Mentiras, ocultamiento de la verdad, silencios cómplices, abuso de poder, juego con la vida y la muerte de los otros. ¿Habrá vacunas contra todo eso?
Tristemente sí es verdad tanta mentira, si tomamos solo los casos de Argentina (“vacunatorio VIP”) y Perú (“vacunagate”). Presidentes, ministros, altos funcionarios públicos, prelados de la Iglesia, “entornos familiares”, amistades, hasta empleados administrativos “se saltaron la cola”, se vacunaron antes que todos, a escondidas, en silencio, “porque el temor a enfermar era mucho” como lo manifestó la ahora exministra de salud del Perú o porque “yo no me puedo dar el lujo de enfermarme”, en declaraciones de la hoy excanciller peruana, así como el “yo no me di cuenta que estaba haciendo algo que no correspondía”, que declaraba a la prensa el exministro argentino de salud, Ginés García[1]. Los tres se vieron obligados a renunciar por este escándalo y todos lo negaron en su momento.
Una vez más, la ficción es superada por la realidad.
Una pregunta ‒entre muchas‒ queda flotando: ¿cuántas muertes hubieran podido evitarse si las vacunas hubieran llegado a quienes realmente las necesitaban para prolongar sus vidas? Los marcos legales nacionales e internacionales se quedan cortos para calificar y sancionar debidamente este delito de lesa humanidad. Por ahora, algunas renuncias y sanciones administrativas; aún no se sabe si se llegará hasta las denuncias penales porque… ¡hay tantos atajos!
¿Y cómo explicamos al mundo este acceso privilegiado a la vacunación por parte de personas allegadas al poder? Desde los virreinatos, nuestros Estados se han basado en el “respeto al señor” y, en los últimos tiempos, con el individualismo exacerbado, hay una dinámica social instalada: salones vip, clubes vip, invitados vip, casas de citas vip. El privilegio y la exclusión son prácticas cotidianas naturalizadas, como afirma la psicoanalista Nora Merlin[2], que funcionan socialmente y contradicen cualquier práctica democrática.
En este patrón histórico, conseguir las cosas suele ser asunto no de derechos, sino de personas privilegiadas y de “vara alta”; saltarse la cola se ha vuelto parte de la normalidad. Se sintetizan aquí tres males de fondo que se arrastran y que la “modernidad” no ha hecho sino consolidar y extender como patrón de conductas sociales: el uso –o concesión– de privilegios para atrasar a los demás, la irrelevancia de las reglas y la mentira como parte de la conducta oficial[3].
El único antídoto posible contra esta otra pandemia son unas fuertes estructuras ciudadanas, con conciencia cívica, que encarnen verdaderos valores democráticos de respeto a la solidaridad y a los derechos humanos.
Jorge Luis Puerta
[1] Página 12, Buenos Aires, Argentina, 25 de febrero 2021.
[2] Argentina. Magister en ciencias políticas, Autora de La reinvención democrática. Un giro afectivo. Buenos Aires: Letra Viva, 2020.
[3] Lo afirma Diego García Sayán, excanciller del Perú y miembro de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
3 Comentarios
Jorge Luis: el problema es de orientación. Nos la pasamos el siglo pasado y lo que llevamos de este siglo hablando de desarrollo económico (referido al producto interno bruto), de desarrollo social (referido a la producción y distribución de la riqueza) sin tener en cuenta el desarrollo cultural, referido a los valores y a los comportamientos humanos. Creo que los tres están interrelacionados. Pero a este último se le ha prestado muy poca atención e importancia. Saludos y gracias.
A los ministros de salud de Argentina y Perú se unió el de Ecuador, según leí en France24.com: “Este viernes el ministro de Salud de Ecuador, Juan Carlos Zevallos, hizo pública su renuncia irrevocable en medio de un escándalo por el suministro de la vacuna contra el Covid-19 a personas alejadas de la lucha contra la enfermedad en primera línea, entre ellas la madre del funcionario”. Solo duró 11 meses en ese cargo. Esperemos que Colombia y otros países de la región eviten infectarse de esta otra “pandemia”.
Jorge Luis, lo que has explicado es la consecuencia del dicho tan arraigado en nuestras culturas: “Lo malo de la rosca es no estar en ella”. Y casi me atrevería a decir que “el que esté libre de pecado, tire la primera piedra”. Son “aprovechamientos” de circunstancias favorables para uno, pero que se quiere mantenerlas ocultas, que los demás no se den cuenta… Y este modo de actuar tiene una gama infinita de gravedad que recae más fuertemente en quienes deben dar ejemplo de comportamiento según el papel que cada cual desempeña en la sociedad. Aunque, claro, todos deberíamos dar ejemplo…
Un abrazo,
LUIS GUILLERMO ARANGO