La palabra más acertada para describir la situación actual de Colombia y del mundo, quizá sea “Incertidumbre”.
Más que hechos, en los debates y peleas se confrontan expectativas, esperanzas y temores sobre lo que podría o debería llegar a suceder. Cierto, se aducen casos, errores crasos de los gobernantes o de la misma gente, pero se pierde de vista el gran contexto nacional y mundial.
Así avanzamos a ciegas, bordeando precipicios. Y cuando el futuro es incierto, surgen los mesías que prometen salvación y cambio y, con frecuencia, conducen al desastre, no sólo por sus propios errores sino, asimismo, por la cerrera resistencia que le ofrecen los que temen perder lo que han conquistado bien sea trabajando con tesón e inteligencia… o con malicia a veces criminal.
Occidente asegura que mantiene firme su mano en la gobernabilidad del mundo y que los derechos humanos individuales, la democracia y la libertad, están asegurados, mientras Rusia garantiza que muy pronto, cuando se imponga sobre Ucrania y su democracia liberal, se extenderá el régimen autoritario de Putin y sus socios.
Igualmente, dentro de diez o veinte años, cuando China termine de asentar su predominio mundial, los derechos humanos dejarán de ser individuales para convertirse en colectivos. El individuo quedará sometido a la colectividad y subordinado a los intereses generales. El árbitro que definirá y controlará el cumplimiento de los nuevos derechos colectivos será el Estado. O mejor digamos, la Nomenklatura. El conjunto abigarrado de burócratas ineptos, de un partido instalado en el poder y sometido a la férula de un dictador. ¿Xi o no?.
En realidad, no hacen falta ni China ni Rusia, para sumergirnos en esa nueva época. El mismo Occidente y sus potencias han despilfarrado y siguen destruyendo la tan preciada libertad individual. Su neoliberalismo, la liberación de toda norma, se expresa tanto en la economía como en las costumbres. Hay una moral neoliberal que ha optado por llamar posmodernismo a esta época, a falta de un nombre capaz de especificar la situación de forma positiva. Decir que algo es simplemente pos –lo que viene después del mundo que conocíamos- sugiere la confusión general en la que andamos.
Entre otras cosas, vale la pena señalar que la partida que se juega hoy en Ucrania es la confrontación sangrienta, cruel y destructiva entre, por una parte, los derechos humanos del individuo, la libertad personal y la democracia liberal, y por la otra, los derechos colectivos que pretende imponer un Estado autoritario, cuando no dictatorial.
Pero en el planeta hay otras situaciones, si se quiere más dramáticas y amenazantes que la misma guerra. A ojos vistas, es manifiesto que estamos destruyendo el planeta a velocidad de crucero.
No sabemos si renunciar a la forma de vida que hemos conocido… o cerrar los ojos y seguir hacia delante, creciendo y corriendo a ciegas, hacia el precipicio planetario. Parece que no pudiéramos parar. A punta de asfalto y cemento, de espléndidos centros comerciales, espectaculares edificios de 100 y más pisos, apartamentos de miles de millones pesos, fuentes artificiales, surtidores, piscinas, duchas y lavamanos en los que derrochamos el agua, rápida tala de árboles que han tardado siglos en crecer y madurar para extraerles la madera, extender la ganadería, apropiarse de las tierras deforestadas y luego venderlas valorizadas a punta de carreteras. En fin, los Estados continúan en la lucha por el incremento del PIB. Cuando la tierra se sacuda de tanto desastre no habrá escondederos ni a billones de dólares.
¿Y cuál es la solución? Ahorrar. Ahorrar agua, aire, tierras, bosques. Optar decididamente por una vida sencilla. ¿Será posible? Hasta ahora no parece. Entretanto, remamos en el mar de la Incertidumbre.
Luis Alberto Restrepo
Marzo, 2023