La madre que llamamos patria

Por: Jesús Ferro Bayona
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Es raro que la violencia humana, que ha ido acabando con bosques, tierras, oxígeno, vidas humanas, tenga nombre de mujer. Entre nosotros, no más aquí a la vuelta de la esquina, la violencia prosigue su tarea de odios y exterminios que no solo buscan estigmatizar la historia nacional, sino además perpetuar estos días de vandalismo que no terminan como si se tratara de un eterno devenir.

El día en que se celebra en honor a la madre por el amor fecundo que nos ha regalado, debería también ser ocasión para honrar a la otra madre que llamamos patria ‒sustantivo femenino que curiosamente deriva del latín masculino pater‒, cuando el país en que nacimos atraviesa por circunstancias tan difíciles. 

En una bellísima pieza musical compuesta por Antonin Dvorak, le oí a una mezzosoprano húngara balbucir en su lengua: “canciones que mi madre me cantaba, en días que se quedaron largo tiempo atrás”. La canción de Dvorak lo deja a uno sin palabras.

Ante el tribunal de Salomón la verdadera madre prefirió ceder el cuerpo entero de su hijo que en justicia, justicia sí, la falsa madre aceptaba aunque fuera partido en dos. Eso nos viene del Antiguo Testamento, porque en el Nuevo la identificamos en La Pietá, hermosamente esculpida por Miguel Ángel como homenaje en mármol a la compasión maternal, quizás la más sublime de sus esculturas, plasmada en la Madre Virgen que acoge en su regazo, con dolor inenarrable, al hijo muerto, recién bajado de la cruz con sus huesos quebrados y sus piernas descoyuntadas. 

El dramaturgo alemán Bertolt Brecht llamó Madre Coraje y sus hijos a una obra teatral suya que testimonia la valentía materna de una mujer que lucha heroicamente entre facciones religiosas en la Guerra de los Treinta Años para intentar con astucia salvar a sus tres hijos sin lograrlo, pero sin perder por ello el coraje.

Madre nutricia nombraban los romanos antiguos a la Tierra, que hoy más que antes está amenazada de infertilidad, contrariando su significado, a medida que la hemos estado acabando en un matricidio prolongado que la humanidad ha cometido en su desesperado avance explotador de los recursos naturales y que, en opinión de los científicos, se muestra muy cercana a la fecha de expiración, no más allá de 100 años si no se hace nada. El término marcaría el final de un paraíso al que creímos llegar cuando nos cortaron el cordón umbilical, pero del que nunca hubiéramos querido desprendernos para no ser arrojados al desconsuelo de un mundo del que nos preciamos ser sus progresistas conquistadores hasta ir dejándolo sin naturaleza, sin alma, sin entrañas, esas sí maternales.

Es raro que la violencia humana, que ha ido acabando con bosques, tierras, oxígeno, vidas humanas, tenga nombre de mujer: esa violencia que en su objetivo de lucha de todos contra todos conduce a la muerte. Entre nosotros, no más aquí a la vuelta de la esquina, la violencia prosigue con su tarea de odios y exterminios que no solo buscan estigmatizar la historia nacional sino además perpetuar estos días de vandalismo que no terminan como si se tratara de un eterno devenir.

Quiera Dios que nuestros descendientes tengan la oportunidad de comprender que destruir la patria es matar a la madre y le pongan punto final a esta historia tan larga como devastadora,

“Voy a seguir creyendo, aunque la gente pierda la esperanza. Y seguiré sembrando, aunque otros pisen la cosecha”, escribió Gandhi. 

Jesús Ferro Bayona

Publicado en El Heraldo (Barranquilla) y editado.

3 Comentarios

Jorge+Luis+Puerta 12 noviembre, 2021 - 8:06 am

Chucho: me obligas a incluir también ese hermoso significado de la Pachamama o Madre Tierra, que parió el quechua. No es solo el propio suelo, ni tampoco el planeta. Abarca mucho más: es la naturaleza misma, de la cual nosotros somos parte,

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EDUARDO JIMENEZ 12 noviembre, 2021 - 10:20 am

Yo estaría más de acuerdo con Jorge Luis, y en lugar de hablar de la “Madre Patria” que me suena como que encaja dentro de esas líneas imaginarias que nos han dicho que separan un país de los vecinos, yo preferiría como Jorge Luis, hablar de la Madre Tierra o de la Madre Naturaleza.
En cuanto a esas líneas imaginarias que nos separan de otros paises y que las llaman fronteras,, que son causal de guerras sanguinarias y de entusiastas gritos en las certámenes deportivos, yo citaría una frase de Thor Heyerdhal sobre el asunto:
“¿Fronteras? Nunca he visto una. Pero he oído que existen en las mentes de algunas personas”, .

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Vicente Alcala 17 noviembre, 2021 - 12:39 pm

Amor a la madre, a la mujer, a la patria, a la tierra, a la creacion… con eso si alcanzariamos la equidad (mejor que igualdad) de genero. Gracias Chucho.

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