Tema clave, pero espumoso

Por: Luis Alberto Restrepo
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¿Por qué se genera tanta violencia en Colombia? Son innumerables las muy elaboradas explicaciones que se han ofrecido.

Las explicaciones de la violencia en Colombia van desde el trabajo pionero de Orlando Fals Borda, Germán Guzmán Campos y Eduardo Umaña Luna*, hasta la aparición de “los violentólogos”, una amplia gama de especialistas, historiadores, politólogos, sociólogos, etc., muchos de ellos equipados con las mejores herramientas estadísticas y la inagotable información que proporcionan los Big data

Sin embargo, hay un tema decisivo que, por espumoso y difícil de medir, suele ser dejado de lado: la cultura. Una cultura es como el Ser, en el todos somos, y que por eso mismo no lo vemos. Está en nosotros mismos. En el vientre de una cultura nacemos, nos criamos, evolucionamos y nos desarrollamos. Por ella ‒junto con los genes y nuestras propias decisiones‒, llegamos a ser lo que cada día vamos siendo. La cultura es tanto más influyente cuanto menos visible, medible y controlable.

Yo quiero especular un poco sobre el extraño vínculo entre la sensibilidad y las emociones más propias de la cultura colombiana y la violencia. Por una parte, en los índices mundiales de felicidad, Colombia aparece con frecuencia en uno de los primeros lugares, cuando no en el primero. Y al mismo tiempo, figura como el país más violento de América Latina e incluso podemos decir que es uno de los más violentos del mundo, junto con naciones como Afganistán, Yemen, Siria, Libia, Malí, Somalia, Sudán del Sur y la República Centroafricana. Pero, que yo sepa, ninguno de estos países aparece entre los más felices de este mundo. La desconcertante conjunción de felicidad y violencia parece una característica exclusiva de Colombia. 

¿Cómo podemos ser los colombianos tan felices y al mismo tiempo tan violentos? ¿Se trata acaso de una especie de esquizofrenia colectiva, de una fractura completa entre dos partes heterogéneas de la consciencia nacional? ¿O estos dos fragmentos están estrechamente vinculados? En este último caso, la realidad sería: somos violentos por la misma razón por la que somos felices. Increíble pirueta. Ni el más hábil trapecista del Circo del Sol parecería poder saltar desde su elevada plataforma hasta el trapecio más lejano. Porque es la misma exaltación emocional la que se esconde tras la felicidad y la que se manifiesta en la violencia. 

Somos sentimentales, exagerados, arrebatados, impetuosos, vehementes, apasionados. Como es de feraz la naturaleza tropical, así es también de exuberante nuestro temperamento, que de todo tiene, menos de temperado. Mas bien se encuentra siempre a punto de ebullición. Y su desmesura se expresa tanto en la carcajada, el chiste o el baile, como en la ira y el odio, que estallan en violencia. Para comprobarlo basta con ver ahora los debates presidenciales o incluso las meras peleas dentro de cada coalición para darse cuenta de con qué facilidad pasamos de la amistad al odio.

* Guzmán Campos, Germán, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna (1962; edición de 2010). La violencia en Colombia, tomos I y II. Bogotá: Aguilar.

Luis Alberto Restrepo M.

Febrero, 2022

7 Comentarios

Rodolfo de Roux 19 febrero, 2022 - 11:17 am

Breve pero sustancioso. Buenos puntos para la meditación de mañana. Un abrazo.

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EDUARDO JIMENEZ 19 febrero, 2022 - 11:20 am

Muy interesante el artículo de Luis Alberto. Como persona que he pasado la mayor parte de mi vida adulta fuera de Colombia, coincido en lo de país violento. En lo de país feliz, no sé en cual investigación se basa Luis Alberto para indicar que los habitantes de Colombia son más felices que los de otras latitudes. Personalmente no lo creo, pero es solamente mi opinión. Como dato curioso, a pesar que en casi todos los países los nacionales hablan mal de su país (y no permiten que los extranjeros hagan otro tanto) de los varios sitios donde he ido a dar, en República Dominicana encontré que dominicanos de diferentes culturas y estratos se referían a su país como el mejor del mundo. Cuando viví allá hace ya años, era corriente la escasez de agua y de electricidad, y aún se veían en muchos sitios las huellas del más reciente huracán, pero ellos, no sé por qué, seguían considerando a su país como el mejor del mundo. ¡A le mejor tienen razón! Saludos.

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Luis Alberto Restrepo M. 20 febrero, 2022 - 6:44 pm

Eduardo, te copio el enlace sobre la felicidad de los colombianos, pero hay muchos otros.Win – Gallup International ubica al país como el más feliz del mundo, mientras que el estudio Happy Planet Index lo ubica como el tercero. (https://www.colombia.co/pais-colombia/los-colombianos-somos-asi/colombia-el-pais-de-la-alegria/). También hay otros índices en los que no aparece Colombia.

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John+Arbeláez 19 febrero, 2022 - 5:01 pm

Esa amalgama de idiosincracias producto de nuestro mestizaje, no será el que le da ese toque de realidad mágica a nuestro temperamento? Al fin y al cabo nacimos en el trópico y el trópico crea fantasías de una racionalidad casi irracional.

Excelente tu artículo Luis Alberto. Para seguir meditando en la paradoja.

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Alfredo 20 febrero, 2022 - 4:28 pm

Luis Alberto, la lectura del libro de Wade Davis, “Magdalena. Historias de Colombia”, confirma lo dicho en tu análisis. En las orillas de nuestro gran río han nacido el Sanjuanero, el bunde, la cumbia, el porro, etc.etc., música que nos sigue haciendo felices. Pero ese mismo río, que nos ha dado tanta felicidad, lo seguimos llenando de cadáveres, explotamos su bosques y acabamos con la flora y la fauna. Pero bueno, este mundo es tan extraño, que a lo mejor superamos pronto esta pesadilla. Un abrazo y felicitaciones por tu artículo. Y que vengan más.

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vicente alcala 20 febrero, 2022 - 9:21 pm

Luis Alberto, muy importante tu alusión a la cultura… se puede añadir que una cultura es el conjunto de significaciones y valores que dan forma al modo de vida de un determinado grupo humano; conjunto que incluye la sensibilidad, las emociones, los sentimientos, las pasiones… Pero además, una función superior de la cultura es descubrir, expresar, validar, criticar, corregir, desarrollar y mejorar esas significaciones y valores. Cuando nos quedamos pasivos ante nuestra cultura, no contribuimos a esa su función superior.

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César Vallejo 21 febrero, 2022 - 8:25 pm

Eso somos Luis Alberto. Felicidad y violencia, manifestaciones del mismo fenómeno humano (no el de Theilhard): emotividad que subordina la razón y que entre nosotros se manifiesta a lo colombiano (nuestra cultura). Mil gracias por expresarlo con tanta claridad. Un abrazo,

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