Salimos de Zúrich con la mira de pueblear al sur de Alemania en la región de Baviera, a recorrer villas cargadas de preciosos recuerdos centenarios, senderear por los Alpes y disfrutar de la cocina original de los labradores bávaros con carnes especiadas, como la de ciervo y, obviamente, viandas acompañadas de una buena cerveza.
Al dejar atrás Zúrich, íbamos a toda marcha por una autopista de dos carriles en cada sentido. De pronto, la música fue interrumpida por un mensaje en alemán que advertía acerca de un accidente de tráfico más adelante. Poco a poco los automóviles se fueron orillando sobre las bermas de la autopista, dejando un gran espacio de circulación en la mitad. Poco después pasaron sin dificultad un carro de la policía, una ambulancia y una grúa remolcadora. Me pareció un reflejo natural de sana solidaridad dar preferencia automáticamente a la atención de las personas accidentadas sobre las necesidades de turistas, personas de negocios o transporte de bienes.
La solidaridad en acción permea muchos comportamientos de la organización suiza. En 2019, antes de la pandemia, el gasto público del gobierno central y los gobiernos de los cantones y municipalidades ascendió a US $271.602 millones, cifra que dividida por el número de ciudadanos (8.157.000), corresponde a un gasto público anual por persona de US$ 33.296 o 109 millones de pesos colombianos. En contraposición, el gobierno de Colombia en ese mismo año tuvo un presupuesto de 250.000 millones de pesos, equivalente a un gasto por persona de alrededor de $5.000.000. Esto significa que el gobierno suizo invierte anualmente en cada ciudadano 22 veces más que el gobierno colombiano.
El gasto público de los gobiernos central, cantonal y municipal suizos es un sistema solidario que tiene dos objetivos principales: el primero, proveer una infraestructura de confort para todos los ciudadanos; el segundo, brindar un sistema de redistribución para igualar los desequilibrios humanos: deficiencias de salud, malas rachas, discapacidades…
En primer lugar, la infraestructura suiza cubre aspectos de telecomunicaciones; un sistema de carreteras y ferroviario de excelencia, en un país que es 60 % montañoso, con el túnel más largo del mundo ‒el Gotardo‒ de 57 kilómetros de longitud; seguridad personal en las áreas urbanas y rurales; un sistema educativo sin cargo para los ciudadanos; recolección de residuos; parques y senderos para caminar; bibliotecas públicas… Además, Suiza es el país del mundo que más invierte en investigación y desarrollo per cápita, con un componente significativo de fondos provenientes del patrimonio público. Un montaje institucional de lujo para beneficio de todos.
El segundo aspecto de la solidaridad del sistema suizo consiste en subsidiar aquellas necesidades particulares y familiares de ciudadanos que por diversas circunstancias no logran producir el mínimo vital social o tienen necesidades adicionales. Por eso, han creado un sinnúmero de subsidios para las familias con hijos; para sufragar gastos de salud y vivienda; para las eventualidades de desempleo y/o recapacitaciones con motivo de cambios de profesión, y para un sistema de seguridad de vejez e invalidez… Un montaje institucional de lujo para aminorar las diferencias sociales.
Pues bien, el gobierno suizo no tiene recursos propios que le generen riqueza, como sucede en Arabia Saudita, Rusia o Noruega. Este mecanismo solidario de infraestructura y de subsidios se financia con los aportes de los ciudadanos y las empresas, en un sistema donde todos ponen. Y aunque en Suiza no hay salario mínimo, todas las personas ‒de acuerdo con sus ingresos‒ aportan en forma progresiva a sostener el modelo solidario. En la práctica, ni los individuos ni las empresas suizas se quiebran por pagar los impuestos necesarios para financiar el sistema solidario que provee la infraestructura de lujo y los subsidios que aplanan las diferencias socioeconómicas.
Un conjunto de nuevas métricas en Colombia consistiría en instaurar un sistema progresivo de impuestos, sin exenciones, en donde todos paguen, tanto a nivel personal como empresarial, con el fin de cubrir las necesidades de infraestructura y subsidios para que, en esa forma, todos los residentes del país gocen por lo menos no de un mínimo vital, sino de un medio vital. Las diferencias económicas extravagantes originan malestar, inseguridad, temores, tensiones, odios en todas las partes y no permiten disfrutar a plenitud los logros. Podríamos cambiar, por el momento, las métricas y mandamientos actuales y buscar la implementación de las métricas propuestas.
El modelo de Suiza, que funciona, es de salarios altos, baja diferenciación salarial e impuestos progresivos para todos los individuos y para todas las empresas. Podíamos decir que este modelo no es socialista, pues se respeta la libre empresa; no es capitalista de libre mercado, porque se regula y se autorregula por doquier, ni es religioso (ni cristiano, ni mahometano, ni budista, ni judío), pues de hecho el 86 % de la población considera que la religión no influye al tomar decisiones fundamentales y existe una separación real entre la Iglesia y el Estado.
A veces, nos enredamos en imaginarios rígidos, amenazantes, polarizantes, caprichosos y salvadores que nos prometen el cielo y la tierra, y nos quedamos empantanados en un modelo turbio repleto de incongruencias, confort y miseria porque le tenemos pánico a ser institucionalmente solidarios.
Silvio Zuluaga
Diciembre, 2021