La imagen del suicidio con tintes románticos sigue viva aún, pero los motivos que impulsan a cometer un acto tan definitivo con la propia vida se han diversificado, sin perder el peso de la desgracia que comúnmente se atribuye a los suicidas. Por causa de la pandemia, por esa desazón, desesperanza y sufrimiento que los individuos han tenido que soportar, el número de suicidios ha aumentado en el mundo entero.
En épocas pasadas no se permitía enterrar a los suicidas en los cementerios. Era una condena que se sumaba al rechazo social que se les había dado en vida. Pero tal vez el motivo que más ha divulgado la literatura sobre el suicidio son las penas de amor, especie de contrapeso a la mala imagen que dejaban por no recibir cristiana sepultura.
En Las penas del joven Werther describe Goethe quizás el mejor retrato que se haya hecho del amor imposible que acaba con el suicidio del enamorado. Su amada Charlotte se había casado con otro para desdicha del joven Werther quien, pese al matrimonio de ella, se hizo un mundo de ilusiones cuando logró que Charlotte le correspondiera una vez con un beso prohibido. Al despertar de su sueño de amor irrealizable, Werther se quitó la vida.
La imagen del suicidio con tintes románticos sigue viva aún, pero los motivos que impulsan a cometer un acto tan definitivo con la propia vida se han diversificado, sin perder el peso de la desgracia que comúnmente se atribuye a los suicidas. Por causa de la pandemia, por esa desazón, desesperanza y sufrimiento que los individuos han tenido que soportar, el número de suicidios ha aumentado en el mundo entero.
Según la Organización Panamericana de la Salud, cada año más de 700.000 personas se quitan la vida en el mundo. En Colombia, el DANE revela que, en promedio, ocho personas se suicidan al día. Otros reportes, como el de Medicina Legal, dicen que entre 2020 y 2021 se ha pasado de 1314 casos de suicidio a 1489, precisamente en medio de la pandemia. Sin embargo, las estadísticas no muestran el drama que hay detrás de cada caso. La literatura y las crónicas de prensa lo hacen mejor porque lo cuentan.
También lo hacen los especialistas en salud mental cuando relatan lo que ellos conocen a partir de las revelaciones de sus pacientes: aislamiento, desamor, estrés y la tan extendida depresión moderna están en la raíz que explica los actos suicidas. Preocupa mucho saber que los hombres entre 15 y 30 años, que estudian y habitan en zonas urbanas, son los más expuestos a los factores de riesgo. No podremos olvidar la historia del joven Sergio Urrego que en 2014 se quitó la vida dejando unas cartas en las que confesaba que su decisión se debía a la discriminación que sufrió por parte de directivos y profesores de un colegio de Bogotá por su orientación homosexual. Triste y trágico caso que conmovió al país, sin que cesen los prejuicios, la mala fe y el acoso que el medio desencadena en contra de aquellos que no viven según los parámetros morales que la sociedad ha establecido muchas veces arbitrariamente.
La situación de esta pandemia universal, que sigue viva, ha arrinconado a los individuos en sus propios dramas. Sería desafortunado seguir viendo el sufrimiento de tantos seres, de tantos jóvenes que se quitan la vida, como asuntos individuales, casos aislados, sin que nos cuestionemos si como sociedad estamos ofreciendo solidaridad, comprensión y afecto a aquellos que caminan a nuestro lado buscando un mundo que también sea un hogar y un refugio para ellos.
Noviembre, 2021
Publicado en El Heraldo (Barranquilla)