¡Aprendan a protestar!

Por: Luis Arturo Vahos
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A los lectores del blog queremos contarles que desde hace 14 meses venimos reuniéndonos, semana a semana, en tertulias amigables, para conversar sobre muy diversos temas. Esas tertulias alimentan el blog y este aprovecha lo compartido allí. 

Ante la dolorosa situación que atravesamos en Colombia decidimos manifestarnos. Por eso, les propusimos a quienes desearan hacerlo, que escribieran un texto breve al respecto.

Este artículo hace parte de la cosecha que obtuvimos.

Aquel domingo a finales de mayo, después de un mes del estallido social de 2021, cuando Colombia vivía un tercer pico de la pandemia, las calles de varias ciudades vieron un color nuevo agregado al variopinto que la protesta nos regalaba a diario: el blanco.

Muy de blanco, a distancia prudente, en filas paralelas y custodiadas por uniformados y camuflados, marchaba la “gente de bien”.

Algunas veces coincidieron con las animadas marchas jóvenes alegres, irreverentes, participantes del paro nacional.

Muchos deseábamos que en alguna esquina una escena de abrazos y sonrisas mezclara todos los colores y que se oyera un grito que los uniera a todos: ¡Hurra, hurra!, ¡Egan, Egan! o ¡Viva la selección!

No fue así: la hora del almuerzo se acercaba para “la gente de bien” y, ordenadamente, regresaban a sus casas, si bien la mayoría había desayunado y en sus morrales llevaba agua y las golosinas de la merienda. 

Por otro lado, los irreverentes jóvenes no habían aprendido esa lección de buenas maneras y persistían en bloquear, señalar, reclamar, insultar. No había caso. Que la policía, asistida por el ejército, se encargara de enseñar, a su manera, la lección de cómo debe reclamarse en este país.

En las barricadas, que la gente común se atuviera a las consecuencias de no saber comportarse. La economía no puede parar, el bienestar de los que no protestan no debe torpedearse. Allá los indígenas con sus reclamos imposibles, los atenidos de todas las edades y colores que emprendan alguna iniciativa creativa; que al fin de cuentas el que lo cree, lo crea. Es asunto de proponérselo para salir adelante. Al Estado no se le puede pedir lo que no puede dar; además, el cúmulo de necesidades represadas no es asunto de este gobierno, sino del anterior. Y que no vengan ahora del extranjero a enseñarnos acerca de la democracia, los derechos humanos y otras veleidades. ¡Que gasten sus discursos en Venezuela o Nicaragua!

¿Qué pienso de esto?

Siguiendo a Mauricio García Villegas, columnista de El Espectador, creo, como decía él en su artículo del 4 de junio de 2021*: 

“Nuestra mente está bien diseñada para proclamar y defender principios, no para entender el comportamiento humano como un resultado de las circunstancias. Estamos más predispuestos para la indignación virtuosa que para entender una realidad llena de causas y efectos”. 

Por ello, nos es difícil juzgar el comportamiento ajeno dentro de contextos y circunstancias condicionantes. Nos cuesta ponernos en los zapatos ajenos. No obstante, me atrevo a preguntarle a cualquier persona de bien en cuál de las marchas se sentiría mejor, si su desayuno de ese día lo hubiera hecho en la olla comunitaria, con un tinto y un pan, y si no supiera qué, dónde ni cuándo almorzaría.

De lo que estoy seguro es de que están inventándose en nuestras calles auténticas formas de democracia. Colombia no será la misma, incluso si avanza la solución de fuerza, de encubrimiento, de negación o de mentira. Ya nadie se traga el cuento del flautista de Hamelín, a quien siguen los ratones. 

Con Petro o sin Petro, el pueblo despertó y no se siente representado sino por él mismo. Soy optimista, a pesar de todo. 

https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/mauricio-garcia-villegas/sobre-la-indignacion-virtuosa/

Luis Arturo Vahos 

Agosto, 2021

2 Comentarios

John+Arbeláez 24 agosto, 2021 - 9:06 am

Luis Arturo, Excelente escrito, breve pero sustancioso.
Captaste el alma de las marchas y el alma de la “gente bien” ya acomodada en lo alto de la pirámide. Ojalá continúe ese torrente de vida hasta que Colombia adquiera otro significado para las clases menos favorecidas y que la clase favorecida ayude a ese cambio de significado.

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Vicente Alcala 29 agosto, 2021 - 11:50 am

Que dificil sentir y comprender desde «una orilla» lo que sienten y entienden los de la orilla de enfrente…

Muy bien insinuado y deseado, desde la barca que transita por la mitad del cauce… Gracias

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