Mi libro favorito empezó con La alegría de leer

Por: Samuel Arango
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Todo comenzó con ese libro que nunca olvidamos y en el que muchos aprendimos que “Mi mamá me mima”: La alegría de leer.  De ahí siguieron inolvidables lecturas encarretadoras, como las Aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain, y las obras de Emilio Salgari (Sandokán). Tampoco olvido la inmortal Mujercitas, de Louisa May Alcott.

De joven enamoradizo me adentré en la poesía y además de cometer versos, disfruté leyendo a Barba Jacob con su “Canción de la vida profunda” o las sensibles rimas de Gustavo Adolfo Bécquer. Leí, aún sin entender del todo, El Principito de Antoine de Saint-Exupéry y lloré con el Diario de Ana Frank

En la academia del Juniorado me impactó, hasta el punto de no olvidarlo, La Hora 25 de Constantin Virgil Gheorghiu. Leí estupefacto la Divina Comedia, aunque a ratos me sentí medio enredado. Disfruté una y otra vez El Quijote de la Mancha‒llevo cuatro lecturas y, en todas, la obra me ha sido diferente‒. 

Con el padre Enrique Gaitán entré en crisis existencial con La Peste, de Albert Camus. Y me marcó para siempre el escritor indio Rabindranath Tagore (El mejor cartero, el rey). 

Miles de libros se han deshojado en mis manos. Todos memorables, unos pocos inolvidables. Hay que escoger uno, reciente. Los otros no se van al baúl del olvido. Pero en los últimos años, una obra me ha impactado al punto de haber perdido tres veces el libro y vuelto a comprarlo una y otra vez: La columna de hierro, de Taylor Caldwell. Una novela histórica que en más de 800 páginas relata la vida de Marco Tulio Cicerón y el esplendor del imperio romano.  

Si quieres entender el mundo de hoy, sumérgete en el pasado. Cicerón: filósofo, político, abogado, orador, escritor y exjesuita. 

Esto último lo discutimos cuando lean esta impresionante obra.

Samuel Arango M.

Agosto, 2021

1 Comentario

Humberto Sánchez Asseff 23 agosto, 2021 - 12:03 pm

Gracias, Samuel. Buena recomendación. Quedé tentado de conocer al novicio Cicero.

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