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Mensaje a Garcia

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P. Hernán Umaña Jaramillo S.J.

No fue difícil identificar en mi memoria una persona que llenara los requisitos de esta petición para compartir con mis amigos exjesuitas. La gran figura del padre Hernán Umaña  inmediatamente surgió en mi mente como la persona que, a pesar de no haber sido maestro o profesor desde el punto de vida académico en ninguna parte de mi vida, llenaba con lujo las cuatro partes de la definición: maestro de vida, que marcó definitivamente mi formación en los momentos mas trascendentales de mi vida y a lo largo de ella, para siempre. 

¿Quién era mi maestro? 

Hernán Umaña fue un paisa auténtico nacido y fallecido en Medellín, jefe y líder scout cuando estudiante, y luego como profesor jesuita en su tiempo de magisterio, del Colegio de San Ignacio de Medellín. Llevaba la filosofía y metodología scout en sus venas e integró a sus valores y creencias como jesuita la metodología scout como mecanismo y filosofía en la promoción de vocaciones a la Compañía de Jesús a través de una organización juvenil llamada la Congregación Mariana de “Los Gonzagas,” en honor de san Luis Gonzaga, santo juvenil de los jesuitas. Ese fue su primer “destino” inmediatamente antes y después de su ordenación de sacerdote en 1953. 

Durante 16 años “cautivó” con su carisma y su personalidad a cientos de jóvenes estudiantes de muchos colegios y Universidades en Popayán, Medellín y Bogotá y luego estableció su sede en la misma curia provincial de los jesuitas en Bogotá, donde le conocí a mis 15 años de edad. A partir de esto, Hernán me acompañó como a muchísimos otros de nosotros, (algunos aquí presentes hoy) durante todas las etapas de mi vida, no ya solo como inspirador y testimonio de vida de auténtico jesuita, sino también como orientador, amigo, cómplice y sin ninguna duda, mi segundo padre en la vida. Tuve la fortuna de poder acompañar a Hernán, ya entonces rector del Colegio San Bartolomé la Merced y luego viceprovincial de Educación de la Compañía de Jesús en su impronta transformadora del Colegio y de los colegios de la Compañía de Jesús, creando el espíritu dialogal y participativo de las Comunidades de base, dentro y fuera de las comunidades de jesuitas y en el mundo juvenil de la Colombia de los años 70. Su final de carrera como jesuita lo llevó a la Fundación Social, donde inspiró los ejecutivos que llevaron esta impresionante obra social a niveles insospechados por sus fundadores. Hernán murió unos años después, victima de una cruel enfermedad en la ciudad de Medellín, en febrero de 2004.

Por que marcó definitivamente mi vida?

Haberme encontrado con Hernán Umaña en un momento crucial de mi vida personal y familiar se debió a la coincidencia de habernos mudado de residencia hacia el barrio de la Soledad en Bogotá, a causa de la tragedia que significó la muerte de mi hermana mayor (entonces de 23 años) en un accidente aéreo en el Perú, en junio de 1959.  Invitado por un compañero (Clemente Forero) al bajarnos del bus del colegio llegué a la sede entonces de los Gonzagas (Curia provincial) y allí conocí a Hernán Umaña, la tarde del 13 de agosto de 1959. Esa tarde, recuerdo perfectamente, terminé jugando mas de 10 o 15 partidas de Ping-pong con el P. Umaña , y fue su organización y mis amigos de entonces (y aun de hoy) quienes me ayudaron a “distraer” y asimilar la difícil situación familiar causada por la muerte súbita de mi hermana. Mi ingreso al seminario menor del Mortiño, mi regreso al colegio un año después y mi posterior ingreso a la Compañía de Jesús luego de un año de Universidad,  estuvieron sabiamente orientados y respetados por este “segundo padre” que me ayudaba a “discernir” esas decisiones cruciales de la vida con mezcla de desprendimiento, respeto y la sabiduría que le daba su intensa vida espiritual.  

Hernán era un líder profundamente abierto a los cambios de los tiempos, intensamente creativo y organizado que también se maravillaba ante lo novedoso de la tecnología de entonces, los avances científicos, la belleza de la naturaleza, las ciudades que visitaba y que poco a poco y sin largos sermones nos imprimió a sus “Gonzagas” también su sensibilidad social a través de experiencias de trabajo social en barrios como El Minuto de Dios y Ramajal y sus memorables campamentos misión y semanas de la juventud en varias ciudades de Colombia y de otros países. Para él, no había nada imposible… El Mensaje a García resultó la lectura modelo de eficiencia a pesar de los inconvenientes, para muchos de nosotros.  Su dedicación a través de muchos años para recoger desde las 5.00 a.m. de la mañana a 30-40 jóvenes para llevarlos a la sede Gonzaga para meditación y misa diaria a las 6.30 a.m. y luego repartirlos a los colegios de Bogotá es una marca de disciplina y de organización que guardamos como un tesoro de la vida. 

Las reuniones de los sábados en la tarde cuando presentábamos informes mecanografiados sin un solo error sobre las diferentes secciones de esa organización increíble de jóvenes, quedaron marcadas para siempre como la mejor preparación que hayamos tenido para la responsabilidad empresarial y el manejo de grupos de trabajo. Su intensa capacidad de escuchar y de descubrir las fortalezas de cada uno y sus intereses y aficiones y su destreza en todo tipo de deportes donde se mezclaba con sus jóvenes en la competencia y la diversión, y sus campamentos scouts de fines de semana con las clásicas tertulias en las noches alrededor de una hoguera, lo hicieron un líder y una vocación que le convirtieron en un verdadero maestro y ejemplo de vida, “imán de Dios” diría hoy yo, que acercó a muchos no solo a la Compañía de Jesús, sino que marcó para siempre una generación de jóvenes de Colombia que han servido a nuestro país desde muchísimos frentes de la vida publica y privada de muchas empresas e instituciones, además de sus hogares. 

Ya siendo yo jesuita, Hernán fue factor importante para que, en 1969,  el entonces Provincial, Fernando Londoño, me destinara a trabajar y a prepararme al lado de Hernán y del P. Jesús Andrés Vela en todo lo referente a las “Técnicas y aplicaciones de las Dinámicas de grupos” para grupos juveniles, lo cual sería mi destino para las ultimas etapas de mi formación como jesuita. Tuve la alegría de nuevamente aprender de él su carisma comunitario, en una época maravillosa post-Concilio Vaticano, cuando redescubrimos esos valores y nos nutrimos dentro de la Compañía de Jesús de esa iglesia aggiornada e innovadora de entonces.

Mi salida de la Compañía de Jesús, en el último año anterior a mi ordenación de sacerdote estuvo también consultada y orientada por mi maestro, quien con profundo desprendimiento de padre, también estuvo de acuerdo con mi decisión de comenzar otra vida fuera de “su familia”, la compañía de Jesús. Posteriormente, tuve el privilegio de mantener una relación personal y familiar con Hernán y la gran satisfacción de invitarlo a mi casa de Miami para, en unas breves vacaciones, con mi esposa y mis hijos, devolverle en cariño y admiración, algo del inmenso valor de mi formación bajo su inspiración. 

Si miro en retrospectiva mi vida profesional de 40 años en el campo del liderazgo del área de talento y recursos humanos de instituciones multinacionales tengo que recordar las múltiples veces que internamente le agradecí a Hernán Umaña por decisiones, dinámicas, inspiraciones, técnicas y, sobre todo, valores que aprendí a su lado y que vi reflejadas en mis acciones tantas veces.

Al acercarse lentamente el momento de volver a encontrarme con Hernán en la siguiente fase de nuestras vidas, y al reunirme con ustedes y con mis compañeros Gonzagas a celebrar su vida de maestro común de todos, me siento como el árbol frondoso que ha crecido y que reflexiona agradecido y se interioriza a mirar a la savia que formó su tronco y sus ramas y le ayudó a crecer y a dar sus frutos. 

¡Gracias, Hernán Umaña, por tu sabia existencia en mi vida!

Dario Gamboa 

Mayo, 2022

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