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¿Qué aprendimos de los hechos políticos recientes?

Por Carlos Torres
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Estamos apenas entendiendo racional y emocionalmente que, en efecto, hemos vivido una página de nuestra historia. Es claro que la profundidad e importancia de los hechos dependerán de la capacidad e inteligencia como continuemos escribiendo las siguientes páginas.

Algunos amigos desean saber si en mi opinión aprendimos algo en estos tensionantes momentos que calificamos como definitivos para el futuro de nuestra nación.

Lo primero es ratificar que cada uno aprende, reacciona y califica según como siente y juzga el impacto sobre sí mismo, sobre su entorno y sobre los suyos. Me atrevo a clasificar la población en cuatro grupos, cuya respuesta estará inclinada por su reacción.

El muerto

Este grupo reacciona con intenso dolor. Considera que todo está perdido; transmite duelo, sensación derrotista. Ha sucedido una tragedia.

El luchador

Solo se ha perdido una batalla, pero no la guerra. Su llamado es a la reconstrucción. Minusvalora el triunfo del contrario. Justifica lo acontecido como resultado de manejos antiéticos y deshonestos del contrario. Llama a dimensionar los daños y a preparar el contrataque.

La diáspora 

Los líderes se dispersan sin ningún objetivo definido. Tratan de no aparecer como los líderes naturales que eran antes de la derrota. Los militantes se dispersan y solo algún tiempo después buscan refugio en los grupos de recuerdos que se van formando y se reagrupan. Tratan de mantenerse vigentes, incorporándose a grupos de vencedores. Piensan que ya habrá otra oportunidad.

¿Quién tuvo la culpa?

Este grupo busca la razón de la derrota. Planteará órganos de ejecución y propondrá hipótesis. Hará cambios, hará convenios y firmará acuerdos 

También interesan las reacciones de quienes triunfaron, según sus formas de responder a la situación. Dado el reciente triunfo es lógico que los más optimistas hablarán de triunfadores, héroes, de la generación dorada e irán formando leyendas de lo que pasó esa semana.

Con los años, las leyendas se irán fortaleciendo y se harán análisis utilizando la información que se produzca de lado y lado. Los historiadores y escritores efectuarán los análisis, buscando respuesta a la pregunta “¿quién tuvo la culpa?”. Claro que todo dependerá de las batallas que libren los intelectuales en los años subsiguientes, porque en estos temas y situaciones los muertos resucitan y los guerreros no siempre ganan o pierden. A veces, la victoria se distribuye. La victoria tiene un precio sobre las emociones, como alegría, felicidad, angustia y depresión.

El dulce sabor de la victoria efectivamente paga un precio en su contraparte: el amargo sabor de la derrota. Los combatientes están acostumbrados en otros campos a ese tipo de sensaciones, en terrenos como el amor, el deporte, el éxito profesional y laboral, pero es intensa la sensación de sus reacciones en el tema político. Por lo tanto, el amargo sabor de la derrota es más agudo, se extiende a lo largo de todas las reacciones, tanto en los que luchan y triunfan como en los que igualmente luchan, pero son derrotados. El sabor amargo ¡sí que duele!

Saber reaccionar en los momentos más críticos de la incertidumbre, mostrando generosidad y magnanimidad con los contrarios vencidos es una de las actitudes más difíciles en el momento de la victoria, como también mantener la dignidad y el respeto es parte de la grandeza del vencido.

Una de las experiencias que ansiábamos que apareciera en estas horas definitivas para el futuro del país todavía estamos esperándola. Me refiero al cambio ofrecido desde hace muchos años, pero seguimos con la forma tradicional de la política colombiana, de que no importa quién gane o pierda. En Colombia, tradicionalmente, todos ganan y muy pocos pierden. Me refiero a que tenemos la práctica de que, aunque se pierda, podemos gritar: ¡victoria!

Unos pocos ejemplos: el SÍ y el NO han logrado sus objetivos; los candidatos en gobernaciones y alcaldías, aunque tengan menos votos, muchos consideran que su participación ha sido un triunfo. Petro ha venido ganando a pesar de que lograba menos votos que sus contrincantes; lo que suaviza a sus contrincantes derrotados es que están siendo invitados a un “pacto nacional”, es decir, nadie quiere ser oposición y todos sienten que ganaron.

Carlos Torres H.

Agosto, 2022

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