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La moto

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Uno de los indicadores utilizados para analizar el grado de desarrollo de un país es la calidad de sus sistemas de transporte público. Con ese indicador se evidencia que Colombia en un país en vía de subdesarrollo porque en las últimas décadas, a pesar de billonarias inversiones en transporte público, este cada vez moviliza menos pasajeros, mientras que el número de vehículos privados crece de manera acelerada.

Se supone que los sistemas de transporte público son fundamentales para reducir la congestión, la contaminación y la accidentalidad de las ciudades. Sin embargo, en lo que ha sido una de las mayores contradicciones de las políticas públicas en Colombia, se han formulado ambiciosos y costosos planes de inversión en distintas modalidades de transporte público, pero a la vez se han dado todas las facilidades para el crecimiento del parque automotor privado.

La decadencia del transporte público 

Cali es uno de los casos más dramáticos del retroceso en el uso de transporte público. En 2007, antes de que entrara en funcionamiento el Mío ‒que es el Sistema Integrado de Transporte Masivo (SITM) de la ciudad‒, en todas las modalidades de transporte público (buses, busetas, colectivos, etc.) se movilizaban unos 350 millones de pasajeros al año. En 2015, la cantidad anual de pasajeros, incluyendo los que usaban el Mío, se había reducido a 212 millones (una caída de 40 %) y en 2019 ‒antes de la pandemia‒ solo utilizaron todos los medios de transporte público 186 millones de pasajeros en un año. 

Casi todas las ciudades del país, exceptuadas Bogotá y Medellín, también sufrieron caídas en el número de pasajeros movilizados en transporte público, lo que se agravó con la pandemia, como se observa en el siguiente cuadro:

En Barranquilla, en 2007, más de un millón de pasajeros utilizaba a diario el transporte público, cifra que se redujo en 26 % en 2019, incluyendo los usuarios de Transmetro, que es el SITM de la ciudad. El caso de Bucaramanga es aún más agudo, pues allí la reducción fue de 50 %, de nuevo incluyendo su SITM, que se denomina Metrolínea.

Solo en Bogotá y Medellín el comportamiento fue diferente, pues con el éxito inicial de Transmilenio y del Metro de Medellín, en esas dos ciudades el número de usuarios del transporte público se incrementó 7 % en el período señalado. En el resto de ciudades del país el descenso fue del orden de 25 %.

Con la pandemia la tendencia se hizo más pronunciada, de manera que las últimas cifras del DANE muestran que en el tercer trimestre de 2022 en todas las ciudades, con excepción de Medellín, se registraba una menor movilización de pasajeros en transporte público que 15 años atrás. La comparación es más grave si se recuerda que en este período la población urbana creció cerca de 30 %.

Su majestad la moto

Si el número de habitantes ha aumentado, si las distancias de desplazamiento son más largas, si el Estado ha invertido más de $20 billones (equivalente a lo que se espera recaudar en la reforma tributaria) en la infraestructura de los SITM en siete ciudades, ¿por qué ha disminuido el número de pasajeros del transporte público?

La respuesta es de Perogrullo: ha aumentado el número de vehículos privados, en especial las motocicletas: 

En 2007 circulaban en el país 50.000 vehículos de transporte público; 15 años después solo lo había 36.000. Es cierto que la entrada en funcionamiento de los SITM permitió la chatarrización de buses y busetas obsoletos, pero también otros salieron de circulación por falta de pasajeros que se pasaron a sus vehículos privados. La contrapartida es que en el mismo período aumentaron cerca de cuatro millones de automóviles particulares y ocho millones y medio de motocicletas, lo que significa incrementos de 140 % y 352 %, respectivamente.

Desde el punto de vista individual es totalmente lógica la decisión de usar el vehículo privado en lugar de buses o busetas, no solo por la comodidad y el ahorro de tiempo, sino porque en el caso de las motos las facilidades de financiación y los subsidios tributarios permiten que se pague la moto con lo que se ahorra la familia en pasajes. Sin embargo, la decisión individual tiene un enorme costo colectivo, pues con más vehículos circulando aumentan los trancones, los accidentes y la emisión de gases que calientan el planeta.

Un agravante que agudiza la tendencia es que se crea un círculo vicioso difícil de romper: la gente busca su vehículo privado porque es mala la calidad del servicio público de transporte, pero esta calidad se deteriora aún más porque al disminuir el número de pasajeros se reducen los ingresos de los transportadores, que se quedan sin recursos para aumentar la frecuencia o el número de rutas.

No es fácil revertir la tendencia al predominio del vehículo privado sobre el transporte público, pero si se quiere mejorar la calidad de vida de las ciudades, disminuir la congestión de las vías y reducir el consumo de combustibles para hacer la transición energética es necesario no solo invertir para mejorar la calidad del servicio público, sino que es indispensable tomar medidas que desestimulen el uso de los vehículos privados, así estas no sean populares.

El impacto de esta reducción de pasajeros ha sido desastroso para los SITM, que hoy están a punto de quebrarse, pero este será tema de otra columna.

Mauricio Cabrera Galvis

Diciembre, 2022

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