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¿Y la educación básica? 

Por Francisco Cajiao
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Si queremos ser un país productivo, con un sólido sistema de ciencia y tecnología, modelos de energías sostenibles y altos niveles de eficiencia en el uso de los recursos es necesario comenzar en la primera infancia. 

Tenemos un destacado académico como ministro de Educación en funciones y un interesante pronunciamiento del presidente en su discurso inaugural sobre la importancia capital de la educación en el desarrollo del país. Sin embargo, lo que se ha dicho sobre el tema parece estar circunscrito exclusivamente a la educación superior. Esto es comprensible en cuanto responde a promesas de campaña relacionadas con la gratuidad de la matrícula en las universidades estatales, que se hicieron más y más persistentes a raíz de la pandemia y de los paros de 2019 y 2021. 

Es claro que las universidades públicas tienen un problema financiero estructural que viene de la Ley 30 y necesita ser corregido, porque a lo largo de los 20 años de su vigencia la matrícula creció a un ritmo muy superior al de los recursos y parece haber llegado al tope de su capacidad. Sin embargo, los problemas de la educación superior no se limitan a un asunto de cupos y de costos, lo que implicaría verla como si fuera independiente del proceso educativo previo, que se inicia en la primera infancia. 
 
En el tramo comprendido entre transición y el grado once hay cerca de diez millones de estudiantes, de los cuales más de ocho millones asisten a colegios oficiales. Se estima que por cada 100 niños que entran a primero de primaria, solo 44 logran graduarse de bachillerato a tiempo. Además, de 100 graduados de bachillerato a nivel nacional, solo 39 logran acceder a educación superior y apenas la mitad de estos concluye el ciclo profesional. Los estudios muestran, además, que la deserción en educación superior supera el 70 % en los estratos 1 y 2, mientras que en los demás niveles socioeconómicos es menor de 10 %. 
 
Las pruebas que hace el Icfes, así como las internacionales en las que participa Colombia, arrojan abundante evidencia sobre la mala calidad de la educación básica y las enormes brechas que hay entre regiones y grupos socioeconómicos. Ya hay estudios iniciales que muestran que el largo período de confinamiento que generó la pandemia ha acentuado estas distancias en los aprendizajes, además de traer efectos todavía no estudiados suficientemente en relación con la convivencia, la salud mental y las relaciones intergeneracionales y entre pares. 
 
Hay grandes interrogantes sobre la formación de los maestros y el diseño de las facultades de educación; sobre el currículo y la gestión escolar; sobre la evaluación y el desarrollo de la calidad, y sobre los modelos pedagógicos que permitan ayudar a quienes mayores desventajas puedan tener para acceder a los niveles de calidad que les permitan seguir trayectorias educativas que los lleven a niveles superiores. 
 
De estos problemitas no se ha dicho nada y no son asuntos triviales que puedan resolverse con discursos ideológicos rimbombantes, pues si hay un territorio en el que es fundamental contar con gente altamente calificada es precisamente el de la educación básica. Por fortuna hay en Colombia muchos profesionales preparados, con maestrías y doctorados, con experiencia internacional y con apertura para dar pasos audaces, pero basados en información confiable. 
 
Si queremos ser un país productivo, con un sólido sistema de ciencia y tecnología, modelos de energías sostenibles y altos niveles de eficiencia en el uso de los recursos es necesario comenzar en la primera infancia. El buen suceso de la universidad, así como la calidad de los profesionales que allí se forman depende mucho menos de la abrumadora cantidad de normas, indicadores y controles actuales, que de la formación básica y el entusiasmo de los jóvenes que llegan a ellas ansiosos de realizar sus más altas aspiraciones. Además, la equidad solo es posible cuando el sistema educativo se ocupa desde el inicio de ofrecer a todos los niños y niñas las mejores oportunidades, compensando cuanto sea posible las desventajas que muchos tienen al nacer en condiciones de pobreza. 

 Francisco Cajiao 

Septiembre, 2022

1 comentario
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César Vallejo 6 octubre, 2022 - 7:01 pm

Pacho tú, como pocos conoce del tema de la educación y de sus problemas en Colombia. Pones el dedo en la llaga cuando señalas las deficiencias en el grupo de maestros y en las instituciones en las que se forman. Ojalá puedas ayudarle al ministro que, como tú lo afirmas, tiene grandes cualidades profesionales y humanas.

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