premio de todo posible esfuerzo? ¿Podríamos en alguna forma, y solo como hipótesis formularnos la pregunta si existe una correlación significativa entre capitalismo desbordado y drogadicción?.