Como ya han empezado a moverse las fichas políticas para las próximas elecciones en Colombia, ofrezco una comparación con varias modalidades francesas y, desde París, hago un planteamiento para mi país.
Ya comenzaron a moverse las fichas políticas y los nombres de posibles candidatos para las próximas elecciones en Colombia. Para hacer una comparación con el país donde vivo, presento a continuación algunas modalidades francesas, advirtiendo que no se trata de copiarlas, ni constituyen una crítica al modelo colombiano.
Partamos de la definición etimológica de la democracia, que es «el gobierno del pueblo». Entonces, la mayoría de las tendencias, orientaciones o ideologías políticas de ese «pueblo» deberían poder presentarse a unas elecciones democráticas. De no ser así, de la democracia solo quedaría el nombre, sin ningun contenido.
Todos conocemos las supuestas democracias en las que solo el partido único puede presentar candidatos. O donde otros partidos son aprobados para presentarse y dar la impresión de que se respeta la democracia. Rusia y China son buenos ejemplos de ello.
En Francia hay, por lo menos, 32 partidos que tienen una buena representación nacional y muchos otros más pequeños. Van desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha. Un abanico amplio que abarca todas las ideologías, sin discriminación.
Algunos de sus nombres son: Federación Anarquista, Lucha Obrera, Partido Comunista, Partido de Izquierda, Francia Insumisa, Partido Socialista, La República en Marcha (del presidente actual, Macron), Los Republicanos, Movimiento Demócrata, Unión Nacional, Los Patriotas. Inclusive hay un Partido Animalista, que defiende el bienestar de los animales.
De todos estos, la Presidencia ha estado en manos de los Socialistas y de la Derecha (con diferentes denominaciones). Entre los primeros esta Mitterrand (durante dos periodos seguidos, de siete años, tiempo que después rebajaron a cinco) y Hollande. Y de la derecha, Chirac y Sarkosy.
Lo que es interesante resaltar es que a los franceces les gusta la «alternancia», o sea pasar de la derecha a la izquierda alternativamente. Esto se debe a que a ellos no les gustan los extremos, aunque esos partidos sí existan. Por eso, los presidentes citados, aunque hacían campaña de acuerdo con sus líneas políticas, terminaban ejerciendo su mandato siguiendo una línea de centro cuando eran elegidos.
Las elecciones para la Asamblea pueden hacerse en forma mayoritaria o proporcional. En el primer caso, solo los candidatos de los partidos que sacan la mayoría de votos son elegidos. Esto implica que apenas están representados los grande partidos de toda la vida. Y, naturalmente, se excluye a los que se van alejando de ese centro hacia los dos extremos. Para evitar esta falta de «democracia», las elecciones pueden ser hechas en forma proporcional, lo cual permite la representación de partidos más pequeños. Los puestos se reparten entre las listas que sacan al menos 5 %. Es mejor que estos partidos presenten sus ideas políticas en la Asamblea y no a punta de manifestaciones, vandalismo o violencia.
Veamos el caso de Macron: estudió Filosofía y después se matriculó en la Escuela Nacional de Administración, por la que han pasado varios políticos que han llegado a la Presidencia u ocupado altos cargos del Estado. Trabajó en un banco privado y también fue Ministro de Economía e Industria durante el gobierno de Hollande, aunque no era miembro del partido Socialista.
En los últimos años la sociedad francesa se ha ido desilusionando de los partidos políticos debido a que sus dirigentes solían ser los mismos de siempre, sin dar posibilidad a que otras figuras más jóvenes fueran surgiendo, y por no tener respuestas a los retos de una sociedad que evoluciona y a las nuevas problemáticas que hay que afrontar. También por causa de muchos escándalos de diferente índole, de los presidentes para abajo, o del típico contrapunteo: cuando la derecha estaba en el poder, la izquierda criticaba todo lo que aquella quería hacer y cuando se cambiaban los papeles, era lo contrario. Gastaban el tiempo denigrando al otro, lo cual no es nada constructivo.
En ese contexto, Macron renunció a su Ministerio para crear un movimiento de centro en el que pudieran participar todos los ciudadanos, de izquierda a derecha. Así se acabaría el antagonismo secular y podrían hacerse la reformas necesarias. Cabe anotar que Francia lleva un atraso de 20-30 años en relación con las reformas que han hecho otros países europeos, pues las huelgas las han tumbado.
Macron encontró gran acogida en la juventud, que antes no solía implicarse, y en los desilusionados de los partidos tradicionales. Nadie apostaba cinco centavos por él, pues no tenía un partido a nivel nacional, ni un solo representante en el Congreso. Pero a partir de los jóvenes y los ciudadanos comunes su movimiento En Marcha fue tomando mucha fuerza.
Ante ese fenómeno, algunas figuras políticas de los partidos tradicionales de derecha, centro, izquierda o verdes, fueron adhiriendo a su causa. Entre todos lograron presentar un programa de gobierno y finalmente fue elegido. En ese momento crearon el partido La Republique en Marche, que también obtuvo la mayoría en las elecciones para la Asamblea Nacional.
Ante la polarización que existe en la sociedad colombiana y viendo que los dirigentes de los dos lados políticos no hacen nada para calmarla, ¿no sería hora de plantear otra alternativa? ¿Alguien puede pensar que de una confrontacion entre la extrema izquierda y la extrema derecha provenga lo mejor para el bien del país y de los colombianos? ¿Esta primero el orgullo de un partido o de un dirigente sobre el bien de la mayoría nacional? De los extremos, «libera nos, Domine». ¿Sería justo que podamos excluir a los que no piensan como yo?
En Francia, los dos candidatos que hasta ahora se han postulado para las próximas elecciones presidenciales son Marine Le Pen, del partido de extrema derecha Rassemblement National, y Jean-Luc Mélenchon, de France Insumise, que es de extrema izquierda.
Aquí y allá veremos qué sucede y qué realizaciones logran los próximos presidentes.
Eduardo Pardo M.
Marzo, 2021
2 Comentarios
Muy buena información. Gracias chaval.
Gracias por ilustrarnos con tu artículo. El grave problema para la “democracia” colombiana es que nuestra tradición política se sustenta en el llamado clientelismo. El voto por ideas y programas es algo que todavía no hace parte de nuestro ethos cultural. Los votos se consiguen ofreciendo cosas muy concretas: becas, puestos, recomendaciones, e incluso dinero. Por ello los grandes electores son personajes con suficiente poder económico o fuerte padrinazgo de futuros contratistas del Estado. Aunque se han dado casos, y afortunadamente es más frecuente el fenómeno, de candidatos que logran ganar elecciones regionales con bajo presupuesto y ofreciendo atractivos más altruistas.