Hay que dar a la jornada escolar completa y de calidad todo su significado
En uno de sus apartes sobre educación, el Plan de Desarrollo propone: “Resignificación de la jornada escolar: más que tiempo”. La breve descripción de éste, que es uno de los once temas que plantea el documento para el cuatrienio, dice que “se dará un nuevo sentido a la jornada escolar para aumentar las oportunidades de aprendizaje de los estudiantes, a través de una oferta educativa más diversa, que integre la cultura, el deporte, la recreación, la actividad física, las artes, la ciencia, la ciudadanía y la educación para la paz”. Y que con el apoyo del Ministerio y otras entidades podrán encontrarse nuevas formas de entender la jornada escolar.
Si todo esto se ofrece a los niños, las niñas y jóvenes de las comunidades más pobres, además de una jornada escolar equivalente en tiempo y calidad a la que reciben los estratos medios y altos que pueden darse el lujo de asistir a la educación privada, se habrá iniciado por fin una verdadera transformación en la sociedad colombiana.
Este solo punto estructurado en su logística, financiamiento y disponibilidad de personal para atender a los cerca de cinco millones de estudiantes que acuden a la educación oficial, sería suficiente para agotar un plan decenal de cierre efectivo de brechas sociales. Sin eso es solo un texto bonito y, además, peligroso, pues el cuento de las resignificaciones puede significar muchas cosas. Por ejemplo, que el número efectivo de horas que los niños asistan a clases no es importante y que a lo mejor algunas actividades esporádicas, fuera de la escuela, suplirán las clases no recibidas por los muy variados motivos que suelen presentarse.
La escuela es el único lugar donde es posible asomarse al universo de posibilidades que la sociedad les puede ofrecer.
Lo cierto es que la población más pobre del país tiene una enorme brecha de tiempo escolar con respecto a los estratos que asisten a jornadas completas, con muchas menos interrupciones. Un estudio realizado por investigadoras de la U. Javeriana* muestra que entre 2010 y 2016 hubo 478 paros convocados por docentes o por otro sector económico o actor social en los que participaron los docentes. Del total, 70 tuvieron cobertura nacional, 90 fueron departamentales, 229 municipales y 89 a nivel de las escuelas. La mayor parte son de corta duración, pero eso no significa que no afecten el ritmo normal de las actividades y les resten tiempo de aprendizaje a los niños que asisten a la educación oficial.
Se suele decir que para los niños y jóvenes de estratos altos en cuyos hogares hay un elevado nivel cultural y se dispone de recursos para complementar el tiempo escolar con viajes, cursos y fomento de talentos individuales, la escuela es apenas un complemento de su formación y un pretexto para enriquecer sus relaciones sociales. Pero para quienes no han tenido la suerte de nacer en ambientes culturalmente ricos, donde el contacto directo con científicos, artistas, empresarios o líderes políticos y sociales enriquece desde la cuna sus horizontes, sus inquietudes y su vocabulario, la escuela es el único lugar donde es posible asomarse al universo de posibilidades que la sociedad puede ofrecerles.
Y en estas circunstancias, el tiempo lo es todo. Cada hora escolar de calidad, cada ampliación de las expectativas, cada estímulo que les muestre que con esfuerzo son capaces de superar muchos de los obstáculos que la vida les ha puesto, es precioso. Sin este tiempo no podrán ir a la universidad aunque haya cupos, porque no tendrán la formación, la disciplina y las ganas requeridas para el reto del conocimiento, de la investigación y del cultivo de la razón.
Hay que dar a la jornada escolar completa y de calidad todo su significado… y también, ofrecer todas las otras cosas en la medida de lo posible.
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* Abadía Alvarado, Gómez Soler*, Cifuentes González, The effect of teacher strikes on academic achievement: Evidence from Colombia.
Francisco Cajiao
Marzo, 2023
1 Comentario
Gracias Pacho, un gran abrazo