En el último mes, el Dane ha presentado tres miradas a la pobreza. Una, la percepción que tienen los hogares sobre su propia situación. Dos, la pobreza monetaria y, tres, la pobreza multidimensional.
Las tres pobrezas que presenta el Dane son enfoques complementarios. En 2021, 46,7 % de los jefes de hogar se consideró pobre. Este porcentaje es mayor en 8,5 puntos al observado en 2020. En 2021, la incidencia de la pobreza monetaria fue de 39,3 %, y se redujo 3,2 puntos con respecto al año anterior. Y en 2021 la pobreza multidimensional fue de 16 %, inferior en 2,1 puntos a la de 2020.
La pobreza monetaria se basa en el ingreso, y la multidimensional, que no incluye el ingreso, informa sobre la situación del hogar en materia de educación, condiciones de la niñez y la juventud, trabajo informal y desempleo, salud y características de la vivienda. La pobreza monetaria es más sensible al ciclo de la economía que la multidimensional. Se podría decir que las pobrezas monetaria y multidimensional reflejan la situación “objetiva”, mientras que la percepción expresa el sentimiento “subjetivo”.
Un aspecto relevante de la comparación de las tres pobrezas es la diferencia en las tendencias. Mientras que la pobreza subjetiva aumentó de manera importante, la objetiva disminuyó.
Desde el punto de vista de la política pública es necesario examinar con cuidado las razones por las cuales las personas se sienten más pobres. El ideal benthamiano, de la mayor felicidad para el mayor número, debería ser el propósito central de todo gobierno. Los diferentes instrumentos de la política económica deberían juzgarse finalmente por la satisfacción de las personas. El logro de la buena vida tendría que ser el criterio final para evaluar a los gobiernos.
Las mediciones subjetivas suelen despreciarse y se le da mayor relevancia a los datos objetivos. Pero preocupa que los indicadores relacionados con la percepción del buen vivir sean relativamente bajos. En 2021, únicamente 8,01 % de las personas mayores de 15 años sentía “satisfacción con la vida”.
El aumento de la pobreza subjetiva entre 2020 y 2021 muestra que las sensaciones de frustración y de dolor se agudizaron con la pandemia y la insatisfacción se ha intensificado. Bentham consideraba que los dos principales asesores del gobernante deberían ser el médico y el estadístico. El primero le ayuda a reducir el dolor y a aumentar el placer. Y el segundo le proporciona los instrumentos para medir la intensidad del placer y del dolor. La primera condición para lograr la buena vida es tener una aproximación cuantitativa al grado de felicidad, que le permita al gobernante comparar entre personas y realizar las acciones que lleven a la maximización de la felicidad.
Es importante que en el país se continúen afinando las medidas sobre la percepción subjetiva. Pero es mucho más relevante que los gobiernos entiendan que una economía no va bien solamente porque el PIB crece. El criterio fundamental para evaluar la bondad de la política pública es la satisfacción subjetiva, que en el país todavía continúa siendo muy baja.
La asimetría entre las pobrezas subjetiva y objetiva debería ser objeto permanente de análisis. Y en la comprensión del fenómeno se deben tener en cuenta las apreciaciones que hace Elster en Uvas amargas. Allí muestra que las personas no suelen ser muy exigentes y que apenas piden un poco más de lo que tienen.
Jorge Iván González
Junio, 2022
1 comentario
Interesante análisis teórico sobre la pobreza. Tal vez es bueno que recordemos la pobreza “jesuítica”. No teníamos nada, porque nada era nuestro, pero lo teníamos todo, nunca tuvimos carencias grandes. Recordamos las sopas de sangre en Santa Rosa, pero teníamos algo para el estómago. Doy gracias a Dios por no haber tenido que acostarme con hambre por no tener que comer. Solamente lo hacíamos por sacrificio y, ahora, por mandato médico. En la Compañía de Jesús, éramos pobres subjetivos? Confieso que soy poco creyente en las tendencias de “las mayorías”. Si las mayorías tienen la razón, el sol giraría alrededor de la tierra, o esta sería plana.