En el artículo anterior, el autor definió y diferenció pedofilia y pederastia, y categorizó ocho rasgos y actitudes comunes a los pederastas ‒sexo y edad, rasgos personales, falta de empatía, parentesco con las víctimas, contacto con menores, experiencias traumáticas, ausencia de violencia y autojustificación‒. Ahora, se adentra en las relaciones entre pederastia y celibato sacerdotal.
A primera vista los aspectos comunes de los pederastas no implican una relación obligada con aquellas personas que han optado por el celibato como condición para ser ordenados sacerdotes. Sin embargo, varios de estos aspectos son fáciles de encontrar en sacerdotes o religiosos pederastas. Si alguno de ellos fue víctima de abuso sexual en su infancia, puede encontrar en el estado de célibe el ambiente perfecto para ocultar su trauma y después expresarlo con abusos similares en los niños con quienes tenga contacto frecuente. Este abuso experimentado en la niñez (y reiterado en otros años más tarde) no es un fenómeno aislado. Un estudio internacional llevado a cabo por Finkelhor en 1994[i] resume la prevalencia de abuso sexual infantil en 21 países. El estudio estableció tasas de prevalencia entre 7 y 36 % en mujeres y entre 3 y 29 % en hombres[ii].
El contacto con niños se facilita porque el sacerdote cuenta con un voto de confianza de los padres de familia: ellos asumen que la cercanía a sus hijos es bienintencionada, pues está instruyéndolos en temas religiosos o fomentando el desarrollo de las virtudes que habrán de convertirlos en buenos cristianos. Esta cercanía y contacto frecuente con los niños le permite al sacerdote pederasta desarrollar con uno o varios de los muchachos una relación amistosa que va progresivamente convirtiéndose en una relación de afecto que terminará expresándose sexualmente con algunos de ellos. De hecho, en muchos casos las propias víctimas no viven inicialmente el abuso como tal: son manipulados de manera que llegan a pensar que se trata de una especie de juego o una forma especial de relacionarse con ese sacerdote.
La falta de empatía del pederasta de ver y aceptar que su agresión causa sufrimiento real al menor atacado lleva con frecuencia al sacerdote pederasta a ignorar o minimizar la importancia del acto, o los daños causados a la víctima.Con frecuencia expresan, cuando son sometidos a interrogatorio, que la relación no ha sido dañina para el menor. Su máxima justificación llega a afirmar que el menor abusado ha aceptado y/o deseado esa relación. Cuando un sacerdote pederasta no es acusado o denunciado oportunamente por alguna de las víctimas, suele transcurrir un largo tiempo antes de ser capturado y juzgado, lo que le permite impactar la vida de decenas de niños.
Jean Marc Sauvé, presidente de la Comisión de Investigación de Casos de Pederastia en Francia, precisó que 30 % de las víctimas tiene hoy más de 70 años y el 50 % entre 50 y 70 años y que el impacto en ellas son “vidas arruinadas, destruidas, una imposibilidad de vivir y una dificultad considerable para superarlo”[iii]. Esto explica por qué muchas víctimas han tardado tanto tiempo en denunciar a sus predadores. El impacto fue de tal envergadura que hasta que no llegaron a una edad adulta no se atrevieron a denunciar a esos sacerdotes pederastas, mientras que sufrían en silencio el impacto sicológico profundo y duradero que dichos traumas les causaron.
Lastimosamente. la pederastia dentro de la Iglesia católica no es un fenómeno aislado o local, sino una inaceptable y dolorosa realidad mundial. Es difícil encontrar estadísticas estandarizadas globales por la diversidad de culturas y hay pocos estudios sobre el tema, aunque en la última década se han hecho públicas más denuncias por parte de las víctimas, a la vez que se han realizado estudios de los abusos sexuales efectuados por pederastas. Esto ha permitido tener un inventario desconcertante de conductas de sacerdotes o religiosos que durante muchos años de ejercer la pederastia a escondidas finalmente han salido a la luz pública, dándole una insospechada dimensión al abominable ejercicio de una sexualidad no integrada.
La siguiente declaración del Arzobispo Silvano Tomasi contextualiza el problema en su dimensión global:
El representante de la Santa Sede ante la ONU, el arzobispo Silvano Tomasi, informó en 2009, en una declaración ante el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que según las estadísticas internas del Vaticano entre el 1,5 % y el 5 % del clero católico estaba involucrado en casos de abusos sexuales a menores”[iv].
Entre 1964 y 1976 las dispensas en el clero secular sumaron 17.253. Utilizando la cifra intermedia entre 3 % y 5 % el dato arrojaría entre 518 y 863 sacerdotes del clero secular involucrados en abusos a menores. Si estos, en promedio, abusaron sexualmente entre 3 y 5 niños, se tendrían cifras inaceptables de víctimas: de 1554 a 3415 niños abusados[v].
En Europa y América se han identificado sacerdotes y religiosos católicos como abusadores sexuales de menores de edad en varios países[vi]. En España, Pepe Rodríguez, en La vida sexual del clero, reseña una investigación de 1955 del catedrático Félix López Sánchez, de la Universidad de Salamanca, publicada por el Ministerio de Asuntos Sociales de España: 4,17 % de los abusos a menores los hicieron religiosos a un universo de 262.587 abusos sexuales a niños de edad y 44.780 a niñas también menores: 307.367 niños y niñas abusadas sexualmente[vii].
Irlanda ofrece un número inaceptable de víctimas de sacerdotes: más de 14.500 niños. Las primeras acusaciones empezaron a revelarse a fines de los años 80. En octubre de 2005, una investigación del gobierno en una diócesis del condado de Wexford reveló más de 100 casos de abuso sexual a menores por miembros de la Iglesia católica. El Informe Ferns, de más de 271 páginas, exponía alegatos contra 21 sacerdotes que habían trabajado en la diócesis entre 1966 y 2002[viii]. El 20 de mayo de 2009, la Comisión Investigadora de Abusos de los Niños (Ryan Commission), tras casi 10 años de investigación, publicó un informe con más de 2000 testimonios que relatan abusos físicos y sexuales por responsables de internados de órdenes religiosas católicas. Es uno de los mayores casos de reconocimiento de abusos sexuales eclesiásticos: abarca más de 35.000 niños abusados en un período de 86 años (1914-2000)[ix].
La comisión independiente encargada de investigar los casos de pederastia en la Iglesia católica de Francia estima que en el país ha habido al menos 3000 menores víctimas de abuso sexual desde 1950, aunque un portavoz de la comisión afirmó que las denuncias recibidas durante los últimos meses abarcaban 5300 testimonios. El presidente de la comisión, Jean-Marc Sauvé, indicó en una conferencia de prensa que el número de agresores no era inferior a 1500.
En los Países Bajos miles de niños sufrieron abusos sexuales por parte de clérigos católicos durante más de seis décadas. Se identificaron alrededor de 800 posibles perpetradores, según una comisión de investigación independiente, que publicó el reporte en 2011. La comisión afirmó que recibió 1795 informes de abuso sexual de menores llevados a cabo por el clero.
En Argentina hubo, entre 2004 y 2009, al menos cuatro sacerdotes condenados por abuso de menores, una cifra muy por debajo de la realidad no documentada.
En mayo de 2018, los 34 obispos integrantes de la Conferencia Episcopal de Chile presentaron su renuncia al Vaticano por haber ocultado abusos sexuales a menores. La renuncia la provocó el caso de Fernando Karadima, acusado por tres víctimas de abuso: José Andrés Murillo, James Hamilton y Juan Carlos Cruz. La Santa Sede lo declaró culpable en enero de 2011 y lo sometió a una vida de retiro en oración y penitencia y le prohibió, a perpetuidad, el ejercicio público de cualquier acto del ministerio, en particular la confesión y la dirección espiritual de cualquier clase de personas y asumir cualquier encargo en la organización Unión Sacerdotal, de la cual era miembro activo. El 23 de mayo de 2019, el arzobispado de Santiago de Chile se vio obligado “a entregar a cada uno de los tres demandantes un cheque por la cantidad de $146.935.981 pesos chilenos”[x].
En 2019, se hicieron acusaciones judiciales contra dos sacerdotes: la Santa Sede expulsó del estado clerical a un profesor en la Universidad de Costa Rica[xi]. Este se fugó del país y tiene orden internacional de captura. Otro, Jorge Arturo, buscado por abuso sexual, lo arrestaron las autoridades judiciales mientras intentaba escapar por la frontera con Panamá. A la fecha de escribir este texto, está en prisión preventiva. Diez sacerdotes más han sido acusados formalmente. Casos notorios son el del padre Minor, conocido por su microprograma televisivo Un encuentro con Cristo y como director de Radio María, quien fue interpelado por presuntas relaciones sexuales con un menor de edad mientras estaba en un automóvil, aunque nunca fue condenado por esto, y el del sacerdote Enrique V., que pudo huir del país asistido económicamente por dineros de la Iglesia girados por el arzobispo de San Carlos.
En 2010, la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual por Sacerdotes (SNAP) de México dio a conocer una lista de 65 sacerdotes acusados en Estados Unidos de abuso sexual, pertenecientes a varias diócesis mexicanas; algunos de ellos aún ejercen su ministerio. SNAP también ha acusado al arzobispo de México por haber protegido a varios de estos sacerdotes, particularmente al padre Nicolás R., procesado en Tehuacán por abuso sexual contra por lo menos 60 niños. La cuarta demanda contra este prelado la presentó SNAP ante un tribunal federal estadounidense en Los Ángeles. El acto lo minimizó la Arquidiócesis Primada de México, que calificó la denuncia como “calumniosa”, “engaño mediático” y “oportunista”[xii].
Un informe de la BBC de 2004 declaró que en Estados Unidos 4 % del clero católico ha realizado prácticas sexuales con menores (cerca de 4000 sacerdotes durante los últimos 50 años), aunque solo entre 5 % y 10 % de las víctimas los ha denunciado, según Bárbara Blaine, presidenta de la Red de sobrevivientes de abusados por sacerdotes (SNAP)[xiii]. Un estudio de la National Review Board encontró que 4392 sacerdotes fueron acusados del abuso sexual de 10.667 menores entre 1950 y 2002. De ese total, cerca de 6700 casos presentaron suficientes pruebas; 3300 no fueron investigados porque los sacerdotes habían fallecido y 1000 no presentaron pruebas fiables para justificar una investigación[xiv].
En febrero de 2004, una investigación encargada por la Iglesia reveló que más de 4000 sacerdotes en Estados Unidos se han visto envueltos en acusaciones de abusos sexuales de más de 10.000 niños, la mayoría chicos, en los últimos 50 años. El 14 de agosto de 2018, el Fiscal General de Pensilvania, Josh Shapiro, dio a conocer un informe de documentos internos de seis diócesis católicas que hacía constar que más de 300 curas católicos abusaron de más de 1000 víctimas menores de edad y fueron encubiertos por la Iglesia católica de ese estado[xv].
Un informe indicó que los costos relacionados con estos problemas superaron los 570 millones de dólares por concepto de gastos legales, indemnizaciones, terapia para las víctimas y tratamiento para los infractores. Esa cifra no incluye 85 millones de dólares que pagó la arquidiócesis de Boston para resolver algunas de las demandas presentadas por las víctimas. La arquidiócesis de Boston, la cuarta diócesis católica estadounidense más grande, en donde comenzó la avalancha de escándalos, anunció a finales de mayo de 2005 el cierre de 65 de las 357 parroquias de su jurisdicción porque financieramente no podía sostenerlas después de los pagos a que había sido obligada[xvi].
Desafortunadamente, Colombia no ofrece registros tan detallados como los recién expuestos. De lo que se conoce, apenas hay 57 procesos penales contra sacerdotes por pederastia, la mayoría en Antioquia. En 2010 capturaron al clérigo Luis Enrique, que recibió una condena de 18 años y 4 meses por violar a dos niños de siete y nueve años en el Líbano (Tolima); había huido de la justicia durante casi tres años. Un programa periodístico publicó un informe de un sacerdote, representante de una fundación para niños, acusado de abuso sexual a varios menores de edad; sin embargo, no fue procesado judicialmente. Allí mismo mencionó a otro sacerdote, vicerrector de un colegio del sur de Bogotá, por un video grabado que alumnos entregaron a la policía nacional, donde abusaba a un menor de edad. Pese a esta denuncia, el sacerdote solo fue trasladado a otra diócesis.
Desde 2009, William de Jesús Mazo, párroco de la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria, está recluido en la cárcel de Villahermosa, Cali, condenado a 33 años por violar a cuatro niños. En la cárcel de Manizales permanece Pedro Abelardo, párroco de Filadelfia, Caldas, condenado en 2008 a 21 años por abusar sexualmente de un joven con trastorno mental moderado. Otros casos son el del padre Víctor Manuel, de 40 años, capturado en Medellín por actos sexuales con menor de 13 años, en hechos ocurridos el 12 de agosto de 2013. Por otra parte, en 2011, el sacerdote Jairo Alzate fue condenado a siete años de prisión por el delito de acceso carnal abusivo y reiterado en Pereira, en 2008, a un menor de 10 años[xvii].
Otra historia de escándalo es la del padre Roberto Antonio Cadavid[xviii], que está en la lista negra de Estados Unidos, quien llegó a una parroquia en Brooklyn, Nueva York, con una recomendación de la arquidiócesis de Medellín. Su vida sacerdotal de más de 30 años está salpicada de acusaciones de pederastia. Hay pruebas de que él habría pagado a varias de sus víctimas para acallarlas. El obispo de Medellín, Ricardo Tobón López, ha sido cuestionado por su supuesta tolerancia de casos como el de este y otros sacerdotes que han logrado seguir ejerciendo su ministerio.
Desde 2011, el espinoso tema de los sacerdotes pederastas entró en la agenda de la Conferencia Episcopal, aunque la curia está lejos de promover decididamente una revisión a fondo de lo que sucedió en el pasado, situación reconocida por el cardenal Rubén Salazar:
“En el país no estamos capacitados todavía para hacer este tipo de investigaciones (…). Creo que aún nosotros no somos lo suficientemente conscientes de que este es un problema que ha afectado y sigue afectando a la Iglesia”[xix].
Es casi incomprensible que la Iglesia colombiana haya sido tan tibia en enfrentar con sinceridad y justicia el caso de sacerdotes pederastas y tomar acciones decisivas que dejen en claro que dicho comportamiento es indigno y malvado y que quien cometa tales actos será puesto en manos de la justicia penal para que reciba el merecido castigo. La Iglesia ha debido sancionar ejemplarmente, desde el principio, a todos los pederastas, retirándoles sus prerrogativas de ejercer las funciones sacerdotales y prohibiéndoles tener contacto con niños a los cuales podrían someter a su impulso sexual no controlado.
El primer argumento esgrimido por la Iglesia era que había salvar el prestigio de la misma. La forma más fácil de hacerlo, para evitar un escándalo que la desprestigiaría y le disminuiría creyentes que dejarían de confiar en la institución, era transferir al pederasta de una diócesis a otra, muchas veces sin advertir al párroco u obispo, que tendría como superior, la razón de fondo de su transferencia. Un segundo argumento, frente a la petición de que abolir el celibato reduciría los casos de pederastia, es que estos son consecuencia de la elección de personas sin una verdadera vocación, que deberían ser identificadas a tiempo. Sería indispensable conocer el perfil sexual de dichos candidatos para que las autoridades eclesiásticas advirtieran suficientemente temprano qué potenciales candidatos adolecen de algún rasgo de pedófilo o pederasta. Una vez identificados esos rasgos psicosexuales, la mano firme consiste en no ordenarlos, retirarlos del camino sacerdotal y hacerles caer en cuenta de la necesidad que tienen de tratamiento profesional médico. Este es un camino más seguro para reducir enormemente los futuros casos de abuso sexual de los niños por parte de sacerdotes regulares, así como de los de las órdenes religiosas. ¡Cuánto dolor evitarían a las potenciales víctimas y cuánto bien le haría a la Iglesia tener un clero que acepta su celibato con alegría y sin traumas que terminen hiriendo a niños indefensos por el resto de su vida!
[i] Finkelhor, D. (1994). The international epidemiology of child sexual abuse. Child Abuse & Neglect. 18, 409–417.
[ii] Almendro Marín, María Teresa, Belén Eimil Ortiz, Raquel García Baró y Pilar Sánchez del Hoyo (2013). Abuso sexual en la infancia: consecuencias psicopatológicas a largo plazo. Revista de Psicopatología y salud mental del niño y del adolescente, 22, 51-63.
https://www.fundacioorienta.com/wp-content/uploads/2019/02/Almendro-Maria-22.pdf
[iii] El Tiempo (2020), Francia calcula 3.000 casos de abuso sexual en la Iglesia desde 1950. Junio 17.
[iv] La Gaceta de la Iberoesfera (2014). ONU-Vaticano: las cifras reales. Febrero 5.
[v] Piccardo, Diego Rafael (2014). Breve historia de los últimos cincuenta años de la Iglesia Católica (1964-2014). Ciencia y Cultura, 18(32), 9-63.
http://www.scielo.org.bo/pdf/rcc/v18n32/v18n32_a02.pdf
[vi] Wikipedia. Casos de abuso sexual infantil cometidos por miembros de la Iglesia católica.
[vii] Rodríguez, Pepe (1995). La vida sexual del clero. Barcelona: Ediciones B.
[viii] Wikipedia, o. c.
[ix] Ibid.
[x] El Mostrador (2019). Caso Karadima: finalmente Arzobispado de Santiago pagó a víctimas millonaria indemnización ordenada por la justicia. Junio 12. https://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2019/06/12/arzobispado-de-santiago-paga-a-victimas-del-caso-karadima-millonaria-indemnizacion-ordenada-por-la-corte-de-apelaciones/
[xi] Wikipedia, o. c.
[xii] Ibid.
[xiii] Ibid.
[xiv] Ibid.
[xv] Ibid.
[xvi] Cullinane, Susannah (2019). Cronología: las denuncias de abuso sexual en la Iglesia católica en las últimas décadas. CNN, marzo 19
https://cnnespanol.cnn.com/2019/03/19/linea-de-tiempo-las-denuncias-de-abuso-sexual-en-la-iglesia-catolica-en-las-ultimas-decadas/
[xvii] Wikipedia, o. c.
[xviii] El caso de Cadavid y de otros sacerdotes ha sido detallado por Juan Pablo Barrientos (2019) en Dejad que los niños vengan a mí. Pederastia en la Iglesia católica de Colombia. Bogotá: Planeta.
[xix] El Tiempo (2019). Pederastia, la vergüenza de la Iglesia que se va develando en Colombia. Mayo 14.
Reynaldo Pareja
Mayo, 2021