Hemos tomado “prestado” el título del libro reciente de Victoria Camps[i]. Mujer valiente, por su capacidad de sacar lo privado a lo público y de hablar sobre la Ética del Cuidado, cuando ello no se mencionaba. Escrito por Carlos Alberto Posada y Jorge Luis Puerta.
En mi casa fuimos finalmente tres hermanos. Digo finalmente, porque hubiéramos sido seis, si las muertes prematuras, epidemia de la época, no hubieran dado cuenta de tres de ellos, casi recién nacidos. Cuando a mi madre la incapacitó una isquemia, era lo “normal” que fuera la mujer ‒mi hermana[i]‒ quien se encargara de cuidarla. Como mi hermana no lo hizo, falleció sin que la familia, incluida mi madre, se lo perdonaran.
En un ambiente de múltiples cambios, claramente exigidos por problemas urgentes sin resolver, Colombia y América Latina están buscando soluciones políticas, sociales y económicas en pos de metas promisorias. El momento es oportuno, porque venimos de una etapa positiva, aunque insatisfactoria, de crecimiento económico; hoy estamos obligados a definir cómo distribuir los logros obtenidos, en beneficio de toda la sociedad. La democracia exige asumir la cuestión de la desigualdad como problema prioritario. Hay que identificar y adelantar políticas que permitan el acceso a bienes, a oportunidades y a derechos para que todos podamos ejercer una ciudadanía plena.
La pandemia del coronavirus y el aumento mundial de la esperanza de vida[ii], han cambiado ‒afortunadamente para toda la sociedad‒ muchos de esos roles que se creían “naturales”: uno de ellos, el del cuidado de los ancianos entregado a las mujeres y a las familias, sin ninguna responsabilidad del Estado. Y en el caso de los hospitales, las enfermeras cumplían un rol meramente auxiliar de los profesionales de la medicina.
El Estado se sentía tranquilo de que organismos caritativos privados, asistenciales, benefactores, se hicieran cargo de los ancianos, de los enfermos terminales, de todos aquellos “sin valor” para nuestras sociedades “modernas, dinámicas y competitivas”.
Esta pandemia nos ha permitido revalorar la ética del cuidado al mostrarnos como seres frágiles que necesitamos de los demás. La necesidad, el derecho al cuidado que tenemos todos, nos revela su dimensión política. “En un contexto patriarcal, el cuidado es una ética femenina; en un contexto democrático, el cuidado es una ética humana”, afirma Victoria Camps, citando a Carol Gilligan, otra pionera. Y remata: “Esta sociedad cuidadora es algo absolutamente fundamental en estos tiempos. La soledad, el derecho a una muerte digna, son ejemplos de un fenómeno cada vez más amplio, que afecta a más gente, que se ha ignorado y que necesita una atención, una asistencia, un cuidado”[iii].
El concepto de “economía del cuidado” quiere dar cuenta de la importancia del aporte de bienes, servicios y actividades relativos a las necesidades más básicas y necesarias para la existencia y reproducción de las personas. La noción de cuidado se refiere a que el bien o servicio provisto “nutre” a otras personas, otorga elementos físicos y simbólicos para sobrevivir en sociedad; el término “economía del cuidado” afirma que estos bienes o servicios sí contribuyen a generar valor económico.
El trabajo del cuidado que involucra a las personas puede ser o no remunerado; pero el trabajo del cuidado no pagado, sucede en hogares, en comunidades, en comedores, en construcción de infraestructura o en mejoras de diferente tipo. En estos casos, por lo regular hay fuerza de trabajo femenina y los niveles de remuneración son muy bajos. Por eso hay que entender que la producción de bienes y servicios del cuidado es imprescindible para la reproducción humana y para generar capacidades sociales. Por tanto, ya que son indispensables para el desarrollo de las personas, debe tener responsables, sean personas o instituciones. Ese trabajo, prioritariamente femenino, no lo han reconocido ni valorado la política, ni la economía.
Se abre todo un mundo a la especialización académica del cuidado, en universidades e institutos, para moldear actitudes como las de vigilancia, asistencia, ayuda, control, conocimientos científicos, que demandan “cercanía, respeto y empatía con la persona a la que hay que cuidar”.
Que el cuidado sea un objetivo político “significa hacer que las administraciones sean organismos aptos para cumplir su misión de atender y auxiliar a la ciudadanía más necesitada. Significa diseñar estructuras que propicien la redistribución de las obligaciones de cuidarnos mutuamente. Significa también, tomarse en serio la llamada «transición ecológica» y hacer del cuidado de la «casa común» una preocupación sostenida y prioritaria”, afirma Victoria Camps.
Nosotros, los que hoy pasamos de 70 años, somos una de las primeras generaciones conscientes de esta nueva realidad. Por eso debemos ser parte de la solución y no del problema. La jubilación que hoy gozamos, quiere dejarnos en la inactividad y… nosotros deseamos seguir activos, viajar, leer, escribir, aprender, trabajar, aunque sea parcialmente… como lo hacen muchos otros.
Modelar esa nueva sociedad del cuidado es también otro reto al que podemos contribuir.
[i] María Victoria Puerta.
[ii] Naciones Unidas afirma que, en 2050, una de cada seis personas será mayor de 65 años. Ver informe Perspectivas de la población mundial 2019.
[iii] Tronto, Joan (2013). Caring Democracy. Markets, Equality, and Justice. Nueva York: NYU Press.
Jorge Luis Puerta y Carlos Posada
Junio, 2021
[i] Camps, Victoria (2021). Tiempo de cuidados. Barcelona: Arpa.
3 Comentarios
Toda la razón, Jorge Luis. Los hombres debemos asumir también la ética del cuidado. Dura la historia que narras sobre tu madre, maravillosa la familia que has engendrado y excelente tu trabajo de hoy. Es necesario que América Latina supere los índices tan altos de desigualdad, sobre todo porque esta se relaciona estrechamente con la inequidad o injusticia, cosa que muchos pretenden ignorar. Exitos!
Me uno a los comentarios de Luis Alberto. La ética y la cultura del cuidado son una imperiosa necesidad. Creo que el problema surge cuando queremos moneratizar dicho valor dentro del concepto de la economía del cuidado. Definitivamente tenemos que proceder dentro de nuevos conceptos que nos permitan encontrar solución a nuestros ingentes problemas. Gracias por tus aportes y saludos.
Jorge Luis y Carlos: Gracias por contarnos ese hecho íntimo de familia, que a muchos afecta. Su reflexión es muy pertinente, y diría urgente, en esta época de desamor y abandono, en particular para los mayores o adultos mayores que empiezan a verse como un estorbo. Un buen llamado a la ética del cuidado del otro.