“Homo Deus: Breve historia del mañana” es el segundo libro de la exitosa trilogía de Yuval Noah Harari. El primero, convertido en betseller, es “De animales a dioses: Breve historia de la humanidad”; el tercero es “21 lecciones para el siglo XXI”. En el primer libro citado llega a afirmar que es probable que los próximos objetivos de la humanidad sean la inmortalidad, la felicidad y la divinidad.
Yuval Noah Harari expresa en su libro Homo Deus: Breve historia del mañana* lo que él considera que son varios logros de la humanidad:
“En las últimas décadas hemos conseguido controlar la hambruna, la peste y la guerra”.
Resulta difícil aceptar esa afirmación cuando el hambre es una cruel realidad para muchos grupos de población en el mundo, cuando la pandemia del Covid-19 está azotando a todo el planeta y cuando la guerra martiriza a naciones y regiones del Medio Oriente, sobre todo.
Más que triunfos, esos logros comparativamente alentadores que menciona, implican tres grandes retos para nuestra sociedad global. No son problemas atribuibles a la naturaleza y mucho menos a malvados espíritus malvados: es responsabilidad nuestra superarlos con la distribución equitativa de los bienes, la aplicación de la ciencia en busca del bienestar humano en vez del incentivo de la guerra y el esfuerzo común por la convivencia y la paz.
En contraposición con el pasado, el autor vislumbra la nueva agenda humana:
“Es probable que los próximos objetivos de la humanidad sean la inmortalidad, la felicidad y la divinidad. Después de haber reducido la mortalidad debido al hambre, la enfermedad y la violencia, ahora nos dedicaremos a superar la vejez e incluso la muerte. Después de haber salvado a la gente de la miseria abyecta, ahora nos dedicaremos a hacerla totalmente feliz. Y después de haber elevado a la humanidad por encima del nivel bestial de las luchas por la supervivencia, ahora nos dedicaremos a ascender a los humanos a dioses, y a transformar ´Homo sapiens en Homo Deus’“.
“En el siglo XXI es probable que los humanos hagan una apuesta seria por la inmortalidad. (…) Probablemente, el segundo gran proyecto de la agenda humana será encontrar la clave de la felicidad. (…) Al buscar la dicha y la inmortalidad, los humanos tratan en realidad de ascender a dioses. (…) El tercer gran proyecto de la humanidad será adquirir poderes divinos de creación y destrucción. (…) Podríamos esperar que la nueva agenda humana vaya a contener en verdad un solo proyecto (con muchas ramas): conseguir la divinidad”.
Inmortalidad, felicidad y divinidad son los tres sueños principales que deseará la humanidad y no solo los soñará y deseará, sino que trabajará ‒y ya lo está haciendo‒ por conseguirlos.
El autor, historiador judío, escudriña las investigaciones, los proyectos y los avances de la inteligencia artificial en orden a lograr esos tres objetivos globales:
“El ascenso de humanos a dioses puede seguir cualquiera de estos tres caminos: ingeniería biológica, ingeniería ciborg, e ingeniería de seres inorgánicos”.
Es de notar, sin embargo, la sombra de duda que cubre al autor con expresiones como: “es probable”, “es posible”, “probablemente” o “podríamos esperar”.
En cambio, tenemos una realidad cierta y segura, conocida por Revelación hace más de veinte siglos.
La historia nos habla de otro judío, que se proclamó como “el camino, la verdad y la vida”. Jesús de Nazaret afirmó e ilustró nuestra inmortalidad, nos enseñó las condiciones o el camino hacia nuestra verdadera bienaventuranza-felicidad, y nos posibilitó y nos alcanzó la participación en la vida de Dios.
Jesús es el camino que nos lleva a la inmortalidad, a la felicidad y a la divinidad. Jesús nos dice la verdad sobre la inmortalidad, la felicidad y la divinidad; nos da la vida inmortal, la vida feliz y la participación en la vida divina. Esta es la realidad revelada, cierta y segura.
1. Jesús es el camino que nos lleva a la inmortalidad que Dios nos da; no hay pierde.
La “inmortalidad” de una obra musical se la dan los intérpretes y los oyentes de esa obra: Por eso, la inmortalidad de una obra musical durará mientras existan intérpretes y oyentes; si estos se acaban, se acabaría la inmortalidad de la obra musical.
La inmortalidad del ser humano se la da Dios, que es inmortal y eterno. Por eso, la inmortalidad del ser humano será eterna, no se acabará nunca.
Jesús nos asegura la permanencia de la vida:
“Quien cree en el Hijo tiene vida eterna. (…) Yo soy la resurrección y la vida; quien cree en mí, aunque muera, vivirá; y quien vive y cree en mí no morirá para siempre. (…) Les aseguro que quien cumpla mi palabra no sufrirá jamás la muerte. (…) Esta es la voluntad del que me envió, que no pierda a ninguno de los que me confió, sino que los resucite el último día”.
Dios Padre envió a Jesucristo para revelarnos nuestro destino final y para conducirnos a él; después de resucitarlo, envió al Espíritu Santo para confirmar y esclarecer lo que Jesús nos reveló. La inmortalidad nos la da Dios, no es probable que nos la dé la ciencia ni la inteligencia artificial.
2. Jesús es el camino que nos lleva a la felicidad: no es un camino pavimentado o de tierra…, es como un camino “virtual”, es algo así como el GPS o el Waze, que nos orienta, que nos muestra la mejor ruta hacia la felicidad.
A veces, el Waze nos indica una ruta que nos parece inadecuada, pero si confiamos en el GPS tomamos la ruta que nos indica (por algo será). Así ocurre con Jesús, nos indica una vía que nos puede parecer equivocada, en contravía con la imagen de felicidad generalizada, pero si confiamos en Él, lo mejor es que tomemos esa ruta hacia la felicidad y no otra. La felicidad hacia la cual nos encamina Jesús no es solo para la vida “futura”, sino para la felicidad que la humanidad desea en la vida actual.
La ruta que Jesús nos indica es el mejor derrotero; consiste en una orientación de nuestra actitud ante la pobreza, la tristeza, la propiedad, la justicia, la misericordia, la bondad, la paz, la persecución, …
“Felices… Bienaventurados… Amen a sus enemigos… den a los que les pidan… traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes… sean compasivos… perdonen… amaos los unos a los otros como yo os he amado…”.
3. Jesús es el camino que nos lleva a la divinidad, no solo a ver la divinidad, a estar cerca de ella, sino a formar parte de la vida divina.
“La luz verdadera que ilumina a todo hombre estaba viniendo al mundo. (…). A los que la recibieron, a los que creen en ella, los hizo capaces de ser hijos de Dios”.
“Yo voy hacia ti, Padre Santo, cuida en tu nombre a los que me diste, para que sean uno como nosotros. (…) Que todos sean uno, como tú Padre estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros. (…) Yo les di la gloria que tú me diste para que sean uno como lo somos nosotros. Yo en ellos y tú en mí, para que sean plenamente uno. (…) Les di a conocer tu nombre y se lo daré a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos, y yo en ellos”.
Jesús nos promete unión y amor imperecederos; participación en la vida divina: no vamos a ser dioses, pero sí hijos de Dios y esa será nuestra divinización. Aunque ya somos hijos de Dios, desde ahora ‒en forma incipiente, podríamos decir‒.
Y los discípulos de Jesús tratan de explicarnos también, en cuanto pueden, lo que será esa participación en la vida divina:
“Porque, si creemos que Jesús murió y resucitó, de la misma manera Dios llevará con Jesús a los que murieron con él (…) al encuentro con el Señor, y así estaremos siempre con el Señor”.
“Miren qué amor tan grande nos ha mostrado el Padre: que nos llamamos hijos de Dios y realmente lo somos. (…) Queridos, ya somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que cuando aparezca, seremos semejantes a él y lo veremos como él es. (…) Ahora vemos como en un mal espejo, confusamente, después veremos cara a cara. Ahora conozco a medias, después conoceré tan bien como Dios me conoce a mí”.
Harari, por su parte, afirma que es posible que en el futuro
“algoritmos no conscientes pero inteligentísimos podrían conocernos mejor que nosotros mismos” (…) “Los algoritmos podrían completar este proceso (desestabilizar el orden social y engañar a la gente) haciendo imposible que la gente observe la realidad sobre sí misma… ser los que decidan por nosotros quiénes somos y lo que deberíamos saber sobre nosotros”.
Es posible… “podrían”… “podrían”…
Mientras esperamos a ver qué pasa…, prefiero la certeza de que Dios nos conoce mejor que lo que nos conocemos a nosotros mismos; nos ayuda a observar la realidad sobre nosotros mismos y nos dice quiénes somos, lo que debemos saber sobre nosotros y lo que debemos decidir y hacer por nosotros mismos, orientados por Jesús y el Espíritu Santo, vivientes en la comunidad humana.
La verdad de la inmortalidad es la que Jesús afirma, no la de un sueño o una especulación. La verdadera felicidad es la que Jesús nos propone y no la que prometen falsos profetas. La verdad de nuestra divinización es la que Jesús nos alcanza, no la que llegarían a lograr “los algoritmos”.
La vida imperecedera es la de Jesús resucitado, de la que Él nos participa. La vida que Jesús nos da es la verdaderamente feliz. La vida de Dios es la que Jesús nos comunica, desde ahora y, plenamente, después de la muerte.
* Harari, Yuval Noah (2016). Homo deus: Breve historia del mañana. Bogotá: Penguin Random House.
Vicente Alcalá Colacios
Enero, 2022