“Yo me le entrego…”

Por: Juan Laureano Gomez
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De todos los relatos de horror y barbarie revelados en la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición hay uno que me impresionó particularmente: el del paramilitar que recibió la orden de matar a todos los habitantes, mujeres u hombres, adultos o niños, que fueran a salir de un caserío. 

Cuando se acercaban al sitio señalado, los hombres armados vieron venir una pareja de jóvenes mujeres. El comandante dio la orden de disparar a la de mayor altura, que fue ultimada al instante. La segunda joven logró correr y se abrazó a los pies del comandante, suplicando por su vida, diciéndole: “no me mate, yo me le entrego…, yo soy virgen y, si no lo fuera, entonces usted me mata”. Sin embargo, el comandante desenfundó su arma, la mató y luego la descuartizó, porque si no lo hacía lo mataban a él, según su relato.

Vienen a la memoria otras barbaries. Durante la segunda guerra mundial el exterminio no fue solo de los judíos. En la invasión del ejército alemán a Rusia, la orden era arrasar con todo, de tal forma que se agrupaba a los campesinos y los fusilaban para luego quemar las aldeas y los campos. En esa misma guerra, por un error de la aviación alemana que terminó bombardeando Londres ‒según la historia oficial‒, se desató un bombardeo indiscriminado de ciudades por parte y parte con miles y miles de víctimas. 

En 1900, durante la guerra de los bóxers en China, luego que los rebeldes ocuparan la embajada alemana y mataran al embajador e hicieran otras atrocidades, ocho potencias europeas organizaron una invasión de China. La despedida de los soldados alemanes que iban a ese país incluyó la exhortación oficial a acabar con todo lo que encontraran a su paso.  

Y las cosas empeoran si seguimos retrocediendo en el tiempo, a las guerras religiosas, a las Cruzadas, a los antiguos imperios de India, China y Persia… Corrían ríos de sangre, literalmente. Durante la primera Cruzada los musulmanes fueros sorprendidos: los cristianos lograron tomar Jerusalén; la mortandad fue tan grande que ‒según unos historiadores‒ la sangre llegaba hasta las rodillas de los soldados y, para otros, hasta la altura de los tobillos. Algo similar pasaba en los sacrificios humanos de los aztecas. Así, la barbarie no es novedosa entre los humanos, a pesar de lo cual con frecuencia pensamos y, sobre todo, sentimos que nuestra barbarie es única y, por supuesto, la más dolorosa de todas, pues es la que nos correspondió vivir.

En la oración universal ‒el padrenuestro‒ pedimos que se nos perdone, así como perdonamos a los que nos ofenden, quizás como forma de reconciliarnos con el destino cruel de nuestra naturaleza, en la que a veces uno sufre lo que hacen otros y, luego, otros sufren lo que hacemos nosotros. Aun así, las perspectivas de la violencia cambian de acuerdo con la educación; por ejemplo, los militares que se entrenan para la guerra, y los ejércitos (legales e ilegales) que abundan.

Es muy probable que el futuro sea mejor, aunque el proceso de mejora sea lento y solo veamos resultados en unos diez años o más.  No nos desanimemos…, la humanidad ya superó dos guerras mundiales. Es reconfortante pensar que después de la tempestad viene la calma. 

El camino a la paz requiere sacrificios. No olvidemos que la paz permite todas las oportunidades, mientras la guerra materializa todos los riesgos. Quisiéramos pensar que lo sucedido en Colombia es único en el mundo, pero no es así, como lo demuestra la historia universal. 

Juan Laureano Gómez

Enero, 2022

1 Comentario

Hernando+Bernal+A. 29 enero, 2022 - 7:17 am

Juan Laureano: dolorosa y profunda reflexión sobre la maldad humana, muy especialmente de aquella que se disfraza bajo el uniforme y la organización militar. Ojalá pudiéramos aprender a superarla. Un cordial saludo. Hernando

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