La proclama del Libertador es ilustradora: “si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”.
A unos estudiantes de bachillerato, el profesor los puso a escribir sobre el manejo que el Gobierno ha dado a las manifestaciones que ha habido en el país durante más de cuarenta y cinco días. Lo malo fue que el profesor había tirado línea antes, planteando su orientación política, partidaria de las protestas y de los bloqueos, sin importar los vandalismos, que juzgó como un mal menor e incluso justificable como respuesta anticipada a la presencia de la fuerza pública en las calles.
Los padres de familia se quejaron de que pusieran a sus hijos a exponer en el aula influidos por la orientación política del profesor. Consideraban que no se debía educar a los alumnos siguiendo corrientes políticas o partidistas. La respuesta del profesor fue que él hacía educación ciudadana, y en las redes, donde se supo del caso, se alzaron voces afirmando que sí se debe llevar a los estudiantes a tomar posiciones partidistas en clase, ya que somos seres políticos y la política es todo.
Se ha vuelto común e indiscutible la frase “la política es todo”, inspirada en la idea correspondiente, tomada ‒según se afirma‒ de Aristóteles, al que hacen decir que “el hombre es un animal político”. El filósofo colombiano Danilo Cruz Vélez escribió una vez un ensayo sobre esa expresión que él, buen conocedor que era de la lengua griega, tradujo más bien como “el hombre es un ser viviente en sociedad humana”.
A mí me gusta esa traducción, no solo porque tiene en cuenta la raíz original de los términos, sino también porque arroja luz sobre la comprensión de la política, concepto que tiene un sentido y una historia inconfundibles en el contexto en que nació y en el pensamiento posterior de los tratadistas. La proclama del Libertador es ilustradora: “si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”.
Educar en política, referida a la convivencia con otros seres humanos y no necesariamente centrada en el partidismo, y como distintivo de lo que somos como seres políticos en sociedad, ayudaría mucho más a unirnos que a dividirnos en rabiosas facciones o partidos políticos polarizados, como acontece en la realidad que estamos afrontando Todo el lenguaje político actual –y ahí si valdría decir “todo”‒, incita más a la confrontación belicosa que al consenso, lo que vuelve muy difícil atender al llamado para llegar a acuerdos en las circunstancias que padecemos.
Los dirigentes más pacifistas ‒que los hay, por fortuna‒ claman por un acuerdo social. Ojalá hubiera oídos suficientes para acoger ese llamado. Lamentablemente, los ánimos están caldeados y enfrentados, y el ambiente no contribuye mucho a lograr eso que los pensadores de la política en otras épocas llamaron “el pacto social”. Se imponen más las posiciones antagónicas que parecen darle la razón al inglés Hobbes cuando afirmó que “el hombre es lobo para el hombre”.
Pese a todo, la política civilizada y, por consiguiente, educar para convivir, son indispensables para superar la situación social deshumanizada, instintiva y destructora que nos agobia.
Publicado en El Heraldo (Barranquilla)
5 Comentarios
Jesús: muy importante tu comentario. Es importante derivar como consecuencia la necesida de distinguir entre educar -para la polis- o adoctrinar para “la ideología y el partido”. Saludos.
Gracias, Hernando.
Chucho, muchas gracias por tu reflexión. Pretender que el “zoon politikon” de Aristóteles justifica una educación partidista manifiesta una ignorancia impropia de maestros. Por el contrario, en su ética, Aristóteles insiste en que la base de la “polis” y de la “politike” es la amistad y la confianza entre los ciudadanos. Nada más opuesto al partidismo.
Luis Alberto:
Gracias por lo que comentas de mi artículo.
Coinciden tus reflexiones, Chucho con lo visto y oído en nuestra tertulia de la semana pasada expresado por una encuesta aplicada hace poco a 12 000 estudiantes de 32 centros dse educación superior de 24 departamentos de Colombia, liderada por “Diálogo social” y otras instituciones, bajo la dirección de Francisco Montoya y Jaime Eduardo Arteaga. Una de los principales hallazgos es que muchos de los entrevistados piden que se recuperen con seriedad los estudios de historia de Colombia y las clases de educación cívica.