Un nuevo año escolar

Por: Francisco Cajiao
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Una educación de calidad solo es posible en una sociedad con altos estándares de exigencia.

La última semana de Enero regresaron a clases -en Colombia- millones de niños, niñas y jóvenes, seguramente con la alegría del reencuentro con sus compañeros y la expectativa de las novedades que les pueda traer el nuevo año. Siempre recuerdo las vísperas del inicio de clases, cuando se estrenaban cuadernos, con frecuencia zapatos porque siempre parecían quedar chicos, y las nuevas asignaturas o profesores que representarían retos novedosos. Durante las vacaciones, en aquellos tiempos carentes de celulares y redes sociales, se perdía el contacto con los compañeros de manera que había también la ilusión de retomar amistades y complicidades para el estudio y el goce de la infancia. 

Además de la visión de los estudiantes, que no siempre es tan romántica y feliz, porque también hay quienes experimentan gran ansiedad frente a las dificultades académicas o de convivencia que presenta la vida estudiantil, tanto en los colegios como en las universidades, están las expectativas de las familias, de los maestros y de los diversos sectores sociales que se preocupan por los planes y las políticas del gobierno.

El ministro Gaviria ha planteado cinco prioridades para 2023: (1) aumento sustancial de la cobertura de la educación superior, (2) universalización del Programa de Alimentación Escolar, (3) un ambicioso plan de infraestructura en escuelas rurales, (4) que la educación cumpla un papel fundamental en la convivencia, en aclimatar la paz y la reconciliación del país, y (5) llevar la cultura y el deporte en jornadas ampliadas. Todos estos son, sin duda, asuntos fundamentales, pero no son suficientes para avanzar en temas como la reducción de las brechas de aprendizaje que se ampliaron en la pandemia, hacer transformaciones de fondo en la educación básica y media o fortalecer la descentralización.

A todo esto se ha referido el ministro en diversas intervenciones, así como a la necesidad de una ley estatutaria pendiente hace mucho tiempo, a las reformas de la Ley 30 y del Sistema General de Participaciones, cuyos recursos están prácticamente agotados.

Algunos países han avanzado mucho más que nosotros sin contar con recursos financieros muy superiores, pues han sido menos tolerantes con la mediocridad y la laxitud.

Ninguno de estos temas es fácil de resolver porque, además de necesitar cuantiosos recursos adicionales, requiere profundos cambios de actitud en muy diversos actores sociales. Una educación de calidad solo es posible en una sociedad con altos estándares de exigencia ética, académica y laboral.

Esto implica que los ciudadanos en general seamos exigentes como consumidores frente a lo que nos ofrece el mercado, tanto en productos como en servicios, que los empresarios sean exigentes y rigurosos en sus procesos de producción, que los trabajadores –sean operarios, intelectuales, científicos o dirigentes– tengan la preparación que requiere su oficio como elemento esencial de su propia dignidad y como sello de compromiso ético con la sociedad y, por supuesto, que todos los maestros desde la educación inicial hasta los más sofisticados doctorados, tengan una atención constante frente al compromiso social, intelectual y ético con sus estudiantes.

Algo así no se consigue fácilmente en una sociedad, aunque se haya enunciado como un ideal en los escritos de Aristóteles, Kant, Mill o las decenas de filósofos que han reflexionado sobre el tema a lo largo del tiempo.

Insistir en que la educación es un asunto vital para el futuro del país suena a frase de cajón, pero debe ser prioridad real, lo que implica, entre otras cosas, tomar conciencia del daño enorme que causa gente mediocre con responsabilidades de las cuales depende la calidad de vida de toda una sociedad.

Francisco Cajiao

Publicado en EL TIEMPO el 30 de enero de 2023.

1 Comentario

vicente alcala 3 marzo, 2023 - 9:20 am

Apreciado Francisco, he leído éste y tus anteriores artículos sobre educación. Son de un verdadero experto… y comprometido.
Lástima que no te nombren Ministro de Educación en reemplazo de Alejandro Gaviria ! En serio.;

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